El último mago del imperio, Noel Pupo González (Vongoldring)

Hace diez años que el imperio fardano ha ocupado a la que fuera la capital del conocimiento mundial, la República de Burudan. Por diez años los ocupantes han saqueado a toda una nación y han reprimido a su pueblo. La magia ha sido prohibida por decreto y los últimos magos han perecido uno a uno en feroz cacería. Los ricos burgueses no desean luchar, la sociedad carece de líderes, no hay salida para un problema que no para de crecer.
Kurt Von Castle es un jóven monje con poco contacto con la vida real. Un erudito obsesionado con encontrar el sentido de la vida y el origen del tiempo. Deprimido por no alcanzar tales metas decide suicidarse y es entonces visitado por Fadot, un demonio del gran señor de las tinieblas quien le ofrece el conocimiento que tanto ansía. A cambio deberá trabajar para su señor y desarrollar la magia. Kurt dejará todo atrás y se sumergirá en una parte de Burudan desconocida por él donde deberá lidiar con los problemas de ser ya un hombre y no tener ni idea de cómo vivir fuera del monasterio. Tentado por la lujuria y a veces por el amor, aprendiendo secretos que desconocía nuestro héroe tendrá que luchar por expulsar a los fardanos de Burudan sin darse cuenta que sus problemas no pararán de aparecer y que lo cambiarán radicalmente en el proceso.

131 respuestas a “El último mago del imperio, Noel Pupo González (Vongoldring)

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  1. Bien por el camarada Volgondrin, me ha dejado picado, esperando más, tendré que esperar. Voy para las otras novelas, que parecen ser igual de interesantes, magníficas portadas que les ha facilitado el emperador supongo. Saludos a todos.

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        1. Leído el 15, se me acaban los capítulos muy pronto, je je. Bueno creo que ya el equipo está completo, ya los personajes se han unido. Ya a la espera de lo que viene, que debe ser muy bueno, me imagino que vienen combates con algunos mercenarios.

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  2. Palabras:3067 Cuenta global: 3067. Faltan: 26 933 palabras.
    Capitulo 1. «El despertar del monje».
    La copa de vino con el mortal veneno estaba ante Kurt Von Castle esa mañana. Sentado tras el escritorio escuchó los acordes finales de la marcha militar que concluía en la plaza de armas y tomó la pluma que descansaba en el tintero. Miró con nostalgia los libros organizados en los estantes, con sus encuadernaciones de cuero y sus letras doradas en las portadas, ni una mota de polvo había sobre ellos, él siempre los había cuidado bien. Tal vez en lo adelante las telarañas se extenderían hasta ellos, difícil saberlo.
    Tomó una hoja de papel color crema, le encantaba el aspecto y el olor de las hoja nuevas de papel, aquella en particular no tenía ni una sola arruga, era la indicada para la nota suicida.
    Mojó la pluma en la tinta y escribió con una caligrafía exquisita las letras de la que estaba destinada a ser su carta final.
    «Burudan, día 142 del décimo ciclo tras la conquista.
    Me voy de este mundo que no tiene nada para ofrecerme a pocos días de mi aniversario treinta en el reino de los vivos. A mi madre pido que no llore, y a mi padre que recuerde con mi muerte que alguna vez tuvo otro hijo además del brillante comendador Richard Von Castle, hermano de sangre pero enemigo en espíritu. He vivido veinticinco años rodeado de libros, desde que aprendí a leer y me he adentrado en conocimientos apasionantes. Desde las complejas matemáticas de Segeo, la historia del mundo de Samaleón, la botánica de Plutranicus, la biología de Hessen, la filosofía de los antiguos maestros e infinidad de otros tesoros para el intelecto que ya hoy a nadie importan. Como hijo segundón de un alto funcionario no tuve derecho a herencia ni esposa, en cambio obtuve el monasterio. En este reino para la paz y la monotonía conocí la intimidad conmigo mismo y los placeres de la meditación, ajeno a los dolores de la vida me he dedicado desde entonces a adorar al creador recitando de memoria las antiguas escrituras de Yamalón el profeta y de Jon el vigía y a leer lo que los hijos de los campesinos ignoran e ignorarán por siempre y lo que los hijos de los ricos senadores del parlamento menosprecian. La ocupación de mi patria y mi cultura por una potencia extranjera que ya controla medio mundo no me quita el sueño. Nada terrenal me ata a esta estancia infeliz de la existencia, el conocimiento es la única cosa por la que vale la pena morir. Sin embrago mi desdicha no es obra de conflictos familiares ni de ambiciones rotas porque yo nada ambiciono. Mi desdicha nace del sinsentido de la vida que me rodea. Estoy condenado a conocer la historia para verla repetirse sin que pueda influir en ella, a admitir que no soy capaz de explicar el origen de la vida y el propósito de la existencia de la raza humana. Lo he tratado todo, he desenterrado los manuscritos más antiguos y he hecho penitencia para obtener una revelación por parte del padre creador. Pero el padre nunca me ha respondido. Mis conocimientos son insuficientes, nunca serán completos. ¿Para qué estamos en este mundo? ¿Qué diferencia hace nuestro tránsito por la tierra del que hicieron los antiguos en su momento? ¿Hacia donde va nuestra conciencia cuando la muerte eventualmente nos toca? En esto pienso a altas horas de la noche y la interrogante me consume. Nunca seré capaz de hallar una respuesta y al resto de mis compañeros no parece interesarles ahondar en estos temas. Ya sé todo lo que se puede saber, he agotado las fuentes que mi época tiene para ofrecerme, me aguarda tan solo secarme en vida tras las puertas cerradas del monasterio, hasta morir en unos treinta años más de alguna fiebre tifoidea. No voy a esperar a entonces, me voy ahora. Si muero es para paliar este desánimo, la soledad que da la sed insatisfecha de conocimiento es una agonía martirizante. Me voy a descansar esperando la paz. Aunque el infierno es de los suicidas cualquier destino me vale para calmar esta pena gris.»
    Acabando de escribir la carta la dobló cuidadosamente y la metió en un sobre. Luego soltó un hondo suspiro y tomó la copa. Lo pensó por un instante, se suponía que el tránsito a la muerte sería sereno. Primero se empezaría a adormecer y sentiría calambres por todo el cuerpo, luego perdería la conciencia y no despertaría jamás o al menos eso decían los libros sobre la sal de roca negra. Pero aún así temía a la agonía, no había cura para el envenenamiento por aquella sustancia y en dosis muy leves daba una muerte lenta y desesperante con falta de aire y vómitos con sangre. Por esa razón la copa tenía una cantidad que algunos llamarían execiva.
    Era la hora de hacerlo y acercó la copa a sus labios, entonces aquella voz se escuchó a su espalda.
    —¿Qué vas a hacer, tonto? —dijo la voz de un hombre en tono jocoso obligándolo a voltearse y ver a un sujeto al cual en la vida había visto.
    Era de mediana estatura y vestía un buen traje negro. Tenía el pelo rubio y ojos azul claro pero lo que más llamó la atención de Kurt era su mirada picaresca.
    Tenía que haber aparecido de la nada. La puerta estaba cerrada y no pudo haber estado escondido. ¿Un demonio tal vez? Kurt Von Castle dio un salto y se puso del otro extremo de la habitación.
    —¿Cual es tu nombre, ser de las tinieblas? —dijo con temblor en la voz.
    El desconocido se acercó a él y arrastró una silla para sentarse en medio de la habitación.
    —Soy Fadot, un amigo que quiere verte pues tiene respuestas para ti, jóven Von Castle.
    —¿Como entraste a esta habitación? Responde o te conjuraré en nombre de los dioses.
    El hombre siguió sonriendo.
    —Soy un demonio, uno no muy bueno ni muy malo —decía—. Pero vengo por ti, no puedo dejar que te mates.
    Kurt trató de entender aquello pero la confusión se había apoderado de él.
    —Nada que me digas va a devolverme las ganas de vivir, los asuntos mundanos que puedas traerme no responderán mis preguntas. ¿Cual fue el origen de los tiempos? ¿Cual es el fin de la vida humana? ¿Qué hay exactamente luego de la muerte? Ni tú tienes semejantes respuestas.
    El demonio asintió en silencio hasta hablar.
    —Nadie tiene tales respuestas a este nivel, muchacho. Tú mente simple no está lista para esas verdades, además que no serías capaz de hacer nada útil con ellas. Tu falta de pericia en miles de disciplinas haría de esos secretos tan solo una masa caótica ininteligible que acabaría con tu cordura de mil formas diferentes.
    Kurt asintió calmado mientras miraba a la copa de vino que descansaba sobre el escritorio.
    —Entonces volvemos al inicio. No tengo cómo encontrar el sentido de la vida. Me mataré —afirmó totalmente seguro arrancándole una carcajada al demonio.
    Fadot se puso de pie y se acercó a él aún más poniéndolo nervioso.
    —La vida no tiene sentido, hijo, deberías saberlo a estas alturas, pero creo que no me entiendes —le dijo a Kurt—. Vengo porque el señor de las tinieblas te llama a su servicio. Con él puede que encuentres muchas de las respuestas que deseas. Tal vez no el sentido de la vida pues eso significa muchas cosas para mucha gente.
    Kurt trató de quitar la vista de la mirada penetrante del demonio y fue a la ventana donde tenía una panorámica de la plaza de armas. Al parecer aquella mañana tomaría lugar una ejecución. La hoguera estaba lista en el centro, los guardias fardanos con sus uniformes negros aseguraban el perímetro entre la muchedumbre que se agolpaba para ver la quema de la bruja. Burdo espectáculo a ojos de él, pero los fardanos eran salvajes en sus castigos desde siempre.
    Sin que se hubiera dado cuenta el demonio ya estaba tras él.
    —Casi no quedan hechiceros en tu tierra, joven monje —comentó Fadot.
    —Mi vida nunca ha tenido que ver con esos asuntos, no me interesa lo que ocurra fuera del monasterio, así he vivido siempre y así siempre he sido feliz. Al menos hasta hoy.
    —Pero hay una lucha a tu alrededor de la que no puedes escapar jóven monje —continuó diciendo el demonio—. Hace diez años que Fardan conquistó Burudan y lo que fue una próspera nación fiel a la fé de los dioses acabó en una satrapía de ateos que a diario humillan a tus hermanos de religión. Si no los han matado es porque ustedes son inofensivos. Ponen la cara para que los abofeteen y para colmo piden perdón por el alma de su agresor. Pero las brujas no son de la misma sangre mansa que los clérigos. Tal vez por eso los fardanos han acabado con la magia en este país. Las aldeas libres de los hechiceros ya son cosa del pasado. He visto quemar a niños de doce años tan solo por manifestar vocación para la magia. Ya no queda nadie por aquí que se les enfrente a esos brutos. Hoy veremos la muerte de otro mago o tal vez maga, quien sabe. ¿No te conmueven el alma tales asuntos?
    A Kurt ya le dolía la cabeza, detestaba mirar por la ventana y ver la vida de afuera. Lo que de verdad amaba eran los libros, la soledad, la meditación. El mundo estaba lleno de egoísmos e ignorancia ¿para qué gastar el tiempo en él?
    —No me desvíes el tema —volvió Kurt a decir—. Me mataré y me importa poco lo que piense tu dueño, engendro del mal. Si las brujas mueren pues allá ellas.
    —Espera, no te agites. Puede que veamos algo interesante —advirtió Fadot.
    En la plaza de armas resonaron los tambores, al parecer llegaba el alguacil seguido por un grupo de guardias que usaban los mismos uniformes negros. Traía una proclama enrollada en las manos y estaba a punto de leerla.
    La muchedumbre se agitaba para obtener los mejores lugares. Los tambores siguieron repicando hasta que el alguacil estuvo en lo alto de una tarima justo frente a la plataforma de la hoguera. Solo entonces los tambores se detuvieron, reinó el silencio y el hombre desenrolló la proclama. Desde aquella ventana se podían oír sus palabras.
    —Pueblo de Burudan, hoy la justicia será hecha, en nombre de su majestad el lord canciller Oakwood —dijo el alguacil haciendo una pausa antes de continuar—. Hoy será traída ante la justicia la bruja Samara Von Rutherford por los cargos de rebelión, atentados y hechicería. Por esto será quemada viva en honor a la paz del imperio.
    Kurt iba a voltearse para no ver. Odiaba las ejecuciones. Pero cuando iba a apartarse Fadot lo aguantó por la muñeca.
    —Espera mozalbete, no seas apurado.
    Kurt decidió quedarse. Al rato trajeron a la bruja y él quedó sin aliento. Nunca se había impresionado tanto por una mujer. La joven pelirroja de veintipocos años traída por par de guardias era una belleza. Traía un vestido negro con corsé pero todo sucio y roto por algunos lados.
    —Un desperdicio hacer eso con esa mujer —bromeó Fadot—. Vaya par de tetas que tiene.
    Kurt quedó mirándola fijo como si nunca hubiera visto a una mujer de esa forma. Las hermanas del monasterio ya eran viejas y arrugadas y las pocas veces que había visto a alguna jovencita esta era aún de rostro infantil. Pero la bruja ya era madura, y era la muchacha más bella que hubiera visto jamás.
    —Veo que te le quedaste mirando, no te encariñes, ahora la amarran al poste y le dan fuego.
    —No pueden hacer eso —dijo Kurt con la voz entrecortada—. No es justo.
    Eso hizo reír aún más al demonio.
    —Seguro estoy que aquí han quemado a brujas feas seguido. Ahora ves a esta y no te gusta que lo hagan. Obviamente el sentido del bien tiene un sesgo estético —dijo Fadot sonriendo—. Espera chico, que aún no se acaba la cosa.
    En la plaza ataron a la bruja al poste entre insultos y forcejeos. Todos estaban espectantes del hombre que sostenía la antorcha a los pies de la hoguera. Llegó la hora del fuego y la bruja llamó cobardes y asesinos a todos los fardanos cuando la leña comenzó a arder. Kurt no podía estar más indignado al ver la cara de la chica rodeada por el fuego.
    —Pasiones, hijo mío —dijo Fadot—. Las estás experimentando por primera vez. Cuando las tengas más seguido tus dudas van a ser más terrenales, lo aseguro.
    Kurt se alejó de la ventana y soltó una maldición.
    —Primera vez que contemplo la belleza y debo verla perecer —miró entonces al techo—. Condenados dioses que me desprecian. ¿Qué macabro juego tienen conmigo? Solo desdicha tengo en mis días.
    Entonces una exploción lo sacó de su letargo obligándolo a volver a la ventana. En la plaza reinaba el caos, la muchedumbre corría para todos lados. Nuevas detonaciones hacían saltar los adoquines de la calle y algunas incluso habían matado a varios soldados. Mientras tanto apareció un hombre encapuchado vestido todo de negro detrás de la bruja que estaba a punto de arder. El desconocido la desató y tras cubrirla con su capa hizo estallar una bomba de humo que nubló todo el panorama. Cuando el humo se disipó ya ni la bruja ni el forajido estaban allí.
    Fadot sonrió divertido y miró a Kurt que no quitaba la vista de la plaza.
    —Eso fue una fuga con estilo. ¿No te dio gusto verla? —dijo el demonio pero el joven monje parecía no escucharlo—. Kurt, no te entiendo ¿no te alegras de que la chica no muriera?
    Él no sabía ni que responderle.
    —Siento envidia de ese hombre que se fue con ella —dijo para volver a hacer reír a Fadot.
    —Mi muchacho tiene su primer amor platónico, que hermoso —se burló el demonio—. Me temo que vas a tener que fijarte en otras niño, esa es una bruja hecha y derecha y tú no vivirías ni dos días por tu cuenta en las calles. Pero no te preocupes. Si entras al servicio de mi señor podrás tener una moza de taberna complaciente está misma noche, puede que hasta dos. Las mujeres como tu bruja amada gustan de hombres fuertes, seguros e independientes, por desgracia tú eres un gran erudito pero en la vida real tus libros de filosofía no te sirven de nada. No sé si me explico bien, olvídate de ella.
    La rabia se apoderó de él y golpeó la pared con fuerza lastimando sus nudillos.
    —¿Qué te hace pensar que voy a trabajar para tu señor? No saldré jamás al mundo, soy muy viejo para aprender a sobrevivir allá afuera. Tengo treinta años y no tengo ni idea de cómo hacer un pan o limpiar una caballeriza, moriré de hambre. Mucho menos sé cómo hablar a una mujer, únicamente la soledad me aguarda. Tampoco voy a quedarme aquí. Me he asqueado de esta vida rancia y seca de libros que nadie lee y clérigos sin fe que dan discursos que no apasionan. Me voy a matar tal cual tengo planeado. Así que puedes irte porque ya no tienes nada que hacer aquí.
    El demonio lo zarandeó por los hombros y se acercó lo suficiente para hacerlo sentir incómodo.
    —Las almas de los suicidas van al infierno pero en calidad de penitentes —dijo casi en susurros—. Si te piensas que aquello es más agradable que esto te equivocas. Nunca vas a experimentar tanta soledad y locura como ahí. En cambio, si vienes conmigo irás a las estancias privilegiadas donde reinan los súbditos de mi señor. Aprenderás ciencias olvidadas por los hombres y magia nunca antes usada por los brujos. Podrás moverte entre los mortales a tu antojo con la protección de mi señor, las bellas mujeres rendirán sus encantos ante ti y los poderosos quedarán intrigados con tu presencia. Serás el gran hombre que estás destinado a ser en vez de consumirte en este hueco donde nadie te agradecerá tu sufrir. Ven conmigo.
    Kurt dudó porque el demonio comenzaba a tentarlo.
    —¿Qué ve de importante tu señor en alguien como yo que solo sirve para leer libros y filosofar en vano sobre problemas que no le atañen? Hay algo oculto, hay intensiones secretas sobre mi detrás de tus palabras. Cosas que ignoro. Quieren sacar provecho de mi para fines que aún no vislumbro. Temo tomar una decisión equivocada.
    El demonio lo miró a la cara causándole una sensación de total indefensión.
    —Todo tiene intereses ocultos mi muy estimado pupilo. Nadie hace nada por el mero placer de hacerlo, todo responde a un interés. Eres grande pero si te quedas aquí no serás nadie. Otros no van a tener la oportunidad que se te ofrece. Tú ganarás libertad y mi señor ganará un buen seguidor. Todos ganan.
    Kurt comenzó a caminar de un lado a otro de la habitación.
    —Pero no tengo talento para la magia Fadot – le dijo.
    —Te equivocas muchacho. Si vine a ti es porque tienes un gran potencial para la magia. Lo único que te falta es el medio donde hacer brotar la energía vital dentro de ti. Yo me encargaría de tu educación.
    —¿Donde firmo? —preguntó Kurt—.
    Fadot sacó un papel de un bolsillo y lo desplegó para extenderlo ante él.
    —El contrato estándar es por cien años, luego de ese tiempo puedes renovar pero tú decides si lo haces. Una vez aceptes ya no podrás escapar de nosotros sin ser perseguido.
    Kurt miró la copa con el veneno y soltó un hondo suspiro.
    —Supongo que tu oferta es la única que tendré.
    El contrato ya tenía su nombre impreso y especificaba que durante cien años serviría al señor de las tinieblas, nada más.
    Kurt fue por su pluma y su tintero pero Fadot le dijo que debía firmar con sangre.
    —¿Cómo? —quiso saber él.
    El demonio sacó una daga y se la ofreció.
    —Solo tienes que pinchar tu dedo y estamparlo abajo.
    Con temblor él se pinchó el pulgar y una gota de sangre roja brotó en el acto.
    —Ponla ahí, donde dice firma —explicó Fadot.
    Kurt estampó su pulgar ensangrentado y entonces todo se puso negro y no supo más de sí.

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    1. Hola Von, ayer pude leerme el primer fragmento de tu novela. Como una lectora tengo un pequeño señalamiento (sí, como lectora, que no soy ni la chancleta de Limyaael jjj): si Kurt ha pasado su vida aislado del resto del mundo, consumido en enseñanzas y elementos filosóficos, al punto que todo lo demás le resulta irreverente y decide suicidarse por no tener esas profundas respuestas que anhela, no creo que con solo mirar por la ventana, ver a Samara, y escuchar el comentario picante del demonio sobre sus tetas decida aceptar su oferta y relegar de su suicidio tan rápido. Pienso que puedes hacer uso del demonio, que haga lo que mejor se les da: tentar, en este caso al desesperanzado y atormentado Kurt, envolverlo con que quizás en su ofrecimiento encuentre las respuestas que busca, y hacerle que al menos posponga su suicidio, o algo así.

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      1. Hola Gamora, sep, soy culpable, el capítulo uno necesita una reescritura. Primero por la carta suicida que es un parrafazo arrancando el libro y que lo hace lento. Segundo por eso que dices. Realmente los argumentos de peso por los que Kurt se va son la búsqueda del conocimiento que Fadot le promete y por su encandilamiento por las mujeres. Kurt ahí se deslumbra, luego, como sabrás, él y Samara no pasan de tener una relación de compañeros. El problema con esto es que el capítulo uno yo lo pensé como un homenaje al Fausto de Goethe. Fausto era un sabio respetado, un gran estudioso cuya ansia de conocimientos lleva casi a la locura, quiere más y más respuestas que si tiempo no puede darle y en una noche desesperada rogando respuestas y un sentido para su vida (pues se sentía vacío y sin motivaciones) aparece Mefistófeles, el demonio burlón que se lo lleva a las calles a ver el mundo y las cosas menos elevadas. Es entonces cuando Fausto ve a Margarita y queda deslumbrado por ella, es una jóven a la cual perseguirá y cortejará hasta conquistarla. Pero en el proceso la moralidad del sabio irá al precipicio, la chica acabará loca y él en más tormentos. No es la línea que estoy siguiendo en mi libro, pero me inspiré en la conversación de Fausto con Mefistófeles para recrear algo parecido, el erudito enajenado que no conoce el mundo. La cuestión es que al final del capítulo uno Kurt debe aceptar la oferta del demonio y necesito darle la vuelta para darle más protagonismo a la razón de los conocimientos y menos a la de las tetas de Samara, que al caso es la de menos peso. Tienes razón en tu señalamiento, debo rearmar ese primer capítulo para lograr mi primer objetivo que era hacerlo filosofar pero dinámicamente. Por desgracia la novela en sus 17 capítulos actuales anda lejos de terminar y estoy priorizando el avance de la trama para luego volver a sentarme a los inicios. Gracias por leer y comentar. Hoy de tarde debo estar estudiando un poco el manejo de las embarazadas y las consulas de puericultura pero a la noche quiero leer lo tuyo, que ya ando con buen atraso. Un saludo para ti.

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        1. Es normal en un borrador. Sí, ya me sonaba a Fausto y Mefistófeles jjj. En defensa de los borradores, Tolkien rescribía un montón sus historias, UN MONTÓN, así con mayúsculas, dicho por Guy Gavriel Kay, que ayudó a su hijo a recopilar los textos para El Silmalirion. No te preocupes, cuando puedas lees mi historia, no hay presión con eso. Y claro, los comentarios siempre son bienvenidos. Un saludo y éxitos en tu labor.

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  3. La situación me parece bastante interesante y entretenida con un protagonista que no le dejan suicidarse tranquilo. Aunque la carta que escribe creo que contiene demasiada información que se podía mostrar mas adelante todo lo demás lo veo bien y me dejo con ganas de seguir leyendo.

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  4. Palabras: 3093. Cuenta Global: 6160.
    Restantes: 23840 palabras.
    Capitulo 2. «Recuerdos.»
    —Quítate del camino, pordiosero asqueroso —oyó decir él a una voz desconocida cuyo eco le llegaba desde lejos.
    Alguien incluso lo pateó en las costillas haciéndolo perder el aire. Tardó buen rato en recuperar el resuello y en abrir los ojos. Sintió de pronto la humedad en el rostro y el aroma desagradable del estiércol de caballo. Solo veía pies que se movían a su alrededor de un lado a otro. Para colmo comenzó a sentir náuseas.
    Entonces alguien se agachó a su lado, no lograba verle el rostro pero parecía un hombre.
    —¿Eres Kurt? —dijo el sujeto con una voz profunda y gruesa.
    —Sí —atinó a decir él en susurros— soy yo.
    —Pues menos mal que te encuentro, falta una hora para el toque de queda. Si los fardanos nos encuentran en las calles nos van a rebanar el cuello. Será mejor que nos apuremos.
    El hombre desconocido lo cargó por los hombros y lo hizo andar a tropezones. De pasada Kurt vio la catedral de las divinas luces con su reloj en lo alto de la torre, estaban en la plaza del Jerarca, su aspecto era inconfundible. ¿Como había llegado a allí? Faltaba poco para las siete, en efecto que los soldados fardanos podían matar a quien quisieran luego de esa hora. La gente estaba apurada rumbo a sus casas para evitar el toque de queda. Desde hacía diez años era así.
    —¿Quién eres? —atinó él a preguntar.
    —Soy Lohan y Fadot me mandó a buscarte. Me dijo que eras el nuevo.
    —¿A dónde me llevas? —dijo Kurt.
    —A un lugar seguro, eso es todo lo que te importa.
    Caminaron por estrechos callejones y pasillos, pasaron por casas abandonadas y al final llegaron hasta la entrada de ruinoso negocio. Allí Lohan dio tres toques a una puerta de roble y esperó hasta que una gorda descomunal le abrió.
    —¿Deambulas a estas horas granuja? —le dijo la señora a Lohan que le contestó con una sonrisa—. Un día te veré colgado Lohan Linchstein y no será gracioso.
    —Dile a Samara que el encargo de Fadot está en la cueva, que yo lo traje. ¿Hay cerveza aún o ya se la acabaron?
    —La noche es jóven, tengo diez barriles de una buena cerveza negra traída de Gremen, podrás calmar tu sed. El pan abunda y un trozo de asado te podré resolver. Si tienes hambre avisa.
    Lohan se frotó las manos y asintió. La señora se dio la vuelta y los dejó pasar. Ellos la siguieron y Kurt cerró la puerta tras atravesar el umbral. Adentro se sentía un calor muy agradable. El otoño estaba comenzando pero las noches siempre eran frías en Burudan, un poco de ambiente caldeado no venía mal.
    La estancia estaba llena de hombres que charlaban en mesas o junto a una barra bebiendo cerveza y fumando sus pipas. Esos amanecerían allí, por ley los burudanos podían estar en tabernas de noche pero sin volver a salir a la calle hasta las seis de la mañana, al parecer aquel negocio era popular. El humo del tabaco lo hizo toser. Había poca ventilación y el aroma comenzaba a resultar incómodo. La señora gorda fue tras la barra y al rato regresó con una jarra de latón llena de cerveza para Lohan. Solo entonces Kurt se fijó bien en el rostro de aquel que lo había traído allí. Tenía una barba negra poco tupida y rebelde que se extendía por su bigote, mentón y desordenadamente por la mandíbula. Era un tipo jóven, casi llegando al final de la segunda década de la vida, como él. Vestía de negro con una capa vieja con la capucha hacia atrás y llevaba una daga de dudosa calidad al cinto. ¿Quién era ese sujeto? Sin embrago solo le quedaba confiar. Lo había traído por encargo de Fadot, o sea que alguien allí se iba a encargar de él. No podía marcharse, regresar al monasterio ya no era una opción. A los que se fugaban siempre les esperaba una buena tanda de azotes en público y un mes de penitencias. Para pasar esa vergüenza mejor moría de hambre en las calles.
    —Me dijo Fadot que eras un erudito – le decía Lohan ya disfrutando de su cerveza—. ¿Los eruditos beben?
    Él asintió con pena y Lohan pidió una jarra de cerveza para él. En la vida había bebido alcohol pero era un hombre de treinta años en una taberna clandestina. No se iba a poner con remilgos. El primer trago le bajó amargo por la garganta y le supo desagradable pero decidió darse un segundo trago más hondo con ganas de acabar rápido. Cuando soltó la jarra vio que apenas si quedaba algo en el fondo.
    —Suave señor sabio —le dijo Lohan entre risas— que el objetivo es seguir bebiendo, no marearse.
    Sin embrago el mareo se le hizo patente de inmediato. Al principio fue tan solo una sensación de anestesia donde el malestar y los dolores que tenía se le fueron, pero luego la náusea vino de golpe. Comenzó a sudar frío y a tener arcadas.
    —Creo que deberías sentarte —le dijo Lohan apurandose en conseguirle una silla.
    Cuando vino a darse cuenta estaba sentado frente a un charco de vómitos y se sentía como si se fuera a desmayar. De pronto escuchó una voz femenina muy cerca pero era incapaz de alzar la cabeza o vomitaría más.
    —¿Qué diablos le diste al hombre, Lohan? ¿Quieres matarlo? —dijo ella molesta.
    —Por dios Samara, que solo fue una jarra de cerveza pero él se la tomó como si estuviera muerto de la sed. Es cerveza negra, sabes que es más fuerte.
    ¿Samara? ¿Sería la misma Samara que había escapado de la hoguera en la mañana? ¿La hermosa bruja? Las mejillas de Kurt se pusieron coloradas y sintió una profunda vergüenza.
    —Disculpen mi comportamiento, no fue mi intención ponerme así —alcanzó a explicar antes de volver a vomitar.
    —Llévalo a atrás y dale un baño. Luego que duerma, hablaremos con él en la mañana —fueron las últimas palabras que escuchó de ella.
    Lo siguiente que ocurrió lo recordaba a medias. Lo llevaron a un sitio donde le quitaron la ropa, le tiraron un agua helada que lo hizo temblar hasta los huesos y le dieron a beber un brevaje amargo que le revolvió las entrañas. Lo vistieron con unos pantalones grises y una camisa muy ancha y lo llevaron a una cama donde quedó rendido de inmediato.
    Al despertar estaba en una habitación con las ventanas clausuradas pero a través de las rendijas de las tablas fijadas con clavos se colaba la luz del día. Cuatro candelabros en las esquinas le daban la luz al cuarto pero no de una forma muy eficiente. Vió una mesa con una jarra tapada y un plato con un pedazo de pan y un poco de asado. Tenía un hambre atroz.
    Metió la carne dentro del pan y comenzó a comer de forma salvaje. Destapó la jarra y vio que era leche de cabra. Se dio un sorbo y le supo muy grasosa por lo que la dejó en su lugar. Justo acabando de devorar el desayuno entró la bruja pelirroja a la habitación.
    Samara vestía de negro, su vestido se ajustaba a su cintura dejando un escote que no mostraba ni mucho ni poco pero que a él le robó la mirada. Ella lo miró con seriedad y le preguntó cómo se sentía.
    —Estoy mucho mejor, gracias —respondió Kurt—. Señorita ¿puede decirme qué hago aquí y quiénes son ustedes?
    Ella quedó pensativa un instante hasta hablar. Sus gestos eran elegantes y su postura muy firme, sin dudas que alguna vez había pertenecido a la nobleza, raro de ver eso de una bruja noble en los últimos tiempos. La mayoría de las familias nobles llevaban a sus hijos ante el oráculo de los fardanos apenas estos nacían. Los recién nacidos con estigmas de poder desarrollar la magia siempre eran envenenados desde hacía diez años. Obviamente ella ya estaba crecida cuando la conquista.
    —Soy Samara Von Rutherford, bruja del gremio de magos de Burudan. Te trajo Lohan, él también es mago. Estás bajo nuestra custodia —su voz era suave y melódica.
    —Yo soy Kurt Von Castle, era monje de la orden de los seguidores silenciosos del vigía. Fadot me prometió que aprendería muchas cosas con él, ciencias olvidadas y secretos nunca revelados. ¿Qué se supone que tenga yo que hacer aquí? —dijo él.
    Ella asintió y se acercó un poco más a él. No podía despegar sus ojos de ella. ¡Por los dioses, que mujer! Si tan solo él fuera la clase de hombre que pudiera seducirla. Estar en la misma habitación de ella le ponía el corazón a latir con fuerza y tenía que esforzarse para calmar su nerviosismo.
    —Estás aquí para unirte a nosotros. Tienes talento para la magia, nunca lo desarrollaste pero estás a tiempo. El gremio de magos te necesita, nos estamos extinguiendo —le explicó ella—. Por un tiempo nos ayudarás en nuestros trabajos, de paso te enseñaremos a desarrollar tus habilidades. Me temo que irte no es una opción.
    —Entonces no aprenderé nada de los conocimientos que me prometió Fadot, me siento engañado —dijo él ya molesto.
    —No necesariamente tiene por qué ser así, aprenderás cosas fascinantes en tu camino por la magia pero deberás pagar un precio por lograr el conocimiento que deseas, ese precio es unirte a nosotros.
    —Imagino que me matarán si los abandono. ¿Me equivoco? —preguntó él.
    —Me temo que sí, amigo erudito —dijo ella con cierta amargura—. Firmaste un contrato con el represantante del señor de las tinieblas, nuestro patrón. Además que estamos en guerra. Si desertas tendremos que matarte. Debes entender que nuestra lucha no es sencilla. Hace diez años que el Lord Canciller Oakwood vino a ocupar Burudan, ha esclavizado a toda una nación y nos declaró la cacería a los hechiceros por decreto. Los nobles locales ya vendieron este país hace años y no habrá rebelión por parte de ellos, los religiosos como tú no creen en la violencia y aman los libros y los bosques o sea que para la guerra de poco sirven. El antiguo ejército fue masacrado, y los que llevan diez años en las montañas ya son más bandas de forajidos que una fuerza de liberación. Quedamos los magos, no hay de otra. Los fardanos cada año se roban todo lo que produce esta tierra, controlan a nuestra población y cometen toda clase de abusos contra los que se les oponen. Ya casi ni quedamos magos y a mi por poco me queman ayer por la mañana.
    —Lo sé, ví tu escape de la hoguera. ¿Fue Lohan quien te rescató? —quiso saber él.
    —Sí, fue una maniobra arriesgada pero por suerte para mí salió bien —respondió ella con una sonrisa que lo hizo estremecerse—. Ni te imaginas los nervios que da que te amarren a un poste y que te prendan fuego. Él y yo somos los últimos magos en todo Burudan. Si queda alguien más en el país no me consta. De más está decirte que tenemos espectativas altas contigo.
    —¿Cómo se usa la magia? ¿Qué hago con ella? —se atrevió a preguntar.
    Samara lo tocó en la frente y de su mano brotó una luz que lo recorrió entero.
    —Tienes un enorme potencial pero tu habilidad no tiene nada que ver con la mía ni con la de Lohan. Con este toque acabo de liberar tu fuente pero mucho me temo que el aprendizaje va a ser muy duro para ti porque no tengo ni idea de cómo domar tu magia. Creo que no debes abandonar la habitación en todo el día. Puede que comiences a experimentar cosas que nunca antes habías sentido. Suerte durante todo este día. Las jornadas de iniciación son muy duras. Cuando tuve la mía traté de colgarme de un árbol, nunca pierdas el control o no sé lo que te pueda pasar.
    Acto seguido ella abandonó el cuarto y la puerta fue cerrada con llave por fuera.
    Una sensación de sofoco lo recorrió por dentro, el pecho comenzó a apretarle y la respiración se le puso entrecortada. ¿Qué le estaba pasando? ¿Qué era aquello? Su mente salió disparada fuera de su cuerpo a un abismo de oscuridad. Podía sentir como volaba en caída libre pero no tenía cuerpo, él era una masa amorfa de energía que se precipitaba como una roca. Entonces se apareció en medio de la plaza del Jerarca en aquella propia forma etérea, podía andar las calles pero nadie lo veía. Entonces vio a los monstruos. Por las calles de Burudan caminaban los muertos, eran cientos, tal vez miles, unos con apariencia de vivos, otros putrefactos y horrorosos. De inmediato, cuando sintieron su presencia fueron hacia él, se avalanzaron a agarrarlo.
    Una atmósfera de oscuridad y depresión envolvía a la turba de espíritus errantes, pero verlo les creaba una rabia genuina. Querían aplastarlo, robarle la energía, consumirlo. Aunque no tenía cuerpo las manos huesudas de los espíritus se encajaron en él y le causaron dolor. No era un dolor físico de huesos quebrados sino un dolor más profundo, más íntimo. Un dolor de desesperanza, de agonía. Sus pensamientos se esfumaron y fueron sustituidos por la agonía, trató de gritar pero no tenía boca para hacerlo. Quería chillar, huir pero más y más manos lo agarraban. Entonces perdió la conciencia.
    Cuando fue volviendo en sí caminaba entre nubes, el cielo era rojo y estaba rodeado de cuerpos que se retorcían, estaban unos al lado de otros pero no se veían entre ellos. Cada uno estaba sumido en sus propias pesadillas, gemían, lloraban, reían con carcajadas enloquecidas. Los cuerpos estaban inmóviles, cada uno sumergido en su propio tormento y él caminaba entre ellos. Esta vez sí tenía cuerpo, pudo palpar su cara con sus dedos, ver sus piernas y sus manos. ¿Pero que era aquel lugar?
    —Te esperaba —susurró una voz femenina—. Hace mucho que debías llegar a aquí.
    Kurt se volteó en todas las direcciones sin ver a nadie pero de súbito unas manos lo abrazaron desde atrás. Sintió una boca en su cuello.
    —Hace mucho que no venías por acá, cazador —dijo la voz para erizarle el vello de la nuca—. Vas a destruir a Fardan por obra de nuestro señor de las tinieblas. Has sido seleccionado nuevamente. Hubo que buscarte en una de tus nuevas vidas pero eres tú, cazador. Ya es hora de que acabes con los herejes. Con los faltos de fé que se burlan de nuestro señor. Olvidan que nuestro señor de la oscuridad es vengativo. Prepárate para lo que viene porque tendrás poderosos adversarios.
    Entonces la persona que tenía a su espalda se giró y la tuvo de frente. Era una mujer hermosa, muy rubia y de ojos grises vestida de negro.
    —¿Te gusto, cazador? —le preguntó en una voz provocativa—. ¿Tal vez te guste más de otra manera?
    En cosa de un parpadeo la mujer lucía exactamente igual a Samara y estaba desnuda apretada contra él.
    —¿Así te gusto más, cazador? ¿Así quieres tirarme al suelo y hacerme tuya? ¿Me equivoco? —le hablaba, pero la voz no era la de Samara sino la misma del principio—. Vas a tener cuidado, porque si traicionas nuestra causa la pelirroja muere. Si pruebas ser de valor te la regalaré como trofeo.
    —¿Qué se supone que tenga que hacer? ¿Como pelearé una guerra en la cual no tengo claro cuáles son mis armas? —preguntó desesperado.
    —Eres un necromante, cazador —le explicó la mujer—. Burudan está lleno de espíritus. Los muertos con sed de venganza afloran por todos lados como frutas silvestres en estación. Los fardanos han matado a mucha gente. Solo tendrás que buscar tu energía interior y los verás. Tienes poder para amarrarlos a casi todos. Te odian porque les das miedo, porque puedes retorcerlos a tu antojo, cada vez que los invoques debes mostrar fuerza para que los doblegues. Puedes mandarlos a cazar a alguien específico o sencillamente usar su poder y retorcer unos cuantos pescuezos humanos. La decisión siempre será tuya. Te daré un viejo libro de secretos, te ayudará a perfeccionar tu arte. Debes ser cuidadoso con tus experimentos. Si creas engendros muy potentes podrías hacerte matar. Nunca crees nada por encima de tus capacidades actuales. La orden es clara. Entrénate para lograr el control de Burudan. Cuando lo logres entonces buscarás a los que están detrás de la gloria de Fardan y los traerás ante la justicia de nuestro señor. Vé seguro, las tinieblas te envuelven en su manto y jamás un campeón de nuestro señor ha sido derrotado. Nos vemos pronto, cazador.
    Con las últimas palabras despertó en la cama bañado en sudor. Trató de respirar con dificultad, recordaba cada cosa hasta con el mínimo detalle. La mujer misteriosa lo estaría vigilando. Eso era seguro. Lo habían chantajeado con matar a Samara si desertaba, no podía dejar que a ella le pasará nada malo por su culpa. Pero no tenía idea de como pelear una guerra, no sabía que iba a hacer.
    A su lado vio entonces un libro, la tapa estaba forrada en cuero y sus hojas eran de un pergamino amarillo y gastado pero tan solo con hojearlo sintió la energía brotar dentro de él. Era aquel un libro de instrucciones, hechizos y relatos, iba firmado por Gregor Taborn, el cazador, hechicero negro de las montañas grises, domador de fieras y asesino de reyes. Primer mago del imperio de Burudan.
    La mujer misteriosa lo había llamado cazador. ¿Había sido él Gregor Taborn en una existencia pasada? Difícil saberlo.
    El imperio de Burudan había caído hacía quinientos años por los clanes libres luego de la muerte de Gregor Taborn. Ellos habían traído la religión de los dioses naturales a Burudan y habían reducido a la hechicería a una minoría que no podía ejercer su labor sin permiso. La República de Burudan, fundada en la nueva religión había traído paz por cinco siglos a la región y se había convertido en cuna de grandes poetas y filósofos. La mayoría del conocimiento mundial fue almacenado en sus monasterios. Por desgracia, aunque como sociedad fue exitosa cayó sin resistencia ante el imperio de Fardan que ya conquistaba a medio mundo.
    ¿Qué tenía que ver él con Gregor Taborn?
    Entonces se dio cuenta de que por las rendijas no entraba luz alguna. Ya era de noche y estaba cansado sin haber hecho nada más que atormentarse con aquellas visiones. Se acostó en la cama y sin proponérselo quedó dormido.

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  5. Estuvo muy bueno el capítulo. Me ha generado mucha curiosidad en cuanto a ¿cómo funciona el sistema de magia de ese mundo? que de entrada se ve genial. Así que estoy en espera del próximo.

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    1. Gracias por leer y comentar, camarada. El sistema de magia, bueno no es fantasía dura con leyes a lo Sanderson pero básicamente tenemos magos y elegidos, también hay dioses pero intervienen menos, según la historia avance podremos ver eso un poco mejor. De momento es lo que puedo revelar. Si le pareció bueno el capítulo yo contento. Veré qué tan bien logro acabar el manuscrito pues tengo pensado que está historia de para dos novelas de más o menos 100k de palabras cada una, si los dioses y el tiempo me permiten alcanzar esa ambiciosa meta. Veremos q tal me va.

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  6. Palabras: 2943. Cuenta global: 9103
    Faltan: 20 897 palabras.
    Capitulo 3:
    Peter Collins regresaba a su casa en la segunda avenida ya pasadas las siete de la noche. Cuando su carruaje pasó frente a la patrulla de soldados fardanos estos lo saludaron con respeto y lo dejaron pasar. Privilegios de ser un rico industrial, de eso no cabía duda.
    Peter iba leyendo uno de esos libros picantes que vendían en la librería de Erye. El ejemplar en cuestión se llamaba: «El secreto mejor guardado» y era de un tal Darkmaster, seudónimo de un autor que ya era algo famoso en Burudan. La trama iba sobre un rico señor que compraba chicas pobres para usarlas como esclavas sexuales en su sótano, tal vez era más desenfreno erótico que trama en sí pero a Peter le gustaba más leer eso que las aburridas novelas románticas que eran la norma del Burudan de su adolescencia, sin dudas que las lecturas eran mejores. El imperio Fardano había traído un pensamiento más moderno y flexible a una cultura puritana y costumbrista que no daba para más. Él siempre defendería eso, la vida era sin dudas mejor. Sobre todo por los libros, se podía hablar de lo que fuera sin temas prohibidos, si vendía muchas copias pues mejor para el gobierno que cobraba los impuestos. Los fardanos eran gente práctica, sus sometidos podían hablar pero cualquier muestra objetiva de desobediencia civil se resolvía con unas cuantas ejecuciones públicas y todo resuelto.
    Peter llegó a su casa finalmente y el portero cerró la reja tras el carruaje. Al bajarse su mayordomo le pidió el abrigo y los guantes. Ya dentro de la sala se dejó caer en el sofá.
    —¿Un poco de vino, mi señor? —le preguntó Miller su asistente personal.
    —No, aunque quizás más tarde tome una copa —respondió él—. ¿Ya llegó mi hermano?
    —Lo trajeron hace tan solo una hora —dijo Miller—. Está en el cuarto de huéspedes.
    Cuando abrió la puerta del cuarto vio a Karl. Estaba flaco hasta los huesos, la ropa que usaba le quedaba ancha en exceso. Tenía ojeras y algunos moretones viejos en el rostro.
    Peter se paró en la entrada y abrió los brazos sonriendo.
    —Abraza a tu salvador, hermanito querido —pero la expresión de Karl al oírlo era de todo menos de gratitud.
    —¿Tengo que agradecerte que evitaras que me mataran? ¿Luego que eres uña y mugre con los parlamentarios fardanos y promueves las mismas leyes a las que yo me opongo tengo que aguantar que me restriegues en la cara la ayuda.
    Peter soltó un suspiro de desahogo pues con solo unos segundos ya el tipo lo había sacado de las casillas. El mundo siempre es un lugar lleno de ingratos y su hermano era de esos ahí donde los hubiera.
    —Oh, perdón señor concejal Collins —dijo él satíricamente— debí dejar que os colgaran en la plaza al igual que a sus valerosos compañeros revolucionarios. Seguro que los pobres harapientos a los que juró defender os recordarían como un héroe de la causa nacionalista. Deja de tomarme por estúpido Karl. ¿Qué te pasa con el desarrollo? ¿Te da alergia la prosperidad, los edificios nuevos y las industrias? ¿Las mujeres de vestidos hermosos con buenas telas y las perfumerías te dan asco? ¿Prefieres vivir en la miseria de los suburbios del distrito sur? ¿Tu sueño es vivir en una porqueriza? ¡A que sí! Por dios, no me hagas reír. Solo tienes que dejar de protestar por todo y disolver ese partido tuyo que nada resuelve y dedicarte a administrar una fábrica mía. Con eso encontrarás una buena mujer y vivirás tu vida con la barriga llena y leyendo buenos libros junto a la chimenea.
    Pero Karl seguía con su cara de pocos amigos. Se puso de pie y lo encaró ya con rabia.
    —Sabes bien el costo del progreso —le respondió su hermano— sabes de los muchos que han perdido sus casas para que hombres como tú levanten sus fábricas de porcelanas y de tenedores finos. Fardan ha destruido la gloria de este país, nos ha impuesto esa lengua antinatural suya en las escuelas, nos somete con altos impuestos, nos mantiene siendo el cascarón de lo que podríamos ser. Mi partido ha resuelto cosas, logramos que se hicieran las viviendas del distrito sur, malas viviendas es verdad, pero al menos no dejamos en la calle a los que tú y tus amigotes desalojaron. No tienes sentido del deber, nuestra madre debería tener asco de ti pero por desgracia también comparte tus ideas.
    Peter tenía unas ganas enormes de dejarlo hablando solo pero no podía desistir con el desdichado. Tenía aquellas ideas locas en la cabeza pero era de su sangre para bien o para mal.
    —Tú y tu partido pueden hablar lo que quieran como todo el mundo —dijo él tras pensar un momento—. Pero meterse a la sala del parlamento con carteles y dando voces y llamando asesino al lord canciller por la muerte de cuatro muchachitos ya fue un disparate. ¿Qué creías que ibas a lograr con huelgas y manifestaciones? Fardan es una potencia, tiene para reprimir lo que ni en sueños van a tener tus revoltosos con palos y piedras. ¿Qué hubiera pensado madre cuando te hubieran colgado en la plaza junto a los revoltosos? ¡Dime, estoy loco por escucharte! Gracias al vendepatria de Peter con sus amistades poderosas hoy estás libre y no con el cuello roto por una causa inútil. Si amas a tu madre de verdad aceptarías un trabajo y te olvidarías de tus causas sociales.
    Karl respiraba hondo como una fiera acorralada y apretaba los puños.
    —Puede que tengas razón —dijo su hermano—. Tal vez deba disolver el partido y crear una guerrilla. Hacer atentados, secuestros, pedir rescates, sabotear almacenes. Tal vez me equivoqué de lucha pensando que iba a cambiar esto por las buenas.
    Peter tomó una silla y se sentó porque no daba crédito a sus palabras.
    —Creo que la bruja esa, Samara Rutherford necesita gente para su pandilla de matones. Tal vez te acepte ahora que escapó de la hoguera —dijo él.
    —Esa mujer es la única que sigue peleando en esta ciudad de débiles y cobardes, ojalá tuviera el honor de trabajar para ella —le respondió su hermano.
    Ya aquella conversación no iba a ningún lado, si defendía los métodos de aquella terrorista ya nada podía llevarlo a la cordura.
    —Haz lo que quieras Karl, pero recuerda que ya tu carrera política acabó, estás inhabilitado de por vida, no tienes amigos, eres un maldito a los ojos de la sociedad. Si vas a morirte de hambre en las calles o si vas a unirte a los terroristas es tu problema, igual que si te atrapan haciendo otra cosa indebida y te condenan a muerte otra vez no haré nada. Iré a verte cuando te cuelguen o te quemen, como sea que lo hagan. Aún así, sin importar lo que digas de mi las puertas de mi casa están abiertas y siempre que me lo pidas te daré techo y comida. Hasta un trabajo con buena paga te puedo dar, pero hazme el favor de no importunarme con tus sandeces. De mi éxito en la sociedad dependen tu madre y tus hermanas. Eres libre de irte de aquí ahora mismo si lo prefieres.
    Su hermano lo miró con amargura y se fue de allí, cuando él volvió la mirada para ver ya atravesaba el pasillo y abría la puerta principal. Unos segundos después estaba en la reja de la calle y salía para perderse de su vista. ¡Qué personaje aquel! Lo único que Peter deseaba era que no apareciera muerto en alguna calle algún día de aquellos. Su madre sufriría mucho la muerte de Karl, pero ese infeliz nunca le había puesto las cosas fáciles.

    Karl Collins iba por la segunda avenida cuando ya caía la noche mirando las mansiones de los ricos, eran iguales o hasta más grandes que la de su hermano. Fue avanzando a pasos apurados para alejarse de allí. Más lejos vio a un par de caballeros de finos trajes seguidos por guardaespaldas con espadas al cinto. Tal vez eran ricos industriales o altos funcionarios de algún ministerio, difícil decirlo.
    La rabia corroía a Karl. La corrupción se comía a su sociedad. Aquellos extranjeros fardanos habían traído sus diabólicas costumbres a la virtuosa Burudan y ya él no podía hacer nada para evitarlo. Era un maldito, un hombre arruinado para la política. Jamás podría poner un pie en el parlamento, de hecho ya no tenía derecho al voto cuando se eligiera al próximo alcalde de la ciudad. Necesitaba emborracharse con urgencia.
    Tras un par de calles más llegó al distrito este, donde estaban los clubes y las tabernas de los que tenían suficiente dinero para gastar. Con carteles de vistosos colores a la luz de las lámparas de gas de las aceras se extendían por cinco cuadras los casinos donde los señoritos de alcurnia jugaban a las cartas, los burdeles de alto nivel donde una hora con una chica podía costar diez coronas de oro y los bares donde se servía la mejor cerveza del país.
    No podía ir a ninguno de esos lugares, eran muy caros y además que para entrar había que ser fardano o burudano rico. Él había frecuentado sitios así tiempo atrás pero ya jamás lo haría de nuevo. Aunque estaba vestido con las ropas de su hermano ya muchos estarían enterados de su desgracia y con tan solo una queja contra su persona acabaría en la cárcel nuevamente, eran tiempos de mantener el perfil bajo.
    Un par de guardias con espadas lo miraron casi con dudas pero lo dejaron seguir. Muy demacrado para ser rico pero muy bien vestido para ser un pobre, seguro pensaron así. Igual de haberlo detenido le habrían causado un problema. Estar en la calle de noche era otra cosa que había perdido.
    Los privilegiados de la élite podían andar en las calles a todas horas pero el resto de los mortales tenía que encerrarse en sus casas luego de las siete de la noche por el toque de queda. Las calles eran patrulladas luego de las siete por los fardanos y había orden de matar a cuántos fueran sorprendidos deambulando fuera de su domicilio. Los guardias que lo vieron perfectamente pudieron matarlo y no habría pasado nada.
    Vio salir de un bar a un grupo de muchachas riendo alto seguidas por unos guardias. Eran de pelo negro lacio y piel canela como todas las fardanas y usaban aquellos vestidos ceñidos al cuerpo con escotes atrevidos y que enseñaban las rodillas. ¡Qué falta de pudor! En el Burudan de su adolescencia solo las prostitutas se ponían algo así pero esas eran las hijas de los ricos fardanos. Sus mujeres no tenían recato y bebían y fumaban como hombres, incluso podían vivir solas sin tener marido y hasta administrar negocios por su cuenta. El libertinaje corrompía a su sociedad.
    Los burdeles en plena calle con carteles de colores eran otro recordatorio de la decadencia. Los habían traído los extranjeros, el proxenetismo era un delito grave en la antigua Burudan, ahora era otro negocio popular que generaba buenos impuestos. Más lejos vio la librería de Erye con sus títulos escandalosos sobre sexo, violencia y hechicería. ¿Como dejaban que se publicaran libros con títulos como: Memorias del rebanador de cuellos? Poco a poco la vieja moral se había perdido y no pocas personas locales se iban acostumbrando a eso.
    La nueva casta de burudanos ricos había abrazado los ideales de los ocupantes, al igual que su hermano. De un burdel vio salir al ministro de hacienda vestido como un gran señor y con los dedos llenos de sortijas de oro. Si ese era un ministro los más cercanos al lord canciller nadaban en dinero mal habido. La corrupción era total, nada funcionaba ya en Burudan si algún burocráta corrupto no recibía una tajada.
    Sintió alegría cuando abandonó aquellas calles pecaminosas y se adentró en los barrios pobres del centro, solo gente trabajadora encerrada en sus casas vivía por allí. Buscó la calle Herman Chester junto a la plaza del Jerarca y fue hasta el final. Allí encontró una casa ruinosa en cuya puerta dio tres toques.
    —¿Qué se le ofrece compañero? —dijo una voz en susurros desde el otro lado.
    —Libertad —respondió él y quitaron el pestillo de inmediato.
    La puerta se abrió y Karl vio a Paul Fokker con su calva brillante y sus espejuelos de monturas plateadas. De inmediato ambos se dieron un abrazo.
    —Pase, compañero. El grupo ya está reunido desde hace un rato, esperábamos por usted.
    El piso era de madera y crujía como a punto de romperse. Las telarañas se veían aquí y allá, las paredes estaban llenas de moho pero era aquel un hogar honrado. Alumbrados con lámparas de aceite ambos hombres caminaron por el pasillo hasta el familiar sótano donde la gente lo esperaba. Fokker iba delante con su seriedad característica.
    —Quiero que sepa, compañero, que nadie en el grupo le guarda rencor por haber sobrevivido al proceso. Es más útil a la causa vivo —le dijo su amigo y él asintió.
    —Gracias compañero —respondió él.
    Bajaron por una estrecha escalera y llegaron al salón subterráneo donde estaban todos junto a una amplia mesa. Eran unos treinta, compartían un poco de vino y hablaban caoticamente pero cuando lo vieron todos callaron. Hansel Graham se puso de pie y le dio la bienvenida.
    —Compañero Collins todos nos alegramos de verlo con vida —dijo Hans.
    —Y yo también me alegro de estar con vida —agregó él y todos soltaron una carcajada.
    Fokker le trajo una copa de vino y le ofreció una silla para que se uniera a ellos. Él aceptó con gusto y se sentó hombro con hombro a otros compañeros.
    —Perdimos a los tres coordinadores del partido —dijo Hans con solemnidad alzando su copa—. Brindo por los hermanos asesinados por los fardanos en el cadalso de la plaza del Jerarca. Honor y gloria.
    —¡Honor y gloria! —dijeron todos.
    —Murieron como héroes —dijo Karl— los torturaron por varios días y nunca se arrepintieron de nada.
    Hubo un instante de silencio en el que todos quedaron quietos mirando sus copas con la cabeza baja.
    —Señores, ya nuestro partido es ilegal y muchos de los aquí presentes tienen órdenes de captura pendientes —continuó él diciendo—. El partido Libertario respondía a los intereses de mucha gente humilde y trabajadora de este país pero no por este revés que tuvimos pararemos de luchar. Los menos comprometidos fundarán otro partido y nosotros pasaremos a la clandestinidad. Tengo una nueva propuesta que hacerles.
    Todos lo escucharon con atención pero sus palabras les generaron dudas.
    —¿Luchar de qué forma Karl? —preguntó Paul—. Nuestras armas eran las propuestas de leyes en el parlamento pero ilegalizados muy poco podremos hacer.
    Él pensó un instante lo que diría hasta finalmente explicarse de un modo directo, tal vez demasiado directo.
    —Fundaremos un movimiento guerrillero urbano, cazaremos a los sicarios del ejército, secuestraremos a los ministros corruptos y pediremos rescates para financiar programas sociales. Vamos a poner a este gobierno de rodillas —afirmó él.
    Sus palabras causaron gran impacto.
    —Lo que pides es algo serio compañero —le dijo Fokker—. El enemigo será muy cruel con quiénes caigan en sus manos.
    —Deja la tibieza Paul —afirmó Hans—. Estamos pisoteados y humillados, la gente está molesta de tanta tiranía pero no se lanza a la calle por falta de liderazgo. Si nace un movimiento que ajusticie a los tiranos muchos lo apoyarán. Los burudanos poderosos solo han demostrado ser unos lame botas de los extranjeros. Nosotros podemos ser la alternativa.
    Esas palabras no agradaron para nada a Fokker.
    —Las guerras son sucias, la muerte genera rencores y no necesitamos sembrar más odios en un país tan dividido como el nuestro —respondió Paul.
    —Hermano, te entiendo —dijo Karl a Fokker—. La violencia es despreciable y los inocentes siempre salen afectados en las guerras por muy justas que estas sean. Pero ya desde hace mucho que estamos condenados a vivir en tiranía sin derecho a defendernos. ¿Hasta cuando aguantaremos que nuestra gente no pueda salir de sus casas luego de las siete? ¿Hasta cuando morirán enfermos en sus casas de madrugada por no poder ir a ver al médico que vive al cruzar la calle por culpa del miedo? ¿Hasta cuando los soldados fardanos seguirán degollando y colgando a los que se atreven a salir de casa tras el toque de queda? ¿Cuantas mujeres no han sido violadas y asesinadas por esos brutos? ¿Cuantos huérfanos hay en Burudan por culpa de algún capitán de la guardia nocturna? Estoy seguro que los odios ya son grandes. El partido trató de ser la válvula de escape a esos problemas pero en cuanto nos tornamos radicales mataron a nuestros líderes. Ya no podemos aguantar más. Moriremos tanto si no nos resistimos como si peleamos pero yo prefiero pensar que si nos matan peleando al menos habremos intentado librarnos del yugo que nos oprime. ¿Y si tenemos éxito compañeros? El futuro no nos perdonará la cobardía de perder el tiempo. Necesitamos armas y hombres dispuestos a dar la vida por la libertad. Yo ya me considero parte de esos hombres. La pregunta sería ¿están ustedes conmigo?
    Todos los hombres se pusieron de pie casi al unísono.
    —Todos los dispuestos a integrar el movimiento revolucionario libertario que lo expresen levantando la mano —comunicó Hans.
    Primero fueron unos y luego otros pero no quedó nadie por levantar la mano. Karl se sintió inundado de felicidad. La resistencia había nacido al fin aquella gloriosa noche cuando la vida parecía estarle dando otra oportunidad.

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      1. Gracias por comentar Sauron. He tratado de darle forma a Burudan y tenerle una cultura propia. Es mi primera novela de fantasía digamos pura, con worldbuilding más o menos incluido. Espero no meter la pata demasiado.

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    1. Que se empiecen a ver puntos de vista diferentes y aspectos culturales que comparan un antes y un después son elementos que enriquecen mucho. Espero que ha futuro halla más personajes que estén del lado de fardanos como Peter o incluso algunos que sean de allí que quieran ayudar y no solo oprimir, pero que no estén de acuerdo con la libertad. Creo que Karl es un personaje interesante pero sus ideales son demasiados chocantes y soñadores. En resumen, muy buen capítulo.

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      1. Más adelante hay algo similar, vamos a ver personajes de un bando y de otro. En los capítulos que siguen puede que lo encuentres. Gracias por leer mi borrador. El inicio necesita retoques, lo admito. Ya estoy a punto de saldar mi deuda contigo, tengo que ponerme al día con lo que pasó con Sirvarth.

