Qué comían los reyes y qué bebían los magos 04, Krista D. Ball

Marchando sobre el estómago. La logística de alimentar un ejército.

Un ejército marcha sobre su estómago.

Napoleón Bonaparte, Federico el Grande de Prusia y/o Claudius Galeno, un doctor romano.

Contenido del capítulo

  1. El cuerpo humano
  2. Cultura militar
  3. Llamada a las armas
  4. Comiendo en el camino a la libertad (o violencia… saqueo… o invasión)
  5. ¿Qué hay de comida?
  6. La tradición naval
  7. Motín, merodeo y desastre

La guerra es un lugar común en las novelas históricas y de fantasía. No es sorprendente, considerando la larga y sangrienta historia de la humanidad. Raro es que haya una generación en nuestra historia donde no hubiera algún conflicto armado en algún lugar de la tierra. Muchos de los derechos que damos por sentados en la actualidad, incluyendo el derecho a respirar sin importar la creencia, cultura, género o color, fueron ganados en conflictos armados. Muchas de las naciones del mundo moderno fueron forjadas en la guerra. No es sorprendente que muchos libros hagan uso de nuestro pasado violento.

Sin embargo, algunas veces los escritores encontramos difíciles de escribir los conflictos armados cuando requieren lidiar con la logística diaria. Hay tantas cosas que considerar en las épocas tecnológicas anteriores que no son relevantes en la actualidad. En vez de un largo tren de aprovechados, el ejército actual lleva consigo a contratistas y asesores. En vez de máquinas de asedio tiradas por bueyes, las fuerzas armadas actuales tienen aeronaves capaces de cargar con tanques y otros vehículos. Puede ser difícil para las personas actuales imaginar la inmensa escala de la realización de una maniobra militar en un tiempo donde no existían los correos electrónicos, los teléfonos o los motores de combustión interna.

Podría escribir todo un libro sólo sobre estrategias de movilización de tropas para escritores de fantasía y ficción histórica. Aunque tentador, prometo limitar este capítulo sólo a una visión general de la comida durante un conflicto armado.

El cuerpo humano

El capítulo 1 cubrió las necesidades calóricas y nutricionales de los senderistas, el personal militar y las personas normales en sus vidas diarias. Sin embargo, no mencioné la cantidad de agua que necesitan. Para tareas diarias o una persona que está haciendo senderismo cerca de una corriente, tendrán acceso a suficiente agua mediante su comida, el agua y la cerveza. Pero, ¿qué hay de un soldado cargando sesenta libras de equipamiento durante un verano opresivo? ¿Cuáles son sus necesidades y riesgos de hidratación?

Voy a hacer trampa al usar los ocho vasos de agua como punto de referencia. Hay un poco de debate sobre la verdadera certeza del requerimiento de los dos litros de agua y que no tiene en cuenta la hidratación relacionada con la comida, pero en pos de la simplicidad usaré ese punto de referencia a lo largo de este libro.

Miremos lo que sucede al cuerpo humano cuando se deshidrata. La señal más obvia es que se vuelve sediento y fatigado. A medida que una persona se va deshidratando, pierden peso; esa es la razón por la que pesas menos la mañana posterior a festejar mucho. Una caída del 1% del peso corporal debido a la deshidratación provoca una caída del 5% en el rendimiento, y una caída de entre el 4-5% en el peso corporal provoca una reducción del 20-30% en el rendimiento.[1] Pero, ¿cómo luce realmente?

Voy a usar el punto de referencia de los 30 kilómetros al día. Ese es un día largo de senderismo, pero los romanos lo hicieron llevando equipamiento así que es realizable (miserable cuando estás fuera de forma, pero realizable). Una caída del 5% en el rendimiento significa una deshidratación ligera que haría muy difíciles los últimos kilómetros, si no imposibles de terminar. La deshidratación seria provocada por no tomar suficiente agua y sudar mucho provocaría que tus tropas sólo marcharan 20-25 kilómetros. Si hay una ciudad bajo asedio, es probable que tus tropas no estén en condiciones de ayudar para el momento en que lleguen. Eso sería un desastre con toda seguridad.