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  7. Palabras: 3961. Cuenta Global: 13 064 palabras.
    Faltan: 16 936 palabras.
    Capitulo 4.
    Kurt rodaba en la cama. Criaturas repugnantes perturbaban su sueño. Caminaba sobre pantanos sin fin donde se encontraba a seres amorfos, similares a masas negras de una sustancia viscosa. Los bultos lo perseguían. Mientras él corría y los pies se le hundían en el fango los bultos iban saltando de un lado a otro siguiendo su rastro. Estaban más cerca, él iba lento y los bultos también pero de algún modo aquellas cosas lo alcanzaban. La ansiedad era total y sus jadeos no le bastaban para alzar las piernas un poco más y sacarlas del barro. Todo lo que veía delante era el mismo barro oscuro por kilómetros. No escaparía, los bultos llegarían a él tras vencerlo por fatiga. Finalmente no pudo mantener el ritmo de la carrera y un bulto negro enroscó un tentáculo largo alrededor de uno de sus tobillos. Entonces cayó al suelo, se hundió en el fango y fue envuelto por aquella masa gelatinosa. El bulto lo fue absorbiendo hasta que finalmente le cubrió la frente y luego la nariz. Se sofocaba, abrió la boca buscando aire y una parte de aquella cosa se le metió hasta la garganta. No había aire, los ojos le latieron como si les hubieran encajado clavos, forcejeó en vano hasta perder la conciencia seguro del fin. Entonces, cuando todo acababa volvía a aparecer en el mismo pantano huyendo de los bultos negros. Moría asfixiado una y otra vez, queriendo despertar pero sin éxito en ello hasta que el agua en la cara lo hizo abrir los ojos en el mundo real. Era Lohan que recién le había vaciado una jarra encima.
    —Has dormido toda la mañana y la tarde, señor erudito —dijo el muchacho—. Vine a despertarte.
    Kurt se incorporó en medio de jadeos. Ver aquel cuarto pequeño donde lo tenían recluido le dio hasta un poco de alegría. Lohan traía un cuenco con una sopa que olía muy bien y que le puso a rugir el estómago. Junto a esto había un pedazo de pan.
    —¿Es para mi la comida? —preguntó él y Lohan asintió.
    —Debes comer erudito, te necesitamos con vida —le respondió el muchacho.
    Kurt se sentó en la cama y preguntó qué hora era ya.
    —Muy pronto serán las seis de la tarde —dijo Lohan—. Samara y yo saldremos a hacer un trabajo. Puede que volvamos en la madrugada, no te preocupes. Sally la dueña de la taberna te traerá otra cosa de comer si nos demoramos. De momento te mantendremos en esta habitación, tu magia se está manifestando en ti por primera vez y no es seguro que salgas. Literalmente eres un peligro ambulante hasta que tu energía no se asiente.
    Lahan salió y volvió a cerrar la puerta con llave. El silencio fue lo que quedó y Kurt volvió a pensar en las pesadillas. ¿Si volvía a dormir las tendría otra vez? Caminó un instante por la habitación para estirar las piernas. Ya por las rendijas de las ventanas clausuradas entraba una tenue luz que le confirmaba la llegada del ocaso. No tenía sueño, en cambio el estómago le rugió.
    Miró el cuenco con la sopa y se apuró a comer. En cosa de cinco minutos había devorado todo el líquido junto a los fideos y los trozos de carne, incluso el pan que había untado de lo que quedó en el fondo del plato. Tal vez hubiera podido comer más pero de momento le pareció suficiente.
    El libro con encuadernación de cuero estaba allí sobre una silla. Tuvo miedo hasta de tocarlo pero finalmente se convenció que si debía domar a la magia para lograr el conocimiento superior debía comenzar a leer ese libro.
    Lo tomó en sus manos sintiendo un estremecimiento. En la primera página había un dibujo. Una niebla fantasmal sobre un pantano encubría la silueta de un espectro. A un lado de la página se leía: » Me sumergiré en las tinieblas sin temor al ataque porque soy uno con la noche, el polvo de los huesos corroidos alimenta mi fuerza y el lamento del infortunio hace eco en mi pecho. Soy el señor de los atormentados, el que sostiene las correas de los que vagan sin rumbo. Desde el amanecer de los tiempos custodio a los descarriados, soy inmune a sus locuras, a sus ataques e histerias. Soy el equilibrio, el recolector de almas, el que usa su poder en nombre del rey del inframundo, soy el cazador. »
    En la medida que leía una energía brotaba de su interior, imágenes de sombras humanoides flotaban a su alrededor, voces que le hablaban en susurros y manos espectrales lo tocaban, lo empujaban, lo zarandeaban.
    Kurt trató de frenar lo que ocurría pero los espectros fueron tomando forma, flotaban de un lado a otro, absorbían toda la luz de la estancia hasta dejar el cuarto en penumbras. Sus rostros eran huesudos y podridos y sus voces hacían soplar un viento gélido.
    El libro cayó de sus manos y los seres comenzaron a golpearlo. El primer golpe lo dejó doblado y sin aire, los demás lo hicieron caer al piso donde los dolores no se hicieron esperar. Golpes y más golpes le llovieron desde todos lados, apenas si podía abrir los ojos. En ese segundo estuvo seguro de que iba a morir hasta que todo acabó súbitamente.
    Los espectros se fueron y solo quedó la figura de Fadot mirándolo con una sonrisa de diversión mientras se apoyaba en un lujoso bastón de madera con empuñadura de oro. Kurt escupió sangre mientras se incorporaba molesto.
    —Fuiste tú quien causante esto. Maldito seas, me tendiste una trampa. ¿Qué pretendes con tanta tortura? —reclamó él—. ¿Qué sadismo te impele a cometer estos abusos conmigo?
    Fadot se acercó a él ofreciéndole su mano pero Kurt la rechazó. El demonio entonces le pidió que se calmara.
    —Tu poder, muchacho, es el de dominar a los muertos —le explicó el desgraciado aquel—. Cada vez que invocas a tu magia obligas a todos los espíritus errantes que puedan vagar cerca de aquí a venir en tu dirección. Si cuando los invocas no los controlas y no los obligas a hacer cosas a tu antojo ellos te caen a golpes para librarse de tu control. Cuando te tienen medio muerto la energía mengua dentro de ti y ellos son libres. Tu primera lección sería absorber solo la cantidad justa para atraer a unos pocos que puedas manejar. Incluso puedes localizar a un espíritu en específico y trabajar con él únicamente o atarlo a ti para usarlo luego. Todo eso es posible cazador. Espero que esto que te digo te sirva de algo.
    Entonces Fadot se fue y él volvió a caer al suelo sin fuerzas para volver a la cama. De hecho quedó rendido allí mismo, con la cara pegada a las tablas del piso.
    Cuando fue despertando la estancia estaba por completo a oscuras y escuchó pasos a su alrededor.
    —¿Lohan? Estoy en el suelo, ayúdame —alcanzó a decir pero nadie le respondió.
    Los pasos se alejaron hasta la esquina de la habitación y no volvieron a escucharse.
    —Lohan ayúdame a levantarme, me duele todo el cuerpo —volvió a decir él pero quién fuera que estuviera en la esquina no hacía caso a sus palabras.
    Haciendo acopio de una fuerza que no tenía se sentó y trató de ponerse de pie.
    —¿Qué te costaba venir y darme la mano? ¿No se supone que me están cuidando aquí? —dijo algo molesto.
    Buscó la pequeña mesa donde estaba el candelabro con los fósforos pero en ese momento no era capaz de orientarse y definir hacia donde tenía que caminar pues no se veía ni las manos.
    Poco a poco se puso de pie y dio un paso hacia donde pensaba que estaba la mesa para acabar tropezando por la cama haciendo un buen estruendo. En ese momento alguien habló desde la esquina, una voz que no había oído jamás en su vida, se oía femenina y jóven pero a la vez suplicante.
    —No me hagas nada, por favor, no me voy a ir, lo juro.
    No supo cómo reaccionar. ¿Quién se le había metido allí?
    —¿Quién eres y qué haces en mi cuarto? —alcanzó q decir.
    No obtuvo respuesta, al menos no por todo un rato más. Andando a tientas encontró los fósforos y encendió la vela. La claridad de la llama lo deslumbró un instante pero tras tomar el candelabro en la derecha se acercó a la esquina de donde provenía la extraña voz. Primero vio una silueta humana, después a la muchacha arrinconada con la cabeza gacha. No se movía, mirándola bien hasta temblaba.
    —No te voy a hacer daño —dijo Kurt tocándola en el hombro logrando que se moviera a un lado alejándose de él.
    —No le digas a la bruja que traté de huir —le rogó la muchacha.
    Viéndola bien era esbelta y de pelo negro y lacio, su piel era de un tono canela, una chica fardana sin dudas, usaba un vestido de muy poca tela y un lujoso collar con un dije de oro con forma de escorpión que le colgaba entre los senos. Lo primero que le llamó la atención era que le había hablado muy bien en burudano, sin dudas que se había pasado casi toda su breve existencia en Burudan como unas cuantas chicas de su edad.
    —Soy Kurt Von Castle, era un clérigo en el monasterio de los seguidores silenciosos del vigía, deserté y me tienen aquí —le explicó—. ¿Quien eres tú?
    Ella se quedó en silencio un breve instante, indecisa. Sin embrago acabó por presentarse.
    —Soy Heather Mills, la hija de Rudolf Mills el magnate del acero, la bruja Samara Rutherford me secuestró hoy en la noche. Creo que pedirán un rescate por mi —le dijo ella—. Me encerraron en el cuarto contiguo al tuyo pero descubrí un panel suelto bien pegado al piso. Solté la tabla y salí a tu habitación pero creo que igual no hay salida de este lugar. Creo que me puedo ir acostumbrando al encierro. Por favor, no le digas a la bruja que intenté escapar, me prometió que me azotaría con un látigo y que luego me encadenaría por el cuello.
    Eso hizo reír a Kurt.
    —Samara no es mala persona, no temas, ella no haría algo así —dijo él para ver que a ella no le parecía lo mismo.
    —La bruja pelirroja ha matado a mucha gente a sangre fría mi amigo monje, yo no la voy a tentar. Ahora vuelvo a mi cuarto por donde mismo salí, no cuentes nada de la tabla rota, así podremos conversar y nos aburriremos menos de nuestro cautiverio. ¿Por qué estás aquí encerrado querido monje? ¿Qué quiere de ti la bruja?
    Él no supo ni qué decirle, no entendía en nada lo que estaba ocurriendo con su vida como para dar aquella respuesta.
    —Dicen que soy importante para ellos y que me tienen que cuidar. Mientras tanto no me dejan salir y me traen agua y comida de cuando en cuando.
    —Comprendo —dijo ella— mañana me contarás tu historia con más calma pero ahora es muy tarde en la madrugada y me mata el sueño. Nos vemos en unas horas.
    Entonces Heather se fue y colocó la tabla en su lugar cuando estuvo del otro lado. En ese instante Kurt se dio cuenta de la sonrisa estúpida que tenía pegada en la boca. La presencia de la chica lo había estremecido como la primera brisa gélida del invierno pero a la vez lo había causado la emoción que no había sentido en muchísimos años. Se fue a la cama a reposar sus adoloridos huesos y con una felicidad impropia de él durmió plácidamente, soñando con un valle de hermoso pasto verde cubierto de caballos hasta que la luz del sol entró por las rendijas y despertó ya bien avanzada la mañana.
    Le habían dejado pan y un poco de leche sobre su mesa. Junto a eso encontró una nota que decía: «Sally te traerá el almuerzo a mediodía, en una semana te sacaremos de aquí, mientras tanto descansa.»
    El libro de hechicería estaba a su lado sobre la cama pero no pensó ni un instante en él. Kurt fue directo a la pared que dividía a su habitación con la de al lado y dio tres toques en la tabla suelta.
    —¿Heather, estás despierta? —preguntó casi en susurros y escuchó los pasos de ella acercándose.
    —Estoy despierta desde hace un rato —respondió la chica—. Desprende la tabla, así podremos hablar mejor.
    Kurt así lo hizo y volvió a sentarse con la espalda contra la pared.
    —¿Cuantos años tienes? —preguntó él.
    Ella demoró un instante antes de responder.
    —Tengo veinticuatro, nací en el día 124 de hace veinticuatro ciclos, ya soy una mujer independiente. ¿Y tú?
    —Treinta —respondió Kurt apresurado—. Nací hace treinta ciclos de un año. Mi padre es un rico mercader de la burguesía burudana pero de él solo conseguí un sitio en el monasterio. Mi familia no sabe que aún existo. Soy un segundón, nunca tuve derecho a nada.
    Nunca había hablado con nadie de quien era su padre, en el monasterio todos eran hermanos sin importar su origen pero supuso que con la gente del mundo tenía que hablar de esos temas.
    —Las costumbres de tu país siempre fueron algo bárbaras —dijo ella entre risas—. Soy la menor de las hijas de mi padre y administro negocios suyos. Hasta las mujeres tenemos derechos en Fardan. Eso se llama desarrollo. Debes haberte aburrido mucho en ese Monasterio, Kurt. A fin de cuentas los dioses no existen ¿Puedo pasar para el otro lado? ¿Crees que alguien pueda venir?
    Él se ofendió con eso de que los dioses no existían pero por educación no dijo nada sino que la invitó a cruzar la pared.
    —Si viene alguien te podemos esconder bajo la cama —dijo— pasa, no tengas miedo.
    La chica se asomó por el hueco de la tabla suelta y se escurrió al otro lado. Su vestido solo llegaba hasta las rodillas y cuando se arrastraba se le veían los muslos haciendo a Kurt sonrojarse. Pero sin dudas que era bonita a su modo de serlo. Las fardanas tenían su encanto, aunque se decía que eran demasiado dominantes. Ella se dio cuenta al instante del modo en que la estaba mirando.
    —¿Te incomoda mi ropa amigo monje? – le preguntó sonriendo—. En mi raza no somos tan mojigatas como en la tuya. Nosotras somos prácticas. Este país es muy caluroso para andar embutida en trapos por muy lujosos que sean.
    —Supongo que las burudanas se guían aún por el código de vestimenta de los seguidores del vigía —dijo él—. El vigía advirtió que las mujeres deben abstenerse de mostrar las carnes en público para evitar provocar la lujuria y la lascivia de los hombres.
    Eso le arrancó a la chica una carcajada.
    —Ustedes son muy moralistas y tontos —dijo ella—. Sus matrimonios son arreglados, la herencia solo la adquiere el primer hijo, van a esos templos de los dioses del bosque cada siete días. Por favor, es absurdo. Los dioses del bosque no los pueden castigar por romper sus reglas porque no son reales. Los dioses no existen, todo está permitido.
    Él se abstenía siempre de las opiniones molestas que generaran polémica pero quiso responderle aún tratándose de ella.
    —Los dioses existen —le dijo— solo hay que creer en ellos. Ustedes los fardanos nunca han creído en nada pero puedo decir que la fe está ahí para todo el que la búsque. La vida puede ser armoniosa si uno está en paz con los dioses. Tu país es de gente arrogante. Ustedes han venido a esta tierra y solo se han dedicado a reprimir en vez de dialogar.
    —Como mismo ustedes llevan años sin aceptarnos como los que controlan este país nosotros ignoramos a sus dioses. Yamalón el profeta y ese tal vigía no nos dicen nada —puntualizó Heather.
    —Sí, pero demasiados burudanos mueren cada año a manos de la espada de un soldado de ustedes, querida. Entiendo tu punto pero cuando eso pasa algo no está bien. Éramos la capital del conocimiento mundial, toda una cultura con su sabiduría ancestral ha quedado recluida a la soledad de los monasterios. Sus libertinajes y costumbres fardanas podrán llamar la atención de los burgueses blandos pero el pueblo de este país recuerda y puede ser que un día ya no soporte tanta opresión. Estos temas nunca me apasionaron, pero no por eso dejan de ser ciertos.
    Heather quedó seria con sus palabras pero sin dudas no convencida.
    —Los burudanos están muy fragmentados como para oponerse a nada y tú religión es un chiste. El mundo no tiene sentido, amigo monje —dijo ella más airada—. No hay glorias que alcanzar ni solemnidad intocable. La gente vive y muere, desde el más grande rey hasta el mendigo más miserable. No hay dioses buenos que premien las buenas acciones ni burudanos armando la próxima gran revolución.
    —Es una teoría amarga esa que enarbolas —dijo Kurt—. No voy a negar que Burudan no tiene líderes para exigir sus derechos pero la religión da una base moral para reprimir el mal en cualquier lado. Sin dioses una sociedad se entrega al desorden más ruin.
    Ambos se sostuvieron la mirada interesados en la conversación. Ella estaba buscando buenos argumentos en su cabeza, él podía notarlo. Era competitiva.
    —Pero es que la religión es creerse una mentira —dijo Heather—. Si tus dioses fueran reales ¿dónde están cuando tus compatriotas son asesinados por los guardias de mi país? Lo único sagrado es el imperio de la ley y el orden de la sociedad. Lucas Gral lo describe muy bien en su libro El imperio. Una sociedad donde todos saben su lugar, sus límites y lo que tienen que hacer no necesita dioses. La justicia es lo que mantiene al mundo equilibrado. Robar está mal y por eso se cuelga a los ladrones, rebelarse contra el lord canciller es traición y por eso también se cuelga a los traidores. Nosotros pusimos leyes y las respetamos. Además que este país está mucho mejor desde que nosotros llegamos a traerles el desarrollo. Ustedes solo tenían sus bibliotecas con sus libros aburridos pero si hoy usan fósforos para encender velas es porque nosotros les trajimos la tecnología para hacerlos.
    —La tecnología fardana nos ha facilitado la vida, no lo niego —dijo él—. Pero lo que más nos divide son las diferencias culturales. Ustedes tienen una forma muy distinta de ver la vida. No nos parecemos en nada, ni en la ropa que usamos.
    —Lo único que les prohíbe a las mujeres de tu raza vestirse como nosotras las fardanas son prejuicios puritanos que van a morir algún día —dijo ella sonriendo—. No te digo que disfruto cuando matan a algún burudano por salir de casa luego de las siete pero es que aún ustedes los campesinos tienen mucho rencor en la sangre. Mírame a mi secuestrada por esa bruja pelirroja, el odio hacia nosotros no acaba pero lo entiendo. Ocupar un país extranjero no se logra regalando flores. El más fuerte es el que tiene derecho a tener el control y esos somos nosotros.
    La conversación se tornaba interesante para Kurt. Ella no solo era hermosa con aquel pelo lacio y sus ojos negros almendrados sino que además podía hablar con base de muchas cosas. Tal vez no estaba de acuerdo con ella pero tenía que admitir que sus ideas lo seducían.
    —¿Entonces niegas que la magia exista? Si los dioses no existen ¿por qué hay en nuestro mundo demonios? ¿Qué explica para ti el poder de Samara Rutherford para lanzar una bola de fuego y quemar una casa? —preguntó él mientras pensaba en las posibles respuestas que Heather le diría.
    La chica quedó pensativa un instante.
    —La magia es una abominación, una cosa aún no descubierta por la ciencia, algo que no sabemos que es —comenzó a decir—. Nuestros más grandes sabios aun no encuentran que hay detrás de esas habilidades en ciertas personas pero no dudes que en un futuro se encuentren sus orígenes. Tal vez sea una enfermedad o algún tipo de truco que se puede aprender. Pero lo cierto es que la política de eliminar a los recién nacidos con predisposición para la magia ha dado resultado gracias al mago esclavizado que sirve de oráculo. El número de hechiceros es casi insignificante.
    Kurt asintió en silencio antes de volver a hablar.
    —Asumiendo que la muerte de los recién nacidos con rasgos proclives a la magia disminuye el número de magos nos lleva a pensar que en efecto la magia es algo innato en ciertas personas. ¿Qué más pruebas necesitas para creer que hay fuerzas elementales más grandes que nosotros? Los dioses existen pero no necesitan manifestarse porque su labor es observarnos, no vivir nuestras vidas.
    Heather se mordió un labio sonriendo.
    —Eres apuesto ¿te lo habían dicho? Sobre todo cuando hablas de temas tan elevados —confesó ella para hacerlo sonrojarse—. Pero la verdad que no entiendo cómo hablas con tanta pasión de cosas así. Me imagino como debes haber sufrido en ese monasterio, la soledad seguro te marcó de por vida. Siempre me he preguntado cómo puede alguien soportar semejante clausura.
    —Fue lo único que conocí desde la infancia, nunca me lo cuestioné —dijo Kurt—. Ser monje es un estilo de vida, pero supongo que ya me acostumbré a no serlo así que ya no tengo claro lo que pasará conmigo.
    —Ahora que no perteneces al monasterio ¿planeas casarte, tener mujer o hijos?—preguntó ella haciéndolo soltar un profundo suspiro.
    —No creo que ninguna mujer me acepte, no tengo como mantener a una familia —respondió de mala gana—. Además, los monjes de los seguidores silenciosos del vigía somos célibes, si rompo mi voto de castidad pueden buscarme y matarme por manchar el honor de la orden.
    Eso particularmente la hizo reír a carcajadas.
    —¿Entonces tú nunca te has acostado con una mujer? —preguntó Heather con picardía—. ¿Has mantenido tu voto?
    —Lo he mantenido, sin duda —respondió él.
    —¿No has soñado alguna vez con romper tu voto? —volvió a preguntar la chica mientras ponía su mano en la entrepierna de Kurt.
    —Ya no tengo vuelta atrás hacia mi antigua vida, pero no tengo una idea clara de como rompería mi voto. No es algo en lo que haya pensado mucho últimamente.
    Heather soltó los botones de sus pantalones y metió la mano bajo la tela.
    —Creo que puedo ayudarte, joven monje —dijo ella con picardía mientras movía su mano.
    Kurt no entendía el nivel de emoción que sentía y la manera en la que su cuerpo respondía al estímulo de la mano de la chica. Su rostro estaba sonrojado y caliente por la sangre congestionada, el corazón le latía con fuerza y el aliento le salía entrecortado. Con movimientos suaves, arriba y abajo, la chica fardana jugaba con él.
    —Yo no soy célibe, amigo monje, la verdad tengo varios amantes, pero siento que debo ayudarte —le decía mientras movía su mano más rápido—. Acabarás muy pronto, lo sé.
    De repente Kurt se estremeció por completo y la mano de ella se detuvo. A él se le fueron todas las fuerzas y quedó flotando en una nube de placer. Heather se levantó rápido y tomó una hoja de papel que andaba por el suelo para limpiarse los dedos. Tras hacerlo la lanzó a una esquina.
    Ambos compartieron miradas, él la miraba como un ratón asustado y ella como una gata peligrosa.
    —Disculpa, amigo monje, solamente me vi tentada a jugar con los límites de un hombre virgen. Nunca me había encontrado con uno. ¿Me perdonas?
    —Todas las veces que quieras —dijo y ambos compartieron una carcajada, la de ella de diversión y la suya de nerviosismo.
    Se escucharon entonces pasos en el corredor y ella fue hacia la tabla suelta en la pared.
    —Nos vemos pronto, Kurt.

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      1. Interesante, buena narración, creo que ya estamos en mayores de 16, je je. Muy buena interacción de personajes. Veamos que sucede en los próximos capítulos, por cierto esta historia va para mucho mas de 30000 palabras.

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    1. La escena del sueño muy sugerente de lo que pasa con Kurt. Interesante el poder sobre los muertos que le explicó Fadot. Heather muy confianzuda de golpe y porrazo; aunque las fardanas sean más desenfadadas creo que tratar a Kurt de ‘amigo’ en el primer cruce de palabras es apresurado, a fin de cuentas está cautiva y temerosa. Al menos considera hacerlos dialogar pared de por medio primero: aumentaría la curiosidad y el tormento de Kurt antes del encuentro 😁

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      1. mmm, algo así como aumentar la tensión previa al suceso XD. Sí, no hay dudas de que debo volver sobre mis pasos y siendo tu opinión la de una chica tomo nota desde ya. Gracias por leer Gamora. Tendré en cuenta esto para la reescritura.

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  8. Palabras: 2669.
    Cuenta Global: 19 605.
    Faltan: 10 395 palabras.
    Capitulo 5.
    Cien metros sobre la calle se elevaba la torre Oakwood, antigua fortaleza de los cuatro sabios al fondo de la plaza de armas. A su alrededor se extendía un edificio que ocupaba cuatro manzanas juntas, la casa de gobierno, con sus paredes de ladrillos naranjas y sus ventanas de arco con cristales representaba el poder y a su alrededor montaba guardia permanente el segundo destacamento de infantes de marina del imperio fardano, designado para ser la escolta del lord canciller.
    Elijah Oakwood se rasuraba frente al espejo con navaja cuando Gretchen se apareció por allí. Literalmente salió de la nada pero eso era normal en ella. El lord canciller se volteó cuando escuchó sus pasos y siguió su labor con tranquilidad. Rasurarse era de las cosas que más lo relajaban cuando estaba estresado y nada lo perturbaba cuando estaba a mitad de su tarea, ni aquella demonio.
    Gretchen se acercó a él, vestía de negro por entero pero su vestido era precioso, la calidad de la tela habría sido de la envidia de cualquier noble pero ella podía tener la ropa que quisiera solo con desearlo. La mensajera del gran líder usaba bastante maquillaje, sus labios estaban rojos y sus ojos tenían líneas negras en los bordes de los párpados, pero eso solo la hacía más llamativa. El lord canciller tuvo que admitir que era hermosa, verla le robó el aliento, sobre todo por sus ojos gatunos verde azulados y su pelo rizado de un dorado miel perfecto. Mirar a Gretchen era ver la meticulosidad en arreglo llevada a grado sumo. Pero para colmo se vestía al estilo fardano y su escote era escandaloso incluso para las que usaban vestidos así.
    —¿Qué desea la mensajera? —preguntó Elijah—. ¿No está contento el gran líder con la forma en la que marchan las cosas?
    Gretchen esbozó una sonrisa discreta pero pronto quedó seria. Se acercó un poco más y le quitó la navaja de la mano.
    —Siéntate, lord canciller —le pidió ella con esa voz de muchacha tímida que en nada se correspondía con su carácter—. Hace mucho que no rasuro a un hombre y es algo que disfruto hacer. ¿Me negarías tal dicha?
    Elijah aceptó de mala gana y se sentó en la banqueta que tenía cerca para dejarla hacer. Ella examinó con el dedo el filo de la navaja y se hizo un pequeño corte obligándola a chuparse el índice un instante. Luego le inclinó a él la cabeza hacia atrás y le puso la afilada hoja de acero en contacto con la garganta.
    —¿Vas a degollarme o me vas a terminar de afeitar? Tengo reuniones que atender hoy, se aprecia que te apures —dijo él para hacerla reír.
    Gretchen arrastró la hoja a ras de piel y se llevó consigo un pegote de espuma con los vellos negros del lord canciller. Acto seguido limpió la navaja en una vasija con agua que había cerca, la secó con una toalla y volvió a hacer lo mismo rasurando casi toda la parte inferior de la mandíbula.
    —Tengo recados importantes, Oakwood —dijo ella deslizando la navaja por su mejilla izquierda—. Se rumora que la bruja pelirroja a la que no has podido atrapar recibió un importante refuerzo. Aún no sabemos que es o quién es pero es vital que te apresures en matar a esa mal nacida para mayor gloria de Fardan. Sabes que el líder necesita controlar a este país por completo y esos magos son lo último que se interpone entre nosotros y el total control de este sitio.
    Elijah apretó los puños y se sintió agobiado. Siempre era lo mismo con la caza de brujas, nunca era suficiente.
    —El líder sabe que he quemado a dos brujas en menos de tres meses y eso es un logro —dijo él—. Samara Von Rutherford estuvo en mis manos, pero supongo que por querer armar el espectáculo con la hoguera pasó lo que pasó. Si vuelve a caer la colgaremos en el acto y problema resuelto pero sabes que esa bruja cuenta con apoyo de los barrios pobres de Burudan. Puede estar metida en cualquier hueco. Va a caer pero llevará tiempo y paciencia.
    A Gretchen no le gustaban sus palabras, solo había que mirarle la cara. Con mucha calma, la mensajera siguió usando la navaja ya a punto de terminar.
    —Te arriesgas a que siga tramando ataques, lord canciller. Debes recordar que ni el gran líder, ni el concejo supremo ni yo podemos usar magia para apoyarte. Estamos siendo perseguidos por el gran señor de las tinieblas. El imperio fardano es nuestro escudo y que acabes con las brujas es lo mejor que puedes hacer con ese escudo. ¿Hay como atrapar a esa mujer pronto?
    —Pienso que sí —afirmó él— pero no tengo seguridad. Ella ya está haciendo de las suyas, recién supe que secuestró a la hija de un industrial y que va a pedir rescate. Entenderás que no puedo masacrar a medio Burudan para que me entreguen a esa mujer. Bastantes rencores nos tienen los lugareños como para ponerlos furiosos. Ya la agarramos una vez y le desarticulamos a una amplia red de colaboradores, ahora debe ser más sencillo.
    Finalmente Gretchen terminó de rasurarlo y puso la navaja sobre una pequeña mesa cercana.
    —Límpiate esa cara de los restos del jabón, Oakwood. Vete a tus reuniones, piensa en que no te presiono. Sé que has hecho un buen trabajo y estamos de acuerdo en que no debes usar más fuerza de la necesaria contra el populacho pero caza a esa Samara. Fuentes confiables me han advertido que Fadot ha llegado a Burudan, puedo olfatear al desgraciado en algún lugar de aquí y anda tramando algo. No le hemos dejado ni brujos para trabajar, esa Samara y su cómplice son todo lo que le queda del gremio de magos así que hay que jugar a un paso por delante de él. El gran señor de las tinieblas no puede buscarnos por su cuenta, hace mucho que el concejo es indetectable para él pero ya debe saber a estas alturas que Fardan es propiedad nuestra y que acabando con el imperio puede dar con nosotros. Por tal de llegar al líder Fadot va a pasar por encima de ti y de todos tus hombres, así que mantente preparado porque los atentados podrían volverse frecuentes.
    Entonces Gretchen desapareció y Elijah se preparó para iniciar su día. Se miró en el espejo sintiéndose contento con su rostro rasurado. Se vistió con un buen traje negro y se puso la banda dorada que lo acreditaba para su cargo.
    Fue a la sala de reuniones donde se iba a decidir si las nuevas urbanizaciones del distrito sur se llevarían a cabo. Sacados de la escena los revoltosos del partido Libertario el proyecto tendría aprobación. La reunión era una formalidad.
    Estaban allí Friedrich Ferguson, jefe del ejército, Jon Von Klauss, ministro de urbanidad y el inversionista que sería el magnate Peter Collins. Estaban los tres en la mesa a la espera de la firma.
    Él llegó y todos le sonrieron mientras se pusieron de pie en señal de respeto.
    —Pueden sentarse, señores —les dijo—. Tenemos que desalojar tres kilómetros de suburbios de Burudan, construiremos una colonia fardana con su cerca perimetral y sus servicios básicos. Ya saben, quiero agua, abasto de alimentos, buenas casas. Tenemos seis meses para concretar el proyecto. Alcánsenme los papeles que voy a firmar de inmediato. El costo será cuarenta mil coronas de oro, ya ese presupuesto está aprobado y ha sido transferido a nuestras arcas. ¿Alguna pregunta?
    —¿Qué pasará con la chusma desalojada mi señor? —preguntó Von Klauss.
    Von Klauss era burudano, al parecer le remordía un poco la conciencia. Siempre le daba risa el acento con el que hablaba el fardano pero era un hombre con el que podía contar.
    —Te autorizo a hacer una barraca colectiva en el campo doce, ese que está afuera de la ciudad. Ahí debes acomodar a las tres mil personas que desplacemos. Economiza con eso porque el plan es gastar veinticinco mil en la colonia, cinco mil en el campamento para los desplazados y que nos queden diez mil para estimular a nuestra gente importante. Creo que podremos tomar dos mil coronas cada uno y los socios menores unas quinientas. ¿Todo está listo señor Collins?
    Peter también pertenecía a la burguesía local pero al contrario de su hermano el revoltoso era un hombre muy confiable para el imperio. Cuando escuchó la pregunta abrió un expediente y sacó un par de papeles.
    —Lord canciller —dijo Collins para dirigirse a él con respeto —todo está listo para empezar. Mis brigadas de construcción aguardan la orden pero aquí el principal problema es la seguridad del lugar y no tanto los recursos. La chusma a desalojar está enardecida y se niega a salir de sus casas. Los grupos de guardias que fueron a sacarlos de allí fueron rechazados a palos y aunque ya hay un par de revoltosos colgados por eso los ánimos siguen altos. Un grupo más fuerte de hombres debe ir a sacarlos en la fecha prevista cuando tengamos listo el campamento para ellos.
    Elijah soltó un suspiro pidiendo que le acercaran los papeles del contrato. Había que tomar decisiones polémicas pero siempre era igual.
    —Von Klauss acabará el campamento en un mes —aclaró él—, cumplido ese plazo procederemos al desalojo con dos unidades del ejército, si hay que custodiar con guardias para que Collins construya tranquilo lo haremos. ¿Algo más señor Collins?
    —No señor —contestó Peter—. Todo está en orden.
    Con calma Elijah estampó su rúbrica y puso el cuño imperial con cera roja en el documento. Todo estaba acordado, una nueva colonia se haría, más fardanos vendrían a asentarse y la chusma seguiría teniendo claro quién mandaba. Además todos tendrían una buena tajada del presupuesto. ¿Se podía pedir más? Imposible.
    Tras la firma el lord canciller pidió que todos se retiraran y fue a sus habitaciones a desayunar, con el apuro de la firma lo había olvidado.
    Elijah pidió un trozo de pastel y un vaso de leche de cabra, le gustaba mucho la leche de cabra, pero solo en las mañanas. Le trajeron el pedido al instante. Él se sentó en una pequeña mesa con sillas de hierro forjado en el balcón de su habitación que estaba en lo más alto de la torre. La brisa era realmente agradable allí. La luz de la media mañana le acentaba mucho al paisaje. Respiraba paz.
    Sonrió con satisfacción viendo las anchas avenidas centrales de Burudan cargadas de comercios, los distritos oeste y este, llenos de buenas casas hechas para fardanos, las mansiones de la segunda avenida donde vivían los grandes industriales y los altos funcionarios. Más lejos, hacia las afueras, se extendía el polo industrial con cientos de fábricas donde se producía de todo, desde la fina porcelana y los tenedores y cucharas de Peter Collins hasta el mejor acero para espadas del señor Mills. Todo salía en barcos por el gran puerto de Burudan, allí a diario enormes cargueros se llenaban de toda clase de cosas para alimentar el comercio con Fardan.
    Elijah estaba satisfecho con su trabajo allí, pensó en lo bien que se sentía al frente de la ciudad mientras acababa el desayuno. Había hecho una hermosa metrópoli de aquella atrasada ciudad costera y el imperio lo había felicitado muchas veces por ello, Burudan era de las colonias más ricas que el gran líder hubiera ocupado jamás. Cierto que en las tierras del interior aún reinaba el desorden y las construcciones rústicas pero igual todo estaba en manos de los fardanos.
    La buena cerveza de Gremen llegaba todas las mañanas en filas de carros tirados por caballos y la madera preciosa de las montañas lluviosas igual. Si un grupo de forajidos estaba aún tratando de arrebatarle un pedazo de las provincias del interior casi ni se notaba, pues cada vez que un capitán con dos unidades del ejército subía a las montañas masacraba a buen número de bandoleros.
    Aquella mañana nada perturbaba a Elijah. La desgraciada de Samara Von Rutherford estaba en algún punto del distrito sur y sin dudas que acabaría saliendo de la tierra cuando empezaran las obras de la nueva colonia. Esa rata saldría huyendo con sus compinches apenas se comenzara a demoler las casuchas de los pobres. Entonces la atraparía y él personalmente le pondría una cuerda en el pescuezo para colgarla de cualquier árbol y eliminar la amenaza. Nada de juicios ni ceremonias de ejecución, a esa bruja había que matarla donde le pusieran las manos encima.
    Justo cuando acabó el desayuno su edecán vino a darle una noticia. Andaba apurado el pobre, con cara de espanto. El lord canciller soltó un suspiro, ese venía a perturbarle la paz.
    —Mi señor, ha llegado una inquietante información. Ha ocurrido una desgracia —dijo el hombre.
    —Habla rápido que tengo que inspeccionar muchas cosas hoy —dijo él de mala gana— dudo mucho que sea el fin del mundo pero soy todo oídos.
    El edecán le entregó un papel doblado que él revisó al instante. Se trataba de un informe de inteligencia, habían asesinado a dos capitanes del ejército fardano en sus casas la noche anterior. Los difuntos eran hombres de gran prestigio. En cada lugar del crimen habían dejado una proclama que decía: «este hombre fue ajusticiado en nombre del movimiento revolucionario libertario, brazo armado de los pobres de Burudan.»
    Elijah maldijo mientras le devolvió el papel al edecán.
    —Me imagino quienes están detrás de ese ridículo movimiento —dijo él de mala gana— Karl Collins y sus tontos deben haber querido jugar a la guerra. Son tan ingenuos que le pusieron a su movimiento insurgente el mismo nombre de su extinto partido.
    —No hay pruebas que los incriminen directamente pero es una suposición adecuada, mi señor —le dijo el empleado.
    Elijah se detuvo un instante a pensar qué clase de asunto tenía entre manos. ¿Sería en serio un grupo nuevo de revoltosos o era Samara Rutherford tratando de inventar una nueva artimaña. Difícil decidirlo.
    —Mientras los pobres apoyen a toda esta chusma terrorista esta clase de cosas seguirán pasando —agregó él—. Pero hay que tomar medidas y quiero que le comuniques esto al jefe de la policía. Quiero orden de captura para Karl Collins, está acusado de traición al imperio. Si en el juicio se demuestra que esta payasada no es obra suya saldrá libre pero si encontramos algo que en serio lo vincule a los asesinatos lo condenaremos a muerte. Espero que su hermano no tenga vergüenza de volver a pedir clemencia para él. Ya esto no tiene justificación.
    —Sus órdenes serán transmitidas, mi señor —le dijo el edecán—. El jefe de la policía casualmente mandó a decirle que ya se están investigando estos casos con toda prioridad y que todo parece indicar que los asesinos residen en algún punto del sector sur, en las casas pobres. Hay que trabajar con mucha calma en ese sitio. Con un poco de suerte y habilidad los atraparemos a todos. La cuestión es saber quién los ayuda.
    —Es fácil saber quien los esconde, es obvio que son los más humildes —dijo Elijah.
    —No hemos logrado ganarnos el respeto de esa gente, realmente dudo que lo hagamos —comentó el edecán.
    —Lo haremos, no lo dudes ni un instante —afirmó Elijah—. Los pobretones que encontraron empleo en las fábricas que abrimos dejaron de protestar y se dedicaron a arreglar sus casas y a vestirse mejor. A esa lacra que queda en el sector sur le enseñaremos que si nos aceptan de una vez como los amos de esta tierra les va a ir mejor. Lo único que necesitamos es más desarrollo y más colonias fardanas. En diez años más los revoltosos no tendrán apoyo en ningún lugar. Nadie se atreverá a ayudarlos. Recuerda eso. El futuro me va a dar la razón. No hay que matar a la chusma, solo hay que convertirla en clase media y de buenas a primeras nos adorarán.

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    1. Le di enviar al comentario sin estar conectado, lo arruiné. Bueno más menos lo que puse es lo siguiente:
      Muy buena descripción de personajes, así como las ideas para mantener la conquista y ocupación de Burudan, se ve que existen nuevas fuerzas y al parecer con magia poderosa. Hay escenas que me recuerdan a la saga de Gerald de Rivia donde los conquistadores nilfgaardianos llevaban el progreso y un comercio próspero a las colonias. Por último noto que al autor le gusta The Lord of de Rings, lo digo por el lord canciller. Adelante camarada, esperó nuevos capítulos.

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  9. Buen capítulo me gusta el rumbo que toma la trama. Los Fardanos están demasiado bien informados sobre el otro bando ¿tendrán algún espía? y ya parece que descubrieron al pobre de Karl por estar en la bobería va a durar menos de lo que pensé. Vamos a ver cuándo Kurt se pone las pilas o las mujeres se las ponen, para que se ponga a trabajar que está en mucha desventaja y ni se imagina.

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  10. Palabras: 3888.
    Cuenta global: 23 493.
    Faltan: 6507 palabras.
    Capitulo 6.
    La llegada de Sally con el almuerzo hizo a Heather desaparecer hacia su cuarto a través de la tabla suelta. Kurt estaba en el suelo aún con la respiración entrecortada por culpa de la chica y una sensación de cansancio muy agradable. Estaba sentado en el piso, recostado a la pared. La señora gorda le puso un plato de sopa en la mesa junto con un trozo de pan. Sally ni lo miró más de un segundo. Dejó el almuerzo y salió para volver a cerrar la puerta con llave. Minutos después se abría la puerta del cuarto de Heather, él escuchó como crujían los goznes.
    Un rato más tarde oyó como Sally se iba tras cerrar el otro candado. Solo quedó el silencio, los días allí eran muy calmados. Se oía el bullicio lejano de la taberna pero era apenas perceptible. Aquella parte de la construcción estaba alejada del negocio, o eso parecía. Kurt se tomó la sopa con hambre y acabó el pan con rapidez. Miró el libro de magia tirado sobre la cama pero no se atrevió a tocarlo. Además, no tenía cabeza para pensar en hechizos ni en espíritus. Solo podía pensar en la cara de Heather a escasos centímetros de la suya mientras le proporcionaba aquel raro placer que nunca había experimentado por su cuenta, en el monasterio siempre le dijeron que lo tenía prohibido. Samara era hermosa, no podía negar que tenía sentimientos por ella, pero Heather también lo era y al contrario de la imponente bruja era alguien mucho más asequible para él. Iban a estar encerrados allí varios días de cualquier manera, tenían que pasar el rato y que mejor forma de hacerlo que intercambiando vivencias. Kurt estaba emocionado porque la chica retornara a través de la tabla suelta en la pared.
    De pronto reparó en que no le preocupaban las cosas por las que siempre estuvo interesado. El sentido de la vida, el origen del tiempo y la inmortalidad del alma le importaban tanto como el libro de magia tirado sobre la sábana destendida de la cama: absolutamente nada. Solo podía pensar en Heather, en su rostro atrevido y en su descarado vestido fardano. Pensar en ella le ponía a latir fuerte el corazón.
    La tabla suelta de la pared fue quitada de su lugar y la chica volvió al cuarto de Kurt. Al verlo sonrió y se sentó en la cama.
    —Eres raro, querido monje —dijo ella—.
    —¿A qué te refieres? —preguntó Kurt.
    —Eres un adulto, pero te sonrojas como un muchacho, seguro dominas cosas que muchos ni saben que existen pero en cambio soy de las primeras mujeres con las que interactuas. Me pareces adorable, Kurt, pero si ya saliste del convento mi consejo para ti es que aprendas a vivir en el mundo cruel. Ser un erudito con ansias de conocimiento superior no te dará de comer ni evitará que te maten.
    Él quedó callado con la cabeza baja, sintió vergüenza de no ser un hombre independiente y con perspectivas. No tenía nada para ofrecerle a nadie, ni a sí mismo y allí estaba, fantaseando que la hija secuestrada de un poderoso industrial fardano se podía interesar en él.
    —Puedo aprender cosas nuevas —respondió con la cabeza en alto—. No soy una piedra. Crecí en una urna de cristal rodeado de libros, me tocó salir de la urna, pero no veo por qué no podría aprender lo básico para sobrevivir.
    Sus palabras la hicieron sonreír.
    —Tal vez sí tengas potencial después de todo, joven monje, me gustaría saber de ti si perdemos el contacto. Debes escribirme una carta si te cambia la suerte, al menos contándome cómo te ha ido.
    —¿A qué dirección mandaría la carta? —preguntó él.
    —Calle octava número 82 entre avenida portuaria y séptima, distrito indistrial de Burudan. Administro una cadena de tiendas de ropa. Ahí es donde recibo mi correspondencia personal. Espero no olvides la dirección.
    —Prometo escribirte apenas me ocurra algo importante que debas saber —dijo Kurt—. Si pasan los años y no escribo asume que estoy muerto. Nunca he incumplido una promesa.
    Ella asintió sonriendo y le dio las gracias por querer mantenerla al tanto.
    —¿Tu hermano es Richard Von Castle de casualidad? —se atrevió a preguntar la chica—. Lo conozco, un engreído de los grandes, pero le ha ido muy bien en los negocios.
    Kurt recordó la cara de Richard cuando ambos eran niños pequeños, desde entonces su hermano estaba convencido que iba a ser el heredero, sus ropas eran mejores que las suyas, tenía el cariño de su padre y los mejores juguetes. Tantos años habían pasado, ya ni lo recordaba.
    —Sí, soy el hermano del comendador, mi familia es ahora de las más ricas de Burudan —contestó—. Pero no tengo vínculo con él, ni con el resto de los de mi apellido. Ha sido así desde que tenía cinco años. Pero te juro que lo único que lamento es haberme separado de mi madre. Ella era muy dulce conmigo. Mi padre nunca me quiso, Richard era su favorito y siempre lo educó para ser su sucesor en los negocios. Nunca fue a visitarme al convento. Solo mi madre iba cada algunos meses a llevarme dulces. En los últimos años ya ha venido mucho menos, ya está muy vieja y enferma.
    Heather lo miraba con atención con un rostro conmovido por su historia.
    —Te arrancaron de tu familia siendo un niño, Kurt. Fue una crueldad —dijo ella—. Yo en mi caso tengo varios hermanos y hermanas, pero todos tenemos los mismos derechos. No tengo una historia trágica, de hecho lo más trágico que me ha pasado es este secuestro y me asombra lo bien que me lo he tomado. Estoy segura de que no me va a pasar nada. Mi padre es el magnate del acero en Burudan y tiene el oro que no tiene nadie más por aquí. Supongo que soy una frívola delante de tí. Toda mi vida he hecho lo que me ha dado la gana. Quise empezar mi propio negocio y ya tengo una cadena de tiendas de ropa con solo veinticuatro años, pero tengo el dinero de mi familia a mi disposición. No tuve que esforzarme mucho.
    —Cada quien sufre y ríe con la vida que le tocó vivir —dijo Kurt con una sonrisa triste en el rostro—. Aunque ahora que lo pienso preferiría mil veces una vida como la tuya que el encierro del monasterio.
    Quedaron en silencio un instante mirándose a la cara.
    —¿Crees que Samara podría hacerme daño si intentó escapar? —se animó ella al fin a preguntar.
    —No lo sé, me gustaría pensar que no pero es que apenas la conozco.
    Luego Heather siguió callada y le preguntó por el libro que tenía tirado sobre la cama. Cuando supo que era de magia puso cara de espanto.
    —Nosotros los fardanos somos eminentemente ateos, pero respetamos la magia, hace un daño atroz. ¿Vas a hacerte brujo o algo así? —dijo ella.
    —Es solo una lectura para pasar el rato, querida, leer es una de las cosas que más extraño aunque la magia precisamente no es lo que más me apetece.
    Ella caminó alrededor de la cama mirando el libro de encuadernación de cuero. El vestido le caía perfecto por el cuerpo y con los pasos sus piernas quedaban más expuestas. Tenía lindas piernas, no pudo evitar reparar en ello, ni en sus caderas amplias y su cintura fina, ni en el escote descarado que aquel vestido enseñaba. Se le puso la cara congestionada por aquellos pensamientos relacionados con llevarla a la cama. La lujuria se apoderaba de él, lo peor era que no le importaba.
    —Dicen que las brujas matan a recién nacidos para aumentar su poder, también que fornican con demonios. ¿Qué crees? —preguntó Heather sentándose en la cama y viendo el libro más de cerca.
    —Creo que hay muchos mitos y que eso es algo exagerado. Además, tú no crees en dioses ¿crees entonces en demonios? —dijo él haciéndola sonreír.
    —No, para nada, los demonios son otra superstición del populacho. Es de unos libros que he leído mucho últimamente. Seguro has oído hablar de eso, son de Darkmaster, el escritor más vendido en Burudan. Tiene un par de novelas que van por ese corte.
    —Me temo que he leído muy pocos libros de ficción —admitió él—. ¿Son entretenidos?
    —Si te gustan los misterios, los asesinatos, las violaciones y las escenas picantes pues Darkmaster es para ti, si te escandaliza todo eso puedes olvidarte de lo que oíste. Una de las novelas de brujas, por ejemplo, tratan de una hechicera muy atractiva que dirije un aquelarre de chicas iniciadas en la magia. Habla de cómo venden su alma a los demonios, fornican con ellos y se dedican a hacer toda clase de crímenes para aumentar su poder. La historia arranca cuando las brujas raptan a la hija del alcalde del pueblo para ofrecerla en sacrificio a un poderoso demonio, el novio de la chica, un valiente caballero, va al rescate. Hay de todo, peleas a espadas, magia negra que enloquece a los hombres, trampas mortales, es una lectura emocionante. Se acaba como todas las historias, ya sabes, el héroe rescata a su novia antes de que la apuñalen en el corazón sobre una piedra de sacrificios y las brujas son capturadas y llevadas al pueblo. Al final todas son quemadas en la hoguera, y el pueblo hace una fiesta. Todo eso va salpimentado con muchas escenas de sexo y violencia. Puedes comprar la novela por ocho monedas de cobre si quieres la edición barata, se llama «Cazando brujas.» Hay libros de sobra en la librería de Erye, aunque yo siempre compro la edición de tapa dura que tiene ilustraciones preciosas a color y es de mejor papel, pero esa cuesta una moneda de plata.
    Kurt quedó sorprendido de que se hubiera escrito un libro así, no sabía que los fardanos dejaran publicar sobre tales temas. Pero eso fue solo de inicio, le generaba una curiosidad morbosa el contenido de esas novelas. Tenía que encontrar esa librería de Erye. Seguro tenía obras más entretenidas que los tratados de historia que toda la vida había leído.
    —¿Te gustan los libros así? —preguntó él.
    —¿A ti no? —respondió ella sonriendo—. Hay de todo en el mercado, mi buen monje, pero para oír de moralidad y buenas costumbres voy un domingo a una de esas iglesias de los dioses del bosque adonde van los burudanos aristócratas a que un sacerdote trasnochado les recite los mandamientos de Yamalón el profeta. La moral cambia como el viento de dirección, Kurt. En el antiguo imperio Burudano, cuando los soldados de este país tenían testículos para conquistar otras tierras las mujeres se vestían muy parecido a nosotras las fardanas y el sexo antes del matrimonio era lo más normal del mundo. Los clanes libres acabaron con esos ideales cuando trajeron su credo del recato. ¿Crees que las chicas deban llegar vírgenes al matrimonio, Kurt? Para preservar la pureza y todo eso.
    —Por convención social en Burudan sí es importante —dijo él—. Las chicas burguesas tienen prohibido vestirse como ustedes y sus matrimonios son arreglados. Las novias pueden ser devueltas a los padres si no son vírgenes.
    Eso le causó una carcajada a Heather.
    —Las burudanas no pasan de ser amas de casa frustradas que viven en palacetes con criados —dijo ella—. Siempre las veo envueltas en encajes, al menos las ricas, y siempre están hablando de sus chismes aburridos. Las burudanas pobres son distintas, le abren las piernas a cualquier verdulero por algún favor especial. Tu sociedad es muy hipócrita. Yo me acosté con un primo mío cuando tenía dieciséis años, en el sótano de su casa encima de una pila de sacos de azúcar, nadie se enteró pero si se hubiera sabido tampoco habría sido un escándalo. Hoy por hoy soy soltera y vivo sola y no pasa nada por eso. Soy una mujer independiente que perfectamente se puede mantener sola. Otro punto a favor de los fardanos.
    —Supongo que tienes razón, Burudan merece un cambio en esa manera atrasada de pensar —admitió él—. La burguesía con sus rancias costumbres crea situaciones muy desagradables. También nuestra religión es muy estricta. Las mujeres adúlteras pueden ser asesinadas por sus maridos y no pasa nada pues se admiten como homicidios por causa de honor. Las chicas que no son vírgenes antes de la boda son una vergüenza para su familia y casi todas acaban en la calle contratadas en burdeles, los homosexuales son quemados vivos junto a las brujas acusados de ser adoradores del demonio y los hijos segundones como yo no heredan nada de la fortuna de sus padres. Yamalón dijo que los dioses naturales eran bondadosos y buenos, pero muchas interpretaciones de sus palabras han dado pie a cosas que a mí entender son abusivas. Somos una sociedad decadente y puritana, lo admito.
    Heather asintió satisfecha y se sentó a su lado en el suelo, recostando su espalda a la pared.
    —Entonces no eres de esos clérigos de mente estrecha, me alegro que puedas decir cosas así —dijo ella—. Fardan ha ocupado a tu país, y sé que de eso se desprenden muchas cosas desagradables pero no sé puede negar que el progreso les ha llegado a ustedes gracias a nosotros.
    Kurt la miró de cerca y sintió su respiración entrecortada. Su rostro lucía tan delicado, su pelo que caía sobre sus hombros, su piel era tersa y de aquel tono canela tan cautivador.
    —Heather —dijo él y al verla girar el rostro para mirarlo casi perdió la voz— eres muy hermosa Heather.
    Ella sonrió pícara, entrecerró sus ojos de largas pestañas y le dedicó una mirada vivás que lo hipnotizó. Estaban tan cerca que Kurt pudo sentir el calor de su aliento. El corazón le latía en la garganta, quería besarla, era lo único que quería en la vida hasta ese instante.
    —Puedes besarme, Kurt —le dijo casi en susurros —sé que te mueres por hacerlo y no veo nada de malo en eso…
    Ella no pudo seguir porque él ya había acercado sus labios a los suyos haciéndola callar. Kurt fue breve, apenas si le dio un toque tímido. Ella en cambio lo tomó por la espalda y lo besó por un rato largo. Era aquella una experiencia totalmente nueva para él, la sensación de suavidad de sus labios, la humedad de su saliva. Puso su mano en la cintura de la chica mientras ella lo seguía besando y tuvo que tomar un poco de aire porque perdía el aliento. Heather sonrió divertida.
    —Puedes tocar un poco más abajo si quieres, no me ofende —le susurró ella al oído.
    Kurt deslizó la mano sobre las caderas de Heather por encima del vestido y luego ascendió por sus muslos justo por debajo de la tela.
    —Los vestidos fardanos son muy prácticos —dijo él haciéndola reír otra vez.
    Ella se rodó los tirantes de los hombros y sus senos quedaron a la vista justo frente a su cara.
    —Si hubieras tenido que mancillar a una chica de Burudan aún estuvieras quitándole trapos sin llegar a verle los tobillos —bromeó ella.
    Ella le hundió el rostro entre sus senos y le pidió que se los besara.
    —Eres mío, joven monje —le decía al oído —. Vas a arrepentirte de haberte pasado tantos años encerrado leyendo libros de hace cuatro siglos, mírame y dime si no me deseas, si no harías lo que fuera por estar dentro de mí.
    —Eres la mujer más bella que he visto —admitió él.
    Kurt estaba sonrojado de oir esas palabras de la chica, le ardía la cara, debía tener toda la sangre estancada en las mejillas. Mientras tanto solo podía obedecerla y sostener sus pechos con las manos y chupalos.
    —Siempre quise desflorar a un erudito como tú, de esos que se paran orgullosos en los templos burudanos a decirles a las chicas que deben sentarse derechas y con las piernas bien cerradas. ¿Tú nunca hiciste eso, verdad? —seguía susurrándole ella al oído mientras le desabrochaba el pantalón—. Porque yo fui una chica muy traviesa y nunca fui a los templos a oír a los clérigos. ¿Me castigarás en nombre de Yamalón el profeta? ¿Me enseñarás a ser una mujer obediente? Ya casi estás listo, eres débil ante la carne como todos, cuando acabe vas a venerarme como a una diosa. ¿No te gusta lo que ves, joven monje?
    —Me encantas, Heather, eres perfecta —volvió a decirle.
    Ella lo tendió sobre el suelo y le bajó los pantalones, luego se quitó su vestido y se restregó contra él tomándolo por la cara.
    Poseído por una furia impropia de él Kurt la tomó por las muñecas y la llevó a la cama donde la tendió con los muslos abiertos para ponerse sobre ella. Aquella cara suya lo sacaba de sus cabales, ella sonreía toda cínica como dudando de lo que él iba a hacer.
    —Eres una fardana blasfema, Heather, debo enseñarte modales —le dijo para hacerla reír mientras comenzaba a moverse.
    Luego todo ocurrió tumultuosamente en un frenesí que no acabó hasta que ambos estubieron sudados y jadeantes. Tendido sobre la cama y con ella encima Kurt se sentía exhausto.
    —No sé cómo he aguantado tanto —dijo él sin aliento.
    —Tranquilo —dijo Heather riendo mientras movía sus caderas con un poco más de fuerza— Solo necesito que aguantes un poco más.
    Heather le susurraba cosas al oído que le ponían las mejillas coloradas. No tardó mucho y Kurt ya estaba sin aire y con la sensación de estar flotando en las nubes. Ella siguió hasta ponerse tensa y jadeante. Cayó sobre él como cansada, le tomó un instante recuperarse y ponerse a su lado.
    —Quisiera que te quedaras conmigo por siempre —dijo él abrazado de ella—. Pero supongo que estoy soñando.
    —Tal vez me tarde en irme de aquí, Kurt —decía la muchacha— puede que tengamos un tiempo más. Aún así no quisiera que te encariñaras. No tenemos nada que ver en el mundo de afuera. Esto fue agradable pero no pasa de una aventura. Espero que lo tengas claro.
    Sin embrago esas palabras le amargaron el alma. Ella había tenido curiosidad por él y tal vez un poco de diversión, pero cuando se fuera volvería a su rutina entre la élite del país, ganando mucho dinero y saliendo con los hijos de los poderosos. Al caso tal vez en mitad de alguna noche recordaría a Kurt Von Castle, el monje descarriado que la había entretenido en sus horas de cautiverio.
    —Supongo que tendré que conformarme —decir eso le costó mucho, lo que menos quería era conformarse.
    —Llevo mucho tiempo aquí contigo Kurt. Debo volver a mí habitación o puede que se den cuenta de que nos vemos.
    Ella se levantó para vestirse con apuro. En un instante tuvo el vestido puesto y el pelo acomodado. Kurt la contempló con una sensación agridulce, no quería verla irse porque disfrutaba tenerla cerca como nunca había disfrutado con nadie pero a la vez la necesitaba fuera de su vida lo más pronto posible, se arriesgaba a obsesionarse por algo que jamás tendría oportunidad de existir.
    Con calma él se puso los pantalones y se abotonó la camisa.
    De repente se abrió la puerta, no hubo avisos de pasos ni de cerraduras de candados, fue de golpe, fue abrir los ojos y Samara estaba allí parada en la entrada con Lohan detrás. Heather dio un salto y quedó pegada a la pared, su cara era una mueca de terror.
    —¿Como tú acabaste en este cuarto? —preguntó la bruja mirando a la muchacha.
    —Solo estábamos conversando, yo no he intentado escapar ni nada, lo juro —dijo Heather casi con las lágrimas en los ojos.
    Samara esbozó una sonrisa por breves segundos pero luego volvió a quedar sería.
    —Tranquila niña —le dijo la pelirroja—. Hoy te vas de aquí, tu padre ha negociado con nosotros y ha pagado un rescate.
    Kurt vio la cara de Heather cuando escuchó la noticia de su libertad y sintió una pena profunda. Estaba feliz de irse, de volver a su vida. Él sabía que eso era normal pero le dolía lo que significaba, ella lo dejaba atrás definitivamente.
    Por siempre recordaría ese instante, lo repetiría en su mente una y otra vez. Estaba triste, estaba a punto de llorar por aceptar que ella se iba y la energía fluyó en su interior. Los espectros comenzaron a danzar a su alrededor, se burlaban de él, hacían muecas grotescas, se reían a carcajadas mirándolo y él no podía hacer nada. Heather caminaba hacia la puerta donde estaba Samara con una expresión serena en el rostro.
    Entonces tuvo rabia, rabia de sí mismo, por estar condenado a no tener nada en la vida, ni siquiera el amor de una mujer. Levantó la mano con furia y los espectros cayeron de rodillas chillando y retorciéndose. Heather estaba casi en la puerta, casi se iba para siempre de su vida y él levantó la mano en dirección a ella. No tenía intención alguna respecto a eso. Le apuntó con los dedos y fue como si hubiera liberado un rayo.
    Por un instante Heather caminaba hacia la puerta y al siguiente estaba tendida en el piso con el cuello en una posición imposible. Sus pies se movieron febrilmente en espasmos de agonía, luego se quedaron quietos. Estaba muerta en un abrir y cerrar de ojos.
    Samara y Lohan se llevaron las manos a la cabeza y él quedó parado totalmente impávido mirando el rostro de la muchacha. Quiso morir, que se lo tragara la tierra, que lo fulminara el toque fatal de un dios. Cayó de rodillas cuando las lágrimas se le asomaban por los ojos. Se lanzó al lado de ella y le levantó la cabeza, la miró a los ojos pero estos ya estaban vidriosos mirando a la nada.
    —¿Qué hice? ¿Oh, dioses que hice? —gritó desconsolado al borde de la locura—. Perdóname Heather, soy un monstruo. No merezco vivir, destruyo todo lo que toco. Oh, dioses, mátenme, no me dejen seguir respirando ni un día más.
    Sin poder parar de llorar se quedó al lado de ella, acunando su cabeza, viendo como se ponía más pálida.
    Samara se agachó a su lado y lo tocó en el hombro.
    —Ya de nada sirve lamentarse, Kurt. Ya se fue, su alma fue con el gran señor de las tinieblas y no hay retorno —le dijo la bruja—. Te dejamos aquí porque sabíamos que los primeros días en contacto con la magia son los más difíciles. No tenías como saber que al apuntarle le estabas descargando un rayo de energía descomunal. No tienes ni idea de como usar tu magia, Kurt y hasta que no aprendas no podrás salir de aquí. Pero no te tortures, esto no fue tu culpa. Este será el recordatorio que te acompañará por siempre la gran carga que tienes sobre los hombros cada vez que entras en contacto con la energía vital. Debes hacerlo así si no quieres que la culpa te consuma.
    —La culpa me va a consumir, Samara —alcanzó él a decir entre sollozos—. Ya solo queda un gran vacío dentro de mí que no parará de crecer hasta que me consuma.

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    1. ¡¡Waoo!! Unas escenas fuertes y diría que bien logradas, excelentes. Hay una parte donde Heather reconoce estar llevando muy bien su secuestro, eso me intrigó, ella parecía muy tranquila, pet bueno el camarada Volgondring también reparo en ello. Lo siguiente fue: ¡¡bumm!!, bombazo, no lo esperaba, no he leído las diatribas de Lymaeel, supongo que ahí te habla sobre esos giros y golpes de efecto. EXCELENTE. Sigue así camarada.

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      1. Me das mucho crédito, esto se puede mejorar más pero se agradecen los ánimos. Siempre pensé que esta escena les iba a parecer chocante pero era importante para lo que pasa después. Leer a Limyaeel me ha ayudado mucho, no lo voy a negar, me he apoyado en ella para hacer este proyecto. Es mi primera novela ambientada por entero en un mundo de fantasía y las diatribas me han dado un norte. Gracias por comentar Sauron, nos leemos.

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      1. No se pierda las próximas entregas camarada y averiguará lo que sigue. En efecto nuestro bisoño mago debe tener quien lo guíe y sin dudas lo tendrá pero nuestra querida Samara no tendrá tiempo para eso. Gracias por leer y comentar.

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  11. Con este capítulo 6 me pongo cerca de la meta, trataré de mantener este ritmo por algunos días más. Estoy de vacaciones hasta la semana que viene y luego tengo un curso de quince días que me va a dejar cierto tiempo libre pero no como ahora, por eso estoy adelantando todo lo que puedo. Espero acabar el borrador de la novela este mes, pero el proyecto no para de crecer y ya estoy pensando en dos libros incluso. El proyecto no va a quedar descontinuado, eso lo aseguro, y de momento tengo tiempo y unos quince esquemas de capítulos completos, la novela estaba organizada en ideas por capítulos que he recolectado en una libreta, gracias a eso he podido escribir a este paso pero no voy a negar que ya comienzo a sentir la fatiga, llevo una semana vinculado casi por entero al proyecto y nunca había sido tan productivo. Tengo planeado hasta un final para el libro actual, solo espero que el tiempo me acompañe. Gracias a todos por pasar por acá y darme sus criterios.

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  12. Palabras: 3592.
    Cuenta Global: 27 085.
    Faltan: 2915 palabras.
    Capitulo 7.
    —Tiré el cuerpo en el muelle —le dijo Lohan mientras se sentaba en una banqueta y se servía una copa de vino—. La envolví en sábanas y la amarré con buenas cuerdas. Le pusimos unos cuantos sacos de piedras, debe estar en el fondo. Si vuelve a la superficie ya estará irreconocible y nunca podrán identificarla. Pensarán que es alguna prostituta callejera asesinada. Pero igual estamos en un aprieto, Samara. Su padre ya pagó la mitad del dinero.
    Ella tenía un dolor de cabeza atroz. Había dormido muy poco aquella madrugada a la espera de que él regresara. Por suerte ya el cadáver había desaparecido, pero eso no eliminaba los problemas.
    —Mills va a unirse a la cacería en nuestra contra, no es estúpido —dijo Samara— cuando vea que si hija no aparece querrá respuestas que no podemos darle. Nos buscará hasta debajo de las piedras. Es un hombre de recursos con mucha gente que lo puede ayudar. El populacho la adula por hacer grandes obras de caridad y pagarle médicos a los enfermos pobres, cuando se sepa que le desaparecimos a su hija perderemos aún más la poca reputación que nos queda. Esto solo se pone peor.
    Lohan bebió en silencio mirando al techo hasta que rato más tarde soltó un suspiro.
    —¿Fadot no se ha aparecido? ¿No tiene nada para nosotros? —dijo el muchacho muy molesto—. Somos todo lo que le queda. Yo en su lugar atendía más a mi gente. Quiero ver quién va a seguir esta guerra perdida si nos matan.
    Samara tomó una copa y se sirvió un poco de vino para ella.
    —Sabes que Fadot responde a sus propios intereses y que para él siempre hemos sido desechables —dijo ella—. La ayuda que nos dio fue Kurt, y ahora mismo me da más problemas que soluciones. En tremendo aprieto nos ha metido su novatada con la magia. Le quebró el cuello a la chica como si hubiera sido una rama tostada.
    —Pero es fuerte —puntualizó Lohan—. Lo que vimos fue pura fuerza bruta sin técnicas de por medio y juro que utilizó una cantidad de energía verdaderamente temible. Hay que lograr que trabaje para nosotros.
    —Está totalmente loco ahora mismo, amigo querido —continuó la bruja—. Tendremos suerte si no se suicida. Habrá que vigilarlo noche y día hasta que vuelva a ser una persona. Pero ya pensaremos en eso. Debes estar exhausto con toda esa tarea que tuviste encargándote de la chica. Creo que debes dormir, yo también debo hacerlo. Faltan par de horas para el alba. Me muero por un poco de descanso.
    —Tienes razón, voy a mi cuarto a dar un pestañazo. Si te levantas y sigo rendido ve a despertarme, en la mañana hay varias cosas que hacer —dijo él poniendo la copa vacía junto a la botella y levantándose de la banqueta—. Nos vemos en un rato.
    Samara fue hasta las escaleras y subió a su habitación. La casa estaba en calma, ya a esa hora la taberna de Sally hacía rato que no tenía clientes y reinaba el silencio. Abrió la puerta del cuarto y la cerró con pestillo tras pasar. Se cambió el vestido por una bata de dormir y fue a la cama que le pareció deliciosa, como se sentiría caer en una nube. El sueño la venció de inmediato.
    Le costó mucho despertar cuando se coló la luz por las rendijas de la ventana pero no iba a remolonear. Hacía años que no podía hacerlo, desde que era una bruja fujitiva con precio por su cabeza.
    Se alistó y apartó las cortinas. Había una buena panorámica de la calle desde allí. Nada parecía indicar que la taberna se hubiera convertido en un lugar inseguro pero ya para ella ningún lugar era idóneo para esconderse. Por la estrecha calle de adoquines pasaban los pueblerinos hacia sus trabajos. ¿Cual de ellos sería el delator que llevara a la policía hasta allí? Imposible adivinarlo.
    El día ya estaba comenzando en aquel rincón humilde y gris de Burudan donde los más pobres mal vivían. La bruja se lavó la cara y bajó a ver a Kurt. Primero le pidió a Sally algo para que el monje desayunara y fue hacia las habitaciones del fondo de la casa para verlo. Se preguntó si lo encontraría colgando del techo cuando abriera la puerta pero en cambio lo halló en el piso hecho una bola con la mirada fija a la pared.
    —Te traje pan recién hecho y un poco de leche, Kurt. Me parece que debes comer algo.
    —Ella era inocente, era una mujer hermosa e independiente, le iba muy bien en la vida y yo la maté —dijo él con la voz quebrada—. Lo que debo es morir de hambre. Merezco agonizar y consumirme en vida. Es lo justo.
    Samara soltó un suspiro del tedio que le causaba aquella situación. Sin dudas que le iba a costar mucho trabajo volver a aquel sujeto un mago útil para la causa. Puso lo que había traído para él sobre la mesa y arrastró una silla para sentarse a su lado.
    —Lo superarás, no fue tu culpa —comenzó a decirle tratando de componer algo convincente en su cabeza, no se le daban bien las palabras conmovedoras— esas cosas pasan cuando uno está aprendiendo, la mató tu magia pero no fuiste tú, fue un accidente.
    Kurt lloraba en silencio y moqueaba de vez en cuando con los puños apretados y el pelo revuelto de cuando le daba por encajarse los dedos en el cráneo.
    —Estoy condenado a ver destruirse todo lo que me rodea. Deberías matarme, solo te traeré desgracias.
    —No lo entenderás, al menos no ahora, pero debes levantarte y buscarle un sentido a tu vida —volvió a decirle—. Tienes una mente talentosa, Kurt, si logras la fuerza suficiente podrás desentrañar misterios que de lo contrario quedarán en el olvido. No aprenderás nada si mueres.
    Sabía que el pobre amaba el conocimiento, tal vez llevando la conversación hacia ahí tendría algún resultado.
    —Ya nada me importa, Samara. ¿Qué haré con el conocimiento cuando lo encuentre? ¿De qué servirá? Mejor morir, huir de todo, buscar el silencio de la muerte definitiva, sumergirme en la tiniebla de las almas enagenadas. No puedo vivir con esa culpa que me carcome por dentro.
    —Sé lo que sientes —le dijo ella.
    —¡Cállate, no lo sabes! —le gritó Kurt en un repentino ataque de rabia—. No sabes lo que es darte cuenta de que has tomado la vida de un inocente que confió en ti, estoy seguro de que has matado a mucha gente pero no a quien has estimado mucho. Ella fue muy buena conmigo, me hizo creer en mí por primera vez en la vida, me hizo tener una esperanza. No me duró ni dos minutos la esperanza —entonces rompió a llorar de nuevo.
    —Yo maté a mi familia —dijo ella con amargura—. Los maté a todos en un arranque de rabia, incendié mi casa con ellos dentro. Tenía catorce años y mi magia comenzó a manifestarse. Sé lo que sientes Kurt. No eres el único al que ha tocado la desgracia.
    Él se incorporó y se sentó en el piso de madera. Había logrado captar su atención.
    —Supongo que te debo unas disculpas ¿Como lo superaste? —quiso saber.
    —Traté de matarme. Mi tía materna me encontró colgando de la rama de un árbol al fondo de la propiedad de mi familia, me bajó a tiempo y me llevó con ella —confesó Samara—. Ella era bruja, al contrario de mi madre sabía lo que me estaba ocurriendo.
    —¿Te enseñó a controlar tu energía? —preguntó él con interés.
    —La quemaron viva en la plaza al poco tiempo, me temo que no. Pasó hace diez años. Debes acordarte del caos de esos días cuando la conquista.
    Él tomó aire profundamente. Ya no lloraba, su rostro había adquirido un aire más ecuánime.
    —En la soledad del convento el cambio de gobierno fue para mí algo distante —dijo Kurt—. Sé que hubo guerra pero apenas tomaron Burudan los sacerdotes encerraron a todos los aprendices en los sótanos. Cuando volvimos a ver el sol ya este país era otro. Imagino que tu familia cayó en las purgas.
    Samara tuvo que controlarse para no dejarse llevar por los recuerdos de aquellos días cuando era una niña sola en las calles, comiendo de la basura y escuchando a la gente hablar de las ejecuciones públicas.
    —Sí, yo sobreviví de milagro. Fardan nos ocupó en cosa de una semana —dijo ella—. A la llegada del lord canciller todos los nobles con cargos en el gobierno fueron encarcelados. Casi toda mi parentela cayó en las redadas de esos días. Los Von Rutherford eran importantes terratenientes con amplio control sobre la agricultura en Burudan. Mi tía en cambio fue a prisión por brujería, con los fardanos era ilegal. Luego comenzaron las torturas y los juicios públicos. El lord canciller doblegó a todos los prisioneros a base de golpes y mutilaciones. Divulgó secretos desagradables sobre la realeza, mezcló mentiras con verdades y puso al antiguo gobernador de Burudan y a todo su gabinete a acusarse de los robos y crímenes más descarados delante de toda la ciudad. Fue algo grotesco de ver. Dicen que mi tío confesó haber vendido casi todo el trigo del país para llenarse los bolsillos de oro, era una vil mentira pero aún hoy muchos dicen que fue un ladrón. Las ejecuciones no pararon por semanas enteras. Al día decapitaban a más de seis nobles luego de sus correspondientes confesiones. Acabando con ellos quemaron a todos los brujos capturados. Mi tía fue de las primeras. Ahí me quedé sola en la vida.
    —Cuanto lo siento, imagino que fue muy duro para ti —le dijo él en un torpe intento por consolarla—. Sé que los familiares de los altos cargos de la pasada República lo pasaron muy mal. Muchos hijos de antiguos ministros murieron de hambre en la calle.
    Ella sabía que había sido así. El populacho se ensañó con los nobles destronados y sus familias. La mayoría los odiaba y al verlos caer se desquitaron de las peores maneras, saqueando sus casas, violando a sus mujeres y asesinando a los que identificaban como de la antigua nobleza. Muchos grandes señores acabaron en el cadalso sentenciados a muerte por presión popular.
    —Yo casi fui una de esas víctimas —reflexionó Samara— pero por suerte el gremio de magos me recogió y me formaron como la bruja que soy ahora. Mi punto es Kurt, que gente tan inocente como Heather sigue muriendo en este país. La ocupación cuesta en sangre, y se ha derramado mucha. Para que unos cuantos vivan en el lujo el resto tiene que esperar por una prosperidad que no llegará jamás. En tus manos está la oportunidad de ayudarnos a sacar a esos tiranos de este lugar. Es una buena causa por la que luchar.
    Sin embrago el ex monje no lucía convencido.
    —Pero en el fondo no es mi causa —le respondió él—. Fardan ocupa estas tierras desde hace diez años. Lo hace con mano de hierro, es cierto, pero no me ha quitado a ningún ser querido. En tu caso perdiste a gente muy cercana cuando la conquista, la venganza te mueve pero a mí no. ¿Qué bien le haríamos a este país con más guerra? ¿Qué vamos a fundar aquí? Burudan ya no es más la de antes. Hay demasiados rencores y criterios divididos. Una burguesía nacida con la ocupación que le debe mucho al lord canciller, un antiguo ejército burudano que mutó a banda de forajidos, un pueblo hambreado y herido que solo sueña con vivir sin el miedo de morir mañana. ¿Crees que llegando al poder lograrás algo mejor de lo que ya existe? ¿No son igual de traicioneras las guerras civiles? ¿No son acaso igual de injustas, sangrientas y dañinas que las otras guerras? Veo tu afán por llevarme a la magia, Samara, lo que no veo es que tienes para ofrecerme para que me una a tu causa. Tal vez ni tú misma sepas por qué estás metida en una guerra contra el lord canciller. No más allá de lo que te dijeron siempre los que iniciaron la guerra antes que tú. No veo motivo alguno por el cual podría yo luchar. Burudan no me ha pedido que yo lo salve, ni a ti tampoco. Tal vez debas pensar en eso, Samara. Seguro estoy que peleas por venganza, es un buen motivo, por desgracia no lo comparto. Solo quiero morir para dejar atrás está desmotivación. No tienes nada que ofrecerme, ahora lo veo claro.
    Sus palabras la dejaron en silencio. Ni ella misma estaba convencida ya de los motivos por los que luchaba. Tampoco tenía claro el proyecto de país que tenía para Burudan. Sus motivos eran simples, no iba a dejarse matar.
    —Te diría que lucharas por tu vida pero veo que ya ni eso te importa —le dijo ella—. ¿Qué vas a hacer?
    —No voy a hacer nada, voy a tirarme a morir.
    Era caso perdido, ese no podía con su conciencia y ella no podía desgastarse más por él. Dejó el desayuno sobre la mesa y a él en su agonía.
    Afuera la esperaba Lohan listo para salir a la calle. Tenían que entrevistarse con algunos colaboradores esa mañana. La nueva colonia fardana sería construida en el distrito sur y aún no se había definido que espacio iba a ocupar. Era de vital importancia saber que parte del distrito sería demolido. Se estaban quedando sin escondites.
    Entonces apareció Fadot frente a ellos como salido de la nada con su sonrisa maliciosa. Vestía un lujoso traje negro con un alto sombrero y se apoyaba en un bastón con empuñadura de oro. Al verlos les dedicó una burlona reverencia. Tenía el pelo rubio impecablemente peinado y el bigote en su lugar con las puntas torcidas hacia arriba.
    —¿Donde está mi muchacho? —preguntó con entusiasmo—. ¿Ya sacaron al mago que hay dentro de él?
    Samara soltó un hondo suspiro y miró al demonio contrariada.
    —En su primer uso de la magia mató a una chica que teníamos secuestrada, fue un accidente —explicó ella—. Ahora la culpa lo mata. No sabemos que hacer con él.
    El demonio puso cara de intriga y se mordió el labio.
    —Necesitamos poner a ese ser a trabajar. De lo contrario muy mal andamos —dijo Fadot—. Ustedes deben ayudarlo, tiene muchas inseguridades y pocas motivaciones, tenemos que darle cosas por las que luchar. De lo contrario estamos desperdiciando a un soldado extremadamente fuerte.
    —El problema es que está en la más profunda depresión —explicó Samara—. Si pudieras hacer algo te lo agradeceríamos mucho.
    El demonio asintió y echó a andar por el pasillo sin que nadie le explicara donde estaba Kurt. Fue directo a la habitación, ellos dos lo siguieron. Al encontrarse con el candado cerrado Fadot tocó la cerradura con la punta del dedo y esta se abrió al instante. Kurt estaba en el centro del cuarto, sentado en el piso abrazando sus rodillas y mirando fijo a la pared.
    —¿Sufriendo por amor? —dijo el demonio en tono burlón.
    Kurt se puso más serio y lo miró casi con rabia.
    —No sabes nada de mí como para venir en la hora de mi desdicha haciéndote el que tiene todas las respuestas —dijo el joven monje con muy malas pulgas—. He decidido morirme de hambre, cualquiera que quiera hacerme cambiar de idea pierde su tiempo, tú incluido, Fadot.
    —¿Seguro?—preguntó el demonio con su sonrisa sardónica pegada en la cara.
    El demonio alzó la mano y señaló con el índice una esquina de la habitación. El aire se fue haciendo más frío hasta volverse cortante. Un humo extraño fue apareciendo por allá y por acá mezclándose en un remolino lento que poco a poco trajo a la vista una silueta humana. Primero fue muy poco nítido, después se vió un vestido blanco desgarrado y unos pies descalzos muy pálidos. Tardó algún rato pero Heather se apareció allí con una blancura cadavérica en la piel mientras temblaba apretándose los hombros con las manos. Miraba al suelo y lloraba, parecía inmune a la presencia de todos ellos en la habitación, lloraba con los ojos entrecerrados y las mejillas azuladas. Parecía muerta del frío.
    Kurt se avalanzó sobre ella y trató de tocarla pero sus manos atravesaron al espectro.
    —¡Heather! Soy yo, Heather, mírame, mírame por favor, dime que me perdonas —le rogó en vano.
    Tirado a los pies de la aparición volvió a llorar desconsolado.
    —Tiene frío Fadot, está atormentada —le dijo Kurt al demonio volteandose hacia él—. Está sufriendo Fadot, tienes que dejarme hacer algo. Tienes que ayudarme.
    El demonio tomó un tono más sobrio, como si se hubiera compadecido del joven monje.
    —Está en las estancias de los penitentes amigo mío —le explicó el demonio con voz franca—. Está en un largo tránsito hacia las tinieblas. Fuera de nuestro alcance. Los que mueren por medio de la energía hacen pocas escalas.
    Kurt lo miró suplicante.
    —Dime si puedes ayudarla, dime si puedes hacer algo por ella, lo que sea. Me metiste en este mundo, Fadot. Tienes una deuda conmigo.
    El demonio le puso la mano en la cabeza y lo miró a los ojos con una seguridad propia de un padre.
    —En nombre de nuestro divino señor muchas cosas pueden hacerse para ayudar a tu amada, estimado pupilo. La pregunta siempre será que precio estás dispuesto a pagar para lavar tu culpa ante esa inocente.
    —Mi vida, mi conciencia, todo lo que soy, no vale nada —dijo Kurt—. Poco me importa lo que me ocurra, haré lo que sea por tal de lavar mi culpa pero a cambio quiero una sola cosa. Si me la garantizan prometo ser el hombre más fiel que nuestro señor pueda tener.
    —¿Qué pides exactamente, muchacho? —quiso saber Fadot.
    —Quiero que Heather vuelva a vivir, si nuestro señor es en serio tan poderoso me cumplirá tal petición, solo pido eso, enmendar mi error.
    Fadot sonrió conteniendo una carcajada.
    —Tienes agallas, pupilo, es un precio caro el que debe pagar nuestro líder a cambio de tus servicios —afirmó el demonio—. Pero tal es el poder del gran amo de las sombras que te lo va a garantizar. Yo hablo en su nombre y te digo que el señor traerá de vuelta a tu amada de regreso al reino de los vivos, pero debes cumplir primero con la tarea que se exige de ti.
    —¿Cual es la condición? ¿Qué debo hacer para enmendar lo que le he hecho a esa inocente?
    —Debes derrocar al lord canciller, y luego tomar Fardan —le dijo Fadot—. Lo que se te ha pedido desde el inicio. Solo en ese momento habrás pagado el servicio que acabas de solicitar. Solo cuando Fardan caiga tu amada te será devuelta.
    Kurt quedó pensativo un rato, no respondió en lo absoluto solo miraba al suelo.
    —¿Y bien muchacho? ¿Qué objeciones tienes ahora? —quiso saber el demonio.
    —La devolveré a un mundo en el cual su familia habrá muerto y la guerra estará aún incendiando campos y ciudades —dijo Kurt—. Me odiará por siempre.
    —¿Prefieres dejarla entonces en el reino de las tinieblas? —preguntó Fadot—. ¿La dejarás atormentada por toda la eternidad en un sitio al cual tú la enviaste? ¿Eres tan egoísta que prefieres verla en el infierno por siempre solo porque no va a ser tuya cuando vuelva? ¿Buscas lavar la culpa hacia ella o tenerla como trofeo? Decide niño, las cosas en la vida nunca son en tu total beneficio. El señor te da una oferta pero debes pagar por ella. Tú decides si puedes hacer lo que te piden.
    Kurt volvió a mirar al espectro que temblaba de frío y apretó los puños.
    —Quiero un contrato por escrito, Fadot, necesito que el gran señor de las tinieblas prometa hacer lo que has dicho a cambio de que aprenda la magia y la desate sobre Burudan y Fardan. Sin un contrato no haré nada.
    El demonio metió la mano en su saco y extrajo un papel doblado.
    —Ya tengo el acuerdo listo, siempre tengo un contrato a mano a la espera de una ocasión así. Firmemos Kurt Von Castle.
    Él recibió el papel y lo leyó con detalle.
    —¿Falta algo? —quiso saber Fadot—. Nunca suelo equivocarme pero en este mundo imperfecto hasta nosotros los elegidos cometemos errores.
    —No, todo está en orden.
    Desde la puerta, Samara vio como el demonio le entregaba una navaja a Kurt y luego como este se cortaba en el pulgar para estampar su huella ensangrentada sobre el papel.
    —Está hecho —afirmó Fadot— has contraído una obligación con el gran señor, pupilo. Recuerda que si incumples tu parte tu amada sufrirá más allá de lo necesario. El señor no tiene misericordia con los traidores y si el dolor que ella podría experimentar es innenarrable el que sufrirás tú es cosa de otro mundo. Recuerda eso cuando pienses en hacer otra cosa que no sea destruir a Fardan. No desates la ira de nuestro señor.
    Kurt asintió y el demonio se esfumó junto al espectro de Heather. Fue entonces cuando Samara quedó sorprendida. El antiguo monje se puso de pie y caminó hacia ella.
    —Estoy a sus órdenes, mi señora —le dijo el que hasta hacía muy poco lloraba en el piso—. Su guerra contra Fardan es mi guerra a partir de hoy. Lo juro.

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  13. El capítulo 8 del día de hoy se publicará mañana en la mañana, me temo que es un capítulo largo y no me alcanzó el día de hoy para acabarlo. En sí solo le faltan unos párrafos pero aún debo leerlo para arreglar detalles menores, signos de puntuación, tildes perdidas y demás y por tanto no puedo ponerlo hoy en la noche como tenía previsto. Lamento mucho no poder seguir la secuencia de un capítulo diario, espero me comprendan, es un capítulo que según veo va a llegar a las 5000 palabras él solo y me ha dado trabajo. Gracias a todos.

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    1. Igualmente felicidades camarada, ya superarse el reto, se veía venir. Aún no me he leído el capítulo. Ha sido un día ajetreado, pero en cualquier momento lo leo y te digo mis opiniones.

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      1. Gracias Sauron, léelo cuando puedas. Particularmente el capítulo 7 luego de la muerte de Heather en el 6 y este 8 que habla de los Collins me costaron mucho trabajo y los saqué a la carrera. Ya cuando los veas me dices que tal te parecieron. Nos leemos.

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  14. Palabras: 5143.
    Cuenta global: 32 228 palabras.
    Faltan: Reto del NaNoWriMo cumplido!!!
    Capitulo 8.
    Los dos soldados venían siguiéndolo desde la cuadra anterior. Parecían despreocupados y conversaban de alguna cosa. Tal vez solo era casualidad pero Karl no pensaba tomar riesgos, se los tenía que quitar de encima. Entró por un callejón lleno de vendedores ambulantes de frutas y verduras y luego se apuró de doblar en la siguiente esquina. Por precaución volvió a desviarse unas calles más y por suerte comprobó que los guardias se habían quedado atrás. Solo entonces puso rumbo a la casa de Fokker.
    Ahora era calvo, incluso se había pasado la navaja por la cabeza. Le daba risa en el espejo como su cráneo era una gran bola blanca pero no le quedaba mal. En cambio no se había rasurando la cara en semanas. Con eso había logrado el inicio de una buena barba. Nadie que no lo conociera asumiría que aquel hombre flaco con ropa de estibador del puerto era Karl Collins pero demasiados enemigos había cosechado en la vida como para pensar que su disfraz era perfecto. En algunas calles habían puesto carteles con su dibujo y el anuncio de una recompensa de cuatro coronas de oro por información que llevara a su captura. Por suerte en la imagen lucía afeitado y vestido con un buen traje negro, nada más lejos de su facha de entonces. La recompensa lo hizo reir, cuatro coronas de oro, que barato el pago por un hombre que por poco ocupa una silla en el parlamento.
    Al llegar a la calle Herman Chester esperó para acercarse a la casa. La confianza es la desgracia de todos los movimientos revolucionarios. Un transeúnte extraño, un verdulero parado más tiempo del habitual, alguien mudándose nuevo al vecindario, cosas así siempre acaban con la policía rompiendo la puerta del escondite y él era muy cuidadoso con mirar bien la calle antes de ir a la casa de Fokker.
    Al tocar la puerta Paul personalmente le abrió, luego de ver que era él por la mirilla, claro está. Lo llevó al sótano donde estaban los otros. Esa mañana iban a tener una reunión. Las reuniones eran raras entre ellos últimamente. El movimiento Libertario estaba haciendo atentados a diario por todo Burudan y que sus principales líderes se aglomeraran en una misma casa muy seguido era un riesgo grande para la seguridad. De hecho iban a tener que dejar de usar la casa de Paul. Era la tercera reunión que hacían allí y si la policía ataba bien los cabos podían dar con el lugar.
    Hans Graham y otros ocho aguardaban alrededor de la gran mesa del sótano. Del techo colgaban varios faroles y en la pared habían unos cuantos candelabros con velas prendidas para traer la luz a aquel antro subterráneo. Como sea la penumbra predominaba.
    Karl tomó asiento luego de saludar a todos los presentes.
    —Desde ya anuncio que no podemos usar más esta casa para estas cosas —dijo él—. Es una locura y una irresponsabilidad. Tres reuniones seguidas donde mismo va a poner a los fardanos sobre aviso de que algo extraño está pasando.
    —No hay de momento un mejor lugar, compañero Collins —le dijo Graham— pero su planteamiento es válido y se le apoya.
    Karl asintió y se sirvió un poco del vino que había en una jarra cercana.
    —Estoy intrigado por la premura con la que se organizó este encuentro —agregó él—. Nos reunimos hace par de días. ¿Qué es tan importante como para volver a vernos nuestras feas caras? Hans, te veo con más ojeras, duerme un poco, te hará bien.
    Graham sonrió pero algo en su expresión le indicó que estaba ocultando algo. Sin dudas que el tema que se iba a manejar allí no sería agradable.
    —Karl obtuvimos una información muy importante y de ella se desprenden un grupo de cosas que te afectan, así que antes que nada creímos que había que hablar contigo —le explicó Paul—.
    Con esa introducción solo una cosa le vino a la mente.
    —Pasa algo con mi hermano ¿no es así? —les dijo a todos—. Antes que me expliquen nada. Peter es un burgués rancio y lame botas del gobierno pero no se mete con nadie. Tampoco es el único que hay. Si quieren extorcionarlo por mi perfecto pero me niego a que lo hagan objetivo militar. No es un represor.
    Hans soltó un hondo suspiro.
    —Tal vez tengas razón en parte de eso que dices pero no conoces el panorama que acabamos de confirmar y queremos que escuches todo para luego debatir la conducta que tomaremos.
    —Me parece muy bien, compañeros —afirmó él—. Prometo no interrumpir hasta que toda la información sea expuesta.
    Graham tomó un expediente que tenía frente a él en la mesa y lo abrió para sacar algunas hojas.
    —El tirano de Elijah Oakwood va a construir una nueva colonia fardana, ya el acuerdo está firmado, el parlamento se calló la boca y se aprobó un presupuesto exorbitante —explicó Hans—. Se van a destruir cientos de casas en el distrito sur. Todas las familias afectadas serán llevadas a un campamento que se les hará en las afueras de la ciudad. El dinero para crearles un refugio es ridículo, vivirán como animales. Estamos hablando de familias enteras tiradas a su suerte en tiendas de campaña en un descampado, negocios cerrados para siempre y más hambre y tragedia para los pobres de este país. En cosa de un mes deben estar empezando las obras de demolición antes de que la construcción empiece. Esto va a ser un desatre de proporciones épicas. Los desalojados van a morir a la interperie sin que a nadie le importe. Otra muestra del esterminio al que Fardan nos somete a los burudanos. Seguro te preguntarás que tiene que ver esto con tu hermano.
    En efecto que se lo estaba preguntando pero le daba miedo oír lo que sin dudas venía a continuación. Había prometido no hablar, así que se limitó a asentir en respuesta a lo que Hans había dicho.
    —Bueno, esto es lo que pasa —continuó su amigo—. Tu hermano ha agrandado su área de influencia y ahora es el dueño de la compañía constructora que va a hacer la nueva colonia fardana. Pero lo serio es que además de eso tiene una banda de delincuentes que está sembrando el terror en el distrito sur. Ya sabes cómo es la gente. No se quieren ir de sus casas para que un ricachón como Peter Collins le construya un palacete a un extranjero. Están ocurriendo asesinatos, Karl, los delincuentes están matando a los vecinos que más han protestado por el desalojo. Tu hermano está detrás de esas muertes. Tres padres de familia están en el cementerio por su culpa. Obviamente quiere anotarse unos puntos con el lord canciller dándoselas de hombre fuerte. El movimiento entiende estos hechos como de alta importancia y por tanto hemos decidido crear un comando para ajusticiar a Peter Collins. La orden aún no ha sido dada pues debíamos consultar está decisión contigo.
    Karl apretó sus puños y contuvo las lágrimas que estaban a punto de brotar de sus ojos. Su hermano, el mismo que lo había visto crecer, el hombre seguro de sí mismo e independiente que había levantado un imperio desde la nada. El hijo favorito de su madre, el triunfador, el que le había salvado la vida en su último choque con los tribunales, tenía que morir. No podía creerlo.
    —Quiero una prueba irrefutable de que los delincuentes son pagados por mi hermano, de lo contrario me opongo totalmente a esta medida —dijo él ya muy afectado.
    —Capturamos a dos de los bandoleros, Karl. Ambos confesaron que es tu hermano quién les da las instrucciones. Él ordenó matar, por lo tanto no podemos quedarnos al margen.
    —Tal vez Peter solo es el portavoz del verdadero autor de los asesinatos. Lo conozco, él ama el dinero y el lujo pero no creo que sea capaz de algo así —sentenció él dando un manotazo en la mesa—. No puedo dejarlos que tomen esta decisión a la ligera, un hombre que mata a su hermano no tiene el perdón del creador. Si luego se demuestra que era inocente de esto que ustedes dicen tendré que matarme de la vergüenza. No podré mirar jamás a mi madre a la cara. No, Graham, mi hermano no es un asesino, un avaro mezquino sí, pero no es un asesino. Me niego, no voy a aceptar que tomen esta decisión sin mi. Soy uno de los líderes de este movimiento.
    —Pero no el único —dijo Fokker con su voz pausada y baja—. Somos el estado mayor de esta organización, somos un parlamento de iguales. Las pruebas están ahí, Karl, hay testigos que lo ubican entregando pagos y dando las órdenes. Si es el máximo responsable o no eso es secundario. Accedió a orquestar los asesinatos. Ha hecho algo ruin propio de un ser sin moral. Tu hermano es burudano, pero se codea con los opresores de su raza. Ahora mismo es uno de los hombres con más influencia en el gobierno, por su dinero y sus contactos. Es tu hermano y sé que te duele, pero la decisión ya fue a votación. Esta reunión era para que nos dijeras algo de peso que nos hiciera reconciderar pero únicamente nos has mostrado tus emociones. Compartimos tu dolor, compañero Collins, pero tu hermano debe morir. No tendrás nada que ver con ello. Un comando de hombres que no conoces ya está designado para empezar a diseñar un atentado. Eso es lo que debes saber.
    Él no concebía creer todo aquello. Lo peor era que le había caído toda la información de súbito sin tiempo para reflexionar.
    —Disculpen pero si querían que yo les diera algo que los obligara a reconsiderar tenían que haberme dado un tiempo para hacer averiguaciones —atinó a decirles—. No se llama a un hombre para informarle que le van a matar a un hermano sin darle además la oportunidad de presentar una defensa para esta acusación que han hecho. Exijo una semana para venir ante ustedes de nuevo y exponer mis hallazgos.
    Todos se quedaron en silencio, algunos con la cabeza baja y otros entrelazando los dedos.
    —Te damos tres días, Karl —dijo Hans—. ¿Alguien aquí tiene en mente otro plazo?
    Pero nadie refutó los tres días, así que ese fue el tiempo acordado. Él estaba molesto, tendría que tener mucha suerte para aprovechar bien esos tres días.
    —Es muy poco tiempo, Graham —protestó Karl—. No es justo y lo sabes.
    Hans lo miró con total seriedad y una mirada condescendiente, pero no respondió.
    —Tendrás acceso a la información que tenemos —le dijo Fokker—. También a los testigos, además de eso puedes ver a quién quieras. No creo que tardes en llegar a la misma conclusión que nosotros. Tres días serán suficientes.
    —Entonces supongo que debo irme ya, mi plazo ya se está descontando —les dijo a todos con despecho—. Nos vemos en tres días. ¿Donde será la reunión?
    —Eso te será informado en su momento, al seguro no será aquí, hemos usado mucho esta casa —afirmó Hans—. Cuídate mucho y no hagas ninguna locura, compañero Collins. Te estimamos mucho, para nosotros tampoco es fácil vernos en esta penosa situación.
    —¡No me hables con esa formalidad, Hans! —gritó con rabia—. Mi hermano solo me duele a mi. Ustedes solo ven a otro perro lamebotas al que hay que matar pero yo sí siento esto en carne propia. No se le pide a un hombre que esté de acuerdo con la muerte de su hermano. Será lo que sea, pero es sangre de mi sangre. ¡Es mi sangre! Si esta decisión está equivocada y no la detengo a tiempo voy a estar maldito por siempre, habré traicionado a mi madre y a mi apellido. Seré un hombre sin honor.
    Entonces salió de allí casi a la carrera reprimiendo las lágrimas que se le salían. Tenía que aclarar aquel asunto. Eso era lo único importante.

    El carruaje vino por Peter a las once para llevarlo al cementerio. Aquel día su padre cumplía nueve años de muerto. Él se puso uno de sus mejores trajes, incluso estrenó una camisa nueva. Aquella mañana la asociación de industriales de Burudan iba a rendir homenaje a Conrad Collins, principal impulsor de la reforma industrial que llevó a la creación de decenas de fábricas en Burudan luego de la ocupación gracias a los convenios entre Fardan y la naciente junta de negocios. Un día como aquel su padre había sido asesinado por un muchacho proveniente de la destronada nobleza campesina del gobierno anterior. A su padre nunca le perdonaron negociar con los ocupantes extranjeros. Murió antes de ver terminado el proyecto que empezó, por suerte él había sido un buen continuador.
    Su madre y sus hermanas irían al encuentro, se depositarían flores y acto seguido habría una reunión social en el restaurante: «El emperador», el más exclusivo y lujoso de Burudan donde la asociación de industriales había reservado un almuerzo.
    Al llegar al lugar había una mañana de muy buen sol, el clima era fresco y la imagen del césped verde y los árboles frondosos que crecían en fila junto a las calles de adoquines del interior del cementerio daban una imagen agradable. Ya muchos habían llegado y Paul aprovechó para irlos saludando. Su madre llegó un poco después vestida toda de negro como mismo lo hacía desde hacía nueve años. La seguían sus tres hermanas, las gemelas Zoey y Martha, tenían doce años, la mayor Stacy, ya era toda una jovencita de dieciséis. Muy bonitas sus hermanas, en unos años tendría que buscarles buenos maridos, pero ya habría tiempo de pensar en eso. Poco después acabaron de llegar los que faltaban.
    La tumba pequeña y sencilla tenía el nombre de su padre en la lápida. Primero se colocaron unas flores y luego se dijeron unas palabras por parte de Ricard Roman, presidente de la asociación de industriales. Fueron buenas palabras, tuvo que admitirlo.
    —Hoy recordamos a Conrad Collins y el desasosiego de esos primeros tiempos luego de la ocupación cuando los antiguos nobles derrocados lograron matarlo. Murió dejando una familia y un proyecto a medias. A nosotros nos tocó continuar su obra y de alguna forma lo hemos hecho. Muchos nos llamaron traidores por aceptar traer la tecnología de Fardan a estas tierras. Nos odiaron por crear las primeras fábricas de fósforos, de porcelanas finas, de telas de mejor calidad, por traer todas esas cosas que hoy le facilitan la vida a tanta gente. La vida demostró que hicimos bien, hoy tenemos un país más moderno y desarrollado, ya nos parecemos menos a aquel Burudan agrario y atrasado donde un puñado de nobles nos agobiaban con impuestos y ponían freno a los pequeños negocios independientes. Hoy tenemos una pujante clase media que trabaja en los miles de empleos que la industria ha creado. Hay libertad de emprendimiento para nuestros compatriotas y hay grandes inversiones en el sector público, casas más hermosas, avenidas más amplias, calles adoquinadas con luminarias de gas. Cuanto cambio respecto a la ciudad polvorienta y arcaica en la que vivíamos. Nada de esto hubiera sido posible sin el pensamiento visionario de Conrad. Él nos unió en un gremio y consiguió el apoyo del lord canciller creando los cimientos para el polo industrial que tenemos hoy. Nunca lo olvidaremos, este país le debe mucho a sus ideas y no podemos dejar que su legado sea pisoteado.
    Todos aplaudieron al orador y les mostraron sus respetos a Paul y su madre. Acabado el asunto la comitiva puso rumbo al restaurante para cumplir el calendario del día.
    «El emperador» tenía grandes vidrieras con vista a la segunda avenida de la ciudad, donde se extendían las mansiones de los poderosos por cuadras enteras. El servicio fue impecable, el grupo entró y cada quien fue conducido a las mesas reservadas. Peter y sus hermanas se sentaron en una de las mesas del centro, un lugar que alguien interpretó como un sitio de honor pero que a él no le daba mucha gracia. No le gustaba tener las miradas de todo el mundo encima mientras comía. Aún así no iba a protestar por tal minucia.
    Su madre se sentó a su lado y sus hermanas al frente. De inmediato un camarero vino a hacerles el pedido. Tras escoger lo que querían de la carta y ordenar un buen vino quedaron en silencio. En las mesas vecinas todos tenían conversaciones animadas pero en la de ellos reinaba la tensión. Su madre, doña Hilda, con más arrugas de las que debería poseer por su edad tenía una nueva preocupación en la mirada. Había bajado de peso en los últimos días e incluso tenía insomnio. Sus hermanas eran un reflejo de lo que se vivía en casa de su madre, ellas tampoco estaban bien. Todo por culpa de Karl, esos carteles pegados con su foto y aquella ridícula recompensa, nadie les hablaba de eso pero era obvio que estaba en boca de todos. El prestigio de su apellido se hundía en el lodo con Karl acusado de traición nuevamente. Pero eso era lo de menos, lo real era el miedo a que su hermano apareciera muerto cualquier día de aquellos.
    —¿Qué sabes de él? —le dijo finalmente su madre—. Hace días que no me dices nada.
    Aquella pregunta allí era lo más fuera de lugar que podía existir pero venía de su madre. Trató de actuar normal y hablar en un tono lo más bajo posible.
    —Tengo a varias personas buscándolo por todo Burudan —dijo casi en susurros—. Si lo encuentro lo voy a sacar del país, pero todo depende de que quiera dejarse ayudar mamá.
    —No dejes que lo maten Peter —le dijo su madre con la voz quebrada—. No soportaré verlo muerto.
    —Él decidió su destino mamá —fue todo lo que alcanzó a decirle.
    Pronto fueron trayendo los platos y ellos los degustaron entre el más absoluto silencio. Peter solo pensaba en lo difícil de su situación. Eventualmente Karl sería asesinado en algún atentado o a manos de la policía y su madre tendría que enterarse. Al acabar el almuerzo todos salieron de allí y abordaron sus carruajes para tomar rumbos distintos. Él se despidió de sus hermanas y por último de doña Hilda. Entonces volvió a su casa pues debía revisar informes de sus fábricas para una reunión que tendría al día siguiente.
    Ni bien llegó pidió que le prepararan el baño. Una hora en el agua seguida de un buen cambio de ropas lo dejó listo para sentarse tras el buró a revisar papeles. Entonces fue a su oficina y pidió que nadie lo molestara. Abrió la puerta y la cerró tras entrar a la habitación. En ese momento alguien salió desde un rincón insospechado, alguien que le puso un cuchillo en la garganta en un santiamén. No atinaba a verle bien el rostro pero era un hombre y parecía ser calvo.
    —Tranquilo amigo, si necesitas algo toma lo que quieras —atinó a decir buscando un diálogo—. No voy a hacer nada estúpido, baja ese cuchillo.
    —Me temo que ni soy un ladrón ni vengo a cortarte el cuello así que despreocupate hermanito —entonces supo que era Karl.
    —Si eso es así quítame el cuchillo de la garganta —le pidió a su hermano que lo complació al instante.
    Karl caminó hacia el otro extremo de la habitación y se sentó detrás de su buró. Estaba bien desmejorado, flaco como nunca y con facha de andrajoso. Sus ropas eran simples y descoloridas. Usaba barba, se afeitaba la cabeza, se notaba el esfuerzo por no parecerse al hombre de los carteles con la recompensa.
    —Si aún eres un hombre razonable te irás de este país hoy mismo, Karl —comenzó él a decirle—. Tengo contactos que te pueden llevar hasta Gremen, luego te embarcaría en el puerto hacia las islas de sal o hacia la lejana Tolskdam, con un poco de dinero y una recomendación podrías comenzar una vida nueva. Si te parece bien puedo ofrecerte algo así.
    Pero sus palabras cayeron en saco roto, como siempre.
    —Al contrario de ti, hermanito, soy un hombre de convicciones que no salta del barco aunque esté haciendo agua —fue la respuesta—. Probablemente sea yo quien interceda por ti cuando el movimiento libertario tome Burudan y los fardanos corran despavoridos. ¿Quién te salvará entonces? Pero aún estás a tiempo de tener un lugar honroso en el futuro si aceptas ayudar a la revolución.
    Eso sí no lo hizo reír fue porque sabía que él lo decía en serio.
    —Mira, Karl, tus revoltosos y tú van a estar ante un juez suplicando por su vida en no más de dos meses, evitale a tu madre tener que soportar el bochorno de que le ejecuten a un hijo por traidor —argumentó él—. Están realizando atentados, hay muertos Karl, oficiales y parlamentarios asesinados en sus casas. La opinión pública los está lapidado, no hablo del populacho que los adula y los esconde. Habló de la gente que tiene casa, trabajo y comida gracias a las empresas y fábricas que nosotros los burgueses despreciables hemos construido. La gente tiene pánico a perder lo que tienen por apostar a un gobierno «libertario» que puede que acabe siendo peor a este. Nadie va a dar la vida por una causa perdida. Prepárate para que las ratas comiencen a dejarlos solos en la medida en que la policía llegue a ustedes. Pero a mí no me hagas caso. La soberbia te va a matar.
    —Yo ya decidí mi rumbo —le dijo su hermano ya en completa seriedad—. No he venido a verte para que me saques de Burudan sino para preguntarte algo que espero me contestes con total franqueza.
    Eso ya se ponía más interesante ¿que traía de vuelta ante él a aquél fanático subversivo? Pero solo podía esperar a oír lo que tenía que decir.
    —Si vienes para reclutarme a tu causa pierdes el tiempo, amo mi casa y mi dinero, amo a eso demasiado como para repartirlo entre pobres.
    —Peter vengo por algo serio y de tu respuesta dependerá lo que yo voy a hacer respecto al problema —dijo Karl intrigandolo de nuevo—. ¿Responderás con la verdad?
    Peter soltó un hondo suspiro.
    —Pregunta lo que quieras pero vete ya, no quiero verte más hasta que aparezcas muerto en el río o a un costado de la calle, me rindo contigo, eres caso perdido.
    Era incómodo estar de pie y ver a su hermano detrás de su escritorio como el gran señor de todo aquello, eso lo irritaba.
    —Mi movimiento te acusa de mandar a asesinar a hombres pobres del distrito sur porque se han revelado contra una banda de matones que tienes —le dijo su hermano—. Dicen que los quieres desalojar para crear una colonia fardana. ¿Has hecho eso, Peter? ¿Has mandado a matar a padres de familia con el fin de sembrar el terror y cumplir la orden de desalojo del lord canciller? Dime la verdad para saber si vale la pena defender tu vida.
    Esa información lo tomó por sorpresa. Pero la verdad no tenía ganas de ir con rodeos.
    —Si me preguntas si mandé a matar a esos hombres, lo hice —afirmó él—. El progreso tiene un costo, Karl y estamos en guerra. Tus revoltosos matan a toda clase de personas, matan a hermanos, padres y abuelos, todo por haber apoyado al gobierno. Yo tengo un trabajo que cumplir, construir la colonia. Esos tres que murieron eran un problema, tenían fuertes vínculos con tu extinto partido Libertario, eran unos agitadores que sacaban a la gente a la calle. No quisieron aceptar las opciones que les di, dijeron que iban a matar a mis empleados si iban a demoler sus casas. Yo solo me defendí.
    —¡Eres un asesino! Nunca lo olvides —dijo su hermano—. No pensé que caerías tan bajo.
    En realidad no quería darle explicaciones, hablar con él era lo mismo que hacerlo con un muro de ladrillos. Aún así quiso dejar algunas cosas claras.
    —La urbanización del distrito sur va en camino Karl y va a traer una nueva colonia fardana —comenzó a explicarle—. Eso se va a traducir en nuevas fábricas, nuevas demandas de comercio y servicios. Se generarán empleos y mucha gente que hoy está en la pobreza más ruin va a encaminarse en la vida. Pero para llegar ahí hay que quitar a la chusma de ese lugar privilegiado que tienen dentro de la ciudad. Ahora no lo van a entender, pero si te fijas hay menos pobres que antes y la clase media va en ascenso.
    Lo que para él era una respuesta lógica que cualquiera entendería para su hermano no era igual. Solo había que mirarle la cara.
    —Oh, gracias, señor Collins —dijo Karl con ironía—. Por matar a tres miserables pobretones para desalojar mejor a miles de familias. ¿De verdad te crees eso que dices? La clase media es un nuevo sector que va creciendo pero nunca llegará a abarcar a todo Burudan. Es más, en las provincias ni se sabe que es clase media. No tienes ni idea de cómo se vive en un barrio pobre, las necesidades y abusos que hay. La policía corrupta que roba y extorciona a todos, los delincuentes que te pueden matar cualquier día, la insalubridad, los niños que mueren de diarreas, de fiebres y de muchas cosas sin dinero para medicinas.
    Ya en ese punto tuvo que interrumpirlo.
    —¿Es culpa mía todo eso, Karl? No me parece, yo juego con las condiciones que hay. Deja eso para tus discursos —reclamó Peter.
    —Eso no lo creaste tú pero ayudas a que empeore —respondió su hermano—. No creas que no sé que van a meter a toda esa gente en un campamento inmundo hecho con un presupuesto ridículo. Seguro ustedes ya se robaron la mitad del presupuesto que asignaron originalmente, lo poco que quede se lo van a embolsillar los albañiles y los jefes de obra. Me imagino el flamante campamento hecho con cuatro palos y dos lonas. Das asco. Pero ese desalojo para construir mansiones es por un futuro mejor. ¿Te repites eso cuando te vas a dormir?
    Karl tenía el talento para sacarlo de sus cabales pero ya eso era algo de toda la vida.
    —Por los dioses Karl ¿de verdad? —tuvo que preguntarle—. Hablarme de derechos de las personas cuando ustedes masacran a familias enteras porque pertenecen al ejército. ¿Qué me dices de los niños a los que les han asesinado a los padres en medio de la noche por trabajar en el ministerio de defensa? ¿Te suena la masacre en el distrito este donde tus «libertarios» mataron a cincuenta trabajadores de mis fábricas? ¿Por qué los mataron? Fácil, porque se han beneficiado de las políticas del gobierno que les ha dado un techo digno donde vivir, porque ya son de la clase media y no quieren unirse a la revolución de pobres que tú quieres montar.
    Mencionar eso puso al revoltoso muy molesto. Había logrado ponerlo incómodo y sacarlo del falso discurso sobre la santidad de los libertarios.
    —Eso fue algo que no debió ocurrir pero no por eso nuestra lucha es una carnicería sin objetivos, tenemos un plan de país —se defendió su hermano.
    —Entonces las meteduras de pata de ustedes son errores lamentables y los nuestros son una villanía —le dijo él riendo—. Todo no es blanco y negro, Karl. Las guerras no son limpias. Deja de predicar moral en calzoncillos. Hay luces y sombras de ambos bandos. Pero lo que no entiendo es algo simple. ¿Qué país van a hacer ustedes si están en contra de la riqueza? Tus bellos barrios obreros van a necesitar dinero para construirse. Cuando nos maten a todos los poderosos no sé cómo harán dinero si planean regalar el tesoro público.
    —Sabes que estás llevando las cosas a los extremos —reclamó Karl—. No estamos en contra de la riqueza, tan solo luchamos por una distribución más justa de los recursos del país, por programas de ayuda social, por austeridad y transparencia en las finanzas. Ustedes se embolsillan mucho dinero de los fondos públicos y lo sabes.
    Oír su sermón ya le causaba un terrible dolor de cabeza.
    —¿Por fin aceptas mi propuesta para sacarte de país? —le preguntó a Karl buscando un fin de la conversación.
    Su hermano se puso de pie mirándolo con rabia.
    —Eres un cerdo corrupto, Peter, eres una lacra que se arrastra por dinero —le dijo—. No me iré jamás de este país, daré mi vida por lo que pienso si es preciso porque yo tengo honor. Pero te hago saber que has sido declarado objetivo militar del movimiento libertario y que a partir de hoy podrán venir a matarte en cualquier momento. Pensé luchar por ti pero veo que eres un caso perdido. Voy a dar mi apoyo a la decisión del movimiento. No eres más mi hermano, reniego de ti. Si te informo de esto es por respetar el cariño que te tuve un día, no debería ni habértelo dicho. Aprende a planear bien por donde te mueves y a mirar por encima del hombro en todas las esquinas porque el movimiento vendrá por ti y su mano justiciera será imparable.
    Entonces el furioso fue él.
    —¡Largo de mi casa, Karl ! Eres un traidor a tu sangre y a tu familia —le dijo muy airado—. Tú eres el caso perdido, el que tiene la mente enferma en esa idea loca de cambiar el país a base de baños de sangre. Estaré ahí el día que te cuelguen, Karl, estaré ahí y me voy a alegrar porque sabré que tendré una amenaza menos. Tú has hecho atrocidades con esa gente y aún así yo no había renunciado a ti. Mírame queriendo todavía sacarte para el extranjero para salvarte el cuello. Pues me cansé, Karl, si tú me quieres muerto yo te quiero muerto a ti también. Ojalá que no tenga que verte suplicando piedad delante de un juez. Espero que como mismo has tenido el valor de renegar de tu sangre tengas el valor de morir como un hombre, con la frente en alto.
    —No esperes menos de mi —le dijo su hermano abriendo la ventana de la oficina y poniendo un pie al borde de esta para saltar hacia el patio—. Yo no tengo miedo a morir.
    Entonces Karl saltó del otro lado y luego escaló la cerca perimetral antes de perderse por la calle. Peter se dejó caer en su sillón con la cabeza a punto de estallar por un dolor pulsátil que le abarcaba la mitad derecha del cráneo y le nublaba la vista. Era lo único que le faltaba, una crisis de migraña.

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        1. El año que viene haremos otro y con más posibilidades, debido a que en wordpress puedes votar y darle me gusta a las historias. Y, estoy convencido de que habrán más personas, o, como mínimo, repetiremos las mismas.

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    1. Confieso que esperé un careo entre hermanos, pero no tan rápido en la trama. Quizás porque esperé ver a Karl haciendo peripecias para reunir evidencias que salvaran a su hermano, aunque sólo fuese para terminar decepcionado y con sentimientos encontrados. Tienes un trasfondo muy rico para nutrir la historia, por ejemplo: los beneficios que esgrimen los simpatizantes de los fardanos -con o sin razón-, los desplazados, el movimiento de liberación con sus altibajos, y un largo etc. Saludos.

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      1. Gracias por leer Gamora. Una de las cosas que siempre tengo como una espinita es lo apurado que a veces se siente el ritmo cuando de un capitulo a otro doy saltos visibles. Sí, tienes razón, la confrontación es un clímax que podría aprovecharse de otra manera. En la reescritura lo tendré en cuenta. Me pasa que tengo mucha trama por desarrollar, ahora mismo estoy picando las 80K en el borrador y mi preocupación es acabar la novela en tiempo. Tomo nota de tu recomendación para cuando me toque volver a atrás. El trasfondo es amplio y debo trabajar más en él, gracias por tu comentario y feliz año nuevo camarada.