Asegúrate de que tus tropas tengan sus propias cantimploras hechas de materiales apropiados para tu mundo. Ya sea con calabazas de agua, estómagos de oveja llenos de leche o jarras de cerveza rebajada (baja en alcohol) llevadas por los burros de la tropa, asegúrate de que tus tropas beban lo suficiente. Los quieres listos para la acción cuando lleguen.

Cultura militar

Una de las primeras cosas que cualquier escritor tiene que decidir es la cultura de sus fuerzas armadas. ¿Es una fuerza regular de soldados profesionales o un grupo de milicianos sacados de los campos? ¿Es el ejército una especie de castigo para los criminales, escoger el ejército o las rejas, o es la vida militar una opción respetable para la alta sociedad?

También es normal que los militares posean una mezcla de culturas. La división social en el ejército británico estaba discutiblemente en apogeo durante las guerras napoleónicas. Los rangos inferiores estaban ocupados por niños que habían sido criados en el ejército y criminales que se unían para evitar la cárcel. Los rangos superiores estaban llenos de personas que compraron sus comisiones y tenían elevadas posiciones de poder, mientras que los rangos inferiores hacían todo el trabajo.[2]

Si hay un choque de culturas en tu ejército, he aquí algunas preguntas adicionales que considerar:

  • ¿Los rangos superiores serán tratados de forma diferente a los rangos inferiores?
  • ¿Los pobres chicos golpeando los tambores mientras caminan a sus muertes reciben mejores raciones que el general que puede permitirse que un chef extranjero lo acompañe a la guerra?

Quizás no hay un sistema social de castas dentro de las fuerzas armadas de tu mundo. ¿Todos son tratados absolutamente igual, por lo que el rango sólo significa un incremento en la responsabilidad y quizás la paga, mientras que todo el equipamiento y las raciones se mantienen igual?

Considera como a menudo los ejércitos modernos tienen a todos los rangos comiendo las mismas raciones en el campo, mientras que la estructura de rango en los navíos puede tener a los oficiales siendo servidos por camareros y al personal raso sirviéndose a sí mismos en un buffet. O mira el problema de la Francia de Luis XIV. Las mesas de los oficiales se habían vuelto tan competitivas respecto a quién ofrecía el mejor esparcimiento que el mismo rey tuvo que intervenir y limitar el número de platos que podía tener la mesa de un oficial para recortar costos.

Llamada a las armas

Así que el Señor de la guerra Magnis te ha enviado la orden: marchamos a la guerra. Acaso eso no es fabuloso. Para algunos, esta llamada a la batalla serán noticias gloriosas. Por ejemplo, los soldados espartanos eran entrenados para esperar con ansia la guerra debido a que les daban mejor comida. Durante tiempos de paz, los espartanos eran alimentados solamente con sopa de sangre con vegetables y un poco de carne y bilis. El tiempo de guerra significaba buena comida.[3]

Los granjeros establecidos podían pasar sus últimos días indicando a sus hijos o esposas cómo cuidar de la tierra y los animales mientras están fuera. Los veteranos que han luchado algunas guerras podrían comenzar a hartarse, esperando acumular tanto peso como sea posible, debido a que recuerdan cuanto perdieron durante la última campaña. Los jóvenes podrían convencer a sus amorcitos de que no los dejen ir vírgenes a la guerra, y los viejos podrían pasar la noche con sus esposas e hijos.

Cuando estén a punto de partir, tu heroína sin vínculos podría irse de juerga con sus amigos: aguardiente, hombres (o mujeres) y comida. Más tarde habrá suficiente tiempo para el hambre, el celibato y la prohibición. Una vez más, tu sacerdote guerrero podría pasar la noche antes rezando en la capilla, mientras que sus amigos están de fiesta.

¿Quiénes seguirían el tren de suministros?