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  15. Palabras: 4352.
    Conteo global: 36 580 palabras.
    Faltan: Reto cumplido.
    Capitulo 9.
    A las ocho de la mañana, cuando sonaran las campanas de la iglesia de la plaza del Jerarca, se iban a cortar las cintas para la inaguración de la fábrica de productos cárnicos de Burudan, única en su tipo. Elijah estaba allí desde muy temprano, una representación de su gabinete de ministros lo acompañaba así como altos representantes del parlamento. Se había organizado el acto en la explanada frente al edificio principal de la instalación y ya los invitados estaban llegando.
    El paisaje urbano complacía al lord canciller, las otras fábricas cercanas, las limpias calles de adoquines, los hombres y mujeres decentemente vestidos que empezaban a afluir hacia la nueva instalación que esperaban a que él les diera la bienvenida al lugar donde iban a trabajar, los hombres de negocios que habían invertido en el nuevo proyecto. Aquella mañana significaba progreso para él y eso presisamente iba a transmitir en su discurso.
    Estaba degustando una copa de jugo de piñas junto al ministro de hacienda cuando llegó su edecán con la frente perlada de sudor.
    —Hay una manifestación en marcha hacia aquí, mi lord —le dijo el hombre sin resuello—. Fue organizada por el gremio de carniceros de Burudan, se oponen a que esta fábrica los saque del negocio. Son unos trescientos con carteles y palos, la policía ya está haciendo un cordón de contención pero necesitamos instrucciones suyas.
    Elijah soltó un hondo suspiro.
    —Este es el precio de la modernidad, amigo mío —dijo él con cierto tono melancólico—. Ordena que la guardia montada cierre las calles con sables y porras. Si la manifestación se limita a gritar consignas y agitar banderas que los dejen tranquilos. Pero no pueden pasar de la calle quinta, ahí quiero un muro de policías junto a la guardia montada. Si tratan de avanzar quiero una carga de caballería sobre los revoltosos. Si mueren en la estampida o de algún sablazo dos o tres eso solo los hará espantarse. Esa es mi orden.
    El edecán asintió y se retiró a transmitir sus palabras. Siempre era igual cuando abría una fábrica como aquella.
    Ya casi era hora, la multitud estaba organizada frente a la fábrica. Los invitados importantes ya estaban todos allí, sentados adelante frente a la fachada del edificio. En tan solo unos instantes el tañido de las campanas de la cercana plaza del Jerarca daría inicio a su discurso.
    Se había construido una plataforma de madera frente a la fábrica, adornada con cintas doradas y negras, los colores de la bandera de Fardan. Desde ahí él hablaría a la multitud y luego bajaría a picar la cinta que declaraba abierta la mayor industria cárnica de la ciudad capital de Burudan. Hecho eso se retiraría para que los dueños de la instalación y sus principales inversores entraran a ver como se pondría en marcha el lugar de donde saldrían a diario toneladas de carne, salchichas, jamones y toda una gama de embutidos.
    Llegó la hora y subió a la tarima entre aplausos. Hacía un sol agradable aún y la brisa era fresca, miles de ojos estaban sobre él pero estaba relajado. No era novato en encarar multitudes. Se paró derecho, tomó aire y supo que estaba listo.
    —Señoras y señores —dijo y la multitud quedó en el más absoluto silencio, podía oírse el batir de las alas de una paloma en la plaza cercana—. Hoy vamos a concretar un logro por el cual hemos luchado por muchos años. Una cadena de suministros real y efectiva para los cárnicos.
    Los poderosos de la primera fila asintieron con entusiasmo y los pueblerinos que lo escuchaban más atrás no le quitaron los ojos de encima.
    —Fardan encontró un país agrícola cuando llegó a estas tierras —dijo para poner a la gente en contexto—. El trigo, las frutas y las verduras de Burudan eran conocidos en muchos lugares pero conceguir un buen trozo de carne aquí nunca fue un asunto cómodo ni limpio. Por años hemos visto como la carnicería en este lugar es un asunto atrasado y a pequeña escala, el crecimiento de la ciudad no ha dejado lugar para las porquerizas de cerdos y por eso son tan comunes en los barrios pobres las crianzas de cerdos en habitaciones de viviendas, la insalubridad de estas prácticas y los malos olores e incomodidades que esto genera. Hace dos años nos trazamos crear las condiciones para concretar este viejo anhelo y comenzamos por crear los lugares que suministrarían la carne para la industria cárnica de nuestro país. En un tiempo muy breve y gracias a políticas de estímulo a productores muy eficientes logramos que las haciendas dedicadas a la cría porcina y caprina se multiplicaran por todo el territorio nacional. Hoy con la inaguración de esta fábrica de productos cárnicos logramos concatenar la base productiva que hemos logrado con la capacidad industrial que Fardan posee. Aquí funcionará un matadero de animales, una carnicería que abastecerá con carne fresca a múltiples puntos en la ciudad y una unidad productora de embutidos. Se han creado con esto cientos de nuevos puestos de trabajo y se generarán nuevos servicios que antes eran casi inexistentes para el ciudadano común. Aunque el año anterior no fue muy bueno respecto la disponibilidad de carne, este va con buenos resultados y puede que para fines de año tengamos un descenso en el precio de los alimentos cárnicos gracias a este aumento de la oferta que vamos a crear. Sin dudas amigos, Burudan va un paso más cerca del progreso y la modernidad que goza la metrópoli imperial en Fardan. Gracias a todos los que han invertido su dinero y sus esfuerzos en esta noble meta, pronto serán bien remunerados cuando este próspero negocio comience a andar. Yo no dudo que muy pronto llenaremos barcos de buenos jamones burudanos que se pagarán en mucho oro en tierras lejanas. Abrimos hoy un nuevo capítulo en la historia de esta nación, gracias a todos por permitirme estar aquí con ustedes. Para dar mi bendición a un proyecto que elevará la calidad de la vida de los súbditos del imperio que viven bajo este cielo.
    El aplauso fue unánime, la gente quedó encantada con sus palabras. Llegaba la hora de bajar y picar la cinta pero ya la manifestación se veía llegar por una calle aledaña. Al parecer la policía no había logrado disolver eficientemente a los revoltosos. La pelea se hizo visible en una esquina que daba acceso al frente de la fábrica. La guardia montada daba porrazos y arrollaba a hombres que sostenían carteles, se oían algunos gritos que le amargaron los ánimos.
    —¡Oakwood, ladrón! ¡No maten a los pequeños negocios¡ ¡Nos están llevando a la ruina! ¡Si te da asco mi porqueriza ayúdame a arreglarla! —eran parte del coro que soltaba la manifestación mientras la policía aumentaba su ferocidad contra aquellos directamente más afectados con la nueva industria.
    Los que habían oído su discurso miraban con ansiedad a la chusma castigada a escasos metros de allí, aquello resultaba incómodo.
    Fue hacia la escalerilla para bajar de la plataforma cuando vio una bola de fuego caer a sus pies y consumir el entablado dejando un hueco de bordes carbonizados. Cuando alzó la cabeza solo veía a la multitud huyendo en todas las direcciones. Un guardia lo tomó del brazo y lo llevó de nuevo hacia la escalerilla con paso apurado cuando una segunda bola de llamas hizo blanco en la espalda del hombre que quedó destrozado con las tripas desparramadas por el piso. La mano del muerto apretada en su brazo lo llevó a caer también. Las bolas de llamas siguieron arrancando pedazos de la tarima mientras él tenía miedo de llegar a la escalera. Si trataba de bajar por ahí quien quiera que estuviera soltando aquella magia del demonio iba a reventarlo con facilidad. Tendido en el entablado rodó hasta el borde de la tarima y se dejó caer tres metros hasta la calle golpeándose la cabeza en el proceso. Se hizo una herida, la sangre comenzó a correrle por la frente a chorros que le rodaban por la barbilla y le empapaban la camisa.
    La guardia imperial lo rodeó al instante, los oficiales gritaban las órdenes y mandaban a los arqueros a apuntar a una azotea cercana. Elijah no veía nada desde su posición tendido en la calle. Solo escuchó el sonido de las cuerdas de los arcos al ser liberadas y el de las flechas partiendo el aire.
    Un capitán vino y lo levantó, él se sentía mareado y flojo apoyado el hombro del hombre. Aquello solo podía ser obra de la desgraciada bruja pelirroja. No tenía pruebas pero tampoco dudas, solo ella manejaba ese tipo de magia en Burudan. Los guardias aseguraron todo el perímetro y comenzaron a revisar todas las casas por los alrededores pero ya era tarde. La bruja ya debía estar lejos para esas alturas. Había tenido su oportunidad y había fallado en matarlo, no se iba a quedar por allí tras haber revuelto el avispero. Lo usual en ella eran los golpes así.
    Un intenso mareo lo sacudió. La vista se le nublaba, la sangre no paraba de manar de su frente, estaba al borde del desmayo. Trajeron su carruaje, lo cargaron para subirlo, alguien gritaba pidiendo por un médico con urgencia, el murmullo caótico de tanta gente hablando a la vez a su alrededor lo aturdía aún más, entonces cayó inconciente en los brazos de sus salvadores.
    Cuando abrió los ojos estaba tendido en su cama. Tenía una venda en la frente y la cabeza le dolía como si le estuvieran enterrando un clavo a martillazos. La luz de la luna se veía en la distancia a través de la ventana, la habitación estaba en penumbras. Trató de incorporarse y un dolor aún peor en las costillas lo hizo detenerse. Alguien se levantó del sillón de la esquina y se le fue acercando, un hombre alto que usaba una chaqueta oscura de buena calidad. Cuando estuvo más cerca del candelabro junto a su cama lo identificó como Cornelius, su médico personal.
    —Yo usted no me movía hasta mañana, lord canciller —dijo el hombre—. Tiene dos costillas rotas y la herida de la frente fue de cinco puntos. Va a pasarse unos cuantos días en cama.
    —¿La bruja? —preguntó desesperado—. Dime que la agarraron.
    —Me temo que huyó rápido y ya debe estar escondida en algún hueco del distrito sur, mi señor —le respondió el hombre—. La ciudad no está para nada tranquila. Tras la carga de caballería contra la manifestación en la mañana los revoltosos han seguido en las calles quemando cosas y vandalizando casas y negocios.
    —¿Qué ha hecho la policía? —exigió saber—. ¿Qué tan vulnerable está la ciudad ahora mismo.
    Cornelius entrecerró los ojos y se mordió los labios.
    —La ciudad está militarizada, postas en todas las esquinas, hubo un par de ejecuciones sumarias contra manifestantes violentos, además murieron unos veinte civiles en la represión. La ciudad está segura mi lord, pero gracias a un puño de acero que controla todo. Los ánimos van a estar exaltados.
    Lo peor para él era saber que no estaba en condiciones de levantarse y tomar cartas en el asunto. En serio que se sentía impotente pero el malestar que aún sentía le dejaba la decisión muy fácil. No se levantaría de aquella cama por nada en el mundo.
    —¿Quién es el gobernador interino mientras yo estoy en cama? —preguntó con interés.
    —Friedrich Ferguson, mi lord, el jefe del ejército —le dijo Cornelius—. Ha hecho un buen trabajo, si me permite opinar.
    —Sé que es un hombre fuerte —puntualizó él—. Pero ahora mismo este problema no se resuelve ahorcando a tres revoltosos y cayendole a palos al resto. Si la bruja tiene tanto apoyo entre la chusma es porque usa con inteligencia todos nuestros problemas en nuestra contra. Este asunto se resolverá con diplomacia y tú le transmitirás a Ferguson esto que te voy a decir.
    —Usted me dirá, señor.
    Cornelius se puso cómodo sentándose en una silla a su lado.
    —Quiero un levantamiento de todos los carniceros independientes de Burudan —dijo Elijah—. A todos se les va a ofertar un empleo en la nueva industria cárnica, tal vez no van a ganar los salarios que solían ganar por su cuenta pero no quedarán desamparados. La cuestión es ofertarles empleo a cambio de que abandonen la crianza de cerdos en sus casas y la venta de carne. Nosotros apaciguamos a la chusma, los pobres ven un beneficio y el que se niegue a aceptar la oferta siempre lo podemos acusar de algo y llevarlo a la cárcel o al verdugo. Todos ganamos. Dile que es mi orden. Es más, búscalo ahora mismo. Te daré un papel por escrito para que se lo entregues.
    Pidió papel, pluma y un escritorio portátil donde plasmó su idea. Al final puso su rúbrica y su sello y le entregó el papel al médico.
    —Dale esto a Ferguson, que lo lea, luego me explicas que le pareció —dijo él y Cornelius asintió para salir del cuarto de inmediato.
    Eso por si solo no calmaría el descontento popular pero podía resultarle de ayuda.
    Entonces ya en soledad trató de conciliar el sueño. Necesitaba el descanso. Aunque las costillas le dolían al respirar trató de quedarse inmóvil y rendirse para escapar de aquel cuerpo magullado. Tardó buen rato hasta que el sueño fue llegando. Al borde de la inconciencia fue que sintió aquella mano en su hombro. Solo en ese momento Elijah abrió los ojos y vio los de Gretchen, enmarcados por su rostro sereno y sus rizos rebeldes.
    —Hoy pasaste un buen susto —le dijo la mensajera—. En serio creí por un instante que ibas a estar muerto.
    Aunque verla siempre era un gusto para la mirada tenerla allí en ese momento le recordaba que el gran líder lo mantenía vigilado, como a todos.
    —No es la primera vez que tratan de matarme —dijo él incorporándose con dificultad—. ¿Para qué has venido ahora?
    Gretchen se sentó en la cama y lo miró sonriendo. Era una sonrisa auténtica y no de esas falsas que solía tanto mostrar. Era ella debajo de toda la altivez que la caracterizaba mostrándole un poco de consideración, le resultó muy agradable.
    —Fardan es un nido de serpientes desde hace rato Elijah, no vine por nada en específico, solo a descansar —le contestó ella—. El gran líder y toda su pandilla me han excluido de las grandes intrigas, me ponen a supervisar nimiedades y a perder el tiempo y saben que me he dado cuenta. Me fui y a nadie le importó así que es otra muestra de cuanto sobro allá. Se cocinan cosas en las altas esferas que me aterran sobremanera. Hay mucha desconfianza en Fardan, miedo, me atrevería a decir. La gloria del imperio es incuestionable, pero el aire que se respira en el concejo es como si cualquier día de estos todos fuéramos a morir por una calamidad inevitable. Por eso vine a asentarme aquí, Burudan es el último lugar donde quedan magos vivos y si algo va a hacer temblar a este imperio va a nacer en este lugar.
    Elijah quedó pensando en eso. En como la estabilidad de Burudan no acababa de lograrse y de como el movimiento libertario se iba convirtiendo en un problema casi tan molesto como la bruja pelirroja y sus compinches. Los logros de tantos años podían irse por la alcantarilla si los revoltosos ganaban fuerza. ¿Pero podría perderse la colonia más grande del imperio? Le gustaba pensar que no.
    —Puedes instalarte aquí, Gretchen —dijo él—. Cuentas con mi total hospitalidad.
    Ella le puso una mano sobre la venda en las costillas.
    —Entonces lo menos que puedo hacer es ser recíproca a tanta cortesía —le dijo la mensajera con un aire cansado en la voz.
    Elijah sintió un escalofrío en todo el cuerpo mientras ella apretaba sus dedos contra su herida, pero cuando la mujer quitó su mano ya no le dolía nada. Luego de eso Gretchen lo tocó en la frente y también dejó de dolerle. Incluso cuando se tocó en donde Cornelius le había cosido la piel ya no encontró los puntos. Ella había usado magia sobre él, nunca lo había experimentado antes.
    —Gracias —dijo él—. Pero no sabía que podías usar la magia en Burudan, siempre me has dicho que pueden detectarte aquellos que persiguen a los elegidos.
    Gretchen sonrió complacida. Luego se puso de pie frente a él.
    —Usé una cantidad insignificante —dijo ella—. Si Fadot me hubiera detectado ya estaría aquí listo para matarme y no ha aparecido. Seña de que puedo permitirme hacer estas cosas. Aunque si quieres te devuelvo tus heridas y de paso te rompo las piernas.
    La última parte la dijo en un finjido tono de amenaza.
    —No me gusta que usen magia conmigo pero me temo que no puedo dejar que hagas eso —le contestó Elijah al instante sonriendo—. Aunque te debo confesar que eres la bruja más agradable que me ha curado, no tengo contra quien comparar pero estoy seguro de que es así. ¿Qué tiempo te vas a quedar por acá?
    —El necesario —respondió ella.
    Gretchen fue hacia el balcón de su cuarto y se paró contra la baranda contemplando la imagen de Burudan de noche. Él se atrevió a caminar sintiendo que su cuerpo ya se había restablecido aunque estaba aún un poco somnoliento. La vió desde atrás y quedó conmovido por la delicadeza que mostraba la mujer. Sus rizos, su piel y aquel vestido que resaltaba su figura le llamaba poderosamente la atención.
    Se paró a su lado y también miró las siluetas de los edificios y las calles rectas iluminadas por los faroles de gas.
    —¿No te aburres aquí? —quiso saber ella—. ¿Sueles organizar fiestas, ir a lugares públicos, tienes buenos vinos para beber?
    —Soy un hombre que disfruto la soledad —respondió—. Amo la lectura, el ejercicio físico y como y descanso en las horas adecuadas. Supongo que no tengo espacio para el bullicio que otros tanto aprecian.
    Ella lo miró con una mirada vivás mientras arrugaba los labios y levantaba una ceja.
    —Estoy asombrada, Elijah. En los años que pasé cerca de ti solo te conocí por ser un militar eficiente. Siempre pensé que tus entretenimientos eran beber en tabernas y apostar en casinos.
    Él tuvo que contener la risa al oír eso.
    —También soy bueno en eso, pero mi principal pasatiempo ahora es escribir novelas de horror y misterios. Las termino rápido, escribo entre dos y tres por mes. Las publico bajo seudónimo y dono mis ganancias de las ventas para comprar comida a los pobres. Esa es mi pasión. Bueno, la principal de ellas.
    Gretchen se acercó un poco más y lo abrazó con familiaridad por la cintura.
    —¿Y alguien paga por comprar las historias que salen de tu cabeza, Elijah?
    Su pregunta le dolió un poco en el orgullo pero sintió placer de responderle.
    —Escribo bajo el seudónimo de Darkmaster, si vas a todas las librerías de Burudan sabrás que soy de los autores más vendidos, de hecho tengo hasta clubes de admiradores. Solo que mi identidad real permanece en secreto. Mucha gente se pregunta quién es el que está detrás de todas mis historias, pero prefiero el misterio. Le da un poco de mayor emoción a mi vida.
    Ella recostó su cabeza a él y entrecerró sus ojos.
    —Jamás hubiera sospechado que el lord canciller fuera un ilustre escritor —dijo ella—. Pero da la casualidad que me he leído un par de libros tuyos sin saber que eran tuyos. Están muy cargados de violencia y sobre todo de sexo, son lecturas lo que se dice: picantes. Hay gente que te detesta por eso.
    Era ese un tema sensible pero del cual no estaba avergonzado.
    —Los moralistas abundan por todos lados —le contestó él—. Pero te puedo asegurar que muchos de los que me critican me han leído en secreto.
    —¿Y de dónde saca Darkmaster la inspiración para todas esas historias retorcidas? ¿Tienes un sótano lleno de esclavas sexuales?
    Eso sí que le arrancó una carcajada.
    —¿Cuanto lleva acostarse con una mujer? ¿Treinta minutos? ¿Y el resto del tiempo que hago con esas esclavas? —la verdad que eso lo había hecho divertirse—. Amantes he tenido varias, pero ellas vienen a mi o yo voy a ellas y acabado el encuentro cada quien va por su lado.
    —¿Y las encierras en las mazmorras y las azotas? —volvió a preguntar Gretchen—. ¿A que sí? Tienes una mente retorcida, admítelo.
    —Puede que lo haya hecho, pero muchas de mis amantes están casadas con ricachones engreídos y seguro estoy que a sus maridos no les haría gracia que se las devolviera con algunas marcas en la espalda. Eso lo hago con muy pocas y tampoco es que sea muy aficionado a ello.
    —Todo un caballero entonces, me alegro por eso —dijo ella—. Siempre me has parecido un buen hombre. Aún te recuerdo de los tiempos de la conquista, cuando los elegidos tomamos Fardan y tú eras quince años más joven. ¿Quién iba a decir que probarías ser un brillante general y luego un buen administrador?
    —Nadie se acuerda de eso, parece que fue hace mil años —dijo él.
    —Tuvimos nuestras dudas cuando te dimos la responsabilidad de tomar Burudan —continuó Gretchen—. Pero lo hiciste bien. También hubo polémica cuando se debatió sobre si podían hacerte lord canciller, dirigir un país lleva mucho tacto e ingenio y el pensamiento que es ideal en un militar puede ser hasta dañino en un gobernador. Pero tú moldeaste este país a tu gusto y el imperio se ha servido muy bien de Burudan para poder crecer hasta lo que es hoy. Eres un hombre importante en Fardan, Elijah. Tal vez uno de los más importantes e influyentes.
    Oír esas palabras lo devolvía a un pasado que tenía más que enterrado pero recordar nunca era algo que le generara conflictos.
    —Entonces era jóven y tenía sangre caliente, Gretchen —comenzó a decirle queriendo aclarar unas cosas—. Estaba deslumbrado por el poder del concejo de los elegidos. Entendí que ustedes iban a traer la gloria para el país y estaba enamorado de esa idea. Pensaba que la guerra era la bara con la que se medía a los hombres y era terco y exigente con mis soldados. Eran los tiempos en los que solía empuñar una espada y adentrarme a un combate junto a mis avanzadas de vanguardia sin importarme por lo que fuera a pasarme. Yo era una espada del imperio, un simple guerrero destinado a picar una nueva tajada de tierra para aumentar nuestras fronteras. Estaba seguro de que iba a morir jóven y no me importaba. Me rendí a los excesos, bebí, fui al combate borracho, saqueé pueblos, pasé por la espada a todos los prisioneros, tomé por esclavas a las hijas de muchos a los que maté, obligué a mujeres a acostarse conmigo delante de sus maridos, quemé casas de familias enteras. Tengo un pasado tan negro que no necesito ya buscar inspiración para escribir mis libros de horror. El horror está en mi cabeza cada vez que cierro los ojos. Pero estoy en paz conmigo mismo. En esos tiempos no hubiera podido lograr todo lo que logré si no hubiera actuado de la forma en que lo hice. No se expande un imperio regalando flores sino regando sangre y a mi me tocó expandir el imperio hacia acá.
    Gretchen se acurrucó en su pecho y soltó un suspiro de cansancio.
    —Pero esto que eres ahora es algo mucho más interesante que lo que fuiste, Elijah Oakwood —le dijo ella—. Eres un hombre más maduro ahora. Mi punto es que pasaste de ser una espada del imperio a ser un estadista. Destruiste a la República de Burudan, pero me atrevo decir que levantaste algo mejor.
    Sus palabras dejaban un sabor amargo en él. ¿Estadista? Llamarse a sí mismo de esa manera lo llevaba a reír de manera compulsiva y enfermiza pero con no poco asco. Él había hecho lo que tenía que hacer y punto. Lo hizo en dos momentos distintos, primero en los campos de batalla y luego evitando que le cortaran el cuello gobernando sobre un montón de nobles mentirosos y oportunistas. El resultado era la ciudad que tenía adelante. Pero él era tan solo un ingrediente más en la receta del gran caldo puesto sobre el fuego que era Burudan. Tomar crédito por diez años de historia de un país le parecía cuando menos simplista.
    —Al inicio sí, levanté otro país de las ruinas del anterior. Pero ya no me importa si es algo mejor o peor a lo que me encontré —respondió él tratando de también responderse a sí mismo—. Ya los años me han enseñado que no hay nada sagrado por lo que valga la pena desgastarse. Ya pienso más en mi y menos en mi trabajo. Porque el trabajo nunca se acaba y cuando yo muera mandarán a otro. Porque luego de haber controlado todo nunca hay garantía de que todo se enrede y vuelvas al inicio.
    —Es cierto —dijo ella—. Pero eso no quita que eres un gran hombre, Elijah. Podrás morir mañana y seguirán hablando de ti por cientos de años. Te admiro. Yo en cambio con todo el poder que tengo vivo de un escondite al otro escudandome detrás del imperio y a la espera de que un demonio me mate. ¿De qué sirve el poder si uno no puede hacer nada con él? Llega el momento en que hasta los lujos más grandes repugnan.
    —Si quieres mi vida podemos cambiar —dijo él en tono de broma—. ¿Cambiamos vidas?
    Ella se le acercó un poco más y sus rostros estuvieron muy cerca uno del otro.
    —Tal vez no quiero tu vida, Elijah, tal vez solo te quiero a ti —respondió antes de besarlo en los labios—. ¿Qué dices?
    Él sonrió y la besó también.
    —Digo que sí, Gretchen —dijo y la besó de nuevo.

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    1. Hola camarada, me he tardado pero ya leí los capítulos. A mi modo de ver bien logrado, se ve plasmada la lucha entre el progreso y la tradición, la revolución industrial eliminando empleos, el escritor desconocido, je je quien lo diria. Realmente has pensado en muchos detalles para dar verosimilitud y lo conseguiste. Sigue adelante hermano, por el imperio.

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  16. Palabras: 3398.
    Cuenta Global: 39 978 palabras.
    Faltan: reto cumplido.
    Capitulo 10.
    —Creo que no voy a llegar —le decía Samara agarrada de su hombro—. Si aparecen los guardias déjame y huye. Es una orden, Lohan.
    —No seas tonta —era lo único que se le ocurriría responderle mientras buscaba callejones donde alejarse de las miradas.
    La flecha asomaba por un costado de Samara, la sangre le había empapado el vestido y lucía más pálida de lo normal. Cooperaba muy poco, caminaba arrastrándo los pies y a punto de quedar dormida. Con una mano la sujetaba de la cintura y con la otra cargaba con el bolso donde guardaba los cristales. Gracias a esos cristales había despistado a los guardias, haciéndolos estallar había llenado toda una calle de humo y había podido subir a Samara a un caballo. Por desgracia huir por la ciudad en la mañana no era lo más adecuado.
    La cabalgata por las estrechas calles del sector industrial y luego por las del puerto con una chica pelirroja herida a su espalda era como una fogata en la noche. Mucha gente se les quedaba mirando. En las cercanías del sector sur abandonó el caballo y comenzó su caminata hacia el escondite. Samara tenía cada vez peor aspecto, pero pese a las prisas debía cuidarse de las malas miradas. La taberna de Sally estaba a pocas cuadras de allí, había una entrada específicamente diseñada para las emergencias, pero nadie podía verlos entrar.
    La habilidad de Lohan era pasar desapercibido, pero para aquellos casos debía echar mano a la magia. Entró en contacto con la energía y tejió un manto alrededor de ellos, para los ojos de otro mago eran visibles, pero para cualquier otra persona habían desaparecido. Por desgracia mantener aquel escudo encima de ambos le consumía casi toda la fuerza que le quedaba. Llegar a la taberna soportando el cuerpo débil de Samara se le volvió un reto.
    Finalmente vió la entrada trasera de la taberna. Con dificultad sacó la llave de un bolsillo y abrió el candado con las manos temblorosas. Solo cuando cerró la puerta por dentro con pestillo dejó ir la energía que lo ocultaba de las malas miradas. Estaba a punto de perder el equilibrio y casi todos sus músculos estaban entumecidos. Samara ya casi ni abría los ojos y seguramente sí la soltaba caería al suelo, su herida seguía sangrando. Para colmo no había nadie por allí.
    —¡Sally! —gritó—. ¡Alguien que me ayude!
    Pero nadie aparecía y Samara se le caía de los brazos. No quería ni pensar en que ella muriera, eso sería lo peor que le podía pasar.
    Tras un breve instante en el que nadie vino a socorrerlo se apareció un muchacho que ayudaba a Sally en las cocinas. Al verlo cargando a Samara de aquella manera y con las manos ensangrentadas el pobre quedó paralizado.
    —Llama a Sally ahora mismo, dile que necesito alcohol y mi botiquín, voy directo a la mesa del comedor de empleados —dijo él mientras avanzaba de nuevo planeando lo que iba a hacer.
    Llegó a la mesa y lanzó todo lo que había encima al piso. Puso a Samara allí y le tomó el pulso, estaba rápido. La piel no podía estar más pálida y se sentía fría al tacto. La punta de la flecha asomaba por un flanco en la parte delantera del abdomen, había entrado desde atrás y la había atravesado limpiamente. La sangre seguía manando de la herida, sangre roja, rutilante, todo parecía indicar que se había seccionado una arteria.
    Sally llegó trayendo su botiquín y una garrafa de alcohol. Lohan se dio un trago de inmediato y comprobó que era de alta graduación. Entonces asintió y tomó su serrucho para picar el astil de la flecha. Sopló la madera para no dejar astillas y lanzó la punta de acero al piso. Giró a Samara de lado y examinó la herida. Era una decisión difícil la que tenía delante. Si sacaba la flecha y esta estaba conteniendo el sangrado le provocaría una hemorragia mayor. Si dejaba la flecha allí la infección vendría muy pronto y con ella las fiebres. Valorando fríamente la flecha estaba en un flanco, la había pasado de lado a lado pero tan afuera que difícilmente habría perforado el intestino. Rasgó el vestido con el filo de su navaja y examinó el abdomen, no vio el color azulado en la piel de las grandes hemorragias internas, pegó la oreja aunque no escuchó nada, luego percutió con sus dedos y escuchó con atención pero no le pareció escuchar algo anormal. La respiración de ella se había vuelto superficial y rápida, un mal signo.
    Movió la flecha y el sangrado se mantuvo igual, ella dio un grito y comenzó a jadear y a mover las piernas, entonces él sacó todo el astil y Samara se desmayó.
    Por el orificio de la espalda no sangraba pero por delante era otra cosa. Vertió un chorro de alcohol en la herida y tomó un bisturí y unas compresas. Le pidió a Sally que fuera secando la herida con gasas mientras él miraba con calma. No parecía que la sangre viniera desde dentro del abdomen, buscó con atención sin dejar de sacar la herida para poder ver en el fondo, entonces vio la pequeña arteria que manaba sangre y buscó sus pinzas para aplicarle una ligadura, usó hilo reabsorbible, del poco que le quedaba. Luego de eso lo que parecía un manantial de sangre fue controlado y él sonrió satisfecho.
    Lavó sus manos con más alcohol y trató de meter un dedo a través del orificio, obtuvo poco con eso, pero al menos no sintió otro sangrado activo. Le era difícil saber si el intestino estaba comprometido, no tenía los recursos para hacer una cirugía abdominal de gran tamaño para tan solo explorar. Ella no sobreviviría a una óperación así. Tenía que apostar a la suerte y creer que no había órganos internos dañados. Desinfectó de nuevo la herida y la empaquetó con gasas. Finalmente le dio un vendaje alrededor del abdomen para mantener las compresas en su lugar, ya lo que humanamente se podía hacer se había hecho.
    —¿No le vas a cerrar las heridas? —preguntó Sally.
    —Tengo que hacerle curas a diario y tengo que ver el aspecto de la carne por dentro —explicó Lohan— si cierro no me daré cuenta que algo anda mal hasta que ya la infección le haya podrido todo. Fui cirujano militar, querida, sé lo que hago.
    —Si Louis estuviera vivo habría solucionado esto con magia y ella ya estaría bien —dijo la tabernera—. Sin desprecio por tu arte Lohan, el sanador era bueno, es una lástima lo que le hicieron.
    —La magia de sanación no es sencilla ni se le da a todo el mundo —dijo él—. Pero de nada sirve lamentarse, ya a Louis lo quemaron hace par de meses, la mejor sanación que tendremos es mi conocimiento de la medicina.
    Samara seguía respirando a un ritmo apresurado y con la piel muy pálida pero lucía tranquila. A partir de entonces solo restaba esperar, si la pérdida de sangre era bien tolerada y en serio no estaba sangrando por dentro ni tenía órganos afectados tenía posibilidades de salvarse. Si no era así Samara se iba a morir. Pero si llegaba viva al día siguiente siempre estaba el peligro de una mortífera infección. Ya todo quedaba en manos de los dioses.
    Con ayuda de Sally y el muchacho la llevó cargada a uno de los cuartos. Pronto la pusieron sobre una cama y la dejaron allí. La pobre necesitaba descanso y algo para el dolor que no tenían. Por suerte seguía inconsciente y él podía ir al mercado por unas hierbas, necesitaba raíz amarga, con un poco de ese jugo la tendría sedada y sin dolor por días enteros. El problema era que era una planta escasa y cara, de hecho los pobres la perseguían para drogarse y sentirse relajados.
    —Sally, no la dejes sola, traten de que siempre se quede alguien —dijo él— voy a la calle por algunas cosas.
    Acto seguido salió de la taberna con su capa encima y la capucha calada. Las calles del sector sur lo saludaron con el aroma de sus zanjas albañales desbordadas y sus charcos y baches de siempre. Allí no habían adoquines, ni faroles de gas ni alcantarillado como en otros lados de Burudan, la calle era de tierra y el aspecto de todo allí era el abandono total. Unas muchachas con vestidos descoloridos y escotes descarados paradas en la esquina le dedicaron una mirada lasciva pero él siguió de largo. Eran prostitutas locales, pobres chicas buscándose la vida pero él simpre las ignoraba, la sífilis era un problema serio en los últimos tiempos.
    Más adelante se encontró a los verduleros de siempre, luego a un hombre que vendía jarros de latón y después a un borracho tirado en la acera durmiendo como si nada. Muy decadente todo, pero ya estaba acostumbrado.
    La plaza del mercado estaba más adelante con sus tarimas de vegetales y frutas unas más buenas que otras. La carne escaseaba desde la prohibición de los carniceros independientes. Ahora solo se podía comprar la carne en los puestos autorizados por el gobierno y seguramente a un precio de escándalo. Eso iba a ser un problema. Necesitaba carne para Samara, la pérdida de sangre no se iba a reponer tomando sopa.
    Los que vendían hierbas estaban al fondo, por suerte tenían algunas cosas. Compró caléndula para la inflamación y enredadera negra para combatir la infección. Con la raíz amarga tuvo que ver a un vendedor furtivo al fondo de la plaza y le costó dos monedas de plata. Tan solo le dieron una pequeña bolsa con apenas tres dosis pero era algo.
    Para la carne tuvo que ir a casa de uno de los antiguos carniceros. El hombre no quería venderle pero cuando le explicó que era el médico de la taberna y el tipo se acordó de él bajó la guardia.
    —Si los soldados me atrapan vendiendo carne me van a quitar hasta la casa y luego me mandarán cuatro años a la cárcel —dijo el carnicero—. Entenderá que solo le vendo a gente selecta y no quiero que se divulgue. ¿Está de acuerdo en comprar y mantener el secreto, doctor?
    Lohan asintió y compró dos piernas de cabra y un lomo de cerdo. A un precio que doblaba lo que solía pagar pero no tenía opciones.
    Metió la compra en una gran bolsa de tela y fue de regreso a la taberna. Por el camino vio a los agrimensores del gobierno plantando nuevas estacas para delimitar más territorio para la colonia fardana. El negocio de Sally había quedado fuera de la zona de desalojo pero eso era algo que podía cambiar de la noche a la mañana por lo que había que estar alertas.
    Más lejos venía una pareja de soldados fardanos conduciendo a una joven madre que cargaba a un recién nacido en brazos. Lohan se hizo a un lado y bajó la cabeza para que ni repararan en él. Pasaron de largo, vio la expresión de la muchacha, estaba asustada y temblando. La llevaban seguramente a la plaza del Jerarca ante el oráculo, si su hijo mostraba signos de poder usar la energía se lo matarían allí mismo. El imperio tenía una política radical al respecto, los magos no tenían derecho a vivir. Era usual que los guardias llevaran a las madres pobres a la plaza del Jerarca, ninguna iba por su cuenta. Solo los nobles iban solos ante el oráculo pues en el caso de ellos de no hacerlo la multa les costaba cara.
    Volvió a la taberna y se encontró con Sally detrás de la barra atendiendo clientes.
    —Tres personas pidieron consultas para hoy por la tarde, trata de ir que el dinero nunca sobra —le dijo la mujer mientras le llenaba una jarra de cerveza—. El encargo está atrás, sigue bien.
    Lohan tomó la jarra de cerveza y siguió por el pasillo hasta llegar a la cocina donde dejó la carne y las hierbas. Dándose un buen trago de cerveza abrió la puerta del cuarto donde había dejado a Samara. La pobre estaba rendida y con una palidez de espanto. El material de curas estaba al lado en una bandeja sobre la mesa pero aún era muy pronto para volver a tocarle la herida. Se sentó a su lado y la miró con detalle, le descubrió el abdomen y miró con atención pero todo seguía igual, ya no estaba sangrando y la herida seguía limpia.
    La sacudió por los hombros y ella movió la cabeza perezosamente. Aún no estaba del todo consciente, eso iba a demorar. Lo que pudo conceguir fue que abriera los ojos por un instante breve. En ese momento deseó tener magia de curación, pero esa no era la suya. Solo podía esperar.
    Fue a la cocina y le pidió a Sally que le preparara un caldo concentrado con carne en pequeños trozos, si Samara no se alimentaba, todo lo que había hecho sería en vano. Cuando estuvo listo volvió al cuarto y trató de volver a despertarla. Ella solo hacía ruidos incomprensibles y cabeceaba así que casi tuvo que mantenerla despierta a base de sacudidas. Le levantó la cabeza y trató de hacerla beber el caldo, por suerte ella tragó un poco. A mucho esfuerzo ingirió la mitad del vaso y volvió a dormirse. Tanta somnolencia le preocupaba, si estaba tan débil que no se podía ni despertar tenía una anemia considerable. Pasaron horas hasta que logró que se tomara todo el contenido del vaso. Luego la acostó de lado por temor a que fuera a vomitar.
    Se le hacía tarde para las consultas que le habían contratado por lo que debió dejarla. Volvió a salir y se ocupó de la clientela de pacientes. Cuando regresaba por la calle ya casi atardecía. En el patio de una de las casas cercanas a la taberna vio a Emily regando las plantas de su diminuto jardín. Bella la chica, ya tenía veinte veinte años y a Lohan le encantaba mirarla, el problema era su madre que no lo quería ver ni a diez metros de su hija. Ella le dedicó una sonrisa y lo saludó agitando su mano. Él le devolvió una sonrisa tonta pero entonces la ogra de su madre salió a retorcerle la oreja a la muchacha y a obligarla a pasar. A la par miró a Lohan con cara de verdugo.
    —Mi hija no tiene nada que ver con un sucio matasanos como tú, no la vuelvas a mirar o te lanzaré piedras —le gritó la mujer.
    Lo que la mujer no sabía era que la chica ya llevaba meses encontrándose con él, pero eso aún no podía saberlo. Apuró el paso conteniendo la sonrisa y no le respondió.
    De vuelta a la taberna fue de nuevo a ver a Samara y la encontró despierta. Eso fue un alivio. Tenía los ojos entreabiertos y le sonrió al verlo entrar por la puerta.
    —Supongo que te debo la vida una vez más, gracias —le dijo ella con una debilidad en la voz muy poco habitual en los años que llevaban juntos.
    Lohan se sentó a su lado y la tomó por una mano con cariño.
    —Solo cumplí con mi deber —dijo él—. Tú también me has salvado el cuello muchas veces y eres mi superior en el gremio.
    Sus palabras la hicieron reír aunque solo por segundos pues entonces una mueca de dolor apareció en su rostro.
    —Parece que no puedo reírme mucho o me duele la herida —dijo ella tratando de normalizar su respiración—. El gremio es de dos personas Lohan, tú y yo, somos iguales, tal vez había superior cuando Louis estaba vivo pero ya el gremio no existe. Igual tengo una pregunta. ¿Cuanto tiempo estaré en cama, doctor?
    —Puede que todo un mes, amiga mía —le contestó—. Tienes una herida abierta, de hecho tienes dos, la flecha te atravesó por un flanco pero sin alcanzar nada importante. Igual esa herida va a llevar curas y cuidados. Debes tener anemia, solo mira lo paliducha que estás. Entre la herida y la recuperación me atrevo a decir que puedes irte olvidando de montarle otro atentado a Oakwood. Esto que hicimos fue una locura, Samara. Por mucha magia de fuego que domines no se dispara muy bien desde la azotea de un edificio tan lejos del blanco. Le habrías dado solamente por una casualidad muy grande. En cambio cuando decenas de arqueros hicieron llover flechas sobre nosotros fue una suerte divina que la única que nos perjudicara te alcanzara donde te alcanzó. Ese plan tuyo fue un disparate.
    Ella puso cara de amargura y quedó mirando al techo.
    —Me he convertido en un estorbo entonces —dijo ella—. No podré hacer nada. Mal estamos, digo, a menos que puedas sacarle alguna utilidad a Kurt. Por cierto ¿cómo andamos de dinero?
    —No muy bien, he hecho pocas consultas y la mayoría ha sido a gente tan pobre que ni les he querido cobrar —dijo él—. Ellos se desviven por darme un poco de leche o unos huevos pero no tienen para más. Solo hay pobreza en distrito sur. Si tan solo pudiera ir a trabajar a barrios más pudientes, pero un médico desertor de la legión imperial no va a llegar muy lejos en esos lugares de gente estirada.
    —Es una lástima Lohan, aunque tal vez en un pueblo del campo o incluso en Gremen podrías volver a ejercer —dijo Samara—. Si esto se vuelve insostenible tal vez deberíamos irnos. Por mi Fadot se puede ir al infierno. Qué me persiga por siempre. En cualquier lugar del interior nadie va a saber tu pasado. Creo que ya es hora de pensar en alternativas.
    Él sabía que esas palabras no estaban erradas pero eran pura fanfarronería, nunca tendrían el valor de irse.
    —Sabes que él nos buscaría hasta el fin del mundo —dijo él—. Si nos quedamos seremos muy pronto el próximo espectáculo público de la plaza de armas cuando nos quemen y si nos vamos Fadot nos hará algo parecido. Ya no tengo nada en la vida, soy un médico militar fugitivo y sin familia por culpa de la magia. Bueno, tú tampoco tienes nada. ¿Qué nos queda sino amargarle la existencia a Elijah Oakwood?
    Dicir eso la hizo sonreír.
    —Cada día me canso más de tratar de amargar a Elijah Oakwood, Lohan —dijo ella—. Antes parecía que teníamos un plan, el gremio era numeroso, había partidos opositores dentro del gobierno que lograban medidas populares, la gente nos escondía con ganas. Ahora ya sólo somos dos brujos tercos tratando de matar al lord canciller por venganza.
    A él le dolían las rodillas para ese entonces, huir de los guardias durante el atentado y luego pasar buena parte de la tarde haciendo consultas a domicilio le había dejado las piernas adoloridas. Sabía que ella tenía razón pero sencillamente aceptar la derrota no era sencillo.
    —Al final sabes que la libertad es un sueño, Samara —comenzó él a decirle—. Nos iniciamos en esto entregando nuestras almas al gran señor de las tinieblas. Si abandonamos la tarea Fadot nos perseguirá toda la vida y nos matará.
    Ella le pidió un poco de agua y él le llenó un vaso de una jarra que había sobre la mesa. Tras darse un sorbo ella lo miró de nuevo.
    —Tienes razón respecto a eso —dijo ella—. Somos propiedad de Fadot, él es un elegido, me aterra pensar lo que podría hacer con nosotros si desertamos. Solo mira al oráculo de la plaza del Jerarca para que veas cómo un elegido puede destrozar la mente de un mago. Ese era Paulus, el brujo más mortífero del gremio hace diez años y míralo encadenado a dos postes y doblado en el piso rabiando del dolor días y noches, no muere pero tampoco mejora. Ya es como un animal, no le importa detectar el talento para la magia en recién nacidos que luego serán asesinados porque ya perdió la cordura hace rato. Dicen que dejarlo así fue obra de Gretchen, la renegada. Ellos son los jugadores de peso en este juego, nosotros solo somos fichas menores que se pueden sacrificar. Kurt también lo será.
    —Cierto —admitió él—. Pero a veces me pregunto si no se volverá loco antes.

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  17. Palabras: 3745.
    Cuenta global: 43 723 palabras.
    Faltan: reto cumplido.
    Capitulo 11.
    Las horas pasaban una tras otra, la soledad de la habitación y el absoluto silencio de su cautiverio le dejaban la mente en blanco. Ya había llorado mucho, por días enteros, ya se había retorcido en la cama, había maldecido el día de su nacimiento y le había caído a golpes a la pared. Ya sólo quedaba el vacío.
    Sentado en el suelo con el pelo revuelto en una maraña caótica de tanto revolverlo con los dedos Kurt miraba el libro. No quería leerlo, no alcanzaba a abrir la tapa y volver a mirar las ancianas páginas escritas a mano tal vez por Gregor Taborn o por alguien de su altura. En cambio miraba el cuero gastado de la encuadernación. Heather había muerto, él la había matado. Ese hecho se repetía, en su mente y en sueños. Con los ojos rojos pero ya secos reflexionó en aquella sensación en la que estaba metido, en el vacío.
    Con treinta años de edad ante un libro de magia sabiéndose un asesino y con todo su pasado cerrado con llave para siempre aceptó que de nuevo, como aquella mañana ante la copa de vino su existencia carecía de sentido. ¿Qué era la vida para él? ¿Qué grandes pasiones movían su conducta? ¿Qué anhelos reales tenía enterrados dentro de sí?
    No había respuestas. Él era un autómata que actuaba por instinto, como los animales, un ser sin metas ni oportunidades en la vida.
    —Heather ha muerto —decía en voz baja—. Yo la maté.
    Entonces escuchó un ruido de pasos detrás de su espalda, unos ruidos salidos de la nada. Se volteó y vio la salla de un vestido negro con encajes complicados, miró hacia arriba y vio un corsé ajustado de igual color y más arriba vio un rostro conocido. Era rubia y de ojos grises, tal vez joven pues ¿quién puede determinar la edad en los seres que no son de este mundo? Ella lo miraba. Era la misma que lo había llamado cazador aquella vez que había caminado en el valle de las almas en pena.
    —¿Vas a sentarte a lloriquear toda la vida por esa muchachita atrevida que lo único que hizo fue pasar unas horas por tu vida y abrirse de piernas para ti? Das lástima, Kurt —le dijo la mujer.
    Él se levantó de un salto y se alejó hasta chocar con la pared. La desconocida estaba en el centro del cuarto y lo miraba conteniendo una sonrisa.
    —¿Y tú quien eres? —preguntó él.
    Ella se le acercó un poco mientras jugaba con un mechón de su pelo.
    —Soy Margaery, cazador —dijo ella—. Nos conocimos hace tiempo pero entonces tú tenías otra cara. Fue hace varias vidas, no lo entenderías.
    —¿Fadot te mandó a verme? ¿Qué quiere ahora ese rufián de mi? Habla ya, te lo pido, estoy harto de tanto misterio, quiero un poco de luz sobre el pantano en el que estoy metido —dijo él—. Si puedes decirme por qué ese demonio tiene tanto interés en mi y por qué quiere que destruya Fardan quédate, pero si vienes a decir falacias y a hablar en acertijos vete por donde viniste. Bastante amargura tengo ya metida dentro.
    Ella asintió y entrecerró los ojos, entonces se acercó un poco más.
    —No me manda Fadot ni nadie, soy una elegida de nuestro señor y tengo poder para halarle las orejas a Fadot las veces que quiera —dijo Margaery—. Pero vengo a verte porque me ata un viejo cariño por ti, cazador. De una época en que mi hermana y yo nos peleábamos por ti y en la que tú jugaste con los sentimientos de las dos pero eso ya está en el ayer.
    Las palabras de la mujer eran nuevas referencias a un pasado que no recordaba, ella era otra persona poderosa que venía a meterle alguna otra cosa por los ojos, estar allí mirándola era desconcertante.
    —Responde a mis preguntas o vete, por favor, no te ofendas pero mi cordura ya no es lo que era —pidió él mientras arrastraba los pies hasta la mesa y se dejaba caer en una silla.
    Margaery era también una mujer que le robaba la atención pero a la vez le causaba respeto, solo había que verla y se sabía que no era alguien cualquiera.
    —Fadot te quiere porque necesita destruir un imperio y tú eres un necromante poderoso, igual que yo —dijo ella— ya no quedamos muchos en estos días, de hecho ya no hay magos en Burudan más allá de la pelirroja y el matasanos ese que explota bombas de humo, creo que eso responde tu primera pregunta.
    —¿Y mi segunda pregunta? —insistió Kurt—. ¿Por qué debo hacer lo que prometí hacer?
    —Hace cinco siglos Fardan era un país agrícola y atrasado —dijo Margaery—. Hace cinco siglos siete elegidos desertaron de las filas del gran señor de la oscuridad consumidos por la arrogancia. Hoy por hoy Fardan es un rico imperio y los desertores han estado escondiéndose. Es obvio que ellos levantaron el imperio y que están detrás del gran líder, del concejo de Fardan y de toda esas organizaciones muertas que hicieron para esconderse, tu tarea cazador es muy sencilla, matarlos a todos, a los desertores y a los altos cargos de Burudan. Es todo lo que se te pide.
    Ella lo decía como si fuera algo sencillo de lograr. Matar a siete elegidos, derribar un imperio, virar el mundo al revés. Nada de eso tenía sentido en su cabeza.
    —¿Y yo puedo hacer todo eso que se me pide? —preguntó atreviéndose a ser un poco irónico en el tono.
    Ella se le acercó mucho más, la tuvo frente a frente, pudo ver de cerca sus ojos claros y su rostro perfecto sin una arruga ni una cicatriz. Tuvo que contener el aliento pues la respiración se le aceleró. Estaba seguro de que ella lo iba a agarrar por el cuello y a decirle alguna amenaza pero eso no pasó.
    —No sabes todo el potencial que tienes para ser un buen necromante, Kurt —le dijo al fin—. Puedes hacer cuanto quieras si te lo propones y yo voy a ser tu mentora en este largo camino hasta el dominio de tu arte. Fadot es muy descuidado con sus subordinados, quería que aprendieras magia leyendo ese libro maldito que solo te traerá la locura, vas a aprender conmigo, una lección al día. Cuando todo esto termine el gran señor te querrá ascender a elegido. Lo garantizo.
    —Yo solo quiero que Heather vuelva a vivir, no ambiciono nada más —aclaró él.
    —Eso está por verse, querido —dijo ella—. Quiero ver cómo piensas cuando seas capaz de tener todo el poder y el placer que desees. Cuando la magia te devele sus secretos y puedas lanzarte a un desenfreno total. Entonces tal vez ya no te acuerdes de Heather.
    Sus palabras lo ofendieron. ¿Como se atrevía a decir que olvidaría a la mujer a la que había asesinado?
    —Yo nunca olvido nada importante —se atrevió a decir él.
    —Y yo no te digo que la olvides—le aclaró ella—. Solo te digo que su muerte fue una desgracia pero jovencitas fardanas liberales vestidas con poca tela y con dinero para gastar en noches de fiesta hay por miles. Te conseguiré alguna que otra. El sexo sin compromiso es en ellas algo tan normal como respirar. Si eso fue lo que más te impresionó de la tal Heather no es la única aristocráta aburrida que hace locuras.
    Aprender la magia, dominar el poder, conocer la gloria, todo eso sonaba tan bien pero en el fondo la inseguridad lo carcomía. ¿En que iba a parar su vida si se dejaba llevar? Por desgracia solo había una forma de saberlo.
    —¿Qué es lo primero que debo aprender para ser un necromante? —se atrevió a preguntar.
    Ella asintió complacida y dio unos pasos para ponerse a su lado y tocarlo en el hombro.
    —Debes aprender que la muerte es lo más normal del mundo —le dijo antes de sonreírle—. Pero eso ya lo veremos en el terreno.
    Margaery lo tocó en la frente y todo se le puso negro. Al despertar estaban ambos parados en el cementerio principal de Burudan, donde las lápidas de los ilustres se extendían organizadas por filas a la sombra de árboles frondosos y las tumbas estaban cubiertas por un uniforme césped verde recién cortado.
    —¿ Para qué me has traído aquí? —dijo Kurt.
    —Para hacer una comparación, nada más —respondió ella.
    Entonces aparecieron en un cementerio de pobres a las afueras de la ciudad donde tomaba lugar un modesto enterramiento. Una familia bajaba a un rústico ataúd de una carreta para luego ponerlo en lo profundo de una fosa recién abierta. Allí no había césped ni árboles, las tumbas estaban unas encima de otras y de cuando en cuando se podían ver grandes huecos hechos a base de pico y pala donde cabían muchos muertos.
    —¿Para qué tumbas tan grandes? —volvió a preguntar él.
    —Son fosas comunes, el gobierno las manda a hacer para los criminales, los vagabundos y los que no tienen dinero para comprar una parcela donde ser enterrados —dijo ella—. Caben hasta veinte cuerpos envueltos en sábanas, unos encima de otros, los van tapando con tierra por camadas hasta llegar a un metro de la superficie y entonces tapan la fosa por completo. ¿Nunca habías visto estos lugares?
    —Los monjes del monasterio eran enterrados en el patio del edificio principal, nunca había visto un cementerio —confesó él.
    Margaery caminó hacia una de las fosas comunes que estaba parcialmente cerrada. Un olor muy fuerte provenía de la tierra de allí, un olor a podrido.
    —Todos los días la gente muere, Kurt —le dijo en un tono muy franco, explicando algo que para ella era elemental—. La gente nace y luego muere, unos antes, otros después, la cuestión es que la vida humana es breve y frágil. Una caída y un golpe, una fiebre misteriosa, una puñalada traicionera y todos los humanos bajan a la fosa con igual rapidez. No importa el linaje ni las cualidades, la muerte es el recuerdo de lo que a todos nos espera y de que la justicia de los dioses siempre llega. Tal vez para mucha gente la muerte es algo monstruoso, algo brutal, repugnante, como el olor a cuerpos descomponiendose que estamos sintiendo. Pero la muerte, tan repulsiva, trae otro significado para nosotros, un nuevo inicio.
    —¿A qué te refieres? —dijo Kurt—. ¿Qué tiene que ver eso conmigo?
    —Me refiero a las almas, nuestro trabajo —fue la respuesta de ella—. Espera y verás.
    Cerca de allí la familia ya había puesto el ataúd en el fondo de la fosa y estaba cubriéndolo con tierra, entonces, cerca de ellos había un hombre de pie que Kurt no había notado hasta entonces. El hombre trataba de hablarles a los que miraban la tumba pero ellos simplemente no lo veían.
    —El camino de las almas hacia los sitios de descanso es variado y libre, los espíritus tienen libertad de vagar algunos años, de ir a lugares de ayuda o simplemente de unirse a otros espíritus afines —le explicó Margaery—. El trabajo de la gente como nosotros viene cuando los espíritus se inmiscuyen en las vidas de los que aún no han muerto, cuando se vuelven monstruos temibles llenos de locura y de odio. Entonces nosotros tenemos que intervenir. Es nuestra misión.
    —¿Te dedicas a eso? —le preguntó él.
    —Lo superviso, otros espíritus entrenados se encargan de la mayoría de los problemáticos —respondió ella—. Solo intervengo en casos muy puntuales. Kurt tú no vas a dedicarte a esto que te estoy explicando, pero te lo digo para que sepas a lo que un nicromante normalmente se dedica, a devolver almas enfermas al gran señor de la oscuridad. Nosotros no tenemos magia propia sino que atraemos a nosotros a muchos espíritus que nos ceden su energía, mientras más numerosos y fuertes sean tus fantasmas más poderoso vas a ser. Un nicromante que se respete tiene a su disposición a varios espíritus. Por medio de rituales y de procedimientos puede rodearse de servidores. Yo tengo varios, y tú tendrás los tuyos, ellos serán tus ojos y oídos allí donde tú no puedas oir ni ver, ellos van a ser los que van a meterse en la cabeza de tus enemigos y van a volverlos locos. Pero eso solo se logra puliendo la habilidad.
    —¿Me enseñarás? —dijo él—. ¿Podré usar magia?
    Margaery caminó hacia la cerca de piedra del cementerio alejándose del mal olor de la fosa común.
    —Podrás usar la magia de huesos, Kurt, como se le llama a la necromancia —dijo ella—. Pero eso lo lograremos paso a paso. Ahora quiero que te olvides de eso y comiences a pensar más como un hombre capaz de dominar sus pasiones.
    Ella le dio otro toque en la frente y aparecieron en medio de la plaza del Jerarca, Margaery lucía un lujoso vestido blanco con encajes en las mangas y tenía ahora el pelo recogido en un moño alto con una peineta de oro. Él estaba vestido con el traje de gala de un gran señor, con una sobria chaqueta negra y una camisa totalmente nueva.
    —¿Y esta ropa? —preguntó Kurt.
    —¿Olvidas que soy una elegida? —le dijo ella con una sonrisa descarada—. Puedo hacer lo que quiera, de hecho puedo chasquear mis dedos y aparecer una bolsa de coronas de oro. Tienes una en tu pantalón para pagar las cuentas por cierto. No esperes que pague yo en los lugares adonde vayamos.
    Lo llevó a almorzar en el restaurante El emperador, el más caro de Burudan, comieron con manteles de lujo y tenedores de plata, luego deambularon por la calle principal del distrito comercial y finalmente entraron a un callejón donde al volver a tocarlo en la frente abrió los ojos para encontrarse vestido de una forma más sencilla. Ella también había cambiado de vestido y ahora lucía como la hija de algún mercader en lugar de una poderosa señora.
    Fueron a varias tabernas donde bebieron vino y jugaron a los dados con varios lugareños. Ganaron todas las veces, pero se retiraron a tiempo, antes de que alguien creyera que estaban haciendo trampa. Se fueron muertos de la risa del último lugar donde desvalijaron a unos cuantos apostadores. Sin dudas que salir con Margaery por Burudan era muy divertido.
    —¿Ves que hay un mundo que debes conocer, cazador? —le decía ella tomada de su brazo.
    Los hombres se le quedaban mirando con disimulo, él supuso que era por culpa de ella. A fin de cuentas era una mujer de encantos llamativos con un vestuario que los favorecía.
    —¿Qué hacemos ahora? —preguntó él.
    —Ocuparnos de cosas más serias —dijo ella.
    Deambularon por las calles, vieron los soldados fardanos haciendo sus rondas, el bullicio de los comercios, la gente andando de aquí para allá ocupándose de sus asuntos, hasta que se encontraron al fondo de la plaza del Jerarca frente a un templo de los dioses naturales. Allí la burguesía burudana con sus mejores ropas asistía a oír las palabras de algún clérigo. Quedaron por un buen rato mirando a las familias de los poderosos subiendo la escalinata de piedra.
    —Tú que fuiste sacerdote de la orden de los seguidores del vigía ¿qué crees de esos borregos? —le preguntaba Margaery—. ¿Qué te inspiran?
    —Me inspiran nostalgia —respondió—. Por una ideología que estudié toda mi vida sin lograr a encontrar en ella las verdades que siempre añoré. Yamalón el profeta y luego el vigía crearon una teología agradable y con sentido, pero hoy por hoy la fé de los dioses está hueca y en estos templos se dan más lecciones de moralidad que de verdadero culto al poder de los padres altísimos. Yo a veces dudo que esos padres existan, nunca logré sentir su presencia. Por más que les imploré inspiración y fuerza contra las ganas de acabar con mi vida que aún me persiguen ellos nunca me respondieron. Es una religión en crisis y a punto de morir.
    Margaery asintió como complacida al escucharlo y luego lo invitó a caminar por la plaza hacia unos bancos que había en el centro a la sombra de un par de árboles. Justo al lado estaba la estatua de Logan El Jerarca, fundador de la República de Burudan, un resago del pasado que Fardan no se había molestado en quitar. Ambos se sentaron en un banco, muy poca gente solía sentarse allí a esas horas.
    —Los dioses naturales son un embuste, Kurt —dijo ella—. Logan el Jerarca no fue más que un mercenario de poca monta y Yamalón el profeta un brujo borracho y charlatán. Sus dioses eran espíritus de almas perturbadas y si ganaron una guerra contra el imperio de Burudan fue porque Gregor Taborn estaba muerto. El problema es que el tiempo pasa y la gente adorna mucho la historia, al final la República de Burudan nació de una gran sarta de mentiras.
    Él se mordió los labios pues eso que ella afirmaba era totalmente nuevo para él.
    —¿Cómo dices todas esas cosas? —le dijo él contrariado—. Es blasfemia, los dioses naturales tienen cientos de libros sagrados y varias órdenes de clérigos. Todo eso no puede ser un cuento.
    —Tengo cientos de años caminando por este mundo Kurt, yo lo ví todo con mis ojos —dijo ella—. Los libros se fueron creando a conveniencia y las órdenes de clérigos vinieron cuando se hizo popular. La religión del viejo imperio era la magia, el culto al creador y a su mano derecha el gran señor de las tinieblas, con eso se alzaron ciudades que dejaban en ridículo a lo que es Burudan hoy. Cierto que fue una religión de conquista. El imperio creció demasiado, se fragmentó, originó diferencias irreconciliables en muchos lados y entonces los brujos y curanderos de los lugares más intrincados comenzaron a organizarse y a adorar a espíritus que ellos decían que venían de la naturaleza. Nunca fueron muchos ni muy fuertes pero esos testarudos ganaron en fuerza en la medida que los magos tradicionales fueron desapareciendo del antiguo imperio luego de una guerra civil de la que nadie ya se acuerda. Veinte años después de la muerte de Gregor Taborn, ese bárbaro de Logan el Jerarca tomó el poder y fundó una República con gobernadores elegidos por mayoría de votos en el parlamento, un avance para su época. Esa República duró hasta hace diez años. El resto es historia.
    —Por lo que dices, me pasé la vida leyendo textos sagrados para nada —dijo él casi con amargura.
    —Kurt, mi punto es que la auténtica religión es el culto al creador y al señor de las tinieblas y solo los perseguidos brujos mantienen la vieja fé —le dijo Margaery—. Los burudanos comunes adoran ir a esos templos de Yamalón el profeta donde los clérigos les dicen que donen comida a los pobres y que eviten el adulterio, los fardanos en cambio no creen en nadie, ni en sí mismos, y eso es culpa de los renegados que están detrás de Fardan. El imperio fardano ha cortado de raíz cualquier vínculo de los suyos con las religiones. Los fardanos creen en eruditos y en las ciencias, pero no adoran a nada o eso dicen ellos. Es nuestro deber volver a implantar en este caos a la auténtica religión. Para que la magia vuelva a ser lo que un día fue y Burudan viva una nueva era de esplendor.
    —Pero para lograr eso que dices va a tener que correr la sangre —dijo él.
    —Restaurar el equilibrio nunca es limpio, ni fácil —dijo ella—. Eres el campeón de nuestro señor y él te ha escogido para que seas su espada, cazador. Una espada está hecha para matar, para usarse en una guerra. En una guerra pasan cosas que no siempre son cómodas de asumir, pero son el precio del fin que perseguimos. Tú vas a aplicar la justicia de nuestro señor sobre los prófugos que lo traicionaron. Si en el proceso cambias el orden de este mundo y derribas un imperio ya el creador y su mano derecha se ocuparán de que las aguas vuelvan a tomar su cauce. Pero ya ese no es tu problema.
    —Supongo que debo creerte —dijo Kurt.
    —Serías un tonto si no lo hicieras —le contestó ella poniéndose de pie—. Vayamos a un callejón, debemos volver a la taberna de mala muerte donde te hospedas.
    Caminaron hacia el distrito indistrial por una calle aledaña, habían callejones solitarios por allí. En cuanto encontraron uno Margaery lo tocó en la frente y volvieron a aparecer en la habitación donde Samara lo había confinado. Al aparecer allí encontraron a Sally, que al verlos salió espantada gritándo que el monje había regresado. Poco después apareció Lohan, pero este quedó también muy impresionado de ver a la mujer que lo acompañaba. De hecho se arrodilló.
    —Señora elegida, tenga usted mis respetos, estoy para servirla —dijo Lohan muy serio y Margaery le pidió que se levantara.
    —No todos los elegidos somos tan protocolares, querido —comentó ella en tono de burla—. Pero gracias por los respetos. Me parece que hay algo que quieres decirme pero tienes miedo. Dilo ya, mi tiempo es limitado.
    Lohan la miró indeciso pero al final se dignó a hablar.
    —Es Samara, mi señora, fue herida por una flecha, tiene la herida infectada y ahora arde en fiebres —dijo el mago—. ¿Podría usted hacer algo por ella?
    Margaery pidió que la llevaran ante la enferma y Lohan la guió hasta la habitación contigua. Kurt fue con ellos. Allí Samara temblaba enrollada en una sábana encima de un camastro.
    La elegida la destapó y de inmediato fue hacia la herida vendada que ya olía a pus.
    —Va a morir en dos días a menos que yo haga algo —les dijo a ambos—. Por suerte hay una cosa que sí puedo hacer.
    Margaery puso su mano sobre la herida infectada y la mantuvo presionada por un rato largo, entonces retiró ella misma el vendaje y la piel de Samara había quedado sin la más mínima huella de un flechazo, en cambio la enferma había quedado desmayada.
    —Va a estar débil por mucho tiempo, pero vivirá —les dijo—. Asegúrense de que coma. Ahora debo irme, respecto a ti, Kurt —dijo ya específicamente mirándolo a él— nos veremos pronto.

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      1. Gracias por la lectura, y solo los elegidos pueden hacerlo por gracia del gran señor de las tinieblas. Los renegados se las arreglan por un método ideado por alguien ingenioso que aún no ha asomado la cabeza, pero tiene un poco de explicaciones atrás que aún no doy. Las reglas las pienso ir perfilando según Kurt las necesite aprender.