  • Médicos, tanto contratados por los militares como independientes.
  • Prostitutas.
  • Esposas e hijos de los soldados haciéndose pasar por trabajadores, sastres, sirvientes, etc.
  • Herreros y otros hombres de negocios altamente especializados.
  • Reporteros independientes ricos, escritores, poetas y artistas.

¿Tú héroe tendrá que comprar su propio equipamiento con su dinero, le será asignado o será forzado a comprarlo al ejército con su “bono de suscripción”? Si está trayendo el suyo, asegúrate de que tenga una cantimplora y un bolso para sus raciones (si es inteligente, va a llenar esa cosa con fruta seca, uvas curadas, queso, galletas marineras y algunas especias). Debería tener una pequeña olla de metal, piedra o cerámica que puede cumplir el deber triple como jarra o cuenco.

Si el ejército está proveyendo la comida para sus tropas, no esperes que sea sofisticada. La comida del ejército tiene una reputación de dos mil años de ser terrible. Esto no siempre es culpa de los administradores. Un ejército en movimiento necesita un montón de comida y la comida no es barata ni tiene un suministro infinito. Se necesitaban 18.000 libras de grano para alimentar una legión romana (alrededor de 5.000 hombres) durante un día. Los caballos, bueyes y animales de carga que transportaban el equipamiento necesitaban otras 40.000 libras de comida y forraje. Cada día.[4] Es difícil dar comida de alta calidad cuando hay tantas bocas que alimentar.

A menudo las raciones de las tropas son potaje y pan. Los soldados romanos combinaban sus granos cocinados y panes con vegetales locales, animales salvajes, vinagre y vino. Esos ingredientes habrían sido comprados a aliados y saqueados de los enemigos, así que el suministro de comida sería inseguro e inestable.

Sin embargo, un miembro de la infantería del siglo XVII habría recibido una dieta más apropiada tanto a la cultura como al clima. Habría recibido 1 ½ – 2 libras de pan de centeno/trigo, ½ de carne (a menudo curada, salada o ahumada y carente de sabor), 1 pinta de vino, cerveza o cidra, lo que sea que pudiera encontrarse localmente. Un siglo más tarde, los bloques de vegetales secos fueron agregados.[5]

Sin embargo, los hoplitas atenienses (infantería) traían su propia comida durante campañas cortas, además de cualquier caza o pillaje que fueran capaz de realizar. Los remeros atenienses estaban atrapados dentro de los navíos y eran incapaces de forrajear o pescar, así que se les proveían comidas de cebada, cebollas y queso.[6] Iuck, ¿puedes imaginarte cuanto se peían con ese menú? ¡Guácala!

Comiendo en el camino a la libertad (o violencia… saqueo… o invasión)

Algunas novelas de fantasía establecen largas caravanas de ganado siguiendo al cuerpo principal del ejército. Esto podría ser productivo en ciertas circunstancias, pero la mayoría del tiempo, esos animales habrían sido un retraso. Ya es lo suficientemente difícil alimentar bueyes, caballos y mulas que estaban trabajando, ¡y mucho más intentar proveer suficiente alimento para las gallinas, patos, gansos, ovejas, vacas y puercos adicionales! En la mayoría de los casos, sería más fácil “adquirir” los bienes a lo largo del camino.

Los romanos tenían un sistema fabuloso para tener campañas de bajos costos: robaban. Robar, oh, lo siento, saquear los despojos de la guerra es una tradición venerable. En la actualidad, el saqueo y el pillaje son desaprobados. Se supone que los conflictos armados sean entre los combatientes y tengan tan poco impacto directo en la población civil como sea posible. Las cosechas no deben ser quemadas. Las escuelas no deben ser bombardeadas. En la era de la guerra moderna y las convenciones de Ginebra concernientes al tratamiento de prisioneros, civiles y las reglas de la guerra, nuestros ejércitos traen sus propios suministros o los compran a la población local. Esto ni siquiera podría habérsele ocurrido a los romanos; si puedes robarlo, ¿por qué no deberías hacerlo?

Muchas veces, las personas no luchan por objetivos nobles tales como la libertad de expresión o el derecho al voto. La razón del hombre promedio para unirse al ejército estaba más basada en: labrar su propia fortuna.