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  18. Palabras: 4530.
    Cuenta Global: 48 253 palabras.
    Faltan: reto cumplido.
    Capitulo 12.
    Las sábanas de la posada olían a sudor rancio y el techo tenía goteras, la palangana de latón sobre la mesa parecía una cosa deforme, tal vez de haberse golpeado muchas veces contra el piso y el aire allí era pura humedad. No había dudas de que la madera estaba podrida por algunos lados, pero la causa se simplificaba al paso del tiempo.
    Desde la ventana de aquel tercer piso con vistas a un callejón lleno de basura Karl miró hacia el cielo viendo el atardecer caer sobre Burudan. Ya para esas horas los soldados fardanos se preparaban para la ronda nocturna, solo los locos se atreverían a salir a la calle a partir de ese momento pero él ya dudaba seriamente de su cordura.
    Se puso su chaqueta de cuero y sus botas, mientras se las acordonaba reflexionó en lo mucho que necesitaba un par de zapatos nuevos, pero como muchas otras cosas eso tenía que esperar. Tomó la bolsa donde tenía su daga y sus monedas, era suficiente para lo que se disponía a hacer. Entonces bajó las escaleras que crujieron como lo haría un barco a punto de irse a pique y se encontró con la señora extremadamente flaca y llena de verrugas que era su posadera.
    —Me debes dos noches, gruñón —le dijo ella apenas lo vio.
    Karl abrió la bolsa en un gesto casi automático y le puso dos platas sobre el mostrador de la barra.
    —Con eso pago las dos noches y otras tres más —dijo él ya dándole la espalda.
    —¿Vas a la calle a estas horas, loco? —volvió a hablarle ella.
    —No es tu problema —respondió ya abriendo la puerta sin mirar atrás.
    La gente iba apurada rumbo a su casa o a la taberna más cercana. Por ley se podía estar en algún establecimiento público o privado luego de las siete, lo que estaba prohibido era salir a la calle, en esos casos de encontrarse a un policía el resultado podía ser fatal. Faltaba muy poco para el toque de queda, las campanadas de la plaza del Jerarca anunciarían la llegada de la hora marcada y a partir de entonces ya ningún burudano podía salir.
    Ese día Karl tenía trabajo, iba camino a reunirse con los compañeros. Pasó frente a un cartel que promocionaba la flamante industria cárnica promovida por el lord canciller y sintió unas tremendas ganas de escupir. Así lo hizo, mirando al dibujo que alguien había hecho de Elijah Oakwood cortando la cinta de colores de una inmensa fábrica. Ese hombre merecía la muerte de mil maneras distintas, pero por desgracia ni la tal Samara Rutherford tenía suerte en matarlo.
    Dos calles más adelante entró a un callejón donde se encontró con los muchachos que desde hacía cuatro días estaban a su mando. Richard, John y Frank, muchachos pobres del distrito sur con bastante odio en las venas, gente así era la que mejor encajaba en el movimiento. Todos lo la saludaron y le dijeron que estaban listos para la tarea.
    —Sé que están listos, muchachos, pero quiero que sepan que lo que vamos a hacer es muy peligroso y puede que perdamos la vida en el proceso —les dijo con un tono que le recordó al de un padre que aconsejaba a sus hijos—. ¿Trajeron las bombas?
    Richard arrastró con cuidado un pequeño saco y de este sacó una esfera metálica del tamaño de su puño.
    —Recién robadas de un almacén del ejército fardano, compañero Collins —dijo el chico con orgullo— estas bellezas estallan como las bolas de fuego de la bruja pelirroja, de hecho los soldados fardanos las llaman: «el beso de Samara» a mi me parece un nombre hermoso.
    A él también le parecía un nombre hermoso para algo tan mortífero. Las bombas fardanas eran cosas peligrosas e inestables, pero una vez que se les prendía la mecha y estallaban hacían mucho daño.
    —¿Vamos a quemar el campamento, señor, es eso no? —preguntó John casi en susurros.
    Él asintió en respuesta y les pidió a todos que se agruparán alrededor de él.
    —Muchachos, ya sabemos lo que han hecho los militares y sus matones en el sector sur para desalojar a nuestros compatriotas —les dijo—. Si quemamos ese campamento endemoniado donde los enemigos del pueblo quieren meter a los desalojados retrasaremos un poco más los desalojos. El movimiento nos ha encomendado destruir el lugar, pero lo más importante es que salgamos con vida para seguir luchando. ¿Entendido?
    Todos asintieron en silencio, sabían lo que estaba en juego. El campamento en construcción estaría seguramente custodiado por soldados y ya en el lugar debían hacer lo posible por ser vistos solo cuando el lugar estuviera volando por los aires, y al caso el plan era correr, no luchar. No obstante, si alguien trataba de detenerlos o de atacarlos no podían dudar en defenderse o incluso en matar a alguien.
    Richard guardó la bomba de nuevo en la bolsa. Era hora de empezar e ir al descampado donde estaba el campamento, todos quedaron quietos un instante hasta que Karl rompió el hielo.
    —Falta muy poco para las siete, pongámonos en marcha —les dijo.
    Con mucho apuro, como si fueran huyendo del toque de queda marcharon hacia las afueras, pasando las últimas casas marginales junto al río y el puente de piedra que comunicaba hacia el terreno de las obras, debieron alejarse dos kilómetros hasta que divisaron las construcciones del campamento. Justo allí salieron del camino y fueron entre la vegetación para inspeccionar el terreno. Caminaron más lento para evitar hacer ruido y se desplazaron hasta la llanura donde se alzaban postes y paredes de tablas.
    Hicieron un alto para organizar el sabotaje. El campamento aún no estaba muy avanzado, la mayoría de los materiales que se usarían en su construcción estaban en unas carretas a un lado de los postes que se habían colocado como puntales para un futuro techo. Había carretas cargadas solo de tablas, otras de herramientas, otras con largos postes, todo lo que iba a ser necesario estaba allí cubierto por lonas y vigilado por unos doce soldados fardanos que de vez en cuando daban una ronda alrededor del lugar.
    Quedaban tan solo instantes de sol para planificar bien las cosas. Karl les repitió que el objetivo no era batirse con los defensores sino plantar las bombas en el más absoluto secreto y hacerlas estallar para luego retirarse al amparo de las sombras. El plan sería así: dos de ellos debían arrastrarse hasta las carretas y plantar seis bombas, otro debía llegar a la parte de la estructura que estaba acabada y plantar cuatro más, una en cada poste que sostenía el armazón del techo y el otro debía poner otras en una montaña de ladrillos que estaba en una esquina junto a unos árboles.
    La noche fue cayendo y los guardias prendieron varias fogatas alrededor de las cuales se sentaron a descansar mientras un par de ellos vigilaban cargando con pesadas ballestas al hombro. Las armas de los soldados eran lo que más preocupaba a Karl. Ellos no tenían ningún tipo de armadura y mucho menos espadas, estaban vulnerables por completo a un ataque de los defensores. Con un par de dagas y los puños no saldrían vivos de allí. Mantener la sorpresa era todo cuanto tenían para salvar el cuello.
    Una hora después ya los guardias estaban relajados y contando historias alrededor del fuego, incluso estaban compartiendo una botella de vino. Por formalidad dos de ellos se mantenían mirando el lugar y eran relevados al cabo de un rato por otros dos.
    Iba a ser una noche fría y oscura, la luna ni se notaba. Justo entonces vino la hora de actuar. Karl escogió ocuparse de las carretas junto a Richard, John se encargaría de volar los postes de la estructura y Frank de los ladrillos.
    Cada uno debía acercarse al objetivo que le correspondía, una vez el trabajo hubiera sido hecho debían encontrarse entre los árboles próximos al montón de ladrillos que volaría Frank. También debían ser cuidadosos, una vez encendidas, las mechas de las bombas se consumían relativamente rápido, por lo que tendrían un tiempo muy breve para plantarlas y activarlas pues de lo contrario podían explotar ellos por igual.
    Karl y Richard se fueron juntos para rodear todo el terreno y hubicarse detrás de las carretas. Eran muchas, estaban acomodadas una junto a la otra y su contenido ardería sin dificultad una vez comenzado el fuego, seis bombas allí serían suficientes. Una vez en el lugar esperaron a que los demás se hubicaran en sus puestos. La noche era tan negra que no tenían modo de ver a los demás, así que se dedicaron a esperar un rato. Cuando creyeron que habían esperado suficiente se dividieron, Richard plantaría tres bombas y él otras tres.
    Fueron caminando por lados opuestos del grupo de carretas. Iban a ir prendiendo las mechas en la medida que fueran dejando las bombas, debían moverse rápido pues al prender la última quedarían escasos segundos para el estallido de la primera. Karl llegó al frente de las carretas y colocó la bomba junto a una de las ruedas, acto seguido tomó la caja de fósforos fardanos que traía y prendió la mecha, luego retrocedió treinta pasos y colocó la segunda bomba sobre la plataforma de una carreta, allí prendió la segunda mecha y por último al llegar a la última carreta puso la tercera bomba. El problema fue cuando quiso prender la última mecha y los fósforos no funcionaban. Uno tras otro lanzó los fósforos defectuosos a la tierra sabiendo que el tiempo se le acababa. Richard incluso acabó de encender las tres mechas de su lado y le prestó sus fósforos para que volviera a intentarlo. Solo entonces la mecha prendió y ambos salieron a la carrera monte adentro.
    Las explosiones los tomaron por sorpresa por el estruendo que causaron. Al mirar atrás vieron el resplandor de las bolas de fuego alzándose hacia el cielo. Fue una secuencia de detonaciones, las seis en total, luego escucharon otras dos a lo lejos, y luego otra.
    Mientras se alejaban al sitio de encuentro siguieron sonando las detonaciones. Aquel lugar iba a quedar destrozado, de eso ya no quedaban dudas. Fueron rodeando el lugar lo más rápido que pudieron pero tratando de no delatar su posición, llegaron cerca de donde se suponía que estaban los ladrillos, pero al llegar allí encontraron a los guardias armados con antorchas escrutando con la vista hacia el bosque oscuro en busca de ellos. Junto a los soldados vieron el cuerpo de Frank tirado de cara a la hierba con un virote de ballesta encajado en la espalda. Ver eso fue muy duro para Karl, el chico apenas si empezaba a vivir. Quedarse allí era muy peligroso y para colmo John no acababa de aparecer.
    —Debemos irnos ya —le decía Richard—. Estamos muy cerca de ellos.
    Eso era totalmente cierto, pero él no quería dejar atrás a un compañero que tal vez podía estar herido.
    —Solo un instante —le dijo él—. En un instante más nos iremos.
    —Él pudo perfectamente haber muerto poniendo las bombas, Collins, si anda perdido ya encontrará el rumbo pero no podemos arriesgarnos —le respondió su compañero.
    En esa disyuntiva estaban cuando escucharon pasos desde la derecha. Fue algo muy rápido, un virote de ballesta asomó su punta por el ojo derecho de Richard y el muchacho cayó muerto con el cráneo destrozado. El sonido del virote rompiendo el hueso de la cabeza del chico le heló la sangre, quedó allí respirando agitado frente a una pareja de soldados que se le acercaban.
    —Alto ahí, pendenciero —le gritaron—. Sube las manos o te matamos aquí mismo.
    Karl no lo pensó dos veces y se lanzó a correr pero a los pocos pasos sintió el dolor en la pierna y vio el virote de ballesta que asomaba en su muslo. La sangre caliente le corrió por debajo del pantalón pero él no tuvo problemas en seguir la carrera, estaba tan emocionado por los sucesos que era incapaz de sentir el dolor de la herida. Con el corazón latiéndole muy rápido en el pecho y un escalofrío que lo recorría por todo el cuerpo Karl siguió huyendo mientras los dos soldados lo perseguían varios metros más atrás.
    No podían alcanzarlo o sería su fin, así que continuó a la carrera, paso tras paso, jadeando pero tratando de quitárselos de arriba. Venían cerca, pero con lo negra que estaba la noche solo tenía que aumentar la ventaja y quedarse quieto en algún rincón del monte a la espera de que se fueran.
    Siguió corriendo, podía oírlos acercarse detrás de él. Los árboles eran siluetas oscuras que aparecían casi como salidas de la nada y que lo obligaban a zigzaguear como un borracho, las raíces levantadas le quitaban el equilibrio con cada tropezón pero siguió a la carrera. Escuchó el ruido de la corriente del río. Estaba ya cerca de la orilla pero con la oscuridad no podía saber exactamente a que distancia. El ruido del agua se sentía realmente cerca, tanto que aminoró la marcha por temor a tropezar y caer al agua. Pero los pasos de los soldados también se oían más fuertes, trató de cambiar de dirección y seguir la orilla del río. Avanzó por la derecha subiendo una inclinada pendiente. El aire le faltaba y ya le comenzaba a doler su muslo atravesado por el virote. De repente las suelas de sus zapatos resbalaron con unas piedras sueltas, su cuerpo se tambaleó hacia la derecha e instantes después se sintió como flotando en caída libre. Golpeó su cabeza con las rocas, sintió mareo, luego la entrada al agua que le heló los huesos y entonces la corriente lo arrastró. Tuvo la certeza de la muerte que ya era inminente, lo invadió una gran frustración. Qué ingrata la vida que le daba aquel fin vanal y sin significado pero ya era tarde pues enseguida perdió la noción de sí.

    —Madre, tu hijo es un asesino y lo van a acabar matando —sus palabras dichas a doña Hilda tan sólo unas horas antes aún eran como un martillo dando golpes en su cabeza, sobre todo por la expresión del rostro que causaron en la mujer más importante en su vida. Una expresión de horror.
    —Peter, no puedes hablar así de tu hermano —le había contestado ella irritada.
    —Vino a decirme que su movimiento de revoltosos ha decidido matarme, mamá —respondió él—. Karl ya es un perro rabioso, poco le importamos tú, las chicas o yo. Vino a decirme que soy un cerdo asqueroso vendido a los fardanos, un burgués metido hasta el cuello en negocios turbios y que no se va a oponer a que me maten. Ahí tienes a tu hijo, doña Hilda. Es un loco, un asesino de su propia sangre, porque ya me mató en su alma y quiere verme muerto. Estoy aquí para decirte que voy a hacer todo lo posible porque lo capturen y lo lleven ante la justicia. Ya es hora que sepas la verdad, Karl reniega de nosotros. Te aconsejo que desde hoy hagas como yo y pienses que está muerto.
    Su madre rompió a llorar. Su llanto lo estremeció, era una escena desgarradora. Tuvo que levantarla por los hombros y sentaría en uno de los sillones de la sala.
    —¿Cómo vienes a mi casa a decirme estas cosas, Peter? ¿Es que quieres matarme? —le decía ella entre sollozos—. ¿Qué hice para merecer esto? Vete Peter, no quiero verte ahora. Te consume el odio hacia tu hermano y eso es terrible porque yo siempre creí que de los dos eras el más racional.
    Oír eso de su madre avivó su ira. ¿Cómo podía aguantar que le dijeran algo así?
    —Pero mamá, no puedo creer que llores por ese renegado que nos ha dado la espalda para dedicarse a matar fardanos. Es tú hijo, pero no vale nada, no piensa en el daño que nos hace con sus ideas locas —le reclamó él.
    —¡Vete ya, Peter! ¡Vete y aclara esa mente! A tu hermano lo enfermaron sus ideas pero no por eso te puedes rendir de salvarlo solo porque él nos reniegue. Si no haces nada por él, Peter, su muerte te pesará mucho —le dijo ella sin causar gran efecto en él.
    —Por mi Karl se puede morir, mamá —le dijo él contrariado y con los ojos aguados—. Vine aquí a dejártelo claro, estoy harto de él y lo que sea que le pase ya se lo buscó.
    Salió de la casa de su madre escuchando el llanto de ella. Un escalofrío le recorría el cuerpo y el corazón le latía como en la garganta. Tal vez podía llorar pero la rabia no lo dejaba. Salió a la calle y abordó su carruaje. Tenía compromisos para esa tarde pero decidió suspenderlos e ir directo a su casa donde se refugió en su oficina. Allí cerró las cortinas y volvió a repetir una y otra vez la conversación con su madre. Esa manía suya de torturarse con los pensamientos no le hacía bien pero era algo que le pertenecía desde niño.
    —Muérete, Karl, te odio —dijo para sí mientras se llenaba una copa de vino—. Debiste haber nacido pobre y harapiento, tal vez así hubieras sido más feliz y no hubieras acabado con nuestra tranquilidad.
    Bebió sin parar una copa tras otra, tuvo que desanudarse el pañuelo de seda que llevaba en el cuello de la camisa. Finalmente acabó la botella y se recostó en un diván que tenía junto al escritorio con los dedos entrelazados sobre el abdomen. Tuvo sueño y quedó dormido, soñó que era niño y jugaba con Karl en el estanque que había detrás de casa de sus padres. Ambos estaban descalzos y tenían los pies llenos de barro mientras sacaban lombrices de la tierra y la señora gorda que por entonces era su nodriza venía a regañarlos. Justo cuando los llevaba para la cocina apretandoles las orejas Peter despertó inundado por una profunda tristeza que lo hizo reflexionar en el momento en el que Karl se perdió. No tenía ni idea de cuando había ocurrido eso exactamente, su hermano había sido un buscapleitos desde temprana edad, pero tal vez había comenzado a perderse cuando fue a estudiar para abogado, muchas malas mentes pululaban entonces por las cátedras universitarias, mentes que hablaban de la gloria de la extinta República de Burudan y de sus derechos ciudadanos. Sí, ahí había nacido el germen que le había lavado el cerebro. Pero ya era tarde y él estaba cansado de pensar en su hermano.
    —¿Por qué no acabas de morirte y me dejas en paz, Karl? —preguntó al techo—. Para enterrarte y olvidarte.
    La habilitación estaba demasiado oscura, ya debía ser de noche. Se levantó y caminó hacia la ventana. Apartó las cortinas y la luz de la luna entró junto con una brisa fresca. Escuchó unos toques en la puerta, era su mayordomo, solo él tocaba así.
    —Adelante —dijo Peter con la voz tropelosa.
    El hombre entró y la luz del pasillo agregó un poco más de claridad a la oficina.
    —Podría encender las lámparas para usted si no le es molestia, señor —comentó el hombre al encontrarlo en medio de aquel cuarto oscuro.
    —¿Viniste solo por eso? —quiso saber él.
    —No, señor. Es que tiene una visita. La señorita Helen Mills pidió reunirse con usted hace unos días —le explicó su empleado—. Usted me había mandado a citarla para hoy y resulta que ya está aquí. ¿Podrá el señor recibirla está noche?
    La hija de Mills el magnate del acero no era cualquier persona, por supuesto que la iba a tener que recibir. La verdad no tenía idea de que podía querer la muchacha con él pero tendría la cortesía de escucharla.
    El mayordomo se dedicó a encender todas las lámparas y él a peinarse con los dedos para no dar tan mala imagen, además debió arreglarse el pañuelo de seda en el cuello de la camisa. No muy seguro de si estaba presentable mandó a pasar a la chica.
    Helen Mills era fardana, su piel canela y su pelo lacio la delataban, pero sin embargo lucía un vestido negro de cuello alto y mangas largas, elegante y sobrio al más clásico estilo de una viuda noble de Burudan. Era una muchacha hermosa, sin dudas, y pese a su juventud estaba muy segura de sí por como le sostenía la mirada sin importarle que él fuera de los hombres más poderosos de la ciudad. Desde que la vio quiso comprobar si esa seguridad suya era por pura altanería de niña engreída o si era por algo de madurez. Helen Mills quedó parada frente a su escritorio hasta que él la invitó a sentarse, entonces se acomodó derecha en la silla y lo saludó con la mayor cortesía.
    —Reciba mis más sinceros respetos, señor Collins —le dijo ella con una voz un poco temblorosa de inicio aunque luego tomó firmeza—. En nombre de mi padre y mío le hago saber del aprecio que tiene mi familia hacia usted y su obra dentro de Burudan.
    Tanta diplomacia en sus palabras le resultó chocante. Obviamente la chica hablaba con seguridad pero seguro era novata tratando con gente importante, por miedo a ofender era muy cauta en lo que decía. Eso lo hizo sonreír y hablarle en el mismo tono.
    —Dígale a su padre que me honra sobremanera que su familia me muestre tales respetos y que yo también lo admiro mucho como el influyente hombre que es, mi puerta siempre estará abierta para los Mills, señorita Helen—respondió Peter.
    Ella asintió y la expresión de su cara pareció nerviosa.
    —Apenas lo vea le voy a comunicar sus palabras, señor Collins —dijo ella—. Ahora siendo directos, seguro se estará preguntando qué hago en su casa.
    En efecto ella estaba en lo cierto, él tenía justamente esa pregunta en la mente. ¿Qué hacía aquella chica allí?
    —Me parece que usted me va a sacar de la duda ¿no es así? —dijo él con cierta dosis de sarcasmo en la voz que la hizo sonreír. Tenía unos dientes blancos perfectos, los vio por un instante.
    Ella miró al suelo por algún rato antes de responder.
    —Voy a ser directa, señor Collins, estoy aquí a nombre de mi padre y mi objetivo es lograr un acuerdo con usted contando con su discreción —le dijo con voz firme.
    —Puede contar con mi discreción desde ahora mismo sin importar lo que tenga para decirme, lo juro —afirmó él pero no por eso ella dio muestras de estarse relajando.
    La chica asintió mientras acomodaba sus manos sobre sus piernas y lo miraba directo a los ojos.
    —La bruja pelirroja mató a mi hermana Heather, señor Collins —dijo ella—. No encontramos nunca el cuerpo pero luego de pagar a sus secuestradores una buena suma de dinero desaparecieron sin dejar rastro. Algo tuvo que haberle pasado o de lo contrario nos hubieran seguido presionando para que pagaramos más por su liberación. Estoy segura de que la mataron, mi padre piensa igual. Mi familia está desconsolada y la verdad nos duele mucho que el crimen cometido con Heather quede impune.
    —¿Adonde quiere llegar, señorita Mills? —preguntó él para orientarse.
    —Quiero llegar al punto de que la subversión en Burudan es una plaga. Las calles son más inseguras que nunca, los oficiales fardanos asesinados son cosas de todos los días, las huelgas sangrientas que acaban con choques con la policía, el secuestro de industriales y nobles poderosos para pagar rescate, en fin, el germen del nacionalismo anda por todos lados y hay que ponerle un freno.
    —¿Qué propone tu padre? —quiso saber él interesado en sus palabras—. Eso que dices es de dominio de todos los que formamos parte del gobierno pero no hay un plan en concreto para acabar con eso.
    —Mi padre dice que esperando al trabajo de los investigadores policiales nunca encontraremos el cuerpo de mi hermana ni haremos pagar a sus asesinos —dijo ella—. Él quiere que comencemos a crear una fuerza armada paralela a la oficial de Burudan, una fuerza de hombres que estén listos para la tarea que se les dé. Él puede poner el financiamiento de todo lo que se vaya a gastar pero alguien como usted que conoce a tanta gente sería de gran ayuda.
    —O sea que desean crear una milicia para luchar contra los libertarios y la gente de la bruja —dijo él—. Es eso lo que quiere tu padre ¿no es así?
    —Queremos crear un grupo armado que defienda nuestros intereses y mi padre me dijo que usted tenía la manera de crear esa milicia que le estoy pidiendo —agregó ella.
    Peter se lo pensó un instante. Ciertamente aplacar el foco subversivo que había en las calles era una tarea que al parecer le quedaba grande a la policía y al ejército, pero realmente crear milicias para identificar y matar a los libertarios o a los fanáticos de la bruja pelirroja era una movida arriesgada que fácilmente podía salirse de control. No había que complicar tanto las cosas, realmente lo que Mills quería era venganza sobre la gente de la bruja o tal vez sobre la mismísima Samara Rutherford, para lograr eso en vez de crear milicias era más efectivo contratar asesinos a sueldo, algunos eran muy eficientes.
    —Dígale a su padre que entiendo su dolor y que además lo comparto pues tengo en mi familia la desdicha de haber perdido a un hermano por culpa del maldito partido Libertario que ha dividido a este país y que ha matado a tanta gente —dijo Peter—. Pero si lo que quiere es justicia mi propuesta para él es que mantenga las cosas simples. Qué se olvide de milicias, ya bastante cerca andamos de una guerra civil. Si quiere hombres de sangre fría capaces de localizar a la bruja y llevarla ante él para vengarse de ella yo los puedo conseguir. Él pagaría la suma que pidan en oro los mercenarios y acabado el asunto la vida puede seguir a su ritmo habitual. Esa es mi respuesta, señorita Mills.
    Ella asintió y se puso de pie luego de pedir permiso.
    —Le diré a mi padre todo esto que me cuenta, señor Collins, gracias por recibirme —dijo ella—. En cuanto él me diga la decisión que ha tomado solicitaré un nuevo encuentro con usted para ponernos de acuerdo. Creo que su idea es buena y que puede resultar pero es mi padre quien decidirá.
    —Las puertas de mi casa siempre estarán abiertas para usted, señorita Helen —dijo él con cortesía—. Cuando su padre tenga una respuesta afirmativa para mí yo me ocuparé de contactar a los hombres adecuados.
    Ella salió de allí instantes después caminando como toda una dama y Peter se preguntó si estaría soltera, era linda, segura de sí misma y para colmo ya era la única hija que le quedaba al hombre más rico de Burudan. Esa muchacha debía convertirse en su mujer al final de aquel asunto y él estaba seguro de que podía lograrlo.

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    1. Y ahí va Karl, metiendo la pata como siempre, incluso su plan lo que va a lograr es perjudicar a los que van a mandar a vivir ahí ya que dudo que pongan más fondos de los que ya estaban para el campamento. Su hermano está más claro sobre la situación pese a sus defectos que sabe reconocer. Buen capitulo ya espero ver en que va a terminar este conflicto familiar.

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      1. Los Collins van a seguir chocando al menos por un buen rato más pero han de ir en bandos contrarios. A Karl lo mata su visoñez como revolucionario y sus ideas demasiado rígidas, todo nace de que aún siendo un opositor al gobierno imperial nació en cuna de oro y aún no se adapta a que en la guerra vale todo y que el enemigo no te va a dar la razón por tu superioridad moral. Le faltan unos cuantos cocotazos pero aprenderá. Peter es otra historia, está más centrado pero es muy amargado y gris, por suerte también va a tener sus propios problemas y cambiará a su modo. Gracias por leer camarada.

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  19. Palabras: 2522
    Cuenta global: 50 775 palabras.
    Faltan: reto cumplido.
    Capitulo 13.
    Trajeron al hombre ante Lohan temprano en la mañana cargado en los brazos de dos hombres. Estaba inconciente y completamente mojado, tenía una herida en la cabeza que aún le sangraba un poco y un virote de ballesta que le atravezaba el muslo derecho.
    —Doctor, lo encontramos en la ladera del río a un buen tramo del puente —le dijo uno de ellos—. Nadie de por aquí lo conoce pero sigue con vida. Tiene una bolsa con monedas amarrada al cinto, así que tiene con que pagar sus servicios. Lo dejamos en sus manos.
    Lohan se lo pensó un instante pero al final les dijo que lo llevaran a una de las habitaciones de atrás. Se sorprendió de que no le habían robado el dinero al pobre tipo, al parecer aún quedaba gente honrada en Burudan. Tal vez fuera un ratero o un padre de familia atrapado en la calle tras el toque de queda, pero a la hora de atender a moribundos tenía el corazón blando. Su maestro siempre le dijo que eso era un gran defecto en un médico: «evita los casos complicados a menos que haya buen dinero de por medio, luego que un enfermo muere a los familiares no les interesa mucho pagarle al que hizo de todo por salvarlo, al caso dirán que murió por tus malos tratamientos.» Las palabras de su maestro eran una gran verdad, pero él hizo caso omiso y puso manos a la obra.
    Eran casi las ocho pues acababan de sonar las campanas en la plaza del Jerarca. Recién le había dejado el desayuno a Samara y a Kurt y Sally se había ido de compras al mercado. Únicamente estaban los muchachos de la cocina en el sus trajines habituales. Llamó a uno de ellos y le pidió que lo asistiera con el enfermo a cambio de unas monedas de cobre. Si iba a sacarle la flecha necesitaría ayuda.
    Ya puesto en el asunto Lohan vio que el paciente trataba de abrir los ojos, estaba volviendo en sí, lo cual era un buen síntoma. Poco a poco el sujeto fue mirando a su alrededor como tratando de entender lo que le había pasado. Miraba al techo y también a la pared que tenía al lado, lucía tranquilo hasta que su mirada chocó con él y entonces abrió los ojos como platos.
    —Donde estoy —atinó a decir el hombre.
    —Estás en la taberna de Sally en el distrito sur —dijo Lohan— yo soy el médico de aquí. Estás herido en una pierna y por lo visto has perdido sangre. Me disponía a sacarte el virote pero si no estás de acuerdo te puedes ir. ¿Quién eres?
    —Soy… soy Richard —le respondió el hombre con dificultad.
    —¿Qué te ocurrió? —volvió a preguntarle.
    —No quiero hablar de eso —fue la respuesta.
    —¿Aceptas que intente curarte? —dijo Lohan—. Podrías morir si no te tratan esa pierna, pero debes aceptar y por supuesto, te cobraré algunas monedas por mi trabajo.
    El hombre asintió e intentó incorporarse para soltar un grito en cuanto apoyó un poco su pierna en el catre donde estaba.
    —Tengo para pagar doctor, haga usted su trabajo —le respondió.
    El virote debía ser removido, atravezaba la parte externa del muslo y por tanto no debía comprometer arterias importantes pero ya la carne se estaba enrojeciendo e inflamando. Primero Lohan cortó el pantalón con unas tijeras y acto seguido picó la punta del virote y tomó con firmeza el otro extremo. Su paciente notó de inmediato lo que se disponía a hacer y apretó los ojos.
    —Que sea rápido, por favor —le rogaba ya preparándose para el dolor.
    Lohan lo mandó a girarse sobre su lado izquierdo y tiró del virote con fuerza para sacarlo. El grito del infeliz fue dramático pero la herida no sangró de manera notable. Había esperanza de que salvara la pierna si no agarraba una infección.
    Acto seguido Lohan tomó un frasco con alcohol destilado y vertió un chorro en los dos extremos de la herida, el ardor que le causó lo hizo gemir más pero era por su bien. Luego le vendó el muslo y se fijó en la cabeza que mostraba una ceja rota que iba a necesitar puntos.
    Tras curar la ceja con alcohol le puso unas gotas de sumo de enredaderas rojas, con eso garantizaba que se le adormeciera la carne antes de enterrarle la aguja. Con cuatro puntos sería suficiente. Tras dejar a la anestesia funcionar Lohan lo hizo sentarse para coser más cómodo. En efecto fueron cuatro puntos y la ceja estuvo arreglada.
    —Esto es todo lo que puedo hacer por ahora, pero debes hacer reposo, si tienes adonde marcharte puedes pedir que alguien te lleve y yo puedo darte una consulta mañana —le explicó Lohan—. En caso contrario puedes rentarle una habitación a Sally por un par de días.
    Su paciente asintió y tomó la bolsa de su cinto.
    —¿Cuánto le debo, doctor? —le preguntó.
    —Una moneda de plata, amigo mío —le dijo él— con eso le cobro la cura de la pierna y la ceja y le incluyo dos consultas de seguimiento que le daré mañana y pasado, si me necesita luego de eso le cobraría un poco más en dependencia de lo que tenga que hacer. Lo único que le pido es que me diga dónde se va a quedar en los próximos dos días para verlo.
    El hombre asintió mientras abría la bolsa y le entregaba la moneda de plata.
    —Voy a quedarme en este lugar los dos días que usted me va a seguir la herida, no tengo fuerzas de ir a la otra posada donde me estaba quedando, estoy muy débil y soy un forastero sin familia —explicó el sujeto—. ¿Cuánto me costarían esos dos días aquí?
    —Sesenta cobres es el precio de esta habitación donde estamos por dos días. Puedes quedarte aquí y luego líquidas con Sally cuando te vayas —dijo Lohan.
    El hombre le confirmó que se iba a quedar los dos días mientras trataba de acomodarse en el catre. Él en cambio recogió sus cosas y se dispuso a ocuparse de sus asuntos pendientes cuando la puerta se abrió y apareció Samara con una manta sobre los hombros y cara de sueño. El hombre herido la vio y se sentó de golpe.
    —¡Samara Rutherford! —exclamó el sujeto y Lohan soltó un suspiro de frustración, ahora había que matarlo.
    Samara pensó exactamente en lo mismo pues dejó caer la manta que traía al suelo y caminó hacia el hombre mientras una pequeña esfera de fuego se formó en su derecha. Lohan se apartó para dejarla hacer lo que tenía planeado, por desgracia el sujeto era un desconocido y había visto lo que no debía.
    El hombre hizo un intento por levantarse pero aún le dolía mucho la pierna. Su expresión era seria pero aún así no era de miedo. Eso llamó la atención de Lohan, le indicó que estaba ante alguien que había encarado a la muerte antes.
    —No me maten, se los ruego —les dijo y Samara se detuvo a tan solo un metro de él.
    —Disculpa pues no es personal —dijo ella con la esfera lista para ser descargada en el pecho de la víctima—. Demasiados riesgos corro ya como para dejarte ir luego de que me has identificado.
    —No los voy a delatar, no podría aunque quisiera, yo también soy un prófugo de la policía fardana, tienen que creerme —les dijo mirándolos a ambos en tono de súplica.
    —Lo siento —dijo Samara ya lista para hacer lo que no quería hacer.
    —Soy Karl Collins, el que fue máximo líder del partido Libertario, hay carteles con mi foto por todo Burudan, me persiguen para matarme, estamos en el mismo bando. Me hirieron cuando incendié el campamento que los fardanos están construyendo para los desalojados del distrito sur.
    Lohan había visto muy poco a Karl Collins, al caso una vez dando un discurso sobre abolir el toque de queda de las siete de la noche cuando el lord canciller era menos déspota y permitía variedad de opiniones en Burudan. De igual modo aquel sujeto barbudo con la cabeza rapada y ropa de albañil no se le parecía mucho a alguien que había ocupado un asiento en el parlamento. ¿Qué iban a hacer con él?
    Samara quedó más pensativa y la bola de fuego se esfumó en su mano. Luego tomó una silla y se sentó. La pobre estaba sin fuerzas y con una palidez de espanto, aún le faltaba mucho para recuperarse del todo.
    —Tal vez tengas algún parecido con Collins —dijo ella—. Lo ví de cerca en varias ocasiones y no voy a negar que tus ojos me lo recuerdan pero no me parece que eso pruebe mucho. No tengo ni idea de cosas importantes de la vida de Karl Collins que te podría preguntar para confirmar tu identidad salvo las cosas que todo el mundo sabe, así que me dejas en una encrucijada.
    —¿Qué vamos a hacer con él entonces, Samara?—preguntó Lohan—. Ya nos vio y podría tratar de volver a este lugar.
    Ella asintió y luego se puso de pie.
    —Considérese mi prisionero a partir de hoy señor Collins—dijo Samara mirando al hombre con seriedad—. Si es usted quién dice ser está unido al movimiento libertario que tantos atentados ha hecho por Burudan. Puede que eso me sirva de algo y también puede que no. Verá, no es que mis enemigos no sean los mismos que los suyos pero hasta ahora nunca me ha pasado por la cabeza que sus camaradas tengan la suficiente unión como para derrocar al actual gobierno. Creo que van a hacer estruendo hasta que la policía o el ejército los masacre a todos. Por razones de seguridad no deseo tener nada que ver con ustedes y espero que no se ofenda por ello.
    —No llegué aquí buscando una alianza con usted señorita—dijo el hombre—. Llegué inconciente y con una herida en el muslo, no tengo ni idea de dónde estoy metido, si me venda los ojos y me deja tirado en cualquier callejón estoy seguro de que no sabré llegar a este lugar. No ganaré nada con delatarla con nadie pues soy tan perseguido como usted. Solo le pido que me deje ir.
    —Eso tendré que pensarlo con más calma—respondió Samara—, de momento solo agradezca que sigue respirando y que va a tener tiempo para recuperarse. De lo que quiera hacer con usted ya le diremos más tarde.

    Cuando Kurt abrió los ojos ya Margaery estaba allí en su cuarto, vestida con el mismo vestido negro con el que la conoció, sentada en su mesa y leyendo el libro de magia que él había abierto en contadas ocasiones. Ambos se vieron y ella le dedicó una sonrisa que duró apenas segundos. Luego se levantó y caminó hacia la puerta para hablarle dándole la espalda.
    —Vístete, por favor —dijo ella—. Hoy tenemos muchas cosas que aprender.
    Él lo hizo de inmediato, se abrochó los pantalones y se abotonó la camisa. Luego se lavó la cara en la palangana sobre la mesa y se acomodó el pelo lo mejor que pudo.
    —¿Qué vamos a hacer hoy? —preguntó él.
    —Primero debo mostrarte algunos conceptos, luego vamos a la práctica —fue la respuesta.
    —Creo que será mejor que me cuentes más de ti —dijo Kurt—. Por ejemplo, ¿como es que todos podemos verte y oírte como una persona de verdad y a la vez apareces y desapareces a tu antojo? ¿Son los elegidos así?
    Ella asintió complacida mientras se acercaba a él y lo tocaba en la barbilla.
    —Tengo privilegios que no tiene una persona común pero no soy una elegida para pasear por el campo y gozar de todos los placeres del mundo, tengo un cuerpo físico igual a ti pero en cambio tengo muchas más responsabilidades —respondió Margaery.
    —Hablas a medias —se quejó Kurt—. Dame algo de claridad. Voy a enfrentarme a elegidos, necesito saber a qué me enfrento.
    — Trataré de sintetizar pero no puedo compensar tu ignorancia en miles de cosas —dijo ella.
    —Por favor, explica cómo puedas, de darle sentido ya me encargaré yo — pidió él.
    —Lo que pasa con los elegidos es simple. El creador fundó este mundo, pero ocuparse de su funcionamiento recae en otros. De hecho el creador solo posa sus ojos aquí para ver que todo marcha bien. Hay gente muy poderosa que controla el clima, las plagas y las fuerzas que viven en la tierra, el gran señor de las tinieblas se ocupa de las almas que entran y salen del mundo físico, en fin que todo es vigilado por alguien. Los elegidos vienen siendo como observadores de campo, inspectores del mundo, simplemente velamos que todo marche bien.
    —Sigo sin entender. ¿Cuantos años tienes en este mundo? —volvió a preguntar él.
    —Unos quinientos, no soy tan vieja cómo podría pensarse —dijo ella—. Me hice elegida justo cuando el imperio de Burudan estaba a punto de desaparecer. Era una necromante de prestigio y el gran señor de la oscuridad me llamó para su servicio. Me permitió mantener mi forma humana y me dio conocimientos que me permitieron desplegar un poder considerable.
    —O sea que hace muchos años fuiste una persona común.
    —Sí —dijo ella—. Pero mi trabajo siempre han sido los espíritus herrantes y los peligrosos. Camino por el mundo y tengo a muchos bajo mi mando. Otros elegidos tienen trabajos diferentes, Fadot por ejemplo analiza la política entre las naciones y recolecta información de inteligencia por todos lados. Tú serás también un elegido y te asignarán una tarea, lo entenderás mejor cuando te toque vivirlo.
    —Entonces los elegidos a los que tengo que matar son como tú, una vez fueron humanos, tienen cuerpos como los nuestros pero un gran dominio de la magia ¿es así? —dijo Kurt—. ¿Pero con matar a sus cuerpos físicos tendré suficiente?
    —Una vez sus cuerpos mueran sus almas van a ser captadas de inmediato por el gran señor de la oscuridad y ya no serán problema tuyo. El problema radica en matarlos, pues mientras sigan vivos seguirán escondiéndose. Claro que para matarlos vas a tener que usar una cantidad considerable de energía. Yo no tengo potencial para acabar con ellos, pero tú sí.
    Kurt se alejó un instante y fue a tomar el libro de magia en la mesa. El tacto de sus dedos con el cuero de la encuadernación lo hizo estremecerse.
    —¿Voy a ser un gran mago leyendo este libro? —preguntó mirándola a los ojos.
    —Tú escribiste ese libro, pero cuando eras otra persona, con mi ayuda solo será recordar —dijo Margaery—. Voy a estar a tu lado hasta que estés listo para la tarea. Esos traidores no van a ser fáciles de matar.
    —¿Pero, por qué se corrompieron esas personas, alguien lo sabe? —dijo él.
    —Cuando puedes caminar por el mundo eternamente con un gran poder a tu disposición siempre estarás tentado a huir y disfrutarlo en lugar de hacer un trabajo. A ellos les pasó eso y ahora hay que matarlos, es así de sencillo.

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    1. Alerta de Spoiler del presente capítulo.

      Es interesante ver donde fue a parar Karl, lo que todavía no me puedo creer es que le hayan dejado el dinero dadas las actuales condiciones de la ciudad, la pobreza de la zona y su estado, no sé ¿de veras fueron unos extras los que lo encontraron? Otra cosa es la conversación que tiene Lohan el cual le dice donde esta y luego Karl le dice a Samara delante de él que no sabe llegar, que él es Karl Collins, etc. Dadas las vivencias recientes de dichos personajes si de verdad no le importan los Collins, mucho menos el partido libertario, dada la poca defensa de Karl el cual no ofrece nada, me extraña que no lo maten en ese momento como parecen acostumbrar y lo dejen vivir para aumentar el peligro, aunque sea quien dice ser. Pero bueno no se puede negar que si Karl se termina uniendo a su banda la cosa se pondrá más interesante y será entretenido ver un desarrollo así. La parte donde sale Kurt me gustó y parece que pronto se pondrá en acción, vamos que ya nos tiene esperando hace rato para ver controlar su poder. Ánimos que ya vas por las 50 000 palabras ya dentro de poco terminas el borrador.

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      1. Lohan se sorprende de que no le hubieran robado, pero no es falso lo que dices. En un lugar con tanta miseria lo lógico sería que lo dejaran sin la bolsa. Me dejaste pensando. Tal vez le de la vuelta para que Lohan lo atienda por caridad, a fin de cuentas es un borrador y tengo libertad de torcer cosas. Tienes razón con lo que planteas, la lógica que he ido llevando da a pensar que Samara no se iba a quedar con un prisionero inútil pero en efecto y ya estoy dando Spoiler Karl es un buen candidato a unirse a la tropa, ya lo acabarán viendo, no digo más. Gracias por los ánimos, voy a seguir todo lo rápido que pueda para aprovechar noviembre. Nos leemos camarada.

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  20. Palabras: 3021.
    Cuenta global: 53 796 palabras.
    Faltan: reto cumplido.
    Capitulo 14.
    Friedrich Ferguson le comunicó de la captura de un gran grupo de revoltosos del movimiento libertario y lo invitó a verlos. Elijah aceptó de mala gana pues odiaba ver a criminales andrajosos detrás de las rejas. Soportar sus miradas llenas de odio o de miedo siempre era un fastidio. Además que seguro no perdían la oportunidad de gritarle insultos y lanzar escupidas, ver prisioneros no era algo agradable para él. Aún así, Ferguson estaba orgulloso del trabajo de inteligencia que había realizado. La tarde antes lo había tenido en su despacho contándole sobre la manera en la que había infiltrado muchachos pobres en las filas de los terroristas para identificar al mayor número posible de cabecillas y miembros. Su amigo parecía un soldado novato emocionado por su primera batalla por como narraba lo fácil que fue desmantelar a los libertarios. Luego, cuando se identificaron suficientes y los agentes comenzaron a correr peligro se decidió recoger la red.
    Ferguson era partidario de esperar un poco más, aún no tenían a Karl Collins ni a los de la cúpula del movimiento pero Elijah le había ordenado actuar pues ya los atentados eran horribles y diarios. Un ejército que ocupaba un país extranjero no podía permitirse que le mataran soldados todos los días, era humillante.
    Justo la noche anterior se habían recogido las tenazas alrededor de los terroristas. Uno a uno fueron arrestados en sus casas y tirados sobre una carreta de la policía en medio de la calle. Se capturaron doscientos hombres en las redadas, si no eran todos eran casi todos. De seguro habían más simpatizantes en las calles pero los que importaban eran esos, los que planeaban los atentados y los llevaban a cabo.
    Esa mañana Elijah y su escolta fueron a la prisión imperial de Burudan, un hueco apestoso como no hay dos y vieron sus mazmorras llenas de hombres que lo miraban con los ojos abiertos como platos. Los abucheos no se hicieron esperar, tampoco los escupitajos, pero cuando el primero de ellos hizo blanco en uno de sus hombres recibió un virote de ballesta en el medio del pecho. Con eso reinó la calma allí en aquel pasillo.
    Ferguson iba delante y le mostró a un calvo de espejuelos que estaba sentado al fondo.
    —Este señor es Paul Fokker, lord canciller —explicó el jefe del ejército—. Es un contable del ministerio público pero en su casa se ocuparon cientos de coronas de oro pertenecientes al partido Libertario. No ha delatado a nadie pese a que ya le arrancaron las uñas a sangre fría con pinzas pero este conoce a los peces gordos, eso seguro.
    Elijah asintió viendo los dedos ensangrentados del sujeto que simplemente miraba al suelo. Parecía un infeliz cobarde, quien iba a decir que fuera un conspirador, pero a veces ocurría así.
    —Eh, tú, contable —le dijo en burudano el lord canciller al prisionero logrando que este lo mirara a los ojos.
    —Dígame, lord canciller —contestó el hombre.
    —¿No te da miedo saber que te vamos a colgar muy pronto en medio de la plaza de armas? —le dijo Elijah.
    —Juré dar mi vida por la causa de la libertad, si voy a morir será con la frente en alto —fue la respuesta que cambió por completo la idea que se había hecho del sujeto, no tenía miedo.
    —Entonces morirás como un valiente —le dijo mientras avanzaban hasta el final del pasillo para ver a todos los revoltosos.
    Aquella imagen le daba asco, tantos hombres útiles destinados al matadero, todo por aquella ideología hueca de sacar a Fardan de Burudan.
    Saliendo de allí tuvo que acudir a la reunión con su grupo de gobierno y allí se encontró a Peter Collins compartiendo mesa con él. Lo saludó con cortesía y lo puso al tanto del descalabro de los libertarios.
    —Solo lamento no haber capturado a su hermano, Peter —dijo Elijah buscando ver que efecto lograba en él.
    Pero Collins asintió y lo miró como un hombre tranquilo con su conciencia.
    —Yo también lamentó que usted no lo haya hecho —respondió el magnate.
    La reunión trató del total de pérdidas económicas causadas por el atentado en el campamento de campo doce, donde se iban a hubicar los desalojados del distrito sur. Había que invertir de nuevo en materiales de la construcción por culpa de los libertarios, pero esos ya pagarían.
    Se acordó una solicitud de financiamiento al gobierno imperial en Fardan, detallando las causas pues la nueva colonia era de interés imperial y por tanto el dinero vendría de allá. Luego se debatió sobre los procesos que tendrían lugar en los días siguientes contra los libertarios capturados. Elijah decidió poner las cosas claras.
    —Sé que hay algunos que no desean ser muy duros a la hora de reprimir a esta rebelión que hemos tenido —dijo ante Ferguson, Von Klauss, Collins y Roger Callaham el ministro del interior—. Pero si queremos aplacar diez años más el germen del nacionalismo no podemos andar con rodeos. Yo decreté el estado de emergencia hace ya casi un mes, a causa de los atentados cada vez más frecuentes. Por tanto, en este caso aplicaremos las leyes militares. Cada uno de los acusados comparecerá ante un tribunal militar y los juicios serán sumarios, no tendrán presencia de abogados, las sentencias serán inapelables y lo único a demostrar será la membresía del acusado en el movimiento libertario. Ferguson facilitará la información de que dispone y los jueces que presidirán los juicios analizarán la gravedad de los cargos. Todo miembro del movimiento libertario será condenado a muerte. Si de casualidad aparecen los hijos de algún ricachón burudano en la lista de acusados pues podemos cambiar la sentencia a treinta años de prisión con trabajos forzados en las minas de carbón de Taquiristán. Pero nadie va a quedar impune, a menos que en serio se trate de un inocente.
    Todos asintieron y no hubo objeciones. Acabado ese asunto se disolvió la reunión justo cuando era mediodía y él ya tenía un hambre fatal. Fue a su cuarto para un baño y un cambio de ropas pues Gretchen quería almorzar con él y no iba a verla usando la misma camisa con la que había entrado a la prisión aquella llena de hombres hacinados y con malos olores.
    El almuerzo se sirvió en el balcón de su habitación. Ella llegó un rato después, cuando él ya estaba sentado frente a la mesa bebiendo vino en una copa mientras la esperaba. Vino hermosa como siempre. Pero había dejado de lado los vestidos fardanos y había adoptado la moda local mucho más recatada que antes. Igual le encantaba mirarla.
    Ella se sentó, le sonrió y se sirvió vino.
    —La habitación que me diste no está mal pero esta vista tuya es mucho mejor que la mía —le dijo antes de tomar un sorbo de la copa y dejarla sobre la mesa.
    —Podrías dormir conmigo y asomarte al balcón las veces que quieras —le dijo él.
    Gretchen volvió a sonreír y a tomar la copa en su derecha.
    —Puede que lo haga Elijah, pero disfruto mucho mi privacidad, son cosas que ocurren cuando tienes más de quinientos años andando por el mundo. No lo entenderías. De hecho disfruto mucho estar sola.
    Entonces fue él quien tuvo que reír.
    —¿Burudan como era hace quinientos años? —se atrevió a preguntar para satisfacer una curiosidad.
    —El imperio más grande que haya visto jamás, con edificios que triplicaban a la torre donde te hospedas y artefactos que ya hoy nadie recuerda que existieron. Ya no queda nada de entonces —dijo con cierta nostalgia.
    —¿Qué eras antes de ser una elegida? ¿Una bruja? —su pregunta la divirtió bastante.
    —Una necromante, de las tres mejores que había por esa época —le contestó con cierta fanfarronería— pero mi especialidad era sanar enfermos, mi talento era conocido incluso a cientos de kilómetros de aquí. Fui la esposa de Gregor Taborn una temporada y por tanto la emperatriz de Burudan por unos años, otra cosa que nadie recuerda tampoco. Triste ver cómo la gloria y la fama son tan fútiles.
    —¿Taborn era tan buen mago como dicen? —preguntó él.
    —Era una persona especial, siempre dije que no pertenecía a este mundo, pero puede resumirse que era un gran mago, mantuvo unido a todo el imperio hasta su muerte. Pudo haber sido un elegido.
    —¿Por qué no lo fue?
    —Lo asesinaron, quería que todos los magos se subordinaran al imperio y se afiliaran a un gremio de magos, hubo un conflicto serio y el país se fue a la guerra, era buen mago y mejor político pero mal militar. Cuando todo se puso feo sus mismos aliados lo apuñalaron por la espalda, lo dramático del asunto fue que tras su muerte el imperio se desintegró cuando la rebelión de los clanes libres. ¿Te gusta la historia Elijah?
    —Me apasiona —confesó él.
    —Entonces vamos a llevarnos bien, yo soy una nostálgica perdida. No tanto como mi hermana que llegó a ser historiadora imperial, pero ya esa es otra historia.
    —No sabía que tuvieras una hermana. ¿Ya murió? —dijo él con curiosidad.
    —Llegó a Burudan hace poco, supongo que notó mi presencia, debe estar tramando un nuevo plan para matarme. Ella es una elegida desde hace mucho, se lleva bien con Fadot. Pero ahora que está aquí me tiene preocupada. Margaery es una zorra traicionera.
    —¿La odias? —preguntó él.
    —Un día fui la emperatriz de este país y me montó una trampa para convencer a Taborn que le estaba siendo infiel, digamos que al mes ella también fue emperatriz de Burudan. Se le metió en la cama a mi marido. Yo acabé deportada a Gremen para trabajar de sanadora en un remoto campamento militar y ella se quedó con todas mis cosas. ¿Crees que no tengo motivos para odiarla?
    Ambos sonrieron y bebieron un poco más de vino, luego vino el almuerzo y comieron pavo asado con patatas y una salsa que a Elijah le gustó bastante. De postre tuvieron pastel.
    —Hoy por la tarde mi agenda está vacía —dijo él—. ¿Te apetece hacerme compañía?
    Ella se levantó y se recostó a la baranda del balcón con la copa de vino en una mano y un trozo de pastel en la otra. A Elijah su actitud desenfadada le encantaba.
    —¿Por qué no lord canciller? Supongo que una ex emperatriz como yo es digna de tu presencia. Si te lo ganas pasamos la noche juntos.
    —No sé, tienes quinientos años, eres demasiado mayor para mí —dijo en broma buscando provocarla.
    —En edad sí, pero no he envejecido ni un día desde mi cumpleaños veintiséis cuando me volví una elegida, no te puedes quejar de acostarte con una anciana, estoy mejor conservada que unas cuantas jovencitas.
    —Y yo no lo dudo, querida —le dijo para abrazarla y quitarle su copa de vino—. Yo estoy loco por ti.

    El mercenario lo había citado para verse bajo el puente de los lamentos, en medio de lo más hediondo del distrito sur. A Peter no le hacía mucha gracia, pero a Mortimer Corrigan, un matón peligroso como no habían dos le gustaba el lugar. Lo citó al anochecer, y pidió su impuesto de doce coronas de oro por oír su petición. Siempre pedía lo mismo por ceder una hora de su tiempo para oír una solicitud de trabajo, no había garantía de que dijera que sí pero con ese dinero Corrigan podía ir a uno de los mejores burdeles y pagar una hora con la mejor chica y según él, compensaba la desdicha de oir malas peticiones.
    La banda de Corrigan era famosa en los recovecos pobres de Burudan, él era el hombre que campeaba en las calles y controlaba buena parte del proxenetismo, el latrocinio y la extorción, además de los asesinatos por encargo. Era caro pero eficiente y Peter lo sabía. El propio lord canciller solía usar sus servicios en casos delicados y nunca había ocurrido problema alguno.
    Cuando su cochero lo dejó a una cuadra del lugar en aquella calle oscura y maloliente Peter casi fue capaz de vomitar. Aquello sí que era la viva estampa de la pobreza. Fue custodiado de su escolta personal.
    Mientras caminaba hacia el puente los cuatro fardanos lo seguían con la mirada puesta en todas las direcciones. Elijah Oakwood se los había brindado desde que el movimiento Libertario lo había vuelto objetivo militar. Los cuatro vestían de paisano pero bajo sus capas llevaban buenas espadas cortas y ballestas de mano reglamentarias de la infantería de marina. Eran los mejores asesinos de los que podía disponer.
    Manteniendo el perfil bajo asistió a la reunión con una sencilla camisa de mercader de feria y pantalones de tosca tela. Su capa con la capucha calada completaba el atuendo así como las botas viejas que calzaba, a un obrero no le habrían quedado mejor.
    Chapoteando sobre aguas albañales y viendo las ventanas cerradas de todas las casas por la llegada del atardecer Peter dobló en la última esquina y llegó al lado del puente que cruzaba el riachuelo de los lamentos, donde según la leyenda Logan el Jerarca había decapitado a los generales derrotados del antiguo imperio de Burudan cinco siglos atrás. Vaya ironía de la historia que un lugar tan ilustre quedara dentro de un moridero como lo era el distrito sur.
    Cerca del puente andaban algunos borrachos tirados por las esquinas que si no se ponían a buen recaudo acabarían ahogados en el río cuando los vieran los soldados de la guardia nocturna. Era política del imperio acabar con vagos y mendigos, daban mala imagen.
    Finalmente Peter y su escolta llegaron a la ribera del riachuelo bajo el puente y se pusieron a esperar. El mercenario no se caracterizaba por la puntualidad pero odiaba esperar por nadie, así que llegar temprano era de vital importancia.
    Corrigan llegó un instante después acompañado de ocho hombres encapuchados. Él en cambio enseñaba la cara sin ningún recato, tendría cuarenta años, usaba bigote y el pelo largo en una coleta, vestía sin muchos lujos pero con decencia y portaba una buena espada al cinto. Al verlo fue directo hacia él y le extendió la mano. Peter fue recíproco en el saludo, el agarre del mercenario le entumeció las coyunturas pero no quiso demostrar su molestia, aguantó porque con hombres así no se puede demostrar debilidad.
    —Mi señor ¿que lo trae de nuevo ante este humilde veterano del ejército? —dijo Mortimer Corrigan inclinándose hacia adelante con la derecha enguantada sobre el pecho.
    —Vengo a ofrecerte un trabajo con muy buena paga, tú decides si lo tomas o lo dejas. No sabía que habías pertenecido al ejército. ¿Dónde fue eso, Corrigan? —preguntó Peter con interés.
    —Fui sargento del tercer pelotón de piqueros del glorioso ejército republicano de Burudan. Conmemorado con la estrella del valor dos veces, casi me hacen teniente pero la guerra acabó y todos los tenientes acabaron colgados por lo que rechacé el ascenso —contestó el mercenario ya rompiendo en carcajadas —. Tuve suerte. Ahora vayamos al grano ¿qué oferta tienes para mí?
    Peter sabía que existía la pequeña posibilidad de que dijera que no, a fin de cuentas no se trataba de algo fácil.
    —Heather Mills, la hija de Mills el magnate del acero fue secuestrada y asesinada por la bruja pelirroja, seguro has oído hablar de eso —comenzó a explicarle cuando el mercenario lo interrumpió.
    —La bruja es un trabajo delicado que no estoy dispuesto a asumir —dijo Mortimer irritado—. Si Mills la quiere que la busque él mismo. Meterse con un mago no es buena idea a menos que cuentes con otro mago igual de bueno, no es mi caso. Dame mis doce coronas de oro Collins, me voy de aquí.
    Peter sacó de su bolsillo la bolsa con las doce coronas y se la lanzó al mercenario.
    —Está bien, sí así lo decides no hay problema, pero vas a perderte mil coronas de oro que podrían venirte muy bien.
    Solo oír sobre las mil coronas de oro hizo que el mercenario lo mirara fijamente.
    —¿Ese hombre va a pagar mil coronas por Samara Von Rutherford? —preguntó el mercenario—. En serio que debe nadar en dinero. ¿Hay un adelanto?
    Peter no pudo evitar reír, todo tiene un precio en esta vida, hasta enfrentarse a la bruja pelirroja.
    —Hay un adelanto de cien coronas que podrías llevarte esta noche, pero solo si firmas un compromiso de traer a la bruja pelirroja ante Mills para que él la mate personalmente. Si la llevas malherida o moribunda también cuenta, la cosa es que respire para que sea él quien le corte el cuello. ¿Te parece bien?
    Mortimer Corrigan asintió mientras se acercaba un poco más a Peter.
    —Apuesto a que ya traes listo el papel que debo firmar ¿me equivoco? —dijo el mercenario.
    Peter sacó el papel doblado de un bolsillo de su capa y se lo ofreció a Corrigan.
    —Creo que está de más decirte que si incumples tu parte del contrato los fardanos van a dejar de hacerse la vista gorda contigo —le advirtió él —. Si aún vives es porque a Elijah Oakwood le conviene y no querrás ponerlo molesto. Mills es un hombre muy poderoso, no necesito recordartelo.
    —La palabra de un mercenario es su reputación, mi señor —dijo Corrigan con una solemnidad impropia de él — si ustedes me pagan yo mantendré mi compromiso tal cual está en el documento que me ha facilitado.
    —Entonces pon tu firma en el papel y el adelanto es tuyo, si además de Samara capturas al compinche que la ayudó a escapar de la hoguera puede que te paguen incluso más, no te refrenes a la hora de aplastar a esas ratas.
    Con una sonrisa burlona Mortimer Corrigan tomó una pluma y firmó el compromiso. Peter le entregó otra bolsa más abultada, esta vez con cien coronas de oro.
    —Siempre es un placer hacer negocios con usted mi señor —dijo el mercenario—. Estoy seguro que en unos días encontraré el escondite de la zorra pelirroja y Mills tendrá su venganza.
    Ambos se estrecharon las manos nuevamente, luego los mercenarios se fueron y Peter se retiró de allí.

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  21. Palabras: 3176.
    Cuenta global: 56 972 palabras.
    Faltan: reto cumplido.
    Capitulo 15.
    La ciudad estaba militarizada esa mañana cuando Lohan fue al mercado. Las patrullas de soldados fardanos estaban por todas partes y de lo único que se hablaba era de las redadas donde habían apresado a muchos de los libertarios. Al parecer en el palacio de justicia estaban teniendo lugar muchos juicios sumarísimos contra los arrestados y se decía que a la gran mayoría les esperaba la muerte.
    Lohan no lo dudaba, el lord canciller iba a usar a toda esa gente para dar un mensaje aterrador. Mientras tanto ya era conocido que en las afueras de Burudan se preparaba de nuevo un campamento para los desalojados y los agrimensores imperiales ya habían trazado el perímetro con estacas y cordeles de lo que sería la siguiente gran colonia fardana. Solo faltaba que los capturan a ellos también, para que Elijah Oakwood gobernará tranquilo desde lo alto de su torre.
    Tras comprar algunas verduras y hierbas medicinales para su trabajo volvió por la calle que pasaba detrás de la taberna de Sally donde Emily lo estaba esperando. Aquel callejón mugriento siempre estaba intransitado y justo tras un montón de sacos de basura la chica y él se dieron un beso largo que se acompañó de abrazos. Acto seguido Lohan la llevó dentro de la taberna y ocuparon una de las habitaciones del fondo que últimamente siempre estaban vacías.
    Lohan le arrancó la ropa a la chica a gran velocidad pero sin romperle ni un botón al vestido. Ambos rodaron en la cama, se besaron y mordisquearon los labios, jugaron entre ellos con caricias y frotando sus cuerpos hasta que él la agarró por los muslos y la puso a mirar el techo mientras se movía en un vaivén frenético que los llevó a ambos a un éxtasis casi inmediato. No se podían demorar, la madre de ella la había mandado al mercado por tomates y era muy desconfiada.
    Trepada sobre él la chica llegó al clímax con un movimiento rápido de caderas que lo dejó a él también sin fuerzas y jadeando en la cama. Quedaron uno abrazado del otro mientras Lohan jugaba con los senos de Emily y ella le decía algo molesta que ya la fiesta se había acabado.
    —Esto estuvo genial —dijo él mirando las vigas del techo—. Y pensar que tu madre cree que eres virgen.
    Ella sonrió y lo haló de una oreja.
    —Estoy deshonrada por tu culpa, Lohan Linchstein, más te vale casarte conmigo porque si acabo en un burdel o en un convento porque me abandones juro que te buscaré para cortarte el órgano viril —le dijo ella entre risas.
    —No tendrías valor —se burlaba él.
    —¡Atrévete! —respondía ella.
    Por un momento Lohan se permitió disfrutar de aquel momento. Cuando le parecía que había otra realidad más allá de esconderse en aquel sitio.
    —Si tu madre no me acepta nos fugamos a Gremen, allí podremos comenzar una nueva vida y tú serás la jóven esposa de un talentoso médico cirujano, varás que sí —dijo Lohan a sabiendas de que estaba soñando —. Sabes que siempre voy a estar ahí para ti.
    Ella lo besó con fuerza mientras volvía a ponerse su ropa.
    —No puedo con tanta ternura —dijo mientras metía la mitad de los tomates que Lohan había comprado en el mercado dentro de un bolso —. Me voy, que si la marquesa descubre en lo que ando me dará azotes en el trasero.
    Lohan le dio una nalgada a su chica mientras la abrazaba y la besaba de nuevo.
    —No puedo dejar que eso pase, así que te ayudaré a salir de aquí.
    Emiliy sabía de su habilidad con la magia, él mismo se lo había revelado. Usando la energía tejió un manto para hacerlos a ambos invisibles y así salieron de vuelta a la calle. Lohan solo rompió el manto estando en una esquina del mercado donde la dejó ir para su casa con sus tomates. Ella se fue contenta y él fue a realizar un par de consultas que tenía encargadas para esa mañana.
    Camino a casa del primer paciente vio a su suegra merodeando por la teberna con muy malas pulgas, al parecer Emiliy se había demorado mucho. Ambos se miraron pero la mujer hizo como que él no existía. Su suegra en serio que había sido marquesa diez años atrás, pero la invasión de Fardan la dejó sin dinero y sin más familia que su hija. Aún así el orgullo era más fuerte y no soportaba ver a la chica con alguien como él.
    Las consultas le ocuparon toda la mañana y ya al mediodía fue que pudo regresar a la taberna, por suerte con algunas monedas en el bolsillo. Andaban muy cortos de dinero desde hacía mucho. Tras darle parte del dinero a Sally para ayudar con la compra de alimentos recogió el almuerzo de Karl Collins en la cocina y se lo fue a llevar. Se encontró nervioso al hombre, estaba más serio que de costumbre y su apretaba las manos de una forma como si se las fuera a lastimar.
    —¿Es verdad que desarticularon al movimiento Libertario? —le preguntó apenas lo vio entrar con el plato de sopa.
    —Me temo que sí —respindió Lohan sin rodeos—. La policía está en las calles y se han llevado presos a muchos hombres de esta zona. Dicen que se están celebrando juicios. No dudo que pronto comiencen las ejecuciones. Los fardanos se van a desquitar de todos ustedes. Lo siento Collins. Imagino que debe ser muy duro para usted.
    —¿Entonces que van a hacer ustedes conmigo? ¿Hasta cuando me van a tener aquí? —preguntó alterado el hombre poniéndose de pie.
    —Eso no lo decido yo —fue su respuesta antes de dejarle el plato y el trozo de pan habituales y salir del cuarto.
    Era de mañana y Lohan no tenía ni idea de dónde estaba Kurt. Cuando Margaery venía a verlo ambos solían desaparecer durante horas. Samara estaba en su habitación, al tocar la puerta ella le dijo que pasara y la encontró tendida en la cama mirando al techo. Su pelo rojo estaba revuelto por las sábanas y tenía las manos entrelazadas sobre el abdomen, sus ojos estaban entrecerrados y su rostro era el de la resignación.
    —¿Qué te pasa? —preguntó él para iniciar la conversación.
    —Trato de poner la mente en blanco para que no me duela la cabeza —le respondió su amiga mientras se sentaba en el colchón y se arreglaba el pelo con los dedos—. Tengo miedo de morir Lohan ¿soy imbecil por eso, verdad? No dudo de lo que tengo que hacer y de las pocas opciones que me quedan pero tengo miedo a que me maten, a que me corten el cuello o me cuelguen en la plaza pública. Cada vez me convenzo más de que ese será mi fin.
    Lohan se sentó a su lado en el colchón y la tocó en el hombro.
    —A todos nos pasa igual, somos personas, no piedras —le dijo él—. El cerco se cierra alrededor de nosotros y no hay que ser un genio para saber que con los libertarios fuera de la escena la policía se centrará en capturarnos. Nuestra única esperanza es Kurt y esa elegida y ya tengo mis dudas. Los renegados están detrás de Fardan y tienen tanto poder como los elegidos. Esa Margaery no es tan fuerte con el poder como uno pudiera pensar, si los renegados se aparecen por aquí tal vez no haremos el cuento.
    Samara asintió en silencio y se puso de pie para mirar por la ventana.
    —He oído rumores en las calles diciendo que van a colgar a todos los libertarios a partir de mañana en la plaza de armas, seguro que Oakwood va a hacer un espectáculo de eso como siempre. Tienes razón, Lohan. Cuando acabe con ellos vendrá por nosotros. A estas alturas lo más sensato sería abandonar Burudan pero Fadot nos matará si lo hacemos. Supongo que nos queda seguirnos moviendo hasta que algún jugador más importante nos mate.
    Él asintió, su amiga estaba en lo cierto pero fantasear con lo imposible nunca llevaba a nada bueno.
    —¿Qué vamos a hacer con Collins, Samara? —le preguntó—. Si es un libertario de verdad ya solo le espera la horca allá afuera si lo capturan. Si no lo es igual nos queda el miedo de que nos delate. Por lo que veo el hombre no nos sirve para nada y en cambio tenemos que darle comida todos los días usando las pocas monedas que tenemos.
    —Entonces vamos a tener que matarlo, pero espera unos días más, apenas si he hablado nada con él. Quiero asegurarme de que es completamente inútil para nosotros.
    Collins, o como se llamara de verdad no le parecía un mal hombre pero poco a poco se convertía en estorbo.
    —Está bien, será como tú digas —le respondió él.
    Lohan se dispuso en ese momento a salir del cuarto.
    —Oye, antes de irte debo advertirte de algo. Es incómodo para mí pero lo tienes que saber —dijo su amiga.
    —¿Qué pasa?
    —Vi que trajiste de nuevo a tu chica a la taberna —dijo Samara—. Ya tuvimos una discusión una vez cuando le revelaste que eras un mago. Hasta ahora no ha habido problemas, la muchacha parece madura, pero quiero que tengas cuidado Lohan. Si te identifican como mi cómplice y te vinculan con ella la van a torturar y te van a atrapar. Tienes una debilidad importante con esa chica y esa debilidad se transmite a todos nosotros. Aléjate de ella Lohan. O al menos no la traigas más aquí. Si Emily me identifica voy a tener que matarla y no quiero hacerlo, pero sabes que soy capaz.
    Lohan asintió con la cara muy seria.
    —De mi novia me ocupo yo, Samara. No tienes que preocuparte.
    —Sí tengo que preocuparme —dijo ella—. Un ejército es tan fuerte como su hombre más débil y ahora mismo ese eres tú. Yo no he tenido relaciones amorosas desde hace años y sabes bien por qué. Deberías hacer igual.
    —Emily es mi problema, no quiero que tomes ninguna decisión sobre ella sin antes consultarla conmigo.
    Su amiga asintió y se acercó un poco más a él.
    —Entonces prométeme que la matarás si se vuelve un problema de seguridad —le pidió ella.
    A él se le hizo un nudo en la garganta pero sabía lo que tenía que decir.
    —Si Emily se vuelve un problema yo mismo la mataré —entonces salió del cuarto mordiéndose los labios y apretando los puños.

    Samara aún sentía mareos cuando caminaba muy rápido pero ya se sentía mucho mejor que en los días anteriores. Ver a Lohan irse con aquella cara no le gustaba nada pero a su criterio las cosas siempre había que dejarlas claras por crudas que fueran de decir.
    Salió de su habitación y fue al cuarto donde estaba recluido Collins, ese era otro cabo suelto del que debía ocuparse. No iba a darle más rodeos al asunto. Abrió el candado y se encontró a Karl sentado en el camastro, las miradas de ambos se cruzaron apenas ella abrió la puerta. Los ojos del hombre inspiraban determinación y seguridad, eso la hizo estremecerse, él era del tipo de persona que la impresionaba.
    —Señor Collins —dijo ella mientras tomaba una silla y se sentaba—. Me temo que soy portadora de malas noticias.
    Él se quedó quieto y apretó los labios, su barba estaba erizada y en su calva ya asomaban pelos cortos, señal de que hacía rato que no se pasaba la navaja.
    —La escucho, señorita Rutherford —dijo Collins algo hosco.
    Samara soltó un suspiro y se puso cómoda en la silla.
    —Es el movimiento Libertario, lo exterminaron —solo con decir eso obtuvo su total atención.
    —¿Qué pasó con mi gente, Samara? —se apuró él a preguntar.
    Sabía que iba a volverlo loco pero no podía ocultarselo.
    —Doscientos hombres miembros del movimiento libertario fueron arrestados por la policía hace pocos días, si no son todos son casi todos —cuando se lo dijo vio la expresión en su rostro, el pobre había perdido el aire—. Burudan está con militares y policías en todas las esquinas, un hombre llamado Paul Fokker fue apresado y dicen que reveló datos importantes del movimiento, deben quedar algunos de los tuyos en la calle pero imagino que estén camino a las montañas grises o a Taquiristán, para enterrarse en algún campo y no volver a poner un pie en la ciudad. Su movimiento ha muerto, Collins.
    Karl tomó un aspecto apesadumbrado, se dejó caer hacia atrás y se recostó a la pared. Su respiración se hizo superficial y se le enrojecieron los ojos.
    —¡Oh, dioses Paul! —dijo rompiendo a llorar—. Paul fue quien más se opuso a hacer el movimiento. Yo lo llevé a la muerte, soy un maldito.
    Con los puños apretados contra las sienes Karl lloraba con una mueca de tragedia en el rostro.
    —¿Qué se sabe de Paul Fokker, dime lo que te hayan dicho? Dime lo que sea, te lo ruego —dijo él—. Por favor, Samara. Dime todo lo que sepas.
    A ella se le apretó el pecho de verlo tan afectado. No le quedaron dudas de que era un libertario comprometido hasta los huesos porque había que ser muy buen actor para fingir tanto sufrimiento. Por eso quiso ser todo lo sincera que podía ser con él.
    —Dicen que lo torturaron varios días, le arrancaron las uñas y los ojos, le cortaron los testiculos y aún así no dijo nada, al final lo chantajearon con una sobrina suya que tenía un hijo recién nacido, al parecer era importante para él. Solo con esa amenaza reveló los nombres de los principales líderes del movimiento y varios datos sobre escondites y negocios que financiaban a los tuyos. Lo último que supe era que fue sentenciado a muerte y que va a ser ahorcado de primero en la plaza de armas mañana al amanecer junto a diez libertarios más. Otros diez van a ser colgados en la plaza del Jerarca. Los juicios van a toda marcha, van a pasarse semanas colgando hombres. Las sentencias son inapelables y se cumplen al día siguiente de los juicios. Eso es lo que sé Karl, mis condolencias para ti. He perdido a muchos compañeros durante estos diez años de lucha contra los fardanos, he perdido a casi todos los de mi gremio. Sé lo que se siente.
    Él se puso de pie y comenzó a caminar por la habitación sin rumbo alguno.
    —Yo debería estar preso y no Paul, yo inicié todo esto, no es justo que ellos estén encerrados a la espera de la muerte y que yo esté afuera. No es justo —decía él fuera de sí, casi hablando con las paredes.
    —Hay cosas de la vida que no se escogen Collins, esta es una de ellas —dijo Samara.
    —Dos veces he formado parte de movimientos que han acabado aplastados por los fardanos, primero en el parlamento y ahora en la lucha en las calles. Las dos veces mis camaradas de lucha han acabado en el cadalso con una cuerda en el cuello mientras yo sigo vivo. Por favor Samara, déjame entregarme a las autoridades. Quiero que me cuelguen junto a ellos. Quiero compartir la suerte de mis hermanos. No es justo.
    Samara se puso de pie y lo tocó en el hombro para que él la mirara.
    —Karl, si estás vivo por algo ha de ser. Si te hirieron y acabaste bajo mi custodia por azares del destino y no estás en el corredor de la muerte significa que tienes otra oportunidad entre manos. Los malos son ellos Karl, el villano aquí es Elijah Oakwood y sus fardanos y luego de ellos los que gobiernan en Fardan. Ellos son los culpables de nuestras desgracias, de que hayan quemado a todo el gremio de magos en la hoguera y de que hayan colgado a todos tus compañeros en la plaza pública. Es contra ellos que debemos dirigir nuestro odio. Es por odio que me levanto todos los días y por odio que no me cuelgo de un árbol porque ganas no me faltan Karl, estoy cansada de tanta guerra estéril y de ver a los fardanos hacer todo lo que quieren en este país. No les des el gusto de que te maten fácil. Si igual vamos a acabar en la plaza de armas con una soga en el cuello o amarrados a una estaca bien podemos fastidiarle la vida a los fardanos. ¿No crees?
    Sus palabras surtieron efecto en él, le había transmitido ese odio que tenía en las venas desde hacía años. El hombre tomó control de sí un instante y asintió.
    —¿Pero cómo voy a fastidiarle la vida a los fardanos si ya no tengo camaradas de lucha, Samara? ¿O es que piensas unirme a ti? —preguntó Karl.
    Ella también se lo preguntó por un momento. ¿Confiaba lo suficiente en él para darle un sitio bajo su escondite? La precaución la llevaba a pensar que era una locura pero ya en el estado en que estaban las cosas estaba obligada a no desaprovechar las ayudas. ¿Por qué no? Fue lo que pensó ¿por qué no reclutar un nuevo hombre para su equipo diezmado? Estaba segura que Karl sería de ayuda, tal vez más que Kurt que aún con todo su poder no daba muestras de poder hacer algo concreto para la lucha.
    —Hay un sitio para ti en mi equipo si lo quieres, Karl Collins —dijo ella tras una larga pausa mientras lo decidía—. No tengo dinero que pagarte ni te prometo la gloria ni la fortuna. Tal vez nos maten a todos el mes que viene pero aquí podrás amargarle la vida a Elijah Oakwood con gusto. Tú me dices si quieres. Si no aceptas te puedo sacar de la ciudad. Con suerte en quince días de marcha llegarás a Gremen.
    Él miró al suelo pensando sus opciones. Pero apenas tardó unos segundos en responderle.
    —Estoy a sus órdenes, Samara Von Rutherford —dijo él ofreciendole su mano para sellar el acuerdo.
    Ella le estrechó la mano y asintió.
    —A partir de ahora la puerta de su cuarto va a estar abierta, Collins, pero de momento le prohibo salir a la calle. Es un mal momento para hacer cualquier cosa.
    Él estuvo de acuerdo y se volvió a sentar en la cama. Ella en cambio lo dejó y volvió a su cuarto a revisar algunos informes que le habían enviado sus escasos colaboradores. Al ser la hechicera de mayor rango en su menguado gremio había heredado las responsabilidades de Louis el líder anterior.
    Leyendo un informe pensó en la suerte de que Collins aceptara su propuesta, al final la opción que le había dado de sacarlo de la ciudad había sido un embuste. Si él hubiera optado por irse habría tenido que matarlo. Louis siempre la había preparado para dirigir el gremio y una de las primeras cosas que le enseñó fue a no dejar nunca cabos sueltos.

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  22. Palabras: 3789.
    Cuenta global: 60 761.
    Faltan: reto cumplido.
    Capitulo 16.
    Kurt cerró los ojos y buscó la paz interior como Margaery le había enseñado. Pronto sintió voces susurrantes y sombras que danzaban a su alrededor. Alzó las manos y las sombras se detuvieron, apretó el puño y las sombras cayeron al suelo retorciéndose. Algunas parecían animales, otras tenían formas humanoides pero todas solo inspiraban una sola cosa: locura y desolación. Cuando había entrado en contacto con la energía el cuarto se había quedado a oscuras, pero con las sombras a sus pies ya la claridad había retornado. Ella le había dicho que las sombras eran espíritus enloquecidos, muy útiles pero a la vez traicioneros, por eso debía ser cuidadoso y entrenar.
    —Buen trabajo, cazador, ahora escoge una sombra fuerte y carga su poder —le dijo Margaery sentada desde la esquina.
    Ya habían intentado aquello una docena de veces y era de los pasos más complicados pero Kurt sentía placer cuando lo lograba. Tuvo que establecer una conexión más estrecha con las sombras, buscar entre ellas las que más potencialidades tenían de doblegarse a su voluntad y que además fueran fuertes. Encontró una buena, con la forma de un perro negro de dientes afilados. Se esmeró a fondo y estableció un vínculo. En ese momento de fijar la sombra todo el proceso podía interrumpirse con tan solo una fluctuación de su energía vital. La frente de Kurt se perlaba de sudor con cada segundo que demoraba en atar por completo a la sombra pero finalmente lo logró. El perro quedó atado y él se llenó de su fuerza. De repente un montón de pensamientos perturbadores llenaron su cabeza, venían del perro, eran pensamientos que lo impelían a matar a todo lo que tuviera delante, miró a Margaery y sintió unas ganas incontrolables de estrangularla, el corazón le latía en la garganta y le dolían los ojos pero solo con tocar las llemas de sus dedos supo que la cantidad de energía que estaba controlando no se parecía a nada que hubiera tocado antes.
    —No lo sueltes Kurt, dominalo, mételo en un rincón de tu mente y exprime todo su poder, esa sombra es tu mascota. No falles —le decía ella—. Agarraste a una de las mejores, solo te voy a pedir que seas fuerte porque si la sombra rompe el vínculo va a tomar posesión de ti en lugar de tú de ella y eso puede ser fatal.
    Fue un duelo entre él y el ser por un buen rato, pero llegó el momento en el que podía prolongar el vínculo incluso por horas si fuera necesario. Cuando transcurrió una hora exactamente y él no había perdido el control del perro Margaery lo felicitó.
    —Ahora no lo sueltes, que debemos aprender a desatar ese poder —le dijo ella—. Ahora saldremos a la calle.
    Margaery lo tocó en la frente y aparecieron en medio de un callejón, comenzaba ya a anochecer y en una esquina dos soldados fardanos sometían a una adolescente detrás de unos barriles vacíos. Estaban muy ocupados tratando de desvestir a la chica que ni los vieron aparecer.
    —Vaya, vaya —dijo ella divertida—. Si parece que tuvimos suerte. Quiero que entres en control de las sombras de nuevo Kurt, y que mates a esos hombres.
    Embriagado por la energía solo podía sentir éxtasis en su interior. Atrapar a la sombra correcta le llevó tan solo unos segundos y el poder concentrado fluyó por sus dedos. El aire restallaba sobre sus manos tan solo con la concentración de energía que había logrado.
    —Escucha bien, Kurt, vas a liberar un flujo suave que va a partir de ti, vas a envolverles el cuello con tus flujos y luego vas a apretarlos, rómpeles el cuello pero con delicadeza.
    Él lo intentó pero en su lugar le salieron rayos de energía que literalmente les estallaron la cabeza a los hombres como sandías aplastadas contra una piedra. La muchacha quedó bañada de sangre y sesos y comenzó a gritar despavorida mientras corría lejos de allí.
    —Supongo que tendremos que trabajar en base a eso, eres fuerte pero no tienes nada de control aún —dijo ella—. Ahora suelta la energía, debes aprender a moderar el poder que usas porque con esto que hiciste todos los renegados que podrían haber en treinta kilómetros a la redonda se enteraron de tu presencia.
    Kurt liberó su contacto con la energía y la nariz comenzó a sangrarle.
    —¿Qué me pasa? —le preguntó a ella mientras sentía como el sangrado le rodaba ya por la barbilla.
    —Pasa que te llevaste a tu límite actual, Kurt. No te preocupes por tu nariz, ya luego me ocuparé de eso —le contestó Margaery mientras lo volvía a tocar en la frente —. Ahora volvemos a tu posada de mala muerte.
    Solo fue parpadear y volvieron a aparecer en el cuarto de Kurt y ya la nariz no le sangraba. De cualquier manera él se sentía realmente cansado. Sus músculos se habían entumecido por todo su cuerpo, como si se hubiera pasado el día cargando piedras.
    —Has matado a dos hombres, cazador ¿qué tienes que decir respecto a eso? —dijo ella.
    —Eran violadores, lo merecían —fue su respuesta.
    —Está bien, Kurt, tienes razón en parte. Pero mañana puede que no sean violadores sino soldados comunes y corrientes con vidas y familias allá en Fardan. Quiero que te acostumbres a la guerra, a que el enemigo te va a matar a ti si tú no lo matas antes. Recuerda que estás actuando bajo la protección del gran señor de las tinieblas. El poder es tuyo, matarás a quien tengas que matar, ya esas almas serán debidamente recompensadas si te extralimitas, pero debes acostumbrarte a matar a los soldados fardanos Kurt, porque ellos solo son la punta de lo que hay atrás. Toda esa energía que usaste en ese callejón no es ni la mitad de lo que Gretchen la renegada puede manipular a su antojo. Ella te matará sin dudarlo si tiene la oportunidad, no puedes darte el lujo de que te maten, nuestro señor no puede traerte de vuelta sin dejarte inútil para la magia y eres demasiado valioso.
    —Estaré a la altura —dijo él—. Creo que aprendo muy rápido, voy a atrapar a esa Gretchen y la dejaré revolcándose en el piso.
    Sus palabras le provocaron a Margaery una carcajada.
    —Ya no lloras por Heather, cazador —dijo ella toda irónica—. ¿A qué te gustó tener todo ese poder en tus manos?
    Kurt se molestó y se puso a la defensiva.
    —Pídeme disculpas, no te burles de mi deuda con Heather, gracias a esa deuda estoy en esta lucha que bien sabes no me pertenece.
    Margaery se llevó un dedo a la boca y lo mordió suavemente mientras reía.
    —Disculpame cazador, por ofender a un hombre tan honorable —le dijo con muy poca seriedad—. Cree lo que quieras pero te encanta llenarte de energía vital, no te culpo, yo soy igual. Deja de mentirte, ya te diste cuenta de que vas a disfrutar mucho este trabajo y que muy pronto vas a ser un mago extremadamente peligroso para los siete renegados.
    —Si eso es lo que piensas no soy quien para mandar en tu cabeza, Margaery —le respondió seco—. Voy a pagar mi deuda y luego volveré a mi antigua vida de erudito ermitaño. En el fondo estoy asqueado del mundo. No voy a negar que disfruto entrar en contacto con la energía, pero sé lo adictiva que es. No voy a caer en las garras de ninguna adicción.
    Ella asintió mientras volvía a la esquina para sentarse en su silla.
    —Si eso es lo que quieres hacerte creer Kurt, no soy quien para acabarte con todas las cosas lindas que tienes en la cabeza. No te resistas al poder, no vuelvas a ser el monje puritano con pena de hablarle a las mujeres, eres el cazador. Desarrolla un poco más de carácter, toma todo lo que quieras, el mundo está a tu disposición mientras estés cumpliendo las órdenes de nuestro señor. Disfrútalo, porque cuando seas como yo las responsabilidades te harán más aburrido el camino. Como sea haz lo que quieras. Me marcho por hoy, trata de dormir temprano. Vengo mañana, tenemos muchas cosas que seguir practicando.
    Dicho eso Margaery desapareció. A él no le costó nada tirarse a la cama y rendirse. Su cuerpo cansado le proporcionó un viaje directo a la inconciencia. De hecho la noche le supo corta y cuando abrió los ojos ella estaba nuevamente en la habitación.
    —¿No puedo tener ni un instante de soledad en esta vida? —le dijo apenas la vio.
    —No si quieres salir vivo de tu primer encontronazo con los renegados, así que hazme caso y aprende todo lo que puedas de mi —fue la respuesta de Margaery que lo miraba cruzada de brazos.
    Ella usaba un vestido blanco inmaculado esa mañana y sus ojos grises tenían un tono resaltado por el maquillaje que se había puesto, su pelo estaba recogido en un moño alto y se había puesto un collar de oro muy delicado con diamantes engastados en el dije que tenía forma de botón de rosa. Kurt la miró con detenimiento y Margaery lo notó.
    —Ya no busco que te cases conmigo, cazador, así que no te hagas ilusiones que no me puse así de bella para ti —dijo entre risas.
    —¿Para quién entonces? —preguntó él con curiosidad.
    —Para mi misma, Kurt, soy una presumida ¿no te habías dado cuenta?
    —¿Qué vamos a practicar hoy? —se apresuró él en decir.
    Ella entró en contacto con su energía e invocó a su jauría de sombras que rodeó por completo la cama de Kurt.
    —Hoy vamos a tratar de crearte algunas sombras propias. Has aprendido con las mías pero no es ético que un necromante le preste a otro sus tesoros. A fin de cuentas cada necromante comienza su colección en solitario pero como tú tienes suerte te voy a ayudar.
    Las palabras de ella le volvían a llenar la cabeza de dudas. ¿Algún día iba a comprender todo lo relacionado con su magia? A veces lo dudaba.
    —¿Como se captura a una sombra? —quiso saber él—. ¿Cuales son las mejores?
    Margaery asintió y pensó un momento antes de responderle pero al final le explicó.
    —Las mejores sombras son las almas de los locos y de los suicidas, tienen mucho odio en el cuerpo y uno puede servirse bien de ellos. Además que son almas trastornadas que si se dejan libres causan problemas. Por lo que tampoco te vas a buscar líos si creas tú jauría a base de espíritus desequilibrados. La mayoría de los míos son así.
    —¿Y de dónde saco yo a tantas almas rotas? Imagino que te llevó muchos años crear tu colección.
    Margaery asintió mientras tomó un trozo de queso que había en un plato sobre la mesa y se lo llevó a la boca. Al parecer no le gustó mucho, según su expresión.
    —Sí, pero puede que tengamos suerte buscándote unos cuantos perros para tú jauría —continuó ella diciendo—. Solo necesitas almas que hayan tenido muertes violentas y vas a tener un buen material para comenzar. Ayer comenzaron los ahorcamientos de los libertarios en las plazas públicas. Veinte por día ¿sabes cuántas almas trastornadas van a salir de ahí? Unas cuantas, te lo aseguro yo. Solo debemos caminar un poco por las calles de Burudan y vamos a recoger una buena cosecha.
    Al instante ya caminaban por las calles tomados del brazo como si de una pareja de novios se tratara. Margaery se aseguró de ponerle a Kurt ropas de calidad para que no desentonara con ella. Pronto estaban en la plaza del Jerarca conde diez cuerpos sin vida colgaban del travesaño del cadalso a la vista de todos los que deambulaban por allí.
    —Parece que los fardanos empezaron temprano, ya hay nuevos trofeos en exposición que podremos usar en un rato. Aún así los de ayer deben andar cerca. La muerte sorprende a todo el mundo y es normal que los espíritus estén desorientados. Ahora te explicaré cómo los vamos a encontrar.
    Solo entraron en contacto con la energía y pudieron sentir la presencia de un par de almas bastante cargadas de odio. Ya no lucían como humanos sino como sombras negras y vagaban de un lado a otro de la plaza. Nadie veía a tales seres, salvo ellos dos.
    —Ahi tenemos las primeras capturas del día —dijo Margaery frotándose las manos—. Para cuando los fardanos acaben con los revoltosos vas a tener una jauría envidiable.
    Fue Margaery quien envolvió a las sombras con unos flujos muy fuertes de energía y las atrajo hacia ellos. Acto seguido las incorporó a su jauría con unas ataduras que no romperían jamás.
    —Esos son tuyos, ya te los devuelvo luego, pero ahora que ya viste lo que hice trata de recrearlo tú —le explicó ella.
    Cazaron más de quince sombras, algunas no fueron útiles pues no murieron con grandes traumas ni estaban sedientas de venganza pero la cifra era más que aceptable para un necromante que recién estaba iniciándose. Ya cuando comenzaba a caer la tarde retornaron a la posada donde Kurt debió volver a practicar su uso del poder por horas y horas. El entrenamiento ya comenzaba a atormentarlo.

    La señorita Hellen Mills había aceptado su invitación a almorzar en «El emperador» y Peter se sintió complacido. Acordaron verse al otro día sobre las once de la mañana. Peter fue puntual, la esperó con la mesa reservada y un atuendo a la altura de la ocasión. Ella llegó poco después, usando un vestido negro tal vez algo corto y con el escote revelador típico de las fardanas jóvenes. Le sonrió y le pareció tímida, era jóven, tal vez inexperta en muchas cosas pero tenía la sangre de su familia, apenas se sentó le sostuvo la mirada a Peter y le dio las gracias por invitarla siendo él una personalidad tan importante. Él le agradeció que lo tuviera en tan alta estima y le dijo que lucía preciosa. Ella no se puso colorada ni nada, en cambio lo sorprendió con una frase cortante y directa.
    —¿Le gusté tanto en la vez que nos vimos que tuvo la necesidad de invitarme a un lugar caro para impresionarme y llevarme a la cama? Dejémonos de tonterías, Collins, si le gusto me lo dice, yo le doy una respuesta y todos quedamos bien. Si en serio lo que quiere es conversar y pasar un rato agradable, desde ya le digo que no soy una buena conversadora, pero aclararme por qué me invitó, segura estoy que no fue para verme la cara —con eso lo dejó todo claro.
    Peter sonrió complacido, no era una niña tonta, eso era bueno.
    —Usted no hablaba en ese tono cuando nos conocimos, señorita Hellen, me gusta su franqueza —admitió él.
    —Dime Hellen y trátame de tú, por favor, tenía que hablarte de esa forma ese día porque no te había visto más que de lejos y tienes altas responsabilidades en el gobierno. Me educaron para tener modales. Pero en esta ocasión me invitaste con mucho misterio y yo no me ando con rodeos.
    De pronto a Peter le pareció que la muchacha que tenía delante no era la tímida curiosa que él pensaba que era. Fardana al fin tenía garras y tal vez afiladas.
    —Voy al grano —dijo él— te ví y me gustaste, eres bellísima, vienes de una excelente familia y yo ando buscando a una mujer así. Quiero conocerte.
    Ella sonrió divertida y se puso a jugar con un mechón de su pelo antes de beber un sorbo de agua de la copa que tenía al lado.
    —Voy a ser sincera, Collins, eres serio y parsimonioso, como todos los burudanos, no sé qué tienen en la garganta ustedes que hablan todo con florituras y no pueden ser descorteces con nadie y caminan como si tuvieran un palo metido por el culo. No es por ofender, pero no eres mi tipo si lo que quieres es casarte conmigo. Así que te lo digo para que no te hagas falsas espectativas. No soporto a los hombres de este país, aunque estemos ahora mismo hablando en fardano no somos iguales.
    Peter había tenido esperanzas con aquel encuentro, ya se veía de yerno de Mills, el hombre más rico de Burudan, administrando sus miles de coronas de oro en negocios más y más grandes. Pensó que Hellen podría ser seducida con un poco de interés pero ya veía que no. La jovencita que tenía delante no era para nada inexperta en lidiar con hombres.
    —Ni soy parsimonioso ni me gustan los rodeos, soy burudano, y con orgullo —le dijo él—. No tengo que pedirle nada a nadie, con la edad que tengo administro cuatro fábricas y tengo una fortuna que es casi la mitad de la de tu padre, vivo como me da la gana, hago lo que me da la gana y si no te intereso no pasa nada, amantes sobran y burudanas que se fijen en mi hay muchas. Si no quieres conocerme te lo pierdes, no soy mal partido, para que lo sepas.
    Ella soltó una carcajada.
    —Eres además un hablador, Collins, me diviertes como ni te imaginas, no dudo de que seas rico, dudo que seas lo que esté buscando. No quiero un hombre que me tenga como una muñeca en una jaula y que su único pasatiempo sea actualizar libros de contabilidad y leer filosofía. Quiero un hombre que me inspire respeto, que me domine, no lo va a lograr, claro está, pero se darán situaciones interesantes. Esos hombres existen, pero no son los burudanos burgueses.
    —Los fardanos son liberales, pero cuando tienen un poco de dinero no te creas que son distintos a nosotros —dijo en respuesta—. Yo no tengo problemas con tener una mujer independiente que administre sus propios negocios, si tu miedo es que te encierren en una jaula. En fin ¿ya has tenido suerte encontrando a ese hombre perfecto que andas buscando?
    Ella sonrió y se mordió los labios.
    —Yo sé lo que quiero, ya lo encontraré.
    El mesero vino a pedirles lo que iban a ordenar y al rato ya estaban comiendo. Pasaron gran parte del tiempo bromeando sobre si los hombres fardanos eran mejores o peores partidos que los burudanos, en eso se les fue el mediodía.
    Una vez fuera del restaurante caminaron por la plaza de armas. En una esquina estaban los cuerpos colgados de diez libertarios en el cadalso. Afeaban el paisaje pero Peter no podía negar que sentía alivio de saber que Oakwood había ganado contra esos revoltosos. Apenas se quedó mirando los muertos ella no pudo evitar opinar.
    —¿Se te revuelve el estómago, Peter? —le preguntó pícara.
    —Yo era un muchachito cuando la conquista, querida —le respondió él—. Ni te imaginas la cantidad de sangre que había en las calles por esa época ni la cantidad de ahorcados que me tocó ver.
    —Tal vez eres más duro de lo que yo pensaba.
    La tarde no acabó como él originalmente había planeado, pero no le fue del todo mal. Haciendo algo impensable en una burudana Hellen lo invitó a su casa. Vivía en un apartamento muy decente en el distrito industrial, encima de una tienda de ropa que había pertenecido a su difunta hermana. Lo invitó a beber de un excelente vino y a continuar una conversación más íntima. Cada uno compartió anécdotas propias y lograron una buena empatía. Ya casi estaba anocheciendo y los faroles de las calles ya estaban siendo encendidos. Hellen se le había sentado en las piernas con el pelo revuelto y algunas copas de más.
    —Tal vez no seas mal partido después de todo, Collins —le dijo ella y ambos se besaron.
    Acto seguido fueron del balcón al cuarto y de allí a la cama. Peter le arrancó la ropa a la muchacha como todo un bruto, casi le rompió el vestido y ella reía y le pedía que la tratara con rudeza, que le enseñara que era un hombre dominante. Entonces él le dio dos bofetones por la cara en el calor del momento y creyó que lo había arruinado todo pero en cambio ella pareció exitarse aún más.
    —Eso, Collins, enséñame que eres un hombre de verdad —le decía al oído mientras le encajaba las uñas en la espalda.
    Fue un sexo frenético y casi salvaje, Peter la sometió y ella se reía, lo provocaba y él se dejaba llevar y ambos acabaron exhaustos. Para entonces él se sentía relajado por completo y ella estaba desnuda a su lado. Ya era de noche y el cuarto estaba en penumbras. Hellen caminó por la habitación y buscó algo en una gabeta, volvió con una pipa, una caja de fósforos y una bolsita de tela.
    —¿Qué es? —preguntó Peter.
    —Raiz amarga —dijo ella con picardía—. Te va a encantar si la pruebas, vas a sentirte como en otro mundo.
    Él sabía que la raíz amarga era muy cotizada en los barrios marginales, la gente la usaba para drogarse. En lo particular nunca la había probado. Tenía algo en contra de las adicciones, detestaba perder el control de sus impulsos. Aún así estaba ante Hellen desnuda sobre aquella cama, la tenía trepada sobre él poniéndole cerca del rostro sus pechos de muchacha de veinte años inmunes a la gravedad, podía sentir lo agradable y cálido de su aliento, ver su rostro dulce enmarcado en su pelo revuelto luego del sexo, palpar la sensación de su piel tersa ¿como iba a resistirse a nada que ella dijera? En ese momento no era capaz.
    Hellen abrió la bolsita y puso un poco de una picadura parda en la pipa, prendió un fósforo y encendió la sustancia para inspirar un poco de humo y soltar una bocanada que inundó el cuarto de un vaho dulzón.
    —Ahora prueba tú —le dijo ofreciéndole la pipa.
    Peter inspiró el aire de la pipa y no pudo evitar toser.
    —Trata de nuevo —le insistía ella.
    Peter fumó raíz amarga nuevamente y al fin logró tolerarlo. Pero pronto una sensación de relajación y felicidad lo absorbió por entero. A ambos les pasó lo mismo, quedaron uno junto al otro mirando hacia el balcón fijamente con una sonrisa de dementes en el rostro mientras compartían la pipa. Luego de acabar de fumar solo esa pipa comenzaron a besarse de nuevo y volvieron a retozar en la cama durante la mitad de la noche.
    Ya cansado y débil Peter quedó rendido, el amanecer lo sorprendió abrazado de ella y con un dolor de cabeza atroz pero por primera vez en mucho tiempo no estaba preocupado por absolutamente nada y eso lo hacía feliz.

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    1. Leído el 16, llevaba un comentario avanzado pero metí la delicada y se borro
      Lo primero, bien logrado. La trama tiene de todo, filosofía, diálogos ágiles y realistas, descripciones muy detalladas y cuidadas, violencia y sexo. No apta para menores de 16. Lo he dicho antes . He leído obras muy inferiores a las historias del Nanowrimo que han sido publicadas, así que aplausos para los participantes. Ahora dichos los méritos vamos a golpear un poquito y esto sirve para todos. Kurt esta encerrado en un cuarto y me parece que no se ha comentado nada sobre si se baña o si tiene donde hacer sus necesidades fisiológicas. Se que este aspecto apenas se considera en la literatura en general, pero si la historia es realista debería comentarse. Recuerdo el Libro de la Tierra a la Luna de Julio Verne, el francés hace una descripción minuciosa de todo el contenido de la bala- nave espacial y su uso. Pero se le olvidó el baño, claro eran otros tiempos, tal vez si comentaba algo como eso sería considerado aberrante. Pero estamos en otros tiempos y mencionarlo daría mas similitud

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      1. Cierto que nuestro amigo Kurt no aparece higienizandose, suponemos que llame a alguien para que lo saquen a un baño pues su cuarto no lo posee. Ahí me diste en el blanco, nunca he hecho mención a eso y es algo básico. Gracias por los elogios, pero creo que debo pulir este borrador mucho más, hay palabras malsonantes y varias cosillas sueltas. Los diálogos tienen sus detalles pero no voy a negar que he trabajado bastante en la historia. En general es cierto lo que dices, las historias del NaNoWriMo han mostrado calidad en las tramas y eso me hace feliz porque es seña de que somos una comunidad que ha alcanzado cierto dominio elemental del género. Gracias por leer y comentar amigo mío. Nos leemos.

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    2. La historia sigue genial y se enreda aún más. Kurt ya está avanzando algo en el dominio de su poder, pero resulta preocupante la condición de su equipo que parece al borde de la derrota desde los primeros capítulos. Será interesante ver qué estrategia idean para poner el juego a su favor cuando lo tienen todo en contra. Me gustan mucho las historias como esta en las que los protagonistas siempre están contra la espada y la pared, superando sus límites y evolucionando, con una delgada línea en lo que respecta a la moral de los bandos enfrentados.

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      1. Gracias por la lectura camarada. Seguro ya leíste por algún lado que ya empecé a trabajar y que ando corto de tiempo últimamente pero no se me olvida que tengo deudas de lectura con ustedes. Tanto con Gamora, con el emperador y contigo, pero me planificaré. En efecto esto es lo que he ido buscando, personajes que necesariamente no sean los buenos ni los malos sino que sean lo que los obliguen las circunstancias. El equipo de Kurt no lo va a tener fácil, de hecho las cosas van a ponerse más feas aún antes de que empiecen a tener éxito y dicho éxito no va a ser aún una victoria perfecta. Esto es un borrador y debo redondear luego el contenido pero a eso aspiro. Nos leemos camarada, cuídese mucho.

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        1. Si ya había leído que empezaste a trabajar y andas ocupado. Yo ando también un poco atareado con las clases atrasadas que quieren soltarme en la facultad. Pero bueno voy aprovechar este domingo que estoy descansando para ponerme al día con las obras del nanowrimo hasta donde pueda. Bueno, según lo que me dices la historia de Kurt será bastante interesante y me imagino que larga, así que ánimos y éxitos en tus proyectos. Nos leemos camarada.

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  23. Palabras: 3411.
    Cuenta global: 64 172 palabras.
    Faltan: reto cumplido.
    Capitulo 17.
    La onda de energía despertó a Gretchen, fue como si algo la hubiera sacudido. Apenas si había pasado una hora luego del atardecer y Burudan lucía en calma. Elijah estaba a su lado, ambos sin ropa, se habían quedado dormidos en la cama luego de retozar un poco pero aquella chispa de energía la hizo levantarse de la cama y ponerse una bata de dormir. Salió al balcón en lo alto de la torre, ya la chispa de poder se había esfumado pero su estela se mantenía en el aire. Venía de la ciudad, pero de lo más profundo del distrito sur. De inmediato entró en contacto con las sombras y tomó a una de ellas. La sombra tenía forma de murciélago y era moderadamente fuerte, esa era la que usaría. Se mantuvo con los ojos cerrados agarrada a la baranda del balcón, viendo con los ojos del murciélago. La sombra tomó altura y pudo disfrutar de la panorámica de la ciudad en todo su esplendor, vio las dos plazas principales, la segunda avenida llena de mansiones, el distrito industrial, las fábricas, el río Erye con su desembocadura a un costado de la bahía, la avenida del puerto, y por último el sector sur, tan distinto al resto.
    La energía que quedaba en el aire desaparecía rápido, alguien la estaba dispersando, alguien hábil. Aún así podía adivinar el epicentro de la descarga de poder, venía de un callejón oscuro y maloliente. Gretchen obligó a la sombra a ir hacia allí, entró al callejón y vio a dos cuerpos con las cabezas destrozadas, más lejos un perro comía un bocado de sesos frescos y sangrantes, estaban por doquier los sesos y los fragmentos del cráneo. Quién quiera que hubiera hecho aquello o era muy cruel o no tenía idea de lo que estaba haciendo, habían formas mil veces más delicadas de matar a un hombre que estallandole la cabeza.
    Volvió a tomar altura y se esmeró en sentir los restos de la energía usada, no era magia convencional, era presisamente su mismo tipo de magia, alguien había exprimido sombras para descargar aquel rayo mortal. Habían pocos capaces de dar aquel espectáculo con magia de huesos, ella era una de esos, la otra opción era Margaery, pero su hermana siempre había sido demasiado meticulosa y fría como para hacer semejante desperdicio de poder, además Margaery no era tan fuerte. Aquello era una novatada de un necromante jóven y poderoso. Aún así no habían necromantes jóvenes desde hacía siglos, la población de magos iba en descenso.
    El murciélago siguió oteando en el aire, buscando más trazas de aquella energía que se desvanecía. De algún modo le era conocido aquel poder. De sentir tantas veces la fuerza de otra persona usando magia de huesos un necromante acaba por distinguir el sello de esa persona, cada quien tiene su forma de armar sus flujos de energía. Aquellos flujos gruesos y potentes, aunque rústicos, le recordaban a solo una persona, a Gregor Taborn. Era una locura, Taborn estaba muerto desde hacía cinco siglos pero en cambio sus flujos de energía estaban allí y nadie podría convencerla de lo contrario.
    —¿Eres tú, amor mío? —dijo Gretchen para sí—. ¿Te devolvieron a la tierra para matarme?
    Dejó ir a la sombra con el corazón encogido y una lágrima le rodó por la mejilla. Así la encontró Elijah, con la mirada perdida y los ojos casi rojos.
    —¿Qué te ocurre? —preguntó él—. De tanto verte quieta pegada a la baranda comencé a preocuparme.
    —Estamos a la espera de un golpe descomunal Elijah, y si no actuamos rápido ni siquiera vamos a verlo venir.
    El lord canciller se quedó pensativo como tratando de darle un sentido a sus palabras.
    —¿A qué te refieres, querida? —se apuró a decir—. Ya ni quedan revoltosos y esa bruja pelirroja va a caer muerta un día de estos.
    —Hay varios elegidos en Burudan y ni cuenta nos hemos dado. Comenzando por mi hermana la arpía que viene específicamente por mi, luego por Fadot que siempre le gusta hacerse notar y hay otro que no logro definir pues se mantiene oculto. Pero el problema no es ese —dijo ella—. Están entrenando a un necromante, uno poderoso, ni idea de dónde lo sacaron. Sí ese hombre completa su entrenamiento y se vuelve mínimamente decente él solo puede acabar contigo y con todo el gobierno fardano y de paso llevarse a muchos soldados por delante. No va a derrotar a un ejército pero si se combinan varios factores y se forma una nueva revuelta puede que tengamos una revolución y si el mago se une a la revuelta puede que tengamos un problema serio entre manos, nos pueden sacar de Burudan. Así que ya sabes Elijah, a partir de mañana vamos en serio con la cacería de brujas y mucho me temo que voy a tener que informar esto al concejo de elegidos y ante el líder supremo. Necesitamos toda la ayuda que nos puedan dar. Hay que encontrar a ese mago y matarlo.

    Elijah pudo darse cuenta del cambio que tuvo Gretchen tras notar el asunto del necromante misterioso que los elegidos entrenaban. De hecho esa noche ella no volvió a dormir y en la mañana desapareció durante horas. Regresaría al mediodía, con una expresión igual de seria y por desgracia acompañada.
    A la hora de almorzar un desconocido misterioso se apareció en el cuarto del lord canciller. Un hombre de tal vez cuarenta años, barba tupida y frente demasiado amplia vestido con la elegancia de un noble. Cuando él vio al sujeto no pudo evitar preguntarle quien era y que hacía en su cuarto. Pero el hombre no le respondió sino que se acercó un poco más a él hasta colocarse a escasamente un metro de donde estaba sentado. El desconocido chasqueó los dedos y apareció una bola de fuego en su mano derecha, Elijah palideció ¿otro atentado tal vez? ¿Qué mago era aquel del que no tenía referencias?
    Pero entonces apareció Gretchen en ese momento y el desconocido desapareció la bola de fuego y sonrió como si todo hubiese sido una broma.
    —Basta de jueguitos, Franz —dijo ella al mago—. Estás ante un lord canciller del imperio fardano, la voz del gran líder en estas tierras, ofenderlo es casi lo mismo que cometer traición. No me des motivos para retorcerte el pescuezo.
    El hombre miró a Gretchen con cara divertida.
    —¿Te acuestas con él Gretchen? Lo defiendes mucho —dijo el sujeto—. Solías ser más dura. No te entiendo.
    Gretchen se sentó en las piernas de Elijah y le dio un beso con lengua incluida para luego mirar al hombre con seriedad, casi retandolo.
    —El lord canciller es mi protegido, Franz, nadie lo toca, solo yo, y si alguien se atreve a tocarlo va a tener que enfrentarse a mis sombras. Nunca fuiste muy bueno contra los necromantes Franz, te puedo poner los pies en la tierra si ya la arrogancia te comió el cerebro.
    El tal Franz sonrió divertido y tomó una silla para sentarse en la mesa de Elijah y tomar una uva madura de un plato cercano.
    —Él es Franz Hoffman, mi querido Lord canciller —le explicó ella—. Si me habla con esa altanería es porque una vez fuimos amantes, pero debí dejarlo. Vivía borracho y era pésimo en la cama, no como tú Elijah, que me haces chillar como una cerda toda la noche.
    Él estaba bebiendo un sorbo de vino y por poco se atraganta de oir aquellas palabras, pero no las negó.
    —No lo conocía, señor Hoffman —dijo Elijah—. Para mi será un placer tenerlo en Burudan.
    —Gracias por la cortesía Oakwood, pero si no me conoce es por mi trabajo. Soy un elegido igual que nuestra querida Gretchen, a quien por desgracia no pude satisfacer, pero me dedico al servicio de inteligencia imperial. Pocos me conocen pero yo conozco a casi todo el mundo. En fin, voy a estar una temporada larga en Burudan debido a la información brindada por nuestra necromante favorita —dijo Franz mirando a Gretchen que entornó los ojos con sus largas pestañas y soltó un suspiro—. Usted seguirá siendo la figura pública del poder en Burudan pero yo le voy a dar órdenes de cosas concretas sobre la cacería de ese mago misterioso que prepara el enemigo, esas órdenes no las va a poder rebatir, sin importar lo duras que parezcan. El gran líder me autorizó a tener plenos derechos en lo que respecta a este caso. Espero me comprenda.
    La compresión tendría que ser muy grande pues desde esa misma tarde comenzaron las medidas polémicas. Franz ordenó que había que eliminar el apoyo que tenían los magos rebeldes en el distrito sur borrando al distrito sur del mapa y sacando a sus pobladores de Burudan. Por decreto imperial, a partir del día siguiente los habitantes del distrito sur serían declarados simpatizantes de traidores en base al alto número de miembros del movimiento libertario capturados allí y de la gran posiblidad de que Samara Rutherford se escondiera en ese lugar.
    A renglón seguido en el decreto se decía claramente que todos los pobladores del distrito sur serían arrestados, procesados y deportados de por vida a las colonias mineras de Taquiristán. Aquello era una locura, pero había que hacerlo cumplir sin importar el río de sangre que corriera.
    Al amanecer del día siguiente seis unidades del ejército rodearon el distrito sur, a partir de entonces nadie entraba ni salía del lugar y la policía comenzaró a pedirle los documentos a todos los transeúntes en la calle para arrestar a todo aquel que perteneciera al distrito. Las personas fueron sacadas de sus casas con violencia y subidas a carretas llenas de más y más prisioneros. Les pusieron cadenas a muchos, pero no alcanzaron los grilletes para tanta gente, hubo que amarrar a la mayoría con cuerdas comunes.
    Las personas se resistían al arresto y algunas se enfrentaron a los soldados. La orden entonces fue la de colgar a todos los que cometieran desacato a la autoridad y los sargentos de los pelotones hicieron llenar de ahorcados las calles del distrito sur. Fue un día trágico para Burudan. Los gritos se podían escuchar desde la misma torre de Elijah. Una matanza sin razón estaba ocurriendo en sus dominios y él no podía hacer nada. Peor aún, el decreto llevaba su firma.
    En la tarde, caravanas de carretas partieron de la ciudad llenas de prisioneros encadenados y amarrados. Hombres, ancianos, mujeres y niños, todos exiliados de la ciudad capital custodiados por ocho unidades del ejército fardano. Sus nombres aparecían escritos a la carrera en grandes listas que poseían los oficiales al mando pero ninguno había comparecido ante un juez. La verdad era que más de la mitad iba a morir en el camino de cientos de kilómetros hasta Taquiristán.
    En la noche aún se veían incendios aislados dentro del distrito sur. El humo aún se alzaba hacia el cielo anunciando que la calma se había roto en Burudan, tal vez para siempre.
    Elijah no pudo dormir esa noche. Gretchen estuvo a su lado pero ella tampoco estaba muy de ánimos para consolar a nadie.
    —Fue peor de lo que creí —dijo ella—. El líder supremo y todos los demás están locos. Debí haberme callado la boca pero nunca habría imaginado que reaccionarian de esta forma. Lo que pasó hoy va a darnos muchos problemas en el futuro. Fue una chapucería política y también militar. Bastante impopular es la ocupación fardana aquí para coronar todo con un baño de sangre. Querían encontrar a todos los brujos que le pudieran quedar a Fadot y exterminarlos en un mismo día, pero dudo que lo hayan logrado. Esto solo me dice que el gran líder se muere de miedo por lo que podría pasar y no me gusta nada. Tal vez el imperio se esté tambaleando por primera vez y no nos habíamos dado cuenta.
    Esas palabras de Gretchen solo avivaban la brasa de su frustración. Elijah tenía la cabeza con un dolor constante.
    —¿Ni tú puedes cambiar las órdenes que recibe Franz? ¿No eres tan elegida como ellos? —le preguntó él no con poca rabia—. Lo que hicimos hoy va a generarnos problemas por años.
    Pero ella quedó en silencio, tal vez de sentir impotencia igual que él.
    La ciudad por la que tanto había luchado se sumía en el caos mientras el ejército cometía una carnicería horrible a la par de las deportaciones. La reputación de gobernador sensato que se había ganado desaparecía de un plumazo por la de gobernador sanguinario. El amanecer lo descubrió dando aún vueltas en la cama.
    En la mañana siguiente, con el distrito sur ya desalojado y rodeado por militares comenzó la búsqueda de la bruja pelirroja y sus compinches. Se sabía por los reportes que un mago misterioso junto a un hombre y una mujer rubia habían escapado, pero no se decía nada de Samara Von Rutherford. En algún hueco abandonado de aquellos debía estar pero no hubo éxito encontrándola, con suerte estaría muerta. Aún cuando trajeron al oráculo de la plaza del Jerarca para que buscara pistas no encontraron nada. En cambio Elijah sí encontró demasiados cuerpos apuñalados y tirados en las calles o colgados en cualquier poste.
    Franz lo acompañaba en la búsqueda esa mañana con su sonrisa tonta o sádica, Elijah no estaba seguro. Los hombres revisaron palmo a palmo sin encontrar a nadie escondido.
    —Bueno Oakwood, al menos obligamos a esas ratas a huir a los montes, ya no van a tener quien los esconda ni dónde esconderse y en este lugar se podrá comenzar cuanto antes la nueva colonia fardana —le dijo.
    Tanta sangre en las calles y a aquel sujeto no le importaba.
    —Pero esto fue más allá de hacerlos huir, esto fue una locura y una desfachatez, esta orden va a arruinar nuestra reputación en Burudan —le contestó él ahogado en su propia frustración—. Hoffman, debe oírme antes de tomar estás decisiones, este país no necesita más odios.
    Pero Franz solo le dedicó una sonrisa burlona.
    —Me importa una mierda Gretchen y me importa una mierda usted, Oakwood —le decía el elegido—. Es más, queda depuesto de su cargo hasta que una comisión imperial lo vuelva a declarar apto para el puesto de lord canciller. Váyase a casa y descanse, si le tiembla la mano para ser duro con los brujos no lo quiero a mi lado.
    Hoffman dio unos pasos al frente para mirar unos escombros y lo dejó atrás como a un subordinado cobarde.
    En ese momento Elijah estaba consumido por la rabia, aquella ciudad era su orgullo y ahora aquel engreído venía a pisotear todo su trabajo de diez años. Sacó su puñal de la vaina del cinto. No se demoró ni dos segundos. Lo agarró desde atrás levantándole la barbilla y le cortó el cuello de un corte limpio. Sus manos se bañaron de sangre roja y rutilante que manaba a chorros de la garganta cercenada. El elegido cayó al suelo como lo hubiera hecho cualquier mortal, tratando de parar el sangrado con las manos y agitándose en los estertores de la muerte. Franz quedó quieto un rato más tarde, con los ojos vidriosos y una expresión de espanto petrificada en su cara.
    Elijah sentía que su corazón latía de prisa. Pero una gran satisfacción lo había inundado de repente. Una sensación que le llegaba de sus tiempos de juventud, cuando era un militar entrenado para matar y nada más. Pero entonces volvió a la realidad cuando algunos de sus hombres lo comenzaron a mirar fijamente. Estaba junto a un muerto con un cuchillo ensangrentado en las manos.
    —Acabas de undirnos en la mierda, Elijah —dijo Gretchen detrás de él—. Pero no voy a negar que se lo merecía.
    Él se volteó y le dio la cara a la elegida.
    —Me iba a quitar mi cargo —confesó— no me he desgastado tanto para que me tiren al basurero. Si me condenan por traición al menos moriré tranquilo. Acabé con ese infeliz.
    Gretchen no se demoró en hacer contacto con su energía y envolver a cada hombre que andaba por allí. Solo fue durante par de segundos pero al soltarlos cada uno se alejó de ellos. Luego envolvió al cadáver de Franz y cuando lo soltó solo quedó carne podrida de la cual emergían los gusanos.
    —Fadot lo mató, yo lo vi ¿viste que tragedia tan grande, Elijah? —dijo Gretchen y él asintió.
    —¿Qué le hiciste a mis hombres? —preguntó él.
    —No van a recordar nada de lo que pasó en los últimos diez minutos, es algo que me agotó la energía vital y que no puedo darme el lujo de hacer mucho pero era necesario. Va a funcionar a menos que un mago astuto deshaga lo que recién hice. Pero vas a tener que ayudarme a regresar a tu torre, amor mío, porque casi me tambaleo.
    Dejaron el muerto atrás y retornaron al edificio del gobierno. Una sensación de seguridad inundó a Elijah cuando volvió a estar rodeado de las paredes de su fortaleza, allí nadie podía cuestionarlo y contaba con Gretchen, tenerla junto a él era lo que lo hacía caminar confiado.
    De vuelta a sus habitaciones el lord canciller se dejó caer en una silla detrás del escritorio mientras ella volvió a caminar hacia el balcón para ver cómo seguían los incendios en el sector sur.
    —¿Crees que el imperio investigue a fondo la muerte de Hoffman? —preguntó él con ansiedad.
    Ella regresó para tirarse en un sillón con expresión de cansancio.
    —Por supuesto que van a mandar a alguien —dijo Gretchen—. Pero tú lo mataste y yo te encubrí, no nos queda más remedio que llevar esto hasta el final sin importar lo que pase.
    En ese momento Elijah reflexionó en lo mucho que dependían uno del otro. Ella había demostrado su lealtad con lo que recién había hecho por él. Sin dudas que ambos estaban en el mismo barco y debían ayudarse. Compartieron la misma mirada cansada mientras él llenaba dos copas de vino y luego una sonrisa cuando le ofreció la copa para que bebiera.
    —Esta carnicería nos va a costar muy cara políticamente —se lamentó ya pensando en otros temas—. Los muertos en el distrito sur llenan carretas y los deportados caravanas enteras.
    —Tranquilo —le dijo ella—. Al caso perdimos a la chusma de esta ciudad, a los más miserables dispuestos a lanzarse a la calle contra ti en cualquier momento, ha sido un terror innecesario, tu idea del campamento en campo doce y los desalojos era más humana, pero ya lo hecho hecho está. Tal vez en lo adelante Burudan sea incluso más gobernable. Ya ordenaste la matanza y el exilio de todos los más pobres de la capital, ahora asumelo. No fue tu voluntad pero podría usarse a tu favor. No podemos revertir la orden sin desautorizarnos o declararnos en rebeldía de Fardan y no creo que sea el mejor momento para eso.
    —Tienes razón —dijo él—. Franz está muerto, lo hecho hecho está y no estamos en condiciones para que el imperio meta sus narices aquí más de lo que ya lo va a hacer cuando ese infeliz no aparezca. Pero el mago del que hablabas aún existe y puede que sea un peligro real al que nos enfrentemos. ¿Qué haremos entronces?
    Ella quedó pensativa un instante. Luego se dio un largo trago de vino y cruzó las piernas.
    —Ese mago misterioso acabará trabajando a nuestro favor si juego bien mis cartas. El necromante que Fadot esconde es nada más y nada menos que Gregor Taborn. Y si algo siempre supe hacer bien en esta vida fue entender la mente de mi ilustre esposo.
    Elijah no entendía bien lo que ella quería decir, pero confiaba. Solo Gretchen podía sacarlo de aquel enredo.
    —Tengo fe en tu buen juicio, amor mío. Pero ahora estoy cansado, la tensión de estos días me ha dejado noches enteras sin dormir —dijo él.
    Gretchen asintió y se sentó en sus piernas, lo acarició por el cuello y lo besó despacio en los labios.
    —Yo también estoy tensa pero necesito que no te duermas aún. Pensar en ese asqueroso de Franz me dejó asqueada y necesito distraerme o voy a soñar con ese infeliz. Llévame a la cama y pónme a chillar como una cerda, Elijah. Luego dormiremos sin que nadie nos moleste.