Al igual que el capitán Wentworth de Persuasión de Jane Austen se hizo a la mar para crear su fortuna, también lo han hecho incontables hombres en nuestra historia. Con el botín viene el dinero. Y con el dinero viene el poder.

Pero antes de que el pillaje pudiera comenzar, primero necesitaban comer. Dejando a un lado cosas molestas como el respeto por los civiles y la propiedad, alimentar tus propias tropas era posible sin haber traído mucho en forma de suministros.

Sin embargo, forrajear, saquear y robar no eran tareas sencillas. Serían necesarios algunos guardias para hacer de centinelas mientras otros cazan conejos, ciervos y pescado debido a que forrajear podría llevar al grupo uno o dos kilómetros lejos del campamento principal. De igual forma, la línea de suministro donde son almacenadas todas las armas de asedio, las prostitutas y la comida necesitarán estar custodiadas, debido a que las carretas de suministro son la principal forma de atacar una fuerza superior sin demasiado riesgo. Sé muy cuidadoso con esto cuando pongas bajo asedio a un castillo bien fortificado. No es poco común que las mujeres se vistieran de prostitutas para salir del castillo a través de túneles y cavernas subterráneas, y emergieran en la parte trasera de las carretas para robar lo que pudieran llevar… ¡y prenderle fuego al resto!

Si tu ejército tiene aliados en territorio enemigo, esos comerciantes aliados necesitarán protección. Una caravana de cuarenta camellos cargada con grano, queso y aceite no será capaz de protegerse a sí misma en contra de un grupo de saqueo armado hasta los dientes y móvil.

De igual forma, si tu ejército necesita enviar grupos de saqueo a los pueblos y granjas, necesitarán estar equipados con los medios para traer de regreso el botín. Es más que inútil saquear un poblado si no pueden llevarse nada más que unas pocas mujeres esclavas y algún pan mohoso y de ambos hay suficientes en el campamento.

Vivir de la tierra del enemigo tiene algunas desventajas. Sólo funciona para ejércitos pequeños tales como los hoplitas griegos o las legiones romanas. Sólo habría cierta cantidad de grano almacenado en cualquier poblado y los almacenes podrían ser incendiados si el ataque fuese inminente. Sin embargo, a medida que los ejércitos crecían en Europa y los hombres eran forzados, o “presionado”, a unirse al ejército, el riesgo de deserción se volvió demasiado grande. Más aun, no se podía confiar en que los criminales sólo atacaran otras tropas y muchos estaban igual de felices de violar a las hijas de los aliados tanto como a las de los enemigos.

No obstante, el mayor desafío del forrajeo como forma de guerra es el invierno; es muy difícil forrajear granjas congeladas. Luchar en la estación invernal podía ser desastroso incluso con suministros, mucho más cuando dependes del terreno local para proveer a tus tropas así como el alimento para los animales.

Además, tu enemigo podía pedir ayuda a su pueblo; ¡después de todo, estás en su tierra! Cuando Rusia hizo esto durante las guerras napoleónicas, recibieron 1.000 cabezas de ganado para comer.[7] ¿Tus tropas tienen tanta comida a mano?

Último, pero no menos importante, la vieja política de la tierra quemada. Si molestas a una nación tan duramente con tu invasión, sencillamente podrían empacar y moverse al norte, quemando todo a su paso. Intenta evitar que esto suceda. Es muy malo para la moral.

Así que tus comandantes pueden decidir, tras leer esta sección, que forrajear y saquear no es para ellos. ¿Qué les queda? Bueno, quizás el tributo ese más de tu gusto. Los romanos eran famosos por usar esta técnica, así como lo hicieron los germanos durante la guerra de treinta años (1618-1648). De hecho, funcionó tan bien que la usaron de nuevo en la guerra franco-prusiana (1870-1871).[8] El sistema de tributos funciona al conquistar tierras y permitirle a esas personas mantener sus tierras, rango e hijas, siempre que sea proveído un tributo regular de comida y bienes. Un suministro constante de grano, olivas, queso y carne reduciría de gran forma los costos financieros de la guerra y eso siempre hace felices a los contadores en la madre patria.