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      1. Gracias por leer, y sí, elegidos hay más, pero irán apareciendo en la medida en la que se sigan complejizando las cosas. Los siguientes dos capítulos van a tratar un poco de eso, de cómo se complejizan las cosas. El 18 ya tiene un arranque bueno, tal vez en dos o tres empujones salga pronto si el consultorio me lo permite. Debo estarlo subiendo a fines de esta semana.

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    1. !!! Alerta de Spoiler del actual capítulo.
      El capítulo me gustó, pero me dejo un sentimiento extraño, creo que todo lo sucedido fue muy acelerado, presentaste un nuevo personaje y lo mataste en el mismo capítulo, un poco impactante pero más nada simplemente fue como la muerte de un extra, dicho personaje era uno de los elegidos del enemigo y para una persona que ha vivido siglos demasiado inmaduro con esa actitud que tiene, hace décadas otro ya lo hubiese asesinado. La idea que muestras me parece genial, solo que a mi opinión se hubiese desarrollado mejor a fuego lento como has hecho hasta ahora, haciendo énfasis en la relación Franz y Oakwood en un juego de poder, con el paso de los capítulos. Esa medida que se tomó contra distrito sur hubiese sido súper impactante desde el punto de vista de algunos personajes que la estuvieran viviendo y no como una narración, aunque ya se muestre en capítulos posteriores ha perdido impacto al ser contada en este capítulo y dicha situación me ha puesto completamente a favor de los protagonistas, ya no simpatizo nada con sus enemigos. Bueno todo esto es mi criterio de lector, puede que esté equivocado y lo que pasó en el capítulo sea el preámbulo de situaciones interesantes que eran imposibles de mostrar de otra forma. Ánimo camarada, que me dejaste con deseos de saber que le pasó y que harán Kurt y compañía.

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      1. La muerte de Franz era algo que me tuvo pensando hasta el final, pero la cuestión es que el duelo de poder va a ser contra alguien que va a llegar dentro de par de capítulos. En efecto lo que pasa en el distrito sur va a ser narrado más en detalle en los siguientes dos capítulos pero me temo que tuve que hacerlo de esta manera pues tenía que romper la guarida de nuestros héroes de una buena vez para sacar a la trama de una quietud que la acechaba. Ahora tengo que experimentar con algunas ideas interesantes que he decidido probar. El capítulo 18 ya está a punto de ser acabado. Hoy de tarde tengo un chance de sentarme y adelantar. Si los dioses quieren puede que lo publique esta noche. Gracias por leer camarada. Nos leemos

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  24. Palabras: 3405.
    Cuenta global: 67 577 palabras.
    Faltan: reto cumplido.
    Capitulo 18.
    Todo ocurrió de súbito, amaneció y el ejército ocupó cada calle que daba acceso al sector sur. Sally se lo había dicho a Samara ni bien había vuelto de casa del panadero.
    —Nadie entra ni sale de esta parte de la ciudad, Samara, los militares están plantados en las calles y no dan explicaciones, algo raro va a pasar. Una redada casa a casa o algo peor. Creo que deberías estar lista para una retirada efectiva.
    Las palabras de la posadera la pusieron en alarma. Luego Lohan le diría más de lo mismo, estaban rodeados por todas partes. El distrito estaba aislado de la ciudad por muchas unidades del ejército. Aquello no significaba nada bueno.
    —Hay que salir hacia los montes con todo lo que se pueda —dijo ella—. No podemos quedarnos aquí, ese operativo es contra nosotros, ya acabaron con los libertarios y quieren llevarnos a la plaza pública para quemarnos como antorchas.
    Lohan asintió con sus palabras pero estaba nervioso. Era obvio que estaba claro que había que irse, la gran pregunta era como hacerlo.
    —Todas las salidas están bloqueadas, Samara, todas. No tengo como hacer un escudo para hacernos invisibles, no uno lo suficientemente grande como para sacarnos a todos de aquí, aún si pudiera hacerlo ¿por donde vamos a pasar?
    Samara comenzó a tener una horrible crisis de ansiedad, entonces pensó en Margaery. Esa desgraciada tenía que ayudarlos. Era una elegida, los elegidos aparecían y desaparecían a su antojo, tal vez ella los podía sacar de Burudan. Tal vez estuviera en el cuarto de Kurt, venía a verlo todas las mañanas.
    Ella salió a la carrera y Lohan fue tras ella, la puerta del antiguo monje estaba cerrada y tuvieron que tocarla tan fuerte como si la fueran a derribar. Kurt les abrió bostezando y ellos se metieron al cuarto como dementes.
    —¿Dónde está? —preguntó Samara en un sobresalto.
    —¿Dónde está quién? —dijo Kurt—. ¿Qué pasa?
    —Margaery, necesitamos hablar con Margaery, ella nos tiene que ayudar —respondió ella.
    —No ha llegado, siempre llega a las ocho y aún falta un rato, me sacaron de la cama con sus golpes. ¿Qué pasa? —quiso saber él.
    —El ejército, es el ejército, ha rodeado el distrito sur entero y no dudo que pronto empiecen a peinar casa por casa, nos buscan, si nos encuentran nos van a matar —dijo Lohan—. Margaery nos tiene que sacar de Burudan al menos por un tiempo, no tenemos cómo salir de aquí.
    Entonces Margaery apareció con un rostro sereno y una sonrisa plácida para de pronto chocar la mirada con ellos que la acechaban.
    —¿Quieren que los saque de Burudan? —preguntó con una sonrisa irónica—. Olvídenlo, no se puede.
    Samara se puso furiosa de oir a aquella mujer.
    —Apareces y desapareces cuando y donde te da la gana, trabajamos para ti y para ese imbecil de Fadot ¿como que no puedes sacarnos de Burudan? Nos van a matar, el distrito está rodeado —dijo ella casi a gritos.
    Margaery le hizo una seña para que mantuviera la calma pero ella seguía exaltada. Quería destripar a aquella hija de puta.
    —No puedo llevarlos conmigo y aparecerlos en el bosque, no funciona así, disculpen pero no soy su carta de salida —les explicó—. Veré en que los puedo ayudar pero si los elegidos pudiéramos hacer lo que nos diera la gana no los necesitaríamos a ustedes. ¿No les parece? Soy una elegida pero no soy el creador para tocar a la gente y transportarlos a mil kilómetros de distancia.
    —¿Por qué no Margaery? —quiso saber Kurt—. Cada vez que salgo contigo me apareces y me desapareces en distintos lugares. ¿Por qué no nos llevas a todos?
    Margaery soltó un suspiro de frustración mientras se mordía los labios buscando las palabras en su mente.
    —Tú cuentas con la bendición del gran señor de las tinieblas, Kurt, ellos no —le respondió.
    —No entiendo —volvió a decir él.
    Ella siguió mirándolos a todos. Lucía incómoda.
    —Yo tengo un cuerpo físico igual que el de ustedes, yo tengo un lugar donde vivo y tengo que comer todos los días, para que comprendan —les comenzó a decir—. Los espíritus de los muertos sí pueden atravesar paredes pero yo no. Yo tengo un permiso para usar vías accesorias que la gente no puede ver pero yo no creo el mecanismo que permite viajar de un lado a otro. Verán, el mundo tiene caminos que pueden ser abiertos, es como un portal que puedo abrir hacia algo que se llama el sendero negro, yo lo abro y me meto y dejo de ser visible para ustedes, luego camino y en muy poco tiempo llego a donde quiero llegar. Pero no los puedo meter a ustedes en el sendero negro, no me pertenece, es propiedad del gran señor de las tinieblas y todo aquel que entra sin autorización es despedazado por sombras más viejas que el origen de este mundo. Si los meto en el sendero negro todos mueren.
    —Pero me dijiste que los renegados también viajaban como tú —le dijo Kurt—. ¿No podemos intentar algo? Entonces ellos entran a tu sendero negro y no les pasa nada.
    —Y no tengo ni idea de cómo lo logran —confesó la elegida.
    Eso tenía sentido y los dejaba a todos en el punto inicial. ¿Qué iban a hacer para salir de allí? Samara comenzó a respirar más rápido, sentía que se estaba sofocando, ya se veía a si misma atada de nuevo al poste de la hoguera.
    —Ustedes los elegidos no sirven para nada —le dijo a Margaery con todo el despecho que tenía dentro—. Todas las salidas están bloqueadas por soldados y no podemos llevarnos a tantos por delante como para hacernos camino y huir, no tengo fuerzas para soltar mucho fuego, Lohan solo sirve para tejer mantos de invisibilidad y hacer bombas de humo y Kurt es muy inestable en lo que sea que le estés enseñando, a menos que tú mates a par de miles de soldados y nos saques no tengo ni idea de cómo vamos a salir de aquí.
    Margaery asintió mientras la escuchaba sin inmutarse.
    —No puedo matar a nadie, soy una elegida, no una renegada, no tengo permiso de tomar vidas a menos que sea un caso extremadamente justificado, y esos soldados fardanos son parte de la humanidad como ustedes. Para eso estamos formando a Kurt, para que haga un trabajo sucio que a los ojos del creador no rompa las reglas. A fin de cuentas, Kurt no es un elegido. Si hiciera falta, solamente él podría actuar para defenderlos.
    —Kurt mataría a diez, tal vez a veinte hombres pero solo tiene que alcanzarlo una flecha en el pecho y todo se acabó Margaery, son cientos de hombres ahí afuera —dijo Samara.
    Sus palabras ya habían irritado un poco a la todopoderosa elegida pero aún con todo y eso la mujer no perdía la compostura.
    —Te dije que los voy a ayudar —le aclaraba Margaery—. Pero necesito que te calmes, vamos a ver qué va a pasar y luego veremos cómo salimos todos de Burudan hacia el bosque. Somos unos cuantos magos aquí, algo se nos tiene que ocurrir.
    Entonces se escuchó el eco de una voz en la calle gritando algo. Samara se asomó a la ventana viendo a un militar parado sobre una carreta leyendo un papel custodiado por una columna de soldados.
    —Por orden del lord canciller, todos los habitantes del distrito sur deben salir a la calle, todos quedan oficialmente arrestados. No cumplir esta orden califica como traición, aquellos que se subleben serán tratados como traidores —gritaba el hombre.
    Algunos vecinos de la calle ya salían y eran atrapados por soldados que los amarraban y los conducían en fila hacia una de las calles aledañas. Otros comenzaban a gritarles a los soldados y eran golpeados con brutalidad para luego ser amarrados en el suelo y conducidos a empujones a la misma calle a la que habían llevado a los demás. Un hombre salió de una casa blandiendo una espada contra un soldado y lo derribaron de un virote de ballesta en el pecho, cayó muerto y la procesión de soldados continuó.
    Algunas casas seguían cerradas y la gente no salía, entonces seis soldados se quedaban apostados en frente y comenzaban a tratar de derribar la puerta. La procesión de soldados pasó frente a la taberna y seis soldados quedaron en frente para tratar de entrar. Con el ruido de las patadas contra la entrada Sally llegó desesperada a donde estaban ellos.
    —¡Ya están aquí! —gritaba la mujer con lágrimas en los ojos—. Hagan algo o nos van a matar, hagan algo ya.
    Margaery se mordió los labios y miró a Kurt con amargura.
    —Kurt, si entran los liquidas, es una orden —dijo la elegida—. Vamos a irnos todos por la puerta del fondo de este lugar, Lohan que nos esconda como pueda con su magia.
    —Somos muchos —dijo Sally—. Ustedes son cinco contando al nuevo y yo tengo cuatro trabajadores, somos diez en total. Lohan no da para tanto.
    —Entonces te vas sin tus trabajadores, Sally —gritó Margaery ya fuera de control—. Nos vamos ya, ¿a que esperan?
    —Pues entonces no me voy, ellos son mi familia, o nos vamos todos o nos matan a todos —le gritó Sally— no me voy sin mi gente.
    Margaery le dio un empujón a la posadera y salió de la habitación seguida por el resto. Todos fueron hasta la puerta de atrás siguiendo el pasillo cuando la puerta del frente cayó rota por los golpes. Ya los soldados estaban dentro.
    Lohan iba delante y abrió la puerta de atrás para encontrarse con seis soldados más que de inmediato le apuntaron con ballestas.
    Samara solo vio que un humo negro envolvió a los fardanos y que cuando se disipó los seis militares llacían en el suelo con el cuello roto. Aquello era magia de huesos y si Margaery no la podía usar solo podía ser obra de Kurt. Todos respiraron con alivio y Lohan tejió un manto de invisibilidad. Justo cuando se iban Collins salió de su cuarto y se unió a ellos.
    —¿Adónde vamos Samara? —le preguntó el hombre.
    —Tú solo ven con nosotros Karl —le respondió ella tomándolo del brazo— aprietate contra nosotros y no te sueltes si no quieres que te vean.
    Sally quedó atrás, con sus empleados, no quiso unirse a ellos. Ella la vio parada al final del pasillo, le gritó que no se quedara, pero la vieja gorda se quedó plantada allí cuando un par de soldados la alcanzaban. Sally alzó los brazos y uno de ellos la derribó al suelo tal vez para amarrarla.
    En ese momento ellos salieron a la calle de atrás, también habían soldados pero venían más lejos. Los cinco caminaban hombro con hombro, Lohan delante, Margaery y Kurt tras él y Karl y ella al fondo. El manto de Lohan funcionaba pero era obvio que el pobre estaba agotando su energía a un ritmo vertiginoso, podía sentirlo debilitarse mientras trataban de ir por las calles evitando a los guardias, sin rumbo ni plan.
    Dos calles adelante reinaba el caos, habían casas en llamas y hombres batiendose unos con espadas y otros con palos contra soldados fardanos. La sangre y los muertos estaban por doquier, se escuchaban gritos de mujeres y de niños. Más lejos habían dos hombres ahorcados de un poste, a su lado un grupo de soldados conducía a prisioneros. ¿A qué se debía tanta violencia? Aquellos métodos la sorprendían, Oakwood solía ser más metódico que aquello. Lo que veían sus ojos era una matanza.
    Siguieron por las calles solo para retroceder cada vez que chocaban con una patrulla de soldados. La lucha era generalizada y los incendios crecían. En cuanto los vecinos se negaban a salir de sus casas los militares les daban fuego a las construcciones con ellos dentro. Samara comenzó a tener náuseas apenas vio personas salir de aquellas casas convertidas en antorchas humanas. El olor a carne chamuscada le recordaba demasiado a la hoguera donde había visto morir a varios compañeros del gremio.
    Margaery les decía que por algún lugar encontrarían una calle poco defendida por la cual saldrían del sector sur pero en cada intento solo se encontraban con barricadas de palos cruzados y veinte o treinta militares apostados allí para evitar las fugas. Ya las opciones se reducían a batirse contra alguna de aquellas tropas porque el escudo de Lohan no daba para mucho más. El pobre estaba pálido y en la frente le chorreaba el sudor. Ella lo conocía muy bien, su talento para la magia era pobre y su habilidad muy poco desarrollada, no tardaría en romper el manto que los cubría o aún peor, en caer muerto por llevar sus energías al límite.
    Entonces una pareja de soldados agarró a una muchacha que estaba escondida detrás de unos barriles y la arrastraron al interior de una casa. Samara conoció a la chica al instante: era Emily. Lohan la vio, como también vio a los soldados y en ese momento ella supo que todo se iba a la mierda. El manto que los hacía invisibles se rompió justo en ese momento mientras Lohan salía corriendo hacia la casa donde habían metido a la muchacha.
    —Te dije que nos iba a causar problemas Lohan, te lo dije desgraciado —murmuró ella para sí mientras todos quedaron totalmente visibles a los ojos de los soldados.
    Literalmente habían aparecido por arte de magia, no estaban en la calle y de repente aparecieron, al menos así lo percibieron los militares que de inmediato los rodearon.
    —¡Son brujos! —gritaban varios soldados a sus compañeros para que se acercaran a ellos.
    Samara aún se sentía debil, no se había recuperado todavía de la flecha que por poco la mandó al reino de los muertos pero pese a todo se preparó para un duelo de bolas de fuego. Si se llevaba al límite podía morir pero de no luchar era lo mismo así que carbonizó al primer fardano que tuvo en la mira. Los soldados la identificaron al instante, su talento era raro en Burudan.
    —¡Es la bruja pelirroja! —gritaban.
    A ella le resultaba curioso que la identificaran tan pronto, porque tenía la capucha de la capa sobre la cabeza y no se le veía el pelo. Obviamente su reputación la precedía. Lanzó bolas de llamas una tras otra, algunas hicieron blanco en los enemigos y otras no pero fueron un buen golpe psicológico.
    Por suerte Kurt la sorprendió nuevamente para bien. Hizo un uso magistral de las sombras, mató a no menos de veinte soldados fardanos en un instante pero pronto llegaron más, algunos traían ballestas y cuando los virotes comenzaron a volar por los aires no les quedó más remedio que romper a correr en busca de una calle menos defendida.
    Pero ya habían perdido el anonimato, ya no eran otro grupo asustado de pobretones del distrito sur que huían, eran los magos fugitivos y sus cómplices, los más buscados en la ciudad. Los guardias corrían tras ellos y no eran diez ni doce, eran más de cincuenta. Cada cierto tiempo Samara se volteaba y lanzaba alguna bola de fuego pero ya con el abuso de su menguada energía le salían débiles y pequeñas, ya con eso no lograba matar a nadie, en el mejor de los casos solo lograba causar algunas quemaduras.
    Lo que en realidad frenaba en serio a la manada de brutos que les pisaba los talones era Kurt, cuando él se volteaba mandaba a más de uno al inframundo. Samara podía sentir el poder del antiguo monje, el desgraciado era el mago más poderoso que hubiera visto en su vida. Usaba una cantidad de energía descomunal con frecuencia y aún no había comenzado a menguar.
    Aún así seguían corriendo y si algo le causaba una gran gratificación a Samara era ver a Margaery correr junto a ellos, la muy desgraciada no había usado ni pizca de magia para cubrir la retirada, ¿no podía romper las reglas por lo menos una vez? Lo que le parecía más raro era que aún no se había esfumado para abandonarlos a su suerte, al contrario de Fadot esa elegida era un tanto más responsable.
    Siguieron corriendo y en cada calle de salida les esperaban más y más soldados. Al final huían en círculos y dejaban una estela de muertos. Para ese momento el distrito era una ruina en llamas, llena de cadáveres tanto de fardanos como burudanos.
    Hubo un instante en el que estuvieron rodeados, Kurt mató a varios pero no fue suficiente y entonces Margaery dio una demostración de poder mientras descargó una buena cantidad de energía para limpiar el paso. Era una necromante muy habilidosa pero no era ni la mitad de fuerte que Kurt, de cualquier modo fue efectiva y eso era lo que importaba.
    Karl corría a su lado, jadeando, casi al borde del desmayo. Al parecer la herida de Collins en el muslo lo había dejado muy débil, el pobre cojeaba pero sin quejarse, no se desprendió del grupo ni un momento, no como Lohan que se había extraviado por tal de salvar a su novia, tal vez ya estaría muerto. Eso le dolía como un clavo ardiendo enterrado en el corazón, pero de llorar las penas se ocuparía cuando estuviera a salvo. Si el imbecil de Lohan se había hecho matar ella no pensaba acompañarlo a la tumba.
    Intentaron llegar a una de las calles que comunicaba con la plaza del Jerarca. Allí parecían haber menos soldados. Pero entonces estallaron dos bombas, una a cada lado de la calle. Samara solo escuchó la explosión y una sacudida que la dejó tirada en la tierra de la calle. Sorprendentemente los soldados no se fijaron en ella y siguieron tras Kurt y Margaery que se alejaban. Tal vez la habían dado por muerta o quizás la bruja pelirroja ya no era tan importante como el mago misterioso que dejaba fardanos con el cuello roto a su paso.
    Quedó tirada con un dolor terrible en un costado, tal vez se había partido alguna costilla. Cuando respiraba profundo le dolía, debía ser eso. Aún así trató de incorporarse con dificultad, estaba frente a un callejón, debía esconderse. Estaba demasiado visible y el próximo guardia que pasara podía decidir matarla en vez de preguntarle quien era.
    Con trabajo se arrastró al callejón, había un montón de cajas de madera apiladas junto a mucha basura. Logró ponerse detrás de todo eso y cerró los ojos a tomar un respiro. Se olvidó del mundo por ese instante, le dolía demasiado el cuerpo como para pensar. Entonces escuchó pasos, unos pasos que se acercaban. Huir era en vano, no tenía energía ni para producir una diminuta flama. Tal vez era el final, el fin de Samara Von Rutherford, asesinada por soldados en un callejón que olía a orines. Tuvo ganas de reír pero cuando intentó hacerlo le dolieron las costillas. Se incorporó, iba a mirar a sus asesinos en el final, no había vivido al límite por tantos años para lloriquear y apartar la cabeza. Era la líder del gremio de magos de Burudan, había una reputación que mantener.
    Las cajas y la basura le impedían ver a los hombres que se acercaban. Tuvo que esperar a tenerlos bien cerca para ver algo. Primero fueron unas botas, luego un pantalón y un cinto con la funda de una espada, era un hombre barbudo con una camisa blanca pero tenía su espada en la derecha. Con la punta del arma le corrió la capucha hacia atrás y luego le pinchó la barbilla para obligarla a mirarlo a los ojos. Aquel sujeto no era un soldado fardano, pero era tal vez más peligroso por la forma en que la miraba, era un depredador.
    —Vaya, vaya —dijo el hombre sonriendo—. Samara Von Rutherford la bruja, en mis manos. Vales mucho dinero ¿lo sabías?
    Luego llegaron otros hombres que también traían espadas. El hombre se agachó para verla mejor, le acariciaba el pelo y ella no tenía fuerza ni para decirle que no lo hiciera.
    —Has hecho cosas muy malas, Samara Von Rutherford —le siguió diciendo el hombre—. Mataste a Heather Mills, su padre está desconsolado, ahora vas a pagar por eso Samara, vas a pagar con tu vida. Voy a llevarte con ese hombre y la justicia será hecha.

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    1. Un capítulo excelente, me mantuvo bastante interesado de inicio a fin a pesar de tener una idea de lo que iba a pasar. Pero como te dije anteriormente sigo creyendo que la mejor distribución para los episodios es: Terminar el capítulo anterior con que se iban a poner medidas misteriosas por parte de Franz y la tensión de Oakwood ante el nuevo personaje. Luego la medida va azotando el distrito en los siguientes capítulos desde el punto de vista de los distintos personajes para que el lector viva juntos con ellos dicha atrocidad sin necesidad de narrarla. Para concluir en el último capítulo de esta parte del argumento, el punto de vista de Oakwood y como toma la decisión definitiva e impulsiva con Franz de manera impactante y satisfactoria para el lector y viene Gretchen demuestra su convicción y lo encubre. Yo creo que la historia esta genial como me la pones, pero bueno creo que la distribución, tiempo y velocidad son factores a tener en cuenta que se pueden mejorarla. Bueno dejando eso, ya me preguntaba dónde estaba el mercenario veamos cómo le pone la situación a Samara. Esto se está poniendo emocionante.

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      1. Me acabas de motivar a una reescritura, ya post-mortem creo que la secuencia que das se ajusta mejor a lo que quiero lograr. Tomó nota para cuando me toque reescribir esta parte. Es genial tener feedback porque surgen estos buenos consejos. Gracias camarada. De momento show must go on, así que me mantengo dándole taller el siguiente capítulo que saldrá antes que termine este fin de semana. Samara la va a tener complicado. Pero eso ya lo verás. Un saludo grande. Nos leemos.

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    2. Me ha gustado mucho esta huida, persecución de los personajes, me mantuvo en tensión, lo único un poquito chocante es el comportamiento de Sámara al inicio, realmente entró en pánico, siendo ella una mujer muy valiente y diría audaz, claro estar cerca de la muerte, diciéndolo vulgarmente le afloja las patas a cualquiera. Pero igual he disfrutado muchísimo el capítulo, hubo un momento que me pregunté ¿donde está Emily, pero apareció.

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      1. A Samara la quise bajar de su pedestal, plus tiene una fobia fuerte a que la vayan a quemar en la hoguera. Para ese momento lleva tiempo huyendo de las autoridades y cada vez con menos aliados y escondites. Así que sí, en efecto, se le aflojaron las patas y va a tener que contenerse para continuar. El siguiente capítulo sigue esta huida más al detalle. Mañana ya debe estar listo y si Dios quiere ya en la tarde lo estaré publicando. Gracias por leer, camarada.

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  25. Palabras: 4129.
    Cuenta global: 71 706 palabras.
    Faltan: reto cumplido.
    Capitulo 19.
    Los guardias habían arrastrado a Emily al interior de una casa ruinosa y Lohan había perdido la cabeza. Cuando se dio cuenta de lo que había hecho ya no tenía ni idea de dónde estaba el grupo. Lo que importaba eran los guardias llevándose a la chica. No podía dejar que la tocaran, Emily era su mujer, había jurado protegerla. Por eso fue a la casa decidido a hacerse matar, pero esos brutos no iban a violarla, eso nunca.
    Entró al lugar y escuchó gritos al fondo, los encontró en un cuarto, ella gritaba y pataleaba y ya le habían roto parte del vestido. Eran dos soldados y tenían espadas. Uno estaba en la cama tratando de doblegar a la chica mientras el otro miraba.
    Lohan estaba cegado por la rabia y tomó su daga antes de cargar contra uno de ellos. Estaban distraidos en el asunto pero la sorpresa no jugó a su favor. En cuanto el soldado que estaba de pie lo vio venir lo lanzó al suelo con una zancadilla. La daga se le resbaló de las manos y quedó mareado mientras intentaba levantarse, igual no pudo hacerlo. El soldado comenzó a patearlo mientras reía a carcajadas, luego se sentó encima de él y le dio tantos puñetazos que Lohan creyó que iba a perder el sentido. Fue un largo rato de golpes y más golpes, el soldado le rompió una ceja y le dejó el rostro amoratado, podía sentir como se le hinchaban los ojos, ya casi no veía nada de la golpiza.
    Lo sentaron en una silla y le amarraron las manos para que viera el espectáculo de como maniataban a Emily en la cama.
    —¿Es tuya la chica? —le preguntaba el que lo había molido a golpes—. No creo, una mujer como ella debe tener un hombre de verdad y no un flaco como tú. Seguro no es feliz contigo. Ninguna mujer es feliz con un hombre que no la puede defender. Por suerte nosotros le vamos a enseñar a ella lo que son los hombres de verdad, tú también podrás verlo todo.
    Ambos soldados soltaron una carcajada. Estaban borrachos y se notaba, su aliento era puro vino. Las escenas que tuvo que presenciar lo dejaron sin aliento. Violaron a su novia frente a él y no pudo hacer nada salvo morderse los labios y tratar de soltarse de unas cuerdas muy bien amarradas.
    Cuando acabaron con Emily ella lloraba desconsolada e insultaba a los soldados que también la golpearon en la cara demasiadas veces.
    —Cállate, zorra, que acabamos de hacerte un favor —dijo uno de ellos.
    Entonces Lohan estaba a punto de estallar de la rabia y volvió a entrar en contacto con su energía interior. Ya casi no le quedaban fuerzas pero a veces tenía momentos así en los que se creía capaz de todo. Tejió unos flujos de aire usando el poder, flujos que descargó sobre sus propias manos, le dejaron la piel sangrando pero pudo liberar sus muñecas. Entonces volvió a tejer un manto de invisibilidad y lo dejó caer encima de él. Había desaparecido a ojos de los soldados que se quedaron sorprendidos. Luego fue fácil, agarró su daga tirada en el suelo y le abrió la garganta de un tajo a uno de ellos, luego se volteó hacia el otro que miraba a todas las direcciones sin saber de donde venía su enemigo, a ese le enterró la daga en las tripas, y tras retorcerle la hoja un par de veces lo remató en el suelo cortándole el cuello. Un manantial de sangre le bañó el rostro y la ropa cuando cortó las carótidas, el hombre estuvo muerto al instante mientras quedaba tirado sobre un charco rojo. Él sintió una gran satisfacción de verlos muertos, era lo que merecían y lo que habían obtenido. Pero lo que más le impactó fue saber que había disfrutado matarlos, él se había prometido hacía muchos años más que enterraría aquella sensación en lo profundo de su alma pero el pasado siempre lo alcanzaba.
    —Eres y serás un asesino, Lohan, ya va siendo hora de que lo aceptes —pensó mientras limpiaba la hoja de su daga en la manga de la camisa del muerto.
    Escuchó un lamento detrás de él y se acordó de Emily, la pobre estaba amarrada y semidesnuda en la cama. Lloraba con amargura y él no podía evitar llorar con ella. Se quitó su manto de invisibilidad y se sentó a su lado para desatarla.
    —Ya todo pasó, amor mío, ya están muertos y no te volverán a tocar —le decía tras cortarle las amarras y abrazarla.
    Pero sus palabras no compensaban lo que aquellos brutos le habían hecho ni la tragedia que estaba ocurriendo aquel día.
    —Mataron a mi mamá Lohan, la mataron delante de mí —dijo ella para seguir llorando.
    Él la acunaba en sus brazos mientras le pasaba la mano por la cabeza y la besaba en la frente como si fuera un animalito moribundo.
    —Oakwood pagará por esto, mi vida, pero debemos irnos, la ciudad está rodeada, si no escapamos van a dar con nosotros, acabé de matar a dos soldados, no nos pueden sorprender aquí —le dijo él en un intento por devolverla a la realidad.
    Ella seguía llorando y Lohan tuvo que hacerla levantarse a base de sacudidas.
    —Nos vamos Emily, vamos a salir del distrito sur, nos iremos a algún pueblito ganadero del interior o a Gremen, podemos empezar una vida en Gremen, ven conmigo, tienes que vivir para que sigas conmigo.
    La sacó de allí casi cargandola por los hombros. Volvió a tejer un manto de invisibilidad pero esta vez sobre ambos y salieron a la calle donde las patrullas de soldados estaban por todas las esquinas. Tuvo que llevarse al límite, la energía lo abandonaba.
    Lohan pensó en Samara y en el resto de sus compañeros, los había abandonado a su suerte por salvar a Emily. ¿Tan siquiera estarían vivos? Pero si estaban vivos su situación era aún peor. Había cometido traición al gremio de magos, había desobedecido a su superior, había dejado a su grupo por tal de salvar a una muchacha que tal vez solo iba a ser violada. No podía volver ante Samara nunca más, no tras haber hecho lo que había hecho. Samara lo acusaría de traidor y él no tendría cara para negar tal acusación. Si volvía ante Samara debía aceptar la muerte, esas eran las reglas del gremio, traicionar a los compañeros se pagaba con la muerte.
    Él merecía la muerte por lo que había hecho. Sus compañeros solo contaban con su manto de invisibilidad para tratar de huir y él había acabado con ese recurso. Tal vez Kurt o Collins ya habían sido asesinados. Con gusto habría dejado que un soldado fardano lo matara en ese instante, pero debía seguir viviendo para Emily. Él era toda la familia que la chica tenía. Si se fugaba sería buscado por los elegidos y eso significaba que no podría usar magia nunca más a menos que quisiera avisarle a Fadot donde estaba. Si se fugaba desertaría oficialmente del gremio de magos, otra cosa penada con la muerte ¿cuantas reglas ya había roto?
    Pero no le quedaban más alternativas que fugarse. Tenía a Emily, una daga y sus conocimientos de medicina, con eso se ganaría la vida en cuelquier lado. Su lucha debía quedar atrás. Era una cobardía la suya, pero no tenía fuerzas para seguir luchando ni corazón para abandonar a su novia. Así que aguantó su manto y buscó una calle por donde escapar del distrito sur, por desgracia no la pudo encontrar. Solo encontró soldados fardanos a su paso.
    Entonces llegó al edificio de una vieja posada abandonada, era de tres pisos y colindaba con la calle Herman Chester al lado de la plaza del Jerarca. ¿Y si se lanzaban desde una ventana del fondo y caían del otro lado? Había que probar.
    Subió con Emily hasta el segudo piso de la posada y entraron a una de las habitaciones del fondo, en efecto las ventanas daban a la calle que marcaba la frontera del distrito sur por ese lado.
    Abajo había una montaña de sacos de basura y cajas rotas de madera. Le explicó a Emily que saltar por la ventana era su única alternativa si querían vivir. Era una caída de seis metros pero no habían más opciones. Así que lo hicieron, se colaron por el hueco de la ventana y se tomaron de la mano en el alero. El salto fue rápido y el escalofrío de la caída impresionó mucho a Lohan pero por suerte los sacos de basura los salvaron de partirse el cuello. Quedaron abrazados y sonrientes sobre un montón de trastos y de comida podrida. Un par de personas los vieron pero se hicieron los desentendidos para su suerte.
    No podían perder tiempo, ya era hora de comenzar a definir un rumbo. Se levantaron de allí, Lohan volvió a hacerlos invisibles y fue en ese momento que partieron a empezar una nueva vida. Todo inició para ellos ese día, cuando abandonaron el sector sur.

    Kurt se daba la vuelta y liberaba a sus mejores sombras, dejaba un grupo de cadáveres en el suelo y volvía a correr, Margaery iba a su lado, podían decirse muchas cosas de ella pero estaba allí junto a él arriesgando el cuello y eso era algo que había que valorar. Incluso usaba su jauría para cubrirlo cuando se veía superado por los fardanos que los perseguían. Karl Collins corría tras ambos buscando protección pero Samara ya había quedado atrás desde hacía un par de cuadras. La habían perdido al igual que a Lohan, no podía aceptarlo aún. La imagen de la pelirroja y el flaco encapuchado siempre le había inspirado seguridad. Hasta ese momento él estaba bajo la tutela del gremio de magos, pero el gremio de magos no existía más. Él era todo el gremio de magos que quedaba y tan solo confiaba en Margaery para sobrevivir.
    Tenían que salir del distrito sur, la muerte podía alcanzarlos en cualquier esquina, aquel lugar era una ratonera en llamas llena de muerte y violencia. Pero no había salidas fáciles. Las barricadas que sellaban las salidas del distrito eran muy bien defendidas.
    —Tenemos que acabar con una de esas barricadas de soldados, cazador, no aguantaremos mucho más este ritmo —le advirtió Margaery y tenía toda la razón del mundo.
    —No soy lo suficientemente fuerte para matar treinta soldados, a eso súmale que me he llevado al borde de mis capacidades, no va a ser posible —le advirtió él casi sin resuello.
    Ella también estaba a punto de caerse del cansancio, se había deshecho del vestido y en cambio usaba unos pantalones ajustados más acordes con la huida pero aún así no estaba acostumbrada a tal esfuerzo.
    —Si inicias un ataque te voy a ayudar usando mi jauría —le prometió la elegida—. Vas a tener que poner toda tu fuerza porque no puedo dar muestras de que uso el poder contra humanos, yo solo te voy a dar el extra que necesitas. Solo son treinta, lo vas a lograr.
    Kurt asintió, los tres siguieron a la carrera, más adelante estaba una barricada, los soldados se acomodaron en formación, cinco ballesteros se agacharon para dispararles y otros cinco ponían virotes en sus armas. Ellos siguieron acercándose y los ballesteros dispararon, un virote hizo blanco el el brazo de Kurt y se quedó encajado allí. El impacto casi lo derriba pero él continuó a la carrera con la herida manando sangre.
    La segunda línea de ballesteros apuntó mientras la primera recargaba y entonces Margaery los hizo soltar las ballestas con una descarga concentrada de sus sombras, eso les salvó la vida.
    Kurt se paró y afirmó bien fuerte sus pies en el suelo mientas concentraba toda su energía, Margaery hizo lo propio y Collins se quedó detrás de ambos. Todo ocurrió en segundos. La descarga de poder fue como una sombra negra que envolvió a todos los soldados y cuando esta se disipó solo habían cadáveres por allí.
    Lo habían logrado, cruzaron la barricada y llegaron a una calle adoquinada, estaban en la parte civilizada de Burudan. Siguieron corriendo los tres juntos, el brazo de Kurt atravezando por el virote seguía goteando sangre, ya el dolor comenzaba a afectarlo.
    —Solo tenemos que llegar a un lugar seguro y te curaré eso cazador, aguanta un poco más —le dijo Margaery.
    Por la brecha que habían abierto salieron soldados que continuaron a la carrera tras ellos. Habían salido de la ratonera pero aún no eran libres, había que irse de Burudan. No podían estar corriendo como ladrones por el medio de las calles. Había que hacer algo definitivo.
    Más adelante vieron a dos guardias de la policía montada que intentaron cortarles el paso. Kurt los liquidó con las sombras pero los caballos quedaron allí, esa era su carta de salida.
    —A los caballos —ordenó Margaery.
    —Yo no sé montar —admitió él con vergüenza.
    —Pero yo sí sé —dijo Collins—. Monta conmigo.
    Karl subió a un caballo y Margaery a otro, ella cubrió la retirada en lo que él subía al animal con torpeza. Al final lo logró y se abrazó con fuerza del jinete.
    —¿Y ahora? —preguntó Collins.
    —Ahora cabalgamos —dijo Margaery—. Recto a los barrios obreros del este, saldremos a campo doce bordeando las afueras y nos meteremos en el bosque evitando el camino a Gremen. Si todo se tuerce y me matan —dijo ya directamente a Karl— lleva a Kurt a Gremen, allí Fadot lo alcanzará.
    La cabalgata fue frenética, ambos caballos salieron al galope dejando atrás al grupo de soldados a pie que casi estaban al alcanzarlos. Pasaron como un rayo por las calles de los barrios obreros desbaratando puestos de verduras y obligando a la gente a quitarse de su paso. Kurt sentía que iba para todos lados como un saco de papas. Pero Karl era un jinete más que aceptable y Margaery era una perfecta amazona por como tomaba las riendas y se apretaba al cuello del animal. Pronto estaban saliendo de la ciudad. Todo era dejado atrás a una velocidad desconocida para él bajo los cascos del caballo.
    En algunos lados algunos policías trataron de perseguirlos pero con el ímpetu con el que aquellos animales avanzaban ninguno les pudo seguir la pista más que unas pocas calles.
    Entonces llegaron al río que bordeaba la ciudad, el puente más cercano estaba custodiado por un par de guardias que enseguida levantaron las ballestas cuando los caballos se enfilaron para cruzarlo. Margaery les partió el cuello usando una de sus sombras, no podían quedar testigos. Pasaron entre ellos sin ningún contratiempo. Ya estaban en el bosque fuera de la ciudad y estaban vivos. Ahora solo restaba buscar un lugar seguro.

    Samara solo recordaba un golpe en la cabeza que la había dejado inconciente, cuando estaba volviendo en sí tenía las manos atadas y una capucha en la cabeza, estaba tendida sobre un entablado y por las sacudidas viajaba en alguna carreta. Comenzó a moverse y alguien la pateó en el abdomen haciéndola perder todo el aire.
    —Quieta bruja —dijo una voz de hombre desde su derecha—. Dijeron que había que llevarte viva pero no especificaron en que estado, si te mueves te voy a moler a golpes así que ya lo sabes.
    Dicho eso no había nada que hacer. Recordó el callejón y al hombre de la espada, un hombre enviado por Mills, cuánta ironía tenía la vida a veces. De todas las personas que podían capturarla había caído en las garras de los matones de Mills. Todo se resumiría entonces a la muerte de Heather, una chica por la cual había aceptado un rescate de doscientas coronas de oro para luego no entregarla a su familia. Ya nada de lo que dijera iba a cambiar nada, el padre de la chica iba a matarla de alguna forma cruel e imaginativa, obtendría así su venganza y ella su final. Muerta por el hombre más rico de Burudan, eso era algo que nunca le había pasado por la cabeza.
    Fue un viaje largo hasta que la carreta se detuvo, un viaje de horas. La bajaron de la carreta entre dos hombres y la hicieron caminar aún con la capucha en la cabeza. Mantuvo el paso firme, no suplicó nada ni se lanzó al suelo. Si lo inevitable iba a ocurrir ¿para que dar una mala imagen?
    La bajaron por unas escaleras y luego doblaron en varias esquinas hasta que la hicieron detenerse. Allí la sentaron en una silla y la obligaron a esperar. Demoró muchísimo antes de que algo rompiera la calma por allí. La hicieron quedarse sentada por un tiempo que le pareció eterno. Quedó dormida en la silla y cuando volvió en sí se preguntó si ya no había iniciado otro día. Seguía incómoda con las manos atadas y un hormigueo en los dedos, pero no le aflojaban las amarras por mucho que se los rogó.
    Entonces una mano fuerte la levantó agarrándola por el cuello y otra mano misteriosa le cortó toda la ropa con un cuchillo. La desnudaron a base de hacerle girones el vestido hasta dejarla sin nada, solo con la cuerda que le apretaba las manos y la capucha que llevaba en la cabeza. Comenzaron a azotarla con algo, una correa, un látigo, era algo que le dejaba la piel ardiendo y le causaba un dolor terrible, cayó al suelo y sintió tierra en su cara ¿donde la habían metido? No había tiempo de pensar en eso pues la correa seguía cayendo sobre ella una y otra vez. A la par le daban patadas por todos lados, en el abdomen, la espalda, los muslos. Fue una golpiza continua hasta que se detuvieron y alguien le quitó la capucha de la cabeza. Vio entonces a un hombre de tal vez cincuenta años con una barba entrecana y muy buenas ropas. Ese era Mills, no tenía dudas y la habían traído a algo como un sótano oscuro con mucha arena en el suelo. Un sitio de oración para las fuerzas vitales de la magia, estaban en un templo abandonado de la época del imperio burudano, de los que estaban en medio del bosque llenos de moho y enredaderas. Solo con ver la habitación de paredes exagonales y el suelo con arena lo tuvo claro. Curioso sitio para morir.
    Mills hizo una seña y dos hombres trajeron una silla sobre la cual la sentaron levantándola por los brazos. Ya frente a frente el magnate sacó una navaja y se la puso contra el cuello. Samara lo miró a los ojos con resignación. Ya nada la importaba, solo quería que el fin fuera rápido.
    —Hazlo —le pidió al hombre—. Soy el mal en persona, merezco la muerte, hazlo.
    Pero el hombre tenía la mano temblorosa y se mordía los labios. Mills no había matado jamás a nadie y ella lo notaba.
    —Dime donde está mi hija —le dijo Mills con rabia—. Tú la tuviste y aceptaste el pago que te di. ¿Por que no me la devolviste? ¿Qué le pasó?
    La cara de aquel padre desconsolado le dio unas tremendas ganas de llorar pero supo controlarse.
    —Está muerta, fue un accidente, íbamos a liberarla ese día —dijo con la más pura verdad.
    Mills rompió a llorar y a gritar como un demente ante la confirmación de sus sospechas. Volvió donde ella y la golpeó dos veces en el rostro. Luego le apretó la navaja contra el cuello pero no tenía la fuerza para hacerlo, aquel hombre no era un asesino.
    —Solo tenía veinticuatro años, apenas si comenzaba a vivir, son unos monstruos —le dijo a gritos—. ¿Donde está su cuerpo? ¿Como puedo recuperar su cuerpo?
    —El cuerpo fue tirado en el muelle amarrado a unos sacos de rocas, debe estar en el fondo de la bahía —contestó ella para recibir más golpes todavía.
    —Pagarás por esto bruja, lo pagarás —repetía el magnate—. Pero no seré yo quien me apropie de tu vida. Debes pagar ante la justicia por todas las vidas que has tomado. Me confirmaste que mi hija está muerta y me quitaste el derecho a enterrarla con sus familiares. Mereces auyar del dolor hasta morir y un corte en el cuello es demasiada misericordia para un engendro como tú Samara Von Rutherford. Te entregaré al Lord canciller y arderás en la hoguera como debiste haberlo hecho aquella vez que te capturaron, ahora sí que no habrá escape para ti. Vas a pagar por todos tus crímenes.
    Mills salió de la habitación seguido por dos de los hombres. Ya no lo vería más, los tipos que fueron tras él volvieron solos y con un vestido gris de lana tosca para ella. La desataron y la vistieron con eso antes de volver a amarrarla y a ponerle la capucha en la cabeza. La sacaron de allí y la tiraron en la carreta. Se pusieron en movimiento y ella sabía que era hacia la ciudad. La iban a quemar viva, saber eso solamente bastaba para acabar con sus fuerzas. De todas las formas en la que podría abandonar el mundo tenía que padecer una de las peores, en serio que lamentó que Mills no le hubiera cortado el cuello.
    El viaje le pareció una eternidad hasta que se detuvieron definitivamente y la sacaron para hacerla caminar de nuevo por lugares a los que no podía ver. Cuando le quitaron la capucha estaba en una habitación frente a Elijah Oakwood que sonreía como un niño ante un regalo.
    —¡Samara Von Rutherford en mis manos! ¡Quién lo hubiera pensado! —dijo el lord canciller—. Quita esa cara de amargura, vas a disfrutar estar aquí. Si me lo ruegas no te mandaré a la hoguera, bruja.
    Ella no quería hablarle ni mirarlo, solo que se la tragara la tierra pero la realidad era la que tenía delante. Elijah mandó a que la sacaran hasta el balcón desde donde se divisaba la plaza de armas con una hoguera lista para ella. Solo ver aquello le heló la sangre.
    —Ruega que no quieres morir ahí y te complaceré, pero tengo que oirlo de tus labios —le insistía el maldito de Oakwood.
    —No me mandes a la hoguera, te lo ruego —dijo ella en voz baja.
    —¡Dílo alto! —gritó el lord canciller—. Pídelo de rodillas.
    Ella se dejó caer al suelo con lágrimas en los ojos.
    —No me mandes a la hoguera, te lo ruego —dijo entre sollozos.
    El lord canciller sonrió satisfecho y ella sintió una profunda vergüenza. Su miedo a morir quemada la había llevado a humillarse. Ahora eso que había hecho se sabría por todos lados: Samara Von Rutherford había pedido de rodillas no ser quemada. Lo triste del asunto era que lo más probable era que la fueran a quemar de todas maneras.
    —Cumpliste con lo que te pedí, bruja —dijo Elijah—. Ahora te llevarán a los calabozos negros donde como bien sabes no podrás usar la magia y te meterán en el foso de los ladrones. Mañana al amanecer te van a colgar ahí.
    Estaba sentenciada a muerte, ya era oficial. Los soldados la levantaron por los brazos y la hicieron caminar a empujones fuera de la habitación. Ella casi arrastraba los pies. ¿Tenía que alegrarse por ser ahorcada con la misma soga conque colgaban a los ladrones? ¿Esa sería la última victoria de su vida? ¿Cambiar la hoguera en la plaza pública por aquel hueco anónimo adonde la iban a llevar? Pero ya no habían cartas debajo de la manga ni rescates milagrosos. Su vida iba a terminar en tan solo unas horas.
    La bajaron a uno de los últimos niveles de los calabozos negros, en los sótanos de la antigua fortaleza de los cuatro sabios. El foso era una habitación circular con una cuerda fijada a un travesaño del techo en el centro. Pegadas a las paredes habían pequeñas jaulas enrejadas donde los ladrones aguardaban la muerte.
    —Estos están en cola hace un mes para su cita con el verdugo, solo cuelgan un ladrón por día —le dijo uno de los soldados que la condujeron hasta allí—. Tú eres afortunada, no vas a tener que esperar tanto, mañana a las seis vas a estar parada sobre un banquito con la soga al cuello, bruja asquerosa, si tengo suerte me dejarán darle el puntapié que te va a matar.
    El soldado soltó una carcajada mientras la arrastraba hasta una de las jaulas. Una vez cerraron la reja quedó agachada en aquella reducida caja de piedra. Asomó la cabeza para ver a los soldados irse pero se arrepintió de inmediato. Lo único que podía mirar frente a su celda era la soga con el nudo corredizo que se mecía despacio aguardando por ella.

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      1. Las cosas se van a seguir torciendo, pero bueno, ya en los próximos capítulos vas a ver el rumbo que toman. El capítulo 20 debo publicarlo en algún momento entre mañana y el sábado, ya le falta poco, solo es acabarlo y mirarlo por arriba. Gracias por leer camarada.

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  26. Palabras: 3172.
    Cuenta global: 74 878 palabras.
    Faltan: reto cumplido.
    Capitulo 20.
    Las mejores mentiras siempre tienen su parte de verdad y Gretchen lo sabía perfectamente, debía dar explicaciones sobre la muerte de un miembro del concejo de elegidos y sus palabras tenían que ser buenas. Nathaniel llegó al atardecer, pidió hablar directamente con ella en la oficina de gobierno, la que pertenecía a Elijah.
    Ella fue con uno de sus mejores vestidos, uno blanco y formal, de cuello alto, conocía a Nathaniel, a él le gustaba verla así. Al llegar lo encontró mirando informes y papeles en la mesa del lord canciller. Estaba con rostro apesadumbrado pero impecable con el bigote bien recortado y el pelo acomodado para atrás. Los ojos negros de Nathaniel se encajaron en ella apenas entró a la estancia.
    —Llegaste, pensé que ibas a hacerme esperar por siempre —dijo él con cierta irritación en la voz.
    —Estaba indispuesta —dijo ella.
    —Te estabas revolcando con Oakwood, eso ya lo sabemos todos. Si te pensabas que tu romance infantil iba a ser un secreto debías haberte escondido mejor. Pero ya vas por Burudan como la mujer del lord canciller —decía él con aquella sonrisita en sus labios que la irritaba tanto—. Te has ido de vacaciones a las colonias. ¿Es eso, Gretchen? ¿Fardan ya te importa un carajo?
    Gretchen se mordió los labios, que imbécil le parecía aquel hombre, como si ella necesitara esconderse de todos ellos.
    —Ustedes siempre supieron donde estaba. Si no me llamaron es seña de que no me necesitaban para nada. No estoy aquí para oír tus perolatas. Soy una elegida libre, igual que ustedes, tengo casi tanto poder con la energía como el líder supremo, el concejo de elegidos es un concejo de iguales y no tengo que soportar tus insolencias. O me dices para que me quieres o lárgate de aquí y manda al que va a hablar de los problemas de Burudan, que son unos cuantos.
    Nathaniel asintió y buscó un par de papeles en el escritorio.
    —¿Donde está Franz? —preguntó mirándola con los papeles en la mano—. Ya vi el desatre que quedó en el sector sur, la firma de Oakwood está por todo esto. ¿Quién mandó a hacerlo?
    —Franz Hoffman mandó a hacerlo, se deportaron a miles de personas a Taquiristán, hubo revueltas, incendios, ejecuciones por montón y en medio de eso Fadot hizo acto de presencia y asesinó a Franz, yo lo vi con mis ojos.
    Nathaniel la miró serio como sopesando cada una de sus palabras.
    —¿Franz hizo un uso tan grande de la energía como para que un elegido lo detectara? —preguntó Nathaniel—. ¿Tengo que creerme eso? ¿De verdad? Eres una mentirosa y una traidora. Tú me escondes cosas sobre la muerte de Hoffman. ¿No tienes nada para decirme? Si no me das la verdad ahora y la acabo descubriendo por mi cuenta voy a acabar contigo, Gretchen. Podemos venir todos los del concejo y atraparte, no podrás con todos nosotros.
    —Hoffman vino y ordenó esa chapucería del distrito sur —comenzó a decir ella—. Yo me quedé callada, Elijah firmó los papeles porque el líder supremo le dio plenos poderes a ese zoquete para hacer lo que le diera la gana en Burudan. De inmediato ordenó los desalojos y los destierros. Lo que pasó en el distrito sur fue un baño de sangre más que innecesario. Hoy por la mañana fue con nosotros a ver lo que había quedado tras las revueltas y de buenas a primeras cayó fulminado por un rayo de energía. Hay varios elegidos dando vueltas por Burudan. No sean ingenuos, él dio la cara y lo mataron. ¿Prenderle fuego a todo un sector de la ciudad no es un anuncio enorme de que algo grande nos preocupa? Déjense de improvisar. Oakwood conoce Burudan desde hace diez años y ha gobernado bien este lugar. Hagamos las cosas apoyándonos en él. Ustedes solo saben repartir ganancias de lo que sale de esta tierra. No pueden venir como locos a arrasar con Burudan buscando a ese mago del que no sabemos casi nada. Tenemos el poder militar y el poder político, somos magos importantes los que estamos detrás del imperio. ¿Hay necesidad de actuar como locos asustados?
    Nathaniel la miró con mayor molestia pero no le replicó. Al parecer lo había dejado pensando. Ella quiso sonreír pero se abstuvo de hacerlo. Con aquel sujeto no se podía dar el gusto de ser insolente de más.
    —Gretchen, no niego que lo que pasó en el distrito sur tiene la huella de Hoffman, era impulsivo y siempre optaba por las soliciones más drásticas —dijo Nathaniel—. Pero sé que él era muy viejo como para no presentir la presencia de otro elegido. Era el líder de la inteligencia del imperio, o al menos el oficial pues el líder real siempre he sido yo. No me pasa por la cabeza que haya tenido esa muerte estúpida y perdóname, pero yo voy a llevar mi propia investigación. ¿Donde está el cuerpo?
    —Fue incinerado por la descarga de energía —se apuró ella a contestar.
    —¿Donde estan los restos? Algo debió haber quedado, Gretchen. ¿Viste a Fadot?
    —Vi a Fadot, pero de lejos, yo estaba más atrás cuando vi que Franz cayó carbonizado, Fadot solo estuvo visible un instante y luego desapareció —explicó.
    Nathaniel arrugó el entrecejo y la siguió mirando en silencio por varios segundos, tantos que ella comenzó a ponerse nerviosa y trató de disimular sirviéndose un poco de vino en una copa. La botella ya estaba descorchada dentro de una cubeta. Al parecer la habían traído para él.
    —¿Como puedes querer beber hablando de una cosa así? ¿No ves que ha muerto un elegido como tú?¿Es que eres tonta o que me estás mintiendo?
    Le hizo falta toda su serenidad para no perder la calma. Se dió un trago y lo encaró sin perder la compostura.
    —Franz se murió, no tengo ni idea de dónde están sus restos pues en el ataque se carbonizaron varios soldados al lado de él, fue una descarga de energía espantosa, más grande que todas las que he visto antes —dijo sin temblar ni desentonar ni un poco la voz—. Hoy por la mañana aún habían pequeños disturbios y fuimos atacados por lugareños furiosos. En el calor del momento perdimos de vista a los cuerpos, pueden estar mezclados ahora mismo entre los cadáveres de mucha otra gente que murió hoy. Puedo buscarte los restos, de seguro los vas a reconocer si aún queda algo de los residuos de su energía vital, pero no te garantizo nada. Ahora mismo lo que más hay en el distrito sur son muertos.
    Nathaniel soltó un suspiro y puso cara de molesto.
    —Todo es muy conveniente, una descarga de energía, Franz muerto al instante, un cuerpo que no aparece. ¿Supongo que tienes testigos del ataque? —agregó él.
    —Seguro hay soldados que recordarán lo que pasó, pero ninguno te sabrá decir si Franz era el muerto porque nadie aquí sabía quién era Franz, solo Elijah y yo. Pero puedes buscar, seguro encontramos a alguien que te hable del rayo de energía que lo mató.
    Nathaniel estaba irritado, es más, estaba buscando escusas para meterla en líos. Seguro no estaba ni seguro de las acusaciones solapadas que hacía contra ella pero eran su escusa para dejarla mal parada ante el concejo de elegidos de Fardan o mejor: acusada de traición por algo que perfectamente podían achacarle.
    —Voy a pasarme una temporada en Burudan, querida —dijo él—. Tranquila, Oakwood seguirá siendo el gobernador de este lugar olvidado por los dioses, tú podrás seguir metida en su cama todas las noches cómo la mujer alegre que eres y yo simplemente me quedaré a observar, a buscar información sobre el misterioso mago que reportaste y lo que pueda quedar del gremio de magos de Burudan. De Fadot y compañía ya nos ocuparemos. Ni notarás mi presencia, sólo estaré por aquí vigilandote y mandando informes al líder supremo. ¿Entendido? Si resultas ser una traidora no habrá piedra en el mundo donde te puedas esconder, es más, tu final será humillante y terrible Gretchen Rivani. Pero ahora necesitamos hablar de asuntos más urgentes.
    Ella tomó asiento y se dio un sorbo de vino. Genial, había ganado tiempo, Nathaniel solo tenía congeturas que se podían ir desbaratando por el camino. Franz había muerto, una calamidad sin dudas, pero ella no tenía nada que ver. Las buenas mentiras hay que llevarlas hasta el final. Vale más un mentiroso valiente que al final muere que uno que se contradice y muere más temprano.
    —¿Qué asuntos más importantes son esos? —quiso saber ella—. He estado desvinculada de las intrigas de la corte imperial por un buen rato ya. Siempre son los mismos chismes pero supongo que a veces hay chismes nuevos.
    Él arrugó el entrecejo y se sirvió también una copa de vino.
    —Hay guerra, Gretchen, guerra —dijo él—. El imperio es grande pero tiene que lidiar con rebeliones a cada rato. En Burudan siempre está el temor de que suceda una revuelta pero por suerte nunca ha pasado. Los nobles de Fallahan en cambio se han revelado proclamando un gobierno independiente. Las tropas que estaban allí fueron derrotadas miserablemente. Esos desgraciados tienen un buen desarrollo industrial, casi tan bueno como Burudan, tienen buenas armas y una burguesía local con mucho dinero, casi tanto como los de aquí. Se asquearon de pagar impuestos, de mantener con sus recursos naturales y su oro a una metrópoli que es pequeña y que cada vez les deja menos tajadas del pastel. Lo triste es que los propios fardanos ricos de Fallahan se han unido a los locales en su traición. ¿Puedes creerlo? Pero es así, la lealtad es una puta y todas las guerras son por dinero ¿o no? Luego los políticos inventan escusas bonitas de oir, pero la guerra ha estallado y el emperador de Fardan nos exige a nosotros el concejo de elegidos que le ayudemos. No podemos usar la energía como arma, no con la persecución que tenemos, les hemos dado soluciones para sacar minerales y crear bombas mortíferas, la tecnología para crear barcos inmensos y acero de calidad incuestionable pero el emperador quiere que peleemos su guerra directamente, que vayamos al campo de batalla a ser sus magos de combate. Estamos más débiles que nunca, Gretchen. Con Franz muerto se confirman nuestras sospechas. Ya el gran señor de las tinieblas arrancó su plan para pasarnos la factura de nuestros años en libertad y no va a tardar en acabar con nosotros si asomamos la cabeza. Entenderás ahora la gran tensión que tiene el gran líder. Por quinientos años Fardan ha sido nuestra guarida y ahora los políticos fardanos nos ven débiles y desean aprovecharse de nosotros. Lo peor es que tenemos las manos atadas. No podemos romper con el emperador, pero tampoco podemos dar la cara abiertamente como los magos que doblegan paises para estabilizar imperios.
    Ella quedó azorada, aquello era terrible. Una guerra implicaba gastos muy pesados que se traducían en mayores impuestos para todos. ¿Y si la burguesía de Burudan comenzaba a tramar conspiraciones independentistas también cuando sus ganancias comenzaran a disminuir? La situación allí no era para nada estable como para agregarle una crisis económica. En diez años de gobierno fardano Burudan había vivido muchas crisis políticas, pero nunca económicas. El tablero de juego podía cambiar sustancialmente y no para bien.
    —Las cosas son peores de lo que yo pensaba —confesó ella—. Lo que me dices es una trajedia.
    Nathaniel acabó su copa de vino rápido y se volvió a servir otra.
    —Es lógico que estás cosas ocurran, Gretchen, mantener un imperio tan grande nunca es sencillo y cuando los locales acumulan poder falta poco para que ya sueñen con quedarse con todo y no mandarle nada a un emperador que vive a miles de kilómetros. Más aún cuando los propios fardanos dejan de verse como fardanos y se acostumbran más a vivir en esos lugares. Si el imperio no se mantiene fuerte estas cosas serán cotidianas.
    En eso estaban de acuerdo.
    —¿Hay posibilidades reales de ganar la guerra? —preguntó ella con interés.
    Nathaniel se arrecostó en la silla como si estuviera muy cansado y se demoró un instante en responder.
    —Una de las divisiones fardanas que estaban en Fallahan se unió a los rebeldes con todos sus efectivos y armas. Además, tienen un ejército profesional a su disposición porque en Fallahan no pasó como en Burudan donde desintegramos al ejército. Allá los altos jefes militares vendieron su lealtad a Fardan por dinero y trabajaron para nosotros hasta hace unos días. Lo que está ocurriendo en Fallahan son batallas campales donde ambos bandos pierden hombres y recursos por montones. El imperio está invadiendo un territorio hostil que es más costoso que lo que hacen ellos, que es defender un territorio que les pertenece. Aquí todo es posible, pero si Fardan recupera Fallahan va a tener que masacrar a medio país para dar un buen escarmiento. De lo contrario esto va a seguir pasando. Lo triste de creer es que recuperemos a ese país en primer lugar. Pero de eso se ocupan el emperador y nuestro gran líder. Nosotros los menos importantes tenemos que ocuparnos de Burudan, para que la historia no se repita acá. Un imperio puede pelear bien en un frente, pero si debe hacerlo en dos entonces la derrota va a llegar tarde o temprano.
    Nathaniel tenía razón para estar con aquella cara. Si el imperio caía ellos perderían la estabilidad de la que habían disfrutado durante siglos.
    —Bueno, todo eso está muy bien, pero la amenaza real para nosotros está aquí y no en Fallahan, mi querido compañero —dijo ella—. De nada sirve que el imperio siga en pie si nos matan a todos. Fadot anda y desanda mucho por Burudan últimamente, Margaery no se queda atrás y hay otros, pero son más discretos. Tienen a un mago poderoso con ellos, un necromante, están apostando por él y ya han logrado que manifieste su energía, estaba en el sector sur pero ha huido a los montes. Ayer, durante la destrucción del distrito sur salió huyendo con sus cómplices. Todos escaparon, pero allí dio muestras de lo que es capaz. Mató a treintaidos hombres en una barricada que le cerraba el paso para salir del distrito sur usando nada más y nada menos que magia de huesos. Tiene una jauría envidiable, tan buena como la mía si es capaz de hacer eso. Aún hoy puedo sentir trazas de su poder en el aire del distrito sur si hago un esfuerzo. Ese va a ser nuestra perdición, Nathaniel, hay que centrar nuestros esfuerzos aquí.
    Él asintió y se puso de pie para asomarse a la ventana.
    —Antes todo era más sencillo —dijo él con aire nostálgico—. Eramos magos, teníamos altas funciones en una sociedad hecha para y por la magia. Los humanos comunes nos adoraban como a dioses. El país era grande y fuerte, Burudan dominaba todo el mapa y lo hacía bien. Taborn nos gobernaba con mano de hierro pero con sabiduría. Era cascarrabias y un poco tirano pero era justo, no se le podía negar eso. Luego tuvo aquellas ideas locas y todo se fue a la mierda. Ahora con los años es que lo valoro. Tener a un hombre fuerte al frente de un gobierno fuerte te da más alegrías que dolores de cabeza, pero nadie quiere que le digan lo que tiene que hacer y los magos comenzaron a odiarlo. Prefiero mil veces vivir en aquellos tiempos otra vez, mi vida era más tranquila, acepté la inmortalidad a cambio de ser un elegido y luego cambié todo eso por la libertad de hacer lo que me diera la gana. Al final soy solo un fugitivo, igual que tú e igual que todos, no puedo hacer lo que me da la gana. El gran señor de las tinieblas nos usó. Nos tentó con una vida que no se acabaría jamás, con placeres y poder, solo para esclavizarnos en responsabilidades aburridas. Al final no hay un elegido que dure mil años en el cargo, no conozco aún a ninguno. Dicen que el creador los ha ascendido a otras tareas pero es mentira. No hay elegidos de mil años porque todos los elegidos acaban siendo renegados y acaban como nosotros. ¿No te has puesto a pensar en eso alguna vez, Gretchen? En el gran hijo de puta que es el gran señor de las tinieblas? Es un sádico.
    Sus reflexiones la hicieron sonreír.
    —Hablas como un viejo, Nathaniel —dijo ella—. Taborn se iba a morir a la corta o a la larga y al final no era tan querido o de lo contrario los magos no le habrían hecho lo que al final le hicieron. Nada es estático, los imperios nacen y mueren como los hombres. Para que los magos tuvieran su imperio los clanes libres debieron ser oprimidos y cuando el imperio se debilitó vino Logan el Jerarca con su República que duró hasta que Fardan se hizo un imperio y se la tragó. Deja de romantizar el pasado, al final ¿no has hecho todo lo que te ha dado la gana durante todos estos años? Primero encontramos a los magos que queden sueltos por ahí, comenzando por el necromante misterioso y los matamos. Luego estavilizamos la rebelión de Fallahan y aplastamos a los revoltosos. Mantenemos el perfil bajo y acechamos a Margaery y a Fadot a ver si alguno muere en una buena emboscada. Si jugamos bien las cartas podemos volver a tener tranquilidad.
    Él sonrió al oírla, se había relajado y eso ayudaba en algo. Tal vez si se ganaba su confianza lograría metérselo en un bolsillo. Aunque eso era pedir demasiado. Nathaniel era un cascarrabias y nunca había tenido simpatías por ella. Lo único que deseaba desde el fondo de su alma era que el infeliz no descubriera nada que la comprometiera con la muerte de Hoffman. Si eso llegaba a pasar tendría que matarlo y ella odiaría hacer eso. No iba a facilitarle el trabajo a Margaery y su necromante novato a menos que su propia supervivencia estuviera en juego.
    —¿Vas a quedarte a vivir aquí en la torre de Oakwood o tienes donde quedarte en Burudan? —preguntó ella con curiosidad.
    —¿Quedarme aquí para que controles mis entradas y salidas? —dijo riendo él—. Gracias pero ya tengo donde quedarme. Voy a estar por acá haciendo lo que Hoffman no hizo: investigación y trabajo de inteligencia. Voy a buscar cual es el problema real con Burudan. Voy a ver qué pasó con Franz y dónde está el mago misterioso del que me has hablado. Ya tengo que irme, puedes volver a la cama de Elijah, que es para lo que ahora sirves.
    —Eres un insolente ¿te lo han dicho? —le dijo ella divertida.
    —Trata de no resultar ser una traidora, por favor. Porque no me va a temblar la mano para matarte, Gretchen y necesitamos estar todos juntos para lo que se nos viene encima —dijo él antes de desaparecer.