El problema con este sistema, más allá del aspecto obvio de robo, es que es difícil controlar soldados merodeadores, especialmente si son criminales presionados a entrar en el servicio, también conocido como forzados a unirse.

Si tu héroe está liderando el ejército y quieres que sea gustado por todos los lectores (autores de fantasía romántica: los estoy mirando), quizás el sistema de Wellington podría funcionar mejor. Arthur Wellesley, 1er duque de Wellington dio órdenes de que la comida fuera comprada, no robada, de aliados tales como España. A menudo las tropas también recibían arroz, carne, guisantes y queso.[9]

O, quizás la variante rusa de esto podría funcionar mejor para tu mundo. En 1812 fue aprobada una ley que requería que las provincias proveyeran a los comandantes militares con los suministros requeridos. Los comandantes le darían recibos a los granjeros y ciudades, los cuales podían ser reembolsados por el gobierno.[10]

Quizás tu héroe comprará el afecto del populacho local al gastar dinero allí. Por supuesto, tu héroe necesitará incrementar los impuestos en casa, pero esa está a cientos de millas. Por ahora no hay necesidad de preocuparse por la multitud en casa.

Debido a que en muchas culturas el pan era una comida de guerra común, necesitarás decidir dónde será hecho. Hay algunas opciones para tus tropas. Pueden invadir una pequeña ciudad que tenga una panadería, o quizás varias granjas con sus propios hornos instalados. Entonces, los hombres podían encargarse de los hornos y ser usados para hornear pan para las tropas. Aunque, cuatro hornos trabajando todo el día no serían capaces de producir suficiente pan para una legión.

Podrías hacer lo que hicieron algunos ejércitos europeos a comienzos del siglo XVII y traer tus propios hornos de campo.[11] Sencillamente terceriza los trabajos a los panaderos que necesitan un cambio de aires y tendrás pan para todos.

¿Qué hay de comida?

Las comidas variaban mucho, dependiendo del clima, el medioambiente, la hostilidad de la población local y los suministros (y el dinero). El combustible tendría que ser considerado, debido a que era otra tarea de la que alguien tenía que ocuparse. El desayuno podría ser una simple cuestión de restos de pan y carne de la comida de la noche anterior, y quizás algo de cerveza o queso. Un soldado inteligente guardará un poco de queso y pan en su bolsillo para cuando esté de guardia.

La cena sería más pan, más cerveza, granos cocinados y, en días buenos, algo de berraco salvaje o ciervo. Quizás incluso algo de pescado fresco. Los estofados podrían tener pedazos de galletas marineras (una galleta horneada dos veces) o buccellatum (el equivalente romano) para agregar masa y espesor.

Las tropas guerreras de Rusia durante la era napoleónica lo tenían mucho peor, con sólo harina, avena a medio moler y carne. Además de una agradable ración de vodka que ayudaba a aliviar cualquier descontento culinario.[12]

Los oficiales más diplomáticos irían a la ciudad a asegurar las raciones y gastar algo de dinero. Esto oficiales podían regresar con carne, vinagre, vino, queso, cerveza, frutas frescas y vegetales, los cuales serían bienvenidos con deleite por los sistemas digestivos de los soldados cansados de grano y más grano, con un extra de grano. Además, este comercio permitiría la entrada de ingredientes medicinales vitales tales como el opio y los vinos fuertes, así como también de plantas y mezclas locales.

Si eres lo suficientemente afortunado para tener éxito con esto, quizás los locales no demandarán que tu héroe sea colgado del campanario después de que tuviera un amorío clandestino con una doncella local. O, los locales podrían no envenenar el suministro de agua. Nunca es una buena idea robar a los locales a menos que tus tropas puedan doblegarlos.

Por supuesto, tu heroína debería ser precavida con la comida proveída por pueblerinos abiertamente amistosos. John de Capadocia, un prefecto del siglo VI del imperio bizantino, ordenó que el pan fuera horneado por sus soldados. Había una escases de combustible, así que el pan no fue horneado lo suficiente. El pan se volvió mohoso y mató a quinientos soldados.[13] Mientras que fue un accidente para el pobre John, los locales podrían haber sido más conscientes de sus decisiones.

Las tropas dentro de un castillo o fortificación comerían de una forma muy diferente. Los almacenes de un castillo necesitaban suficiente medicina, grano, alcohol y carne para sobrevivir una agresión de sus vecinos. A menudo, en los libros los asedios son eventos excitantes. Las fuerzas móviles llegan y en cuestión de días parecen haber conquistado el castillo o las tropas del castillo han repelido con éxito el ataque. En realidad, los asedios podían durar mucho más. Algunas veces, una fuerza superior se las arreglaba para capturar una fortificación en días (ejemplo, la captura de Yang-chou en China en 1645 tomó una semana y media), mientras que el asedio de Leningrado en la Segunda Guerra Mundial duró desde 1941 a 1944. Las ciudades y los castillos necesitan estar preparados.

Si tu historia se desarrolla dentro de las murallas de la ciudad, sería implementado un racionamiento muy estricto. Nada sería desperdiciado. Los banquetes gigantes, los lores gordos hinchándose y las damas nobles a las que les sirve ocho platos y comiendo poco serían dejados de lado. No había tiempo para las princesas lloronas; el trabajo del castillo sería proteger tanto al lord como a su familia, además de las vidas de los civiles que huyeron buscando seguridad dentro de sus paredes.

El almuerzo podría ser una comida magra de pan y cerveza, y quizás carne fría (es muy probable que no hubiera desayuno). La comida sería lo mismo, consumiendo los alimentos que se estropearían más rápido debido a que podían pasar meses antes de que recibieran un alivio de los atacantes. Los huevos serían preservados, la leche convertida en queso duro y algunos animales sacrificados si no hay suficiente grano para alimentarlos (con suerte, habría suficiente sal y/o madera para curar y ahumar la carne).

Una ciudad bajo asedio tendrá su cadena de suministros de comida y agua cortadas tan rápido como sea posible. Un pozo subterráneo secreto y un sótano bien abastecido serían una barrera entre el hambre y la sumisión y el triunfo testarudo.

La tradición naval

La vida a bordo de un navío es muy diferente de marchar a través de un territorio enemigo. La infantería puede comerciar, robar y conquistar sus suministros. La armada sólo puede esperar anclar en un puerto amigable o apoderarse de un navío con mejores suministros que los suyos. Incluso en culturas militares donde los soldados tenían que proveer su propia comida, generalmente a los soldados navales se les proveía algo: por supuesto, sin ninguna garantía de que fuera comestible. La carne y el pescado siempre estaban salados en exceso y, a menudo, infestado con gusanos.

A menudo, los soldados comían galletas marineras o pan duro (horneado hasta que la harina estaba dura como roca), agua y galletas saladas. Las galletas marineras eran caras debido a que necesitaban combustible extra, pero eran vitales para viajes largos. El pan se enmohecería después de una semana y las expediciones podían durar semanas o meses. Los granos a menudo estaban infestados con ratones, ratas e insectos, para no mencionar que se estropearían en condiciones mojadas y húmedas. La fruta fresca y los vegetales verdes se estropearían demasiado rápido.

Las galletas marineras eran lanzadas dentro de una olla con algunos frijoles, cualquier grano que no se hubiera enmohecido, junto con algunas cebollas, ajo y carne de res salada o lengua de res salada. El pan fresco no existiría a bordo, debido a que la madera sería muy limitada, así que las comidas como las galletas marineras significaban que los marineros podían tener pan cada día.

Sopa naval de frijoles con puerco salado

Sumerge 5 galones de frijoles y 80 libras de puerco salado durante la noche. Hierve los frijoles con 15 libras de puerco salado. Remueve el puerco cuando esté tierno. En una olla separada, cocina el resto del puerco hasta que esté tierno. Rebana hasta 6 libras de pan rancio y agrega a la sopa, agitándolo.[14]

Sin embargo, había un lado brillante para muchas personas cuando se unían a la armada. Las comidas casi siempre eran calientes, ricas en proteínas y muchos navíos ofrecían una buena porción de cerveza para ayudar a bajar la comida y las provisiones de su personal naval, pero a medida que el tiempo progresaba, también lo hicieron las raciones. Por ejemplo, en la era Isabelina, a un marinero británico le era asignado:

  • 1 galón de cerveza.
  • 1 libra de pan.
  • ½ libra de queso.
  • 4 onzas de mantequilla.
  • ½ libra de carne.

Además, junto con la comida podía haber guisantes secos, judías y avena.[15] Cuando la comida fresca encontraba su camino dentro de las dietas navales, por lo general eran tubérculos robustos como el repollo, las zanahorias y celaje, con las papas sumándose en siglos posteriores.

Esto podría parecer escaso en términos modernos, pero muchas de las personas que se unían a los rangos bajos de la armada eran, de cualquier forma, de la clase baja. Estas personas habían crecido acostumbradas a comidas irregulares y magras. La armada proveía comida regular y aunque no era lujosa, a menudo era mejor de la que los esperaba en casa (o en las prisiones si habían escogido ese camino).

También, el éxito de un navío individual significaba el éxito para todos a bordo. En barracas tan apretadas, cada persona era vital para el éxito del navío, incluyendo a la prostituta escondidas en las bodegas. (Ya sabes, esa que se supone que no esté allá abajo, pero todo el mundo sabe que está). Un navío exitoso representaría suministros frescos cuando llegara a puerto, más allá de la cantidad estándar que los administradores navales permitían.

Salando carne para la armada – Recomendado por el Almirante Sir. Charles Knowles

Combina salitre y sal, en iguales cantidades, y calienta dentro de un horno. Mata la vaca y despelléjala. Despiézala tan pronto como sea posible y sala la carne mientras todavía está caliente. Usa dos onzas de la mezcla de sal por cada libra de carne. Deja que la carne drene durante 24 horas, gira las piezas y déjalas otras 24 horas. Limpia la carne.

Calienta la sal dentro de un horno y mezcla con azúcar morena en una proporción de 3:1. Frota cada pieza con esta mezcla, usando ½ de mezcla de sal por cada libra de carne. Empaca las piezas dentro de un barril y se conservará durante varios años, siempre que los barriles estén sellados.[16]

Mientras que un capitán rico e independiente sería capaz de traer algunos bienes de lujo para sus hombres, un capitán exitoso, siempre tendría oro y bienes a mano en cada puerto. La carne fresca, el ron, los cítricos, las papas y el tabaco fluirían con mucho regocijo hasta los marineros. Después de semanas, o meses, de comer comida salada, encurtida y seca, la carne y la fruta fresca serían bienvenidas. Llegar a un puerto también les daría a los hombres de mar una oportunidad de comprar sus propias provisiones. Podían cambiar ropa vieja, botín y cualquier dinero a mano por objetos exóticos como naranjas, limones, cocos y piñas.[17]

Los objetos de lujos como los cítricos podían ser obtenidos en puertos como Port Royal, Jamaica. Los cítricos, así como también las papas, los tomates y las pimientas contienen vitamina C, la única arma en contra del azote de la marina: el escorbuto.

El escorbuto era tomado muy en serio por algunos capitanes navales, quienes no querían hombres de mar debilitados cuando enfrentaran a piratas, particulares y merodeadores, además del enemigo. Sin embargo, para los rangos más bajos, el miedo al escorbuto variaba muy poco respecto a la amenaza que enfrentaban en las ciudades europeas antes de la llegada de las papas baratas. La vida podría haber sido mejor a bordo de un navío, especialmente para los chicos jóvenes y pobres que eventualmente terminarían pasando hambre en las calles. Sin embargo, había un límite incluso a cuánto soportarían estos individuos.

Motín, merodeo y desastre

Sólo debido a que los soldados y los marineros esperaban comida mala, no creas que puedes hacerlos pasar hambre. Las tropas todavía esperan alimentos comestibles y algo de justicia, especialmente si están teniendo problemas. Los marineros que no han comido carne en dos semanas no se tomarán bien a un capitán gordo que está cenando vino y pollo asado (el cual debería haber sido conservado por sus huevos).

Un capitán excelente nunca hubiera tomado más cerveza que la racionada. Cuando el tonelero del velero del capitán John Narbrought encontró que dos barriles de cerveza se habían vaciado debido a goteras, ordenó que ese día todos tomaran agua, incluido el mismo. Dijo que, “debido a que es mi deseo que el hombre de menor rango en la nave tenga la misma asignación que yo.”[18] Agrega a eso unas pocas batallas afortunadas y ese es un capitán cuyos hombres defenderían con sus vidas.

Los capitanes recibían la porción más grande cualquier botín tomado de un navío derrotado, hasta alcanzar el 50%. Por supuesto, la comida almacenada, la munición y cosas similares serían compartidas por igual, pero objetos como la vestimenta, el oro, la lencería, el tabaco y el dinero serían distribuidos a través del rango, con los rangos más bajos adquiriendo cada vez menos. Cuando atracaran en puerto, un buen capitán usaría una porción del botín para comprar cosas extras para sus hombres: carne fresca, fruta seca, repollos, ron, combustible adicional. Compartir su riqueza con sus hombres (y, enfrentémoslo, las mujeres vestidas como hombres) los harían trabajar más duro para ganar más botín, debido a que, una vez más, el capitán compartiría un poco.

Si tu ejército se adentra en un clima frío o navegan dentro de un terreno no cartografiado, asegúrate de que tienes suficiente cerveza, mujeres y carne para evitar que a) mueran de hambre y b) deserten antes de que se mueran de hambre. Una vez que tus hombres comiencen a comerse los bueyes que tiran de las carretas, has perdido. Empaca y vete a casa antes de que terminen comiéndote.

El canibalismo es una palabra fea y muy sucia (por supuesto, excluidas las novelas de zombies).

Todos los derechos de este texto pertenecen a Krista D. Ball. Esta es una traducción sin fines de lucro con el fin de promocionar su obra.

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[1] Unknown. “An Army Marches on its Stomach (Defence Procurement International).” (2011) Electrothermal. <http://www.electrothermal.com&gt;

[2] Quizás el mejor ejemplo de la cultura mezclada es el de Sharpe de Bernard Cromwell. Esta aclamada saga está muy bien investigada y hace un trabajo sobresaliente al mostrar las diferencias en rango y cultura dentro del ejército británico durante el período de la Regencia.

[3] Faas, p. 14.

[4] Matyszak, p. 148.

[5] Cowley, Robert, and Geoffrey Parker (editors). (1996). The Reader’s Companion to Military History. New York, NY: Houghton Mifflin Company, p. 161.

[6] Garland, p. 91.

[7] Lieven, Dominic. (2010). Russia Against Napoleon. New York, NY: Viking Penguin, p. 225.

[8] Cowley, p. 271.

[9] Lieven, p. 25.

[10] Ibid, p. 110.

[11] Cowley, p. 161.

[12] Lieven, p. 26.

[13] Koder, Johannes. “Stew and salted meat – opulent normality in the diet of every day?” Eat, Drink, and Be Merry (Luke 12:19) – Food and Wine in Byzantium. (2007). Society for the Promotion of Byzantine Studies Publications 13: Papers of the 37th Annual Spring Symposium of Byzantine Studies, p. 63.

[14] Unknown. (1902). General Mess Manual and Cookbook. Washington, DC: Government Printing Office, p. 16.

[15] Mortimer, p. 226.

[16] Pybus, William (1810). A Manual of Useful Knowledge. London., p. 91.

[17] Roger, N. A. M. (2006). The Command of the Ocean. New York, NY: W. W. Norton & Company, p. 213.

[18] Ibid, p 133.

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