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    1. Me gusto mucho ese capítulo, genial desde mi punto de vista los detalles que aportas de otra colonia y como afectan al imperio y a Burudan, se ve que has trabajado muy bien la historia, no si esta bien empleada la palabra, creo que es trasfondo. Un gran trasfondo si me entiendes. Y aquí todo estuvo tranquilo, relajado. Pero entretenido. Sigale camarada.

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      1. Gracias por los elogios camarada y por leer y comentar siempre, a mi juicio creo que todo es mejorable y sí, a esta novela le he dado taller. Aunque creo que ya voy a tener que elaborar un mapa pues en la medida en que las cosas aumentan tengo que recordar lugares nuevos con nombres y características XD. En fin, los siguientes capítulos me van a seguir exigiendo mayor concentración pues esto se va a seguir enredando. Pero en la medida en que las cosas salgan ya podrán leerlo. Un saludo y nos mantenemos en contacto.

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  27. Total: 3953.
    Cuenta global: 78 831 palabras.
    Faltan: reto cumplido.
    Capitulo 21.
    Un caballo flaco y treinta monedas de plata, eso era su tesoro. Burudan quedaba atrás, el caballo lo había encontrado ensillado y solitario a mitad de una llanura y la bolsa de monedas estaba junto al difunto dueño del animal.
    Lohan había encontrado al muerto con un virote encajado en la espalda, su montura daba lástima pero era aceptable, así que la tomó. No pudo evitar hurgar en los bolsillos del muerto, además de la bolsa encontró un cuchillo decente. Las botas del difunto no le servían pero igual se las llevó para venderlas en algunos cobres, aún estaban buenas.
    Emily tenía un aspecto sombrío, pero caminaba a su lado. No hablaba nada desde que habían abandonado la ciudad. Él seguía con el rostro amoratado y dolor por todo el cuerpo, aún así se montó detrás de él en el caballo y se apretó fuerte cuando comenzaron la marcha lenta por el bosque evitando el camino principal. Por el camino abundaban los militares. No hacía mucho que la última carreta cargada de prisioneros había pasado por allí con una fuerte escolta. Era mejor seguir escondidos, él estaba demasiado exhausto como para luchar contra nadie. El caballo iba a su ritmo por los trillos del monte, algunos pájaros cantaban entre la las ramas de los árboles y la brisa era suave. Podía sentir la cabeza de Emily apoyada en su espalda, igual que el frío de la camisa mientras la tela se iba mojando de las lágrimas de su novia. Lo habían perdido todo.
    Cabalgaron todo el día, en ocasiones subían al camino principal para adelantar, pero luego por desconfianza volvían a los matorrales. Cabalgaron horas y horas sin nada en el estómago, sudados y cansados, sin ver nada más que árboles y maleza. Así llegaron a Nalten al atardecer, el primer pueblito en la ruta para Gremen.
    La posada «La gorda dichosa» estaba en la misma entrada del poblado junto a un molino y a un riachuelo. Lohan estimó que podían permitirse pasar la noche por allí para reponerse de la jornada caótica que dejaban atrás.
    Nalten era un pueblo de granjeros y de forasteros de paso. Era famoso por sus crías de cerdos y por sus jamones de piernas de puerco y porque muchos de sus habitantes habían sido ricos aristócratas venidos a menos cuando se desplomó la antigua República Burudana. Una sombra de la gloria pasada se dejaba ver por allí, las calles del pueblo estaban adoquinadas y las casas eran amplias y de estilos elegantes en su mayoría. La fuente de la plaza central lucía una bella estatua de una mujer con una cantara de agua. No obstante todo el pueblo tenía un aspecto de abandono y suciedad que delataba el ensañamiento de los años recientes cuando Fardan había tomado el control. Ya eran fardanas las principales haciendas y crianzas de cerdos, relegando así a sus antiguos dueños a la mera condición de administradores asalariados.
    Cuando entraron a «La gorda dichosa» vieron a la taberna con pocos parroquianos comiendo en las mesas de manteles manchados de grasa. Aún así era un lugar decente con el piso limpio y un buen surtido de ofertas en la carta. La posadera los recibió muy amablemente pero no era ni gorda ni tan alegre para considerarse dichosa.
    Los llevó a una mesa donde ordenaron una botella de vino, dos platos de potaje de frijoles con jamón de Nalten y un dulce de melocotones en almíbar como postre. Sorprendentemente la comida estaba muy bien elaborada y el precio era bastante asequible.
    —Desean algo más los señores —preguntó la posadera cuando ambos acabaron de comer.
    —Quisiera quedarme a pasar la noche en el pueblo —dijo él—. ¿Tiene habitaciones disponibles?
    En efecto las tenía, eran pequeñas y sencillas pero limpias y con lo necesario, incluso cada cuarto tenía un baño. Lohan se sintió complacido de haber llegado a allí. Escogieron un cuarto por cuarenta cobres la noche y pagaron por adelantado. Se bañaron y lavaron sus ropas para ponerlas más tarde a colgar en un cordel que había en el diminuto balcón de la habitación.
    Ya era de noche y durmieron sin ropa abrazados en la cama. El cansancio no les permitió nada más. Emiliy se rindió al instante, Lohan demoró un poco pensando en que debían comparar algunos vestidos para ella y algunas camisas y pantalones para él, huir de Burudan los había dejado en una situación precaria.
    Amanecieron aún abrazados sin haberse movido ni un milímetro, literalmente habían dormido como piedras. Por entonces ya sus ropas estaban secas y se vistieron.
    —¿Seguimos camino a Gremen? —le preguntó Emily aún con la mirada perdida y unos ojos tristes que le amargaban el corazón.
    —Creo que necesitamos probar suerte en otra ciudad grande y Gremen parece una buena opción —le respondió—. Bajemos a desayunar y alistemonos para partir.
    A ella le pereció bien y ambos bajaron hasta la taberna para pedir el desayuno. Estaban pronto sentados en la mesa a la espera de que les tomaran la orden cuando un hombre entró a la carrera cargando a un niño de tal vez diez años en brazos.
    —¡Le cayó un caballo encima! no respira —decía el hombre a gritos.
    Lohan se puso de pie al instante y se acercó al sujeto. De inmediato vio al muchacho, respiraba pero muy superficialmente quejándose de un dolor cortante en el costado, tenía el tórax abovedado del lado derecho, su pulmón había colapsado, obviamente. ¿Pero era sangre o aire lo que había causado el problema? Había que actuar rápido por lo que optó por algo que funcionaría para ambas cosas.
    —Pónga al muchacho en el suelo, soy médico, puedo ayudar —dijo él ya sacando un estuche que siempre llevaba en su bolso con un par de agujas, pinzas y escalpelos.
    Agarró su aguja más gruesa y le ató el dedil de un guante perforado. Buscó el quinto espacio intercostal en la línea media del costado derecho y enterró la aguja. Salió aire a gran presión del tórax, el pulmón fue liberado y el muchacho comenzó a respirar mejor. Finalmente no salió nada más y él presionó la puntura y pidió un vendaje para sellarla lo mejor posible. La posadera le trajo su pedido y él aseguró un apósito de gasa sobre la puntura con unas cuantas vueltas de vendaje.
    —Habrá que vigilarlo en los siguientes días y el reposo debe ser total pero al menos por ahora el problema está controlado —dijo él.
    El hombre le dio las gracias con gran entusiasmo e incluso le ofreció unas monedas que él se negó a aceptar. Aquel tipo y el muchacho lucían mucho más pobres que él, prefería guardarse los honorarios que cobrarles un dinero que tal vez necesitaban para sobrevivir.
    —Compre esas monedas de comida para el chico —le dijo—. Es lo único que le pido.
    Regresó a su mesa con las miradas de admiración de los otros comensales. El sujeto con el niño aún cargado salió de allí y la posadera no le quiso cobrar por el desayuno debido a su noble gesto.
    —Hace años que Nalten no tiene un médico, estimado doctor —le dijo la flaca dueña de «la gorda afortunada»—. Si usted lo desea el ayuntamiento local paga tres coronas de oro al mes al médico que venga a vivir a aquí y que atienda a la población. No es mucho pero es una paga decente. Si desea quedarse con su esposa yo misma los alojaría en mi humilde posada sin costo alguno. ¿Qué le parece la idea?
    —Me parece buena pero necesito tiempo para pensar —admitió él diciendo la verdad—. Estoy planeando asentarme en un lugar nuevo pero aún conozco muy poco a Nalten y no sé si me guste la vida aquí.
    —Piénselo, acá la comida abunda y es muy barata, no como en Burudan donde los precios suben por día y comer carne y patatas es un lujo —le dijo la posadera—. Es un pueblo rural, pero le irá bien.

    Una jornada de cabalgata los llevó bien lejos. Los caballos estaban sudados y a punto de caer reventados, ya casi arrastraban las patas. Margaery iba adelante igual de desaliñada y sucia que ellos dos. Usando unos pantalones de cuero ajustados y una chaqueta empolvada parecía una bandolera con el pelo recogido y su porte orgulloso.
    Collins iba con cara de estarse desmayando, el pobre estaba flaco, vestía harapos y su enorme barba le daba aspecto de vagabundo. Él no se quedaba atrás con la capa llena de agujeros y la sensación de tener el polvo del camino incrustado hasta en los sesos. Aún así el caballo seguía adelante y él continuaba abrazado de Karl metro tras metro con dolor en todos los huesos. Por suerte ya no tenía el virote de ballesta encajado en el brazo, la elegida había solucionado el problema.
    —¿A donde vamos a fin de cuentas? —se atrevió a preguntar Kurt—. Tengo hambre, apesto y me duele hasta la sombra. ¿No hay ningún lugar donde se pueda pasar la noche.
    Pero Margaery seguía igual de mística reservándo las cosas importantes.
    —Vamos a un lugar seguro —era todo lo que ella les decía.
    —¿Y cual es ese lugar? —preguntó Collins.
    —Lo verás a su debido tiempo —era la única respuesta por parte de ella.
    Quedaba muy poca luz y se incorporaron a un camino que se desviaba de la calzada a Gremen. Parecía la entrada de alguno de esos pueblitos que rodeaban a Burudan. Kurt podía sentir como el sudor corría por la grupa del caballo, si aquel animal no infartaba esa misma noche se iba a sorprender. El terraplén tenía mucho polvo, y cuando la brisa batía levantaba bastante, sus monturas andaban a un paso tan lastimoso que a pie habrían ido más rápido pero probablemente ya ellos tres no tenían fuerzas para caminar.
    El camino continuó entre dos lomas y rodeó un campo de maiz, habían granjeros por la zona al parecer. Bajaron una pendiente y cruzaron un riachuelo para enfilarse a una curva sinuosa con matorrales a ambos lados donde fueron detenidos por seis hombres con ballestas que les dieron el alto. El mayor, un sujeto barrigón de nariz chata y muchísimas arrugas se identificó como capitán de la milicia nocturna de Nalten.
    —Me temo que deberán acompañarnos —dijo el tipo—. Buscamos a unos salteadores de caminos que encajan con su descripción y hasta tanto no verifiquemos sus identidades debemos llevarlos bajo custodia.
    Karl se puso colorado, a él le dio rabia y sin embargo a Margaery le causó risa.
    —Con mucho gusto los acompañaremos, capitán, estoy segura que debe ser un malentendido —dijo Margaery con una sonrisa encantadora, si no fuera por la facha que la pobre traía los habrían soltado.
    Pero el capitán soltó una carcajada mientras lanzaba un escupitajo al polvo del camino.
    —Pamplinas, señorita, usted se me parece a esa rubia descarada, Mary Galloway, prima de Galloway el cojo, y esos dos que la acompañan tienen cara de pendencieros. Ustedes deben ser de la banda de Galloway —les dijo el hombre—. Ayer robaron y quemaron la casa de lord Francis, mataron a su mujer. Espero que tenga razón y no sea una bandida pues hay una familia destrozada en Nalten. Si los testigos los colocan a ustedes en el lugar del crimen dudo mucho que escapen de la horca.
    Kurt decidió poner fin a aquella pallazada y entró en contacto con la energía pero fue la misma Margaery quien le dedicó una mirada severa indicándole que no podía usar las sombras.
    —Soy Alice Von Trier, ex condesa de Peñas blancas y vecina de Nalten desde hace muchos años —explicó ella—. Los caballeros son mi escolta, venimos de Burudan pero fuimos asaltados por unos bandoleros, llevamos dos días en el camino y por eso tenemos está facha. No tengo mi identificación conmigo, pero llegando a Nalten puedo mandar a buscar a alguien que puede dar fe de mis palabras.
    El capitán sonrió mientras pedía a sus hombres que le buscarán algunos trozos de cuerda.
    —Si me disculpan bájense de sus monturas pues debemos atarles las manos para conducirlos al destacamento policial —les dijo.
    No quedó más remedio que hacerlo y así acabaron amarrados y caminando entre los hombres aquellos durante varios kilómetros más. Nalten estaba más adelante, una posada deteriorada era lo primero que se veía al inicio de la calle central del poblado. A ambos lados de esta calle se extendían casas de madera con fachadas amplias y por allí los pasearon ante las miradas curiosas de algunos transeúntes que comenzaron a vitorear al capitán y a abuchearlos a ellos.
    —Buena captura, Bill —le gritó alguien al capitán.
    —Es la prima de Galloway con dos compinches, mañana tendremos justicia —decía el hombre a viva voz.
    Kurt se estaba conteniendo para no hacer nada precipitado pero no entendía por qué Margaery se oponía a hacer nada mediante la magia. Así acabaron en el destacamento de la policía donde un fardano alto y canoso los recibió. El capitán relató su teoría y el militar fardano les pidió los datos para el libro de detenidos.
    —Díganme sus nombres, por favor.
    Margaery se identificó como Alice Von Trier, Collins dijo ser Robert Kay y él en un total bloqueo de su mente dijo que se llamaba Kurt Von Castle, su verdadero nombre. Al oír el apellido el fardano lo miró fijamente.
    —¿Algún parentesco con el comendador Richard Von Castle? —preguntó el fardano con interés y Margaery levantó las cejas y se mordió los labios.
    —No creo —respindió Kurt—. Mi familia viene de Gremen, supongo que sea una coincidencia.
    Acto seguido acabaron en una celda estrecha con el estómago vacío y unas terribles marcas en las muñecas por la cuerda con la que los habían amarrado.
    —¿Por qué no me dejaste usar las sombras para escaparnos de la milicia? —le cuestionó él a la elegida estando ya en privado.
    Margaery se irritó un poco con sus palabras. Pero le dio una explicación.
    —No te dejé porque en serio que tengo una identidad aquí en Nalten y mucha gente me conoce, no pueden asociarme con brujos, soy una persona influyente en este lugar, debo guardar las apariencias. Necesitamos quedarnos algunos días en Nalten y si salimos de aquí tengo donde escondernos —respindió ella en voz muy baja.
    —Pues yo sugiero que como persona influyente nos saque de aquí o acabaremos ahorcados al amanecer por alguna chusma furiosa que nos confunde con bandidos —dijo Collins agachado desde una esquina.
    Kurt no se creía lo que estaba ocurriendo, pero la noche les traería sorpresas. Un poco más tarde y a la luz de las antorchas una adolescente llorosa vino junto a unos soldados y al verlos a los tres se puso a sollozar sin lograr articular palabra hasta que al fin dijo algo breve que los seguiría metiendo en apuros.
    —Es Mary Galloway y esos dos se me parecen a dos de los que robaron en mi casa. Son parte de la banda, sí, son ellos —dijo la chica—. ¡Los van a colgar por lo que hicieron! ¡Lo pagarán caro! —les gritó ya con rabia mientras la sacaban de allí.
    El oficial fardano los miró con una sonrisa.
    —Al parecer mañana tendremos juicio desde muy temprano —sus palabras fueron realmente incómodas de oir.
    —Oficial, mande a buscar a Herman Cooper, el alcalde, él me conoce y me puede identificar como Alice Von Trier, no siga con esta pesadilla, se lo ruego —dijo Margaery con una cara que hubiera conmovido al más duro, pero sin éxito.
    El fardano solo se puso a reír.
    —¿Traer al alcalde a este hueco? —dijo aún entre risas—. Será para que pierda mi trabajo.
    —Entonces al señor Rogers, el de la hacienda de tabaco, es mi vecino —volvió a decirle.
    —Ruegue porque toda esa gente asista al juicio mañana, señorita, o de lo contrario está usted en un apuro —fue lo último que le dijo el fardano.
    Al amanecer los llevaron a un amplio salón lleno de bancos donde ya había una multitud de pueblerinos sentados a la espera del juicio. Los pararon así como andaban, sucios y harapientos ante una mesa donde estaba un gordo de espejuelos vestido con una túnica negra. A su lado había estaba un flaco de nariz afilada que al parecer fungia de fiscal.
    —Inicia el juicio contra los tres bandoleros capturados ayer por la milicia, preside la sesión el honorable Jon el Justo —dijo el flaco levantando la risa entre los presentes.
    —¡Vamos a la parte entretenida! —gritó alguien al fondo—. Vamos a colgarlos.
    —¡Sí! —gritaban otros—. Muerte a los bandoleros —y se desató la algarabía en el local obligando a Jon el Justo a golpear varias veces la mesa con su martillo.
    —Orden en la sala o mando a desalojar al público —gritó el gordo—. Esto será rápido, traigan a la testigo.
    La misma muchachita que habían traído la noche antes se paró ante todos y los señaló con el dedo.
    —Ella es Mary Galloway y esos dos son compinches suyos, ellos participaron en el ataque a mi casa. Por su culpa mi madre está muerta —dijo la chica antes de llorar de nuevo.
    —¿Como se declaran los acusados? —dijo el juez.
    Entonces Margaery se puso frente a todos y se soltó el pelo.
    —Soy Alice Von Trier, condesa de Piedras Blancas y fui asaltada junto a mi escolta —dijo a viva voz—. La milicia me capturó y nadie se dignó a corroborar mi identidad. La chica está asustada y no soy la única rubia que vive por los alrededores. ¿Tengo que ser yo Mary Galloway? ¿Me van a colgar basándose en lo que diga la chica?
    Sus palabras generaron más revuelo en la sala y algunos dijeron que ella se parecía a Alice Von Trier, otros por el contrario siguieron pidiendo que los colgaran.
    —¡Necesita un baño, condesa! —gritó alguien.
    El juez tuvo que dar muchos golpes en la mesa para recuperar el orden.
    —En base al testimonio, declaro a estas personas culpables de bandidismo y por tanto estos tres quedan condenados a muerte, se levanta la sesión.
    La gente gritaba eufórica y Kurt ya estaba listo para soltar el poder de sus sombras contra todo el que se le cruzará delante cuando un tipo alto y bien vestido apareció en la entrada del salón.
    —¡Paren está payasada! —gritó el sujeto—. ¿No ven que es la condesa Von Trier a la que quieren colgar?
    —Señor alcalde —dijo Jon el justo—. ¿Es en serio la condesa? Es que ella para tan pocas veces por acá que había olvidado su rostro.
    —Claro que es ella, yo lo aseguro —dijo el alcalde.
    —Entonces quedan absueltos los tres acusados, se levanta la sesión —dijo el juez y todos soltaron un suspiro de alivio.
    El alcalde los sacó de allí ante la mirada curiosa de todos los pueblerinos. Afuera los esperaba un carruaje al cual subieron junto al hombre. A Kurt le dio lástima sentarse en aquellos cómodos asientos con lo sucio que estaba pero pronto el cochero puso a sus animales en marcha y salieron de allí a una velocidad de espanto dando sacudidas por todo el tramo que duró muchísimo.
    Margaery miraba al alcalde sonriendo.
    —¿No pudiste haberte demorado un poco más Herman? —preguntó la elegida con buena dosis de sarcasmo—. En serio quería ver al verdugo de Nalten.
    El alcalde sonreía mirando hacia el paisaje que quedaba atrás.
    —Vine lo más rápido que pude, apenas la sombra que enviaste me encontró, pero no voy a negarte que disfruté muchísimo verte ante el juez, esperé hasta el final para que mi entrada tuviera un mayor efecto —le contestó el hombre.
    Sus palabras no les hicieron gracia a ninguno pero nadie le dijo nada.
    Kurt examinó con la mirada al alcalde, era de tal vez cincuenta años, complexión robusta pero en la línea, un par de patas de gallina por los ojos y alguna que otra cana en el pelo. Un caballero elegante con sus ropas de fina factura. ¿Pero qué tan confiable era?
    —Chicos, él es Herman Chester, elegido del gran señor de las tinieblas y en su día el mejor general que tuvo el imperio de Burudan —les dijo Margaery a ellos dos—. Derrotó dos veces a Logan el Jerarca y tras su desaparición repentina al fin de la guerra lo dieron por muerto, pero en realidad nadie lo vio morir. Fue tanto el respeto que le tuvieron sus enemigos que los clanes libres nombraron calle Herman Chester a la que pasa por la derecha junto a la plaza del Jerarca. Eso es un dato histórico pero si no lo sabían ya lo saben.
    Kurt recordó entonces los tratados de historia imperial de Rivani, donde se hablaba de la muerte en batalla del general Chester, segundo mago del imperio burudano y experto en la magia de adivinación, se decía que por eso era tan buen estratega, porque calculaba con magia todas las posibilidades de los eventos. Pero siempre lo dieron por muerto, nunca hubo dudas con eso.
    —Según Rivani, el general Chester murió en batalla atravezado por una lanza. Es la versión más aceptada —dijo Kurt.
    —Yo soy Margaery Rivani, mi querido Kurt, yo escribí los treinta tomos de la historia de Burudan, no me cites como fuente bibliográfica en mis narices, inventé la mentira de su muerte porque nadie la iba a cuestionar. El gran señor de las tinieblas necesitaba a Herman a su servicio y tuvimos que fingir su muerte. ¿Ves como cualquier embuste en un papel se toma como verdad cuando pasan cinco siglos de por medio? ¿A que no pensaste en eso?
    Cierto que no lo había pensado. ¿Conque Margaery había sido la historiadora imperial? Eso lo sorprendió y Karl sonrió de ver su expresión.
    —Eso no me sorprende —se atrevió a decir Collins— los libros de texto siempre cuentan lo que conviene mostrar a las futuras generaciones. Por eso yo prefería leer sobre el imperio por las memorias de Conrad el bardo alegre, es menos serio que nuestra querida Rivani pero habla cosas curiosas hasta del mismo Taborn y de paso te partes de la risa por su forma de narrar. Creo que en mi casa tenía una copia.
    —Conrad el bardo alegre —dijo Margaery y Herman y ella rieron a carcajadas.
    —Ese escribía borracho y la mitad de sus artículos eran chismes —dijo el alcalde— lo degollaron a la salida de una taberna por llamar cornudo en su periódico a un prestigioso general del ejército. Es curioso que lo uses como fuente de lo que ocurría por entonces cuando por la época del imperio nadie tomaba en serio al bardo alegre, uno lo leía para reírse.
    Entonces fue Karl quien se puso colorado como si hubiera dicho un disparate.
    —¿Entonces como puede uno saber cómo era la vida de antes? ¿A quien le hacemos caso? —preguntó Collins.
    —No puedes —dijo Margaery—. La vida tiene demasiados matices como para plasmarse entera en un libro, a lo sumo puedes consultar varias fuentes y definir un patrón de cosas constantes que te lleven a algo parecido a la verdad. Pero la historia es voluble y cada quien la maquilla según como la quiera ver.
    —Nos estamos poniendo filosóficos —dijo Kurt—. Me parece que estoy conversando en el monasterio sobre cómo interpretar las antiguas escrituras.
    Eso los hizo reír a todos.
    Llegaron a una casa enorme al lado de una plantación de tabaco algún rato después, era toda una mansión. Bajaron del carruaje y el alcalde les dijo que aquella era su casa.
    —Pasarán algunos días como mis invitados, amigos míos —dijo Herman—. Espero que disfruten su estancia por acá.

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    1. Este capítulo estuvo genial. Desde el viaje de Lohan hasta la conversación en el carruaje todo está muy bien elaborado. Tengo como una sugerencia que Kurt cuando tenga un chance de descanso le hace falta sentarse a reflexionar sobre su vida y su forma de actuar como hacía antes. Principalmente pensar en que es un asesino y que le gusta serlo (teniendo en cuenta que ve matar como solución a sus problemas), pensar sobre su objetivo, su futuro, su contrato…bueno y mucho más. El personaje ha evolucionado ha perdido algunos de sus defectos, virtudes y características así que a mi opinión necesita nuevos defectos, virtudes y características para mantener el realismo.

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      1. Nuevamente gracias por la lectura. Me has dado donde me duele, y sí Kurt debe caer en una nueva crisis existencial en la medida en la que va mutando hacia alguien distinto. Es algo que quiero explotar en los capítulos que siguen y que puede que veamos en el 23. Un saludo grande camarada, nos leemos.

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  28. Palabras: 3288.
    Cuenta global: 82 119 palabras.
    Faltan: reto cumplido
    Capitulo 22.
    Ya solo faltaban horas para el final, a su lado nadie hablaba en las otras jaulas. Samara se tomó la molestia de mirar a sus compañeros en el corredor de la muerte. Al menos los que podía ver pues las jaulas al lado de la suya eran inasequibles para sus ojos. Eran unos diez hombres y una mujer, la mujer no era mayor, tal vez tendría treinta años pero se veía bien maltratada por la vida. Los hombres eran un conjunto variopinto de jóvenes y viejos, todos sucios, barbudos y con un olor a rancio que le llegaba a la nariz con una buena intensidad. Estaban tirados contra los muros de piedra de sus jaulas, agarrados a los barrotes de sus rejas, sus rostros eran una estampa de la apatía. En una esquina uno de ellos hablaba en susurros y mecía la cabeza mientras se apretaba los puños, hablaba sin parar y de cuando en cuando gruñía, ese estaba loco o tal vez había enloquecido allí.
    Nadie hablaba de nada, salvo el loco, todos estaban en un silencio total. Tampoco sentían curiosidad por ella, la miraban con recelo pero no sé atrevían a decirle nada. Tal vez le tenían miedo o tan solo les daba igual. El que estaba frente a su reja era un viejo barbudo de tal vez setenta años.
    —¿Hace cuanto que estás aquí? —le gritó ella al sujeto y no recibió respuesta, el viejo soltó un escupitajo al piso y le dio la espalda. No eran muy conversadores.
    —No esperes que te hablen mucho —dijo una voz femenina que venía del otro lado de la pared de su jaula, era la prisionera de al lado. —Ya a nadie aquí le importa nada, todos quieren que esto acabe de una vez y por desgracia el fin no llega.
    —¿Y tú sí hablas? —le dijo ella a la voz aún recostada a la pared.
    —Ya me resigné a que algún día vendrán por mi, a que ya no hay nada que hacer. Aquí tengo hambre, frío, se me entumecen los músculos por estar agachada en esta caja minúscula de piedra, aquí no puedo ver a mi familia, ni al mundo, ni la luz. ¿Para que quiero seguir viviendo? Te envidio porque vas a morir mañana, ya quisiera yo que acabaran conmigo.
    La voz tenía un buen punto, ¿qué es la vida si ya no hay nada que hacer?
    —Tengo miedo de morir —confesó ella mientras le rodaba una lágrima por la mejilla—. Tengo terror de pasar por ese suplicio. Nunca lo he querido demostrar porque hay personas que siempre han estado bajo mi cargo, pero ahora estoy sola en este hueco, a la espera de la muerte y admito que estoy aterrorizada. He matado a muchos hombres, he visto la muerte de miles de formas distintas y siempre le he tenido asco a la sangre. Pero lo que más me aterra es partir de este mundo y caer en las estancias de las almas atormentadas, donde las almas olvidan quien son y se lamentan por eras enteras. El gran señor de la oscuridad es cruel con quiénes le fallan y yo le he fallado.
    No sabía porqué decía todas aquellas cosas a una desconocida, pero tenía que hacerlo, tenía que aceptar su propio miedo.
    —Pídele a los dioses que te ayuden a enfrentar el suplicio, ponte de rodillas y entrega tu alma a ellos, tal vez así intercedan por ti en el inframundo —le dijo la otra mujer.
    Pero ella no creía en los dioses naturales sino en el creador y en el gran señor de las tinieblas, y ambos eran la misma cosa, castigaban con rigor a los que les fallaban.
    —Es tarde ya para que una bruja cambie de fé.
    —¿Es cierto que eres Samara Rutherford, la bruja? —dijo la voz.
    —Lo soy. Pero cuando me maten mañana ya no voy a estar ni erguida ni orgullosa, te voy a dar lástima —le aseguró ella.
    Mientras hablaba vio como algunos prisioneros le prestaban atención, era lógico, sus palabras eran lo único que rompía la monotonía.
    —Si eres una bruja poderosa como dicen ¿por qué no rompes las paredes con bolas de fuego y nos liberas a todos? ¿O es que ya no tienes magia?
    Su pregunta la hizo reír.
    —Estamos debajo de la fortaleza de los cuatro sabios, ahora es la torre de Oakwood pero así se llamaba cuando la República, esto es conocido como los calabozos negros, ningún mago puede usar magia aquí, se bloquea por entero. Dicen que fue Logan el Jerarca quien los mandó a construir cuando cayó el imperio. Tienen un mineral extraño en la roca de sus paredes, algo que nadie recuerda ya como replicar, el caso es que en este hueco no soy muy diferente de ti. Mi magia no sirve para nada.
    Eso la hacía sentir indefensa por completo. Tirada allí no era más que una muchacha pelirroja asustada a la espera de ser ejecutada al amanecer. Nada más.
    Luego de eso la voz se mantuvo en silencio, como si de decirle que no podía ayudar a nadie a escapar hubiera roto todas sus esperanzas. Así que Samara se quedó allí, mirando el piso de roca y mirándose las manos, tenía un par de uñas partidas de cuando la huida caótica por el distrito sur y ni un solo callo. Eran manos de niña noble poco acostumbrada al trabajo duro, porque eso había sido siempre, primero hija de un noble y luego aprendiz de bruja y finalmente una fracasada. Tal vez se merecía estar allí, tal vez ella solo era un resago de los viejos tiempos cuando la magia no estaba prohibida, y como todos los resagos acabaría aplastada por los cambios de la vida.
    Esa noche no podía dormir, estaba cansada, su cuerpo adolorido y aún así no podía cerrar los ojos. Solo ver la cuerda que esperaba por ella le ponía el corazón a latir de prisa y le causaba una náusea muy desagradable.
    Ya tenía una idea de lo que le iba a ocurrir. Siendo tan solo una adolescente se había colgado de un árbol tras la tragedia que pasó con sus padres. No era un recuerdo grato, la sensación de asfixia, la desesperación y la cuerda encajada en su carne. Sólo recordarlo le daba náuseas, lo cual la llevaba a asumir que vomitaría hasta las bilis antes de su ejecución.
    Horas más tarde vino un tipo canoso seguido de un muchacho que cargaba un pesado libro. El hombre dijo ser el alcaide y le preguntó si ella confesaba llamarse Samara Rutherford para poner sus datos en el registro.
    —Samara Von Rutherford —le aclaró ella—. Mi padre fue noble, no me quite eso al menos.
    El muchacho miró al alcaide como dudando de cómo escribir el nombre, al final el alcaide asintió y el chico escribió con apuro en una columna del libro y tras eso se fueron. Luego ella pensaría que su aclaración había sido absurda. ¿Qué tanto daba ser noble o plebeya si la iban a matar de igual forma? Pero si había venido al mundo como Samara Von Rutherford así mismo quería marcharse.
    Las horas allí se le fueron sumando unas tras otras sin darse cuenta. Cada momento la acercaba a la muerte, la ansiedad no la dejaba dormir pese al cansancio que sentía y a la vez tampoco quería dormir, como si el descanso significara el desperdicio de sus últimos instantes para la reflexión.
    Así estuvo, buscando en vano cosas profundas en las que pensar, pero la mente se le fue en lamentarse por lo mucho que le dolían las costillas y lo incómoda que se sentía allí. La fatiga la fue venciendo y de buenas a primeras cayó rendida hasta que el ruido de los goznes oxidados de la puerta de hierro la sacó de su letargo, era hora.
    Entraron seis soldados y un barbudo andrajoso con la cara llena de cicatrices que tal vez sería el verdugo. Tras ellos vinieron el alcaide y el chico del libro.
    Abrieron la reja de su jaula y la sacaron con violencia, le ataron las manos y le vendron los ojos, la hicieron caminar unos pasos y la treparon sobre algún tipo de banco. Luego ya le estaban apretando la cuerda en el cuello.
    El alcaide dijo algo, tal vez para el muchacho del libro.
    —Anota que hoy fue ejecutada en la horca la bruja Samara Von Rutherford, culpable de traición al imperio y de múltiples asesinatos. Acabemos pronto, que el tiempo apremia.
    Alguien puso el pie en el banco sobre el que estaba parada, iban a colgarla, ya no había solución. Apretó los ojos y tomó aire por última vez cuando de repente patearon el banco y quedó suspendida con la cuerda encajada en la garganta. La lengua se le salió de la boca y los ojos se le desorbitadon en el estéril esfuerzo por tomar aire mientras pataleaba buscando un asidero que no iba a encontrar. Poco a poco se fue rindiendo y quedó quieta y se dejó llevar por la muerte escuchando los comentarios de los soldados como desde lejos.
    La reja volvió a abrirse y alguien entró a la carrera.
    —Alguien que la cargue ahora mismo que no la quiero muerta aún —dijo una voz de mujer.
    Entonces alguien la levantó por la cintura y cortaron la cuerda, le aflojaron el lazo y ella tomó aire a bocanadas profundas. Le quitaron la venda de los ojos y vio a una elegante dama de ojos verdes y pelo castaño ondeado ante ella. Era poderosa, estar junto a ella le permitía sentir algo de la energía contenida en su cuerpo. Aquella mujer era tan bruja como ella ¿pero quien era?
    —Menos mal que llegué a tiempo, querida —le dijo la desconocida levantándole la barbilla con una uña larga pintada de rojo—. Si llegas a morir hubieras arruinado mis planes.
    —¿Quién eres? —atinó ella a preguntar con la voz muy ronca.
    —Soy tu ama a partir de hoy, pelirroja —dijo la mujer—. Cuando acabe contigo te arrastrarás por el piso detrás de mi y cumplirás obediente cada orden mía. Guardias, llévenla a mis habitaciones con las manos bien amarradas. No queremos que esta brujita nos queme la ropa cuando salga de los calabozos negros.
    La mujer se fue y al rato la sacaron a ella también de allí. La condujeron amarrada y con una capucha en la cabeza por infinidad de pasillos y escaleras. Cuando se detuvieron y le quitaron la capucha se encontró a sí misma en una habitación espaciosa con una cama enorme y un escritorio junto a la ventana donde la esperaba la misma mujer que había visto antes.
    —Necesito que nos dejen solas —dijo la otra a los guardias y estos obedecieron al instante.
    Samara se mantuvo quieta mientras analizaba su situación. ¿Estaba en manos de una bruja fardana? No habían brujas fardanas por lo que solo le quedaba una explicación: estaba en manos de una renegada y la que más encargaba en la descripción era…
    —Gretchen Rivani —dijo finalmente Samara—. ¿Ese es tu nombre no?
    La renegada sonrió asintiendo.
    —Ese fue mi nombre alguna vez, joven bruja —le contestó—. He tenido otros, pero por ese se me conoce más.
    —¿Qué vas a hacer conmigo? —preguntó ella.
    —Acabar con quien eres y convertirte en otra cosa.

    Los días pasaban y Peter casi no se daba cuenta, los informes seguían llegando pero ya no les prestaba tanto interés como antes. Su asistente personal se encargaba de traerle los documentos para firmar y le mencionaba algún asunto relevante pero para entonces él no supervisaba cada cifra con la meticulosidad de siempre, Peter estaba distraído, y aunque eso no le causaba problemas era un cambio visible en sus hábitos.
    La junta económica gubernamental sesionaba los lunes en la tarde y él asistía puntual, también iba a encuentros formales con sus socios comerciales y a los eventos que de cuando en cuando el lord canciller convocaba para tratar las finanzas de la ciudad. Las cosas marchaban bien, podía darse el lujo de distraerse un poco, pero solo un poco.
    Cada tarde Peter Collins tomaba algo de dinero en efectivo de su caja fuerte y salía en su carruaje hacia el distrito industrial a ver la calle de los comercios al atardecer con sus estantes abarrotados de todo tipo de cosas. El bulevar del distrito industrial ocupaba diez cuadras en línea recta y era amplio y con grandes luminarias en toda su extensión. Los comercios trabajaban hasta tarde porque a esa hora la mayoría de los trabajadores de las fábricas terminaba su jornada laboral y pasaba por allí a hacer las compras. Había para escoger, desde los flamantes puntos de venta de la empresa cárnica de Burudan donde abundaban los buenos cortes de costillas y filetes frescos hasta los puestos llenos de frutas y viandas traídas de diversas regiones de Burudan. Proliferaban también las cafeterías y los restaurantes baratos donde la clase media pasaba sus tardes en tranquilidad. Cierto que la policía fardana se volvía muy evidente pasadas las siete de la noche, pero la gente de allí era disciplinada y respetaban el toque de queda volviendo a casa o amaneciendo jugando a los dados en las tabernas cuando era fin de semana.
    El bulevar estaba lleno aquella tarde cuando Peter despidió a su cochero pidiéndole que lo recogiera en aquel mismo punto a las ocho de la mañana del día siguiente. Compró una manzana por dos cobres en un puesto cercano y miró un kiosko de prensa donde se exponía el heraldo de Burudan, periódico oficial del país junto a los más descarados libros de Darkmaster pero impresos en papel gaceta y tapa blanda. La gente perseguía esos libros, él por su parte los coleccionaba en sus versiones de mayor calidad. Compró el periódico por un cobre y revisó las noticias: por decreto imperial todos los habitantes del distrito sur habían sido deportados a las colonias mineras de Taquiristán. La noticia era breve, sin detalles, y sólo aumentaba el debate que había sobre lo ocurrido par de días antes en el distrito sur. Luego el periódico discurría en artículos sobre la proliferación del bandidismo en el cercano pueblo de Nalten a manos de la banda de Halloway el cojo y el aumento de la masa ganadera en las llanuras de Gremen, en fin más de lo mismo. Vio un ejemplar de Cazando brujas de Darkmaster aún a la venta, el librero le sugirió comprarlo pues ya solo le quedaban dos.
    —Es de los libros más subidos de tono del ilustre escritor, se lo dejo en diez cobres por ser usted un fino caballero —le dijo el hombre.
    —Le doy los doce que vale, buen hombre. ¿Tiene un sobre donde lo pueda guardar? —preguntó Peter mientras ponía las monedas sobre el mostrador.
    El librero le dio el libro dentro de un sobre amarillo diciéndole que no se arrepentiría de leerlo.
    —Se dice que Darkmaster sacará una continuación de este libro el mes próximo, le sugiero que se mantenga al tanto, aquí hacemos las mejores impresiones baratas, uno de estos en la librería de Erye puede costarle mucho más.
    Peter tomó el libro y siguió su camino para comprar más tarde una barra de pan recién hecho junto a unos racimos de uvas maduras que le pusieron en una bolsa de papel. Compró además un buen trozo de queso amarillo de Gremen y una botella de vino tinto en la bodega de Louis Fraga, los más caros de por allí pero valían la pena.
    Con todas aquellas cosas tocó la puerta en el segundo piso donde estaba el apartamento de Hellen, ya para entonces la tienda de ropa estaba cerrada y seguramente la iba a encontrar recién salida del baño, oliendo a jabón y a colonias y envuelta en una de esas batas de baño que solía usar por horas hasta que por alguna razón le apetecía vestirse. Justamente así la encontró cuando ella le abrió la puerta.
    —Tengo comida de sobra y no tenías que cargar con nada, Peter, pero si ya compraste todo eso no lo vamos a botar ¿Tragiste vino? —preguntó ya sonriendo apenas vio el corcho de la botella sobresalir en la bolsa de papel—. Gracias, sabes que me encantan los vinos de Fraga, el hombre es un artista.
    Ella lo invitó a pasar y él lo hizo con gusto. El apartamento de Hellen era una guarida estupenda, compacto pero espacioso, con cosas sencillas pero de muy buen gusto y le inspiraba una sensación de seguridad y confort que no sentía en ningún otro lugar.
    —Llego a aquí y siento que podría quedarme para siempre —dijo Peter tirándose en el sofá—. Si no fuera porque necesito el despacho de mi casa trabajaría desde aquí.
    —Si te mudas pagarás la renta, no mantengo vagos —dijo ella descorchando el vino y llenando dos copas.
    Hellen le ofreció una copa para él y fue a la cocina para volver más tarde con un plato lleno de queso picado en dados y uvas maduras que puso en la mesita frente al sofá para acompañar al vino.
    —Te compré un libro —dijo él sacando Cazando brujas en su versión rústica del sobre.
    Ella no pudo evitar reír, pero de buena gana aceptó el obsequio y lo hojeó con interés.
    —Lo tengo en la edición de lujo pero no voy a negar que lo he leído cuatro veces. Hay pasajes realmente, como decirlo, estimulantes —confesó ella.
    —Darkmaster no se guarda nada —dijo Peter—. El tipo es siniestro, pero entretiene.
    —Me encanta este pasaje, cuando Joe cae prisionero de Katty, la bruja que dirigía el aquelarre, creo que está en la página noventaicinco, ella lo tiene amarrado a una silla luego que todos los planes del muchacho por recuperar a su novia han fracasado, ella ve un gran potencial para la magia en él, quiere que se una a ellas pero él se niega. Como bien sabes Joe era virgen hasta entonces y Katty era una bruja muy sensual. Espera, ya lo encontré, escucha y dime si no te acuerdas: «Tu pueblo es de mujeres secas y aburridas, muchacho, como esa novia tuya que solo aprendió a rezar a los dioses y a tejer con su madre por las tardes. Quédate con nosotras y verás lo que es encontrar el verdadero placer. Únete a mi aquelarre y deja atrás la vida aburrida que tus mayores han diseñado para ti.
    —No, eres una depravada, aléjate de mi, engendro —dijo Joe forcejeando.
    Entonces Katty se rodó una manga de su camisón mostrándole al muchacho uno de sus senos. La frente de Joe se perló de sudor.»
    Peter no pudo evitar reír.
    —El chico era novato, no se le puede culpar por eso —dijo él mientras ella se acomodaba en el sofá para seguir leyendo.
    —»¿Eres lo suficientemente fuerte para no caer en la tentación niño? —dijo Katty rodandose la otra manga de su camisón—. No te creo.
    La bruja le abrió los pantalones a Joe y metió su mano debajo encontrando algo que se había vuelto erguido y palpitante. Joe gimió sofocado de repente mientras ella le daba hábiles sacudidas a su órgano viril que se estremecía. Entonces…»
    —Entonces Joe explotó como una bomba —dijo Peter riendo a carcajadas—. Me encanta cuando lees en voz alta con esa voz tan atrevida tuya.
    Hellen sonrió y soltó el libro mientras se sentaba sobre él.
    —Ya has vuelto de esto un hábito, Collins —decía ella muy salamera abrazándolo y besándolo en los labios—. Y no voy a negar de que es un hábito agradable. ¿Quieres ir al cuarto a jugar que yo soy Katty y tú eres Joe?

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  29. Palabras: 3277.
    Cuenta global: 85 396 palabras.
    Faltan: reto cumplido.
    Capitulo 23.
    La habitación que le habían ofrecido tenía vistas a una enorme plantación de tabaco que se extendía por kilómetros y kilómetros de terreno. Kurt se sintió halagado por la tina de agua que encontró en el baño para quitarse la suciedad y el sudor. La ropa que se quitó estaba lista para la basura pero por suerte le habían dejado buenas camisas y pantalones en el armario para ponerse decente. Gastó mucho tiempo aseándose dentro de la tina. Tuvo que cambiar el agua tras el primer pase de jabón pues la suciedad era bastante grande. Al final quedó sumergido en el agua sonriendo al recordar una frase de su madre: «bañarse en tina es cosa de fardanos, solo semejante gente gusta de bañarse sumergido en agua repleta de sus mismas suciedades.»
    Pero tras cambiar el agua abriendo el drenaje y luego volviendo a abrir el grifo Kurt no encontraba nada desagradable en estar tirado en la tina, al contrario. Fue un breve placer que lo sacó de sus cavilaciones habituales. Ya terminando se secó y se puso ropa limpia para tirarse en la cama. Tenía sueño, la noche en la estación de policía había sido incómoda y sus músculos estaban engarrotados. Cayó en la cama como un tronco y al despertar ya el atardecer estaba en el horizonte con tonalidades naranjas bien intensas que teñían las nubes. Ya tenía hambre y al sentarse en la cama comprobó que necesitaba pasarse una navaja por el rostro pues la barba ya le estaba creciendo.
    Al mirar con detalle por la ventana vio carretas con techo de lona donde cargaban cajas de hojas de tabaco secado provenientes de la plantación. Las lonas de las carretas tenían el logo de la compañía tabacalera unificada Von Castle, propiedad de su familia. De repente ver su apellido en aquellas lonas lo devolvía a un pasado cruel del que no quería ni acordarse. Su apellido le recordaba demasiado a su padre autoritario y al hermano engreído que se había quedado con todo. Él nunca había sido un miembro legítimo de aquella familia, de lo contrario no hubiera acabado metido en el monasterio. Pero ya eso no le causaba malestar desde hacía años. Las carretas se fueron y él se puso a inspeccionar el librero que había en la habitación. Allí encontró una variada colección de las novelas del polémico Darkmaster, tan apreciadas por Heather. Mirando entre los libros encontró un ejemplar de «Cazando brujas» y no pudo evitar pensar en la muchacha a la que había matado aquel día maldito para su memoria.
    —A veces pasan días enteros y apenas si pienso en ti, Heather, soy un frívolo y un culpable —dijo en voz baja hablándole al aire—. ¿Qué es el poder? ¿Qué es la gloria? ¿Qué es la felicidad? El poder, la gloria y la felicidad la tiene el hombre que vive una vida tranquila y honrada en compañía de la mujer que ama, el hombre que defiende con éxito a sus hijos de las miserias del mundo. En un mundo mejor que este tú y yo hubiéramos sido una feliz pareja de campesinos viviendo en la colina más solitaria de todas pastando cabras y sembrando maíz pero disfrutando de pasar la vida juntos. Pero tú eras la hija de un magnate y yo un monje fugitivo en camino a aprender la magia. El mundo no nos protege de la miseria sino que nos la estruja por la cara apenas tiene chance de ello. Tengo tu sangre en mis manos, tengo la sangre de decenas de hombres en mis manos, estoy llamado a ser un arma mortífera, un arma de potencia terrible destinada a derrumbar realidades y a erigir cambios de épocas. Pero yo no sé si quiero nada de eso, yo solo quiero volver a mi cuarto en el monasterio y encerrarme por siempre entre mis libros. Ahora mismo eso me haría muy feliz, pero a la vez no puedo porque he deshonrado a mi orden y en el monasterio solo me espera la muerte, he manifestado la magia y los fardanos me van a cazar como a un perro salvaje a partir de hoy y hasta el día en que muera, he prometido luchar contra Fardan a cambio de devolverte a la vida y no puedo abandonar la lucha. No puedo porque me aterra volver a encontrarte en el inframundo y ver mi culpa reflejada en tus ojos. Recordar que te maté, que me brindaste la emoción que me hacía falta y te pagué con la muerte, que destruyo todo lo que toco.
    Para entonces ya las lágrimas le rodaban por los ojos y se había tirado al piso recostado a la pared a llorar como un demente.
    —¿Vas a seguir lloriqueando como una niña asustada por toda la eternidad, muchacho? —la voz le era más que conocida, Fadot se había aparecido ante él.
    Allí estaba el elegido burlesco, con su ropa elegante y su bastón, al más puro estilo de un gran señor burudano, con el pelo rubio por los hombros y un bigote bien recortado de puntas hacia arriba.
    —¿A qué has venido ahora? —dijo él con desdén—. Siempre asocio tu presencia a las desgracias.
    —Vengo a cambiar tu modo de ver las cosas —dijo Fadot—. Por mucho que Margaery quiera llamarte cazador y piense en volverte una versión mejorada de Gregor Taborn tú no eres Taborn renacido ni mucho menos. Taborn y tú son la misma alma pero se desarrollaron en entornos distintos. Taborn fue una faceta que tuviste hace siglos, luego de Taborn tuviste otras que fueron insignificantes, un espíritu cursa muchas vidas a lo largo del tiempo, pero en esencia nadie puede pedirte que te vuelvas Gregor Taborn, porque ese hombre pertenece a un pasado, una historia y un país que ya no existen. Tú eres Kurt Von Castle, un mago extremadamente fuerte pero plagado de inseguridades porque tu vida te hizo así. Ojalá pudiéramos borrar a Kurt de tu mente y poner a Gregor ahí, pero solo los espíritus libres recuerdan sus vidas pasadas. No puedo fijar en tu cabeza recuerdos que nunca has tenido. Tal vez el creador pueda pero él es quien pone las reglas y no deja a los vivos ver sus existencias anteriores. Necesito que te reconcilies contigo y que busques un sentido para tu vida. Piensa que si logras la tarea de matar a todos los renegados el gran señor de las tinieblas va a ser muy generoso contigo, te dará lo que le pidas. Sueña en grande niño, saca algo bueno de todo el martirio por el que vas a pasar y no hagas ninguna estupidez, te vigilo seguido, si te intentas suicidar de nuevo vendré a darte una tunda.
    —No me voy a suicidar, Fadot, hice una promesa ante ti por tal de recuperar a Heather. Hoy sé que esa promesa será mi perdición pues no soportaré verla de nuevo en el mundo para que me odie, pero un hombre debe hacerse responsable de sus palabras —dijo él con firmeza en la voz—. No tengo nada a lo que agarrarme en este mundo salvo el placer efímero que da la magia. Amo la magia pero a la vez la odio porque me ha vuelto un asesino. La desilusión ronda cada uno de mis días y he perdido la fe en la humanidad. El mundo está formado por una masa ruin de personas que se engañan unas a otras para lograr ventajas insignificantes. Este es un mundo que pisotea al sabio y ensalza al ladrón, un mundo condenado.
    —Un mundo condenado sin dudas es —dijo el elegido—. ¿Pero acaso condenados no estamos todos? La pureza no existe sino una mezcla entre lo bueno y lo impuro a diversos grados y escalas. La vida es caótica, para que haya días hay noches, para que existan los honrados existen los deshonestos, para que existan los felices existen los desgraciados. Pero lo más valioso que tiene el mundo, querido pupilo, es la transitoriedad de la existencia. El poder de cada ente vivo de mutar y pasar de un estado a otro. La bendición del creador que nos cubre a cada uno y que nos permite transitar desde lo más bajo hasta lo más alto tan solo con esfuerzo. La vida no es una pintura estática sino que se reinventa por cada generación que entra al mundo y sustituye a la anterior. Tú eres parte de un tiempo, piensas en consecuencia de tu tiempo y vives con las condiciones que tu medio te da, pero no estás obligado a ser lo que tu medio te dice que seas. Lo que hace al hombre más grande que las rocas es la posibilidad de decidir, y si tu decides perdonarte y dejar tu pasado atrás podrás derribar montañas y descargar rayos del cielo con tu poder porque el creador ve con agrado a los fuertes de espíritu. Pero ahora bajemos, Herman ha preparado una cena para agazajarnos.
    Las palabras del elegido lo habían turbado un poco, pero lo habían sacado de la tristeza que perennemente lo consumía. Se puso de pie gracias a la mano de Fadot y ambos bajaron las escaleras hacia un amplio comedor donde el personal de servicio acababa de prepararles un banquete. Ya todos estaban allí, Herman Chester estaba a la cabecera de la mesa y Margaery a su lado, ambos muy bien arreglados. Collins estaba un par de sillas más lejos de ellos, como marcando las distancias. Karl ahora estaba con el cráneo bien rapado y la barba recortada, además de que vestía ropa limpia. Los tres se pusieron de pie cuando los vieron llegar y Herman saludó a Fadot con cortesía.
    —Hace rato que el señor Fadot no me acompañaba durante una velada. Para mí es un honor tener al responsable de inteligencia de nuestro amo entre nosotros. ¿Va a preferir cerdo o cordero, amigo mío?
    Fadot le dedicó una sonrisa al anfitrión y a la vez se inclinó en una reverencia.
    —Prefiero el cordero, Herman, el cerdo me encanta pero tengo miedo a ponerme gordo y entenderás que me gusta que las damas me miren —dijo Fadot antes de soltar una carcajada.
    Tanto el elegido como Kurt ocuparon sus asientos en la mesa uno junto al otro.
    —Hay que estar loca para interesarse en un granuja como tú, malnacido —dijo Margaery sonriendo.
    Fadot la miró con serenidad mientras bebía un sorbo de agua de su copa.
    —Sé que aún te lamentas porque te rechacé más de una vez, querida —le respondió— pero ya te he dicho que las rubias paliduchas como tú no me agradan. Busco siempre mujeres de las islas arenosas allende los mares del sur, donde tienen el pelo rizado y la piel bronceada, esas son mis amantes favoritas.
    Todos sonrieron, Kurt incluido.
    —He oído que allá es costumbre que el marido le haga el amor a su mujer tres veces al día. Creo que tus habilidades amatorias no dan para tanto —se burló Margaery haciendo a Fadot poner una fingida mala cara.
    De inmediato les sirvieron los platos para empezar a comer. Kurt devoró su chuleta de cerdo con cebollas y salsa de papas con un apetito excelente, tanto que el anfitrión le propuso repetir.
    —Gracias, mi señor, pero me temo que esto que comí ya es suficiente —dijo él para rechazar con cortesía, sin embargo Chester hizo una seña y un criado le trajo otro plato.
    —Es cerdo de Nalten, muchacho, el mejor de este país, come de nuevo u ofenderás a los buenos criadores de cerdos de estas tierras —dijo el anfitrión y Kurt picó un buen trozo de carne de muy buena gana.
    —Gracias, señor alcalde, la comida de su cocina es excelente —dijo él.
    —Y más vale que así sea, pagarle al cocinero que tengo me cuesta un ojo de la cara.
    —Pero haces buen dinero en Nalten, Herman, puedes permitírtelo —dijo Margaery.
    El alcalde sonrió mientras pedía que le sirvieran un poco más de vino.
    —El tabaco y el cerdo me han dado buen dinero desde hace quince años que vivo aquí, pero aunque ahora mis ganancias son mayores los impuestos de antes me dejaban vivir más desahogado —reflexionó Herman Chester—. Digan lo que digan pero cuando la República burudana en Nalten se vivía mejor.
    Margaery acabó su comida y se limpió con una servilleta para luego pedirle a un sirviente que le llenara la copa de vino.
    —Debo darte las gracias por mis ganancias de este año, Herman —dijo ella—. Mis plantaciones de tabaco han dado buenos dividendos y eso es gracias a tu buena administración. Pero ya entrando en otros temas ¿es cierto que Franz murió? Mis colaboradores lo vieron entrando al distrito sur el día luego de la desgracia y su energía dejó de ser detectable para mí desde entonces. Juraría que su alma ya no está entre nosotros.
    —¿Quién es Franz? —preguntó Kurt.
    Fadot no pudo evitar sonreír y lo tomó del hombro como quien va a contar un secreto.
    —Franz Hoffman, querido pupilo es uno de los renegados —le explicó—. Pero de los más incompetentes, su único mérito en la vida es ser el cuñado del gran líder del consejo de renegados y a mi también me parece que su alma ya está en el inframundo. He dejado de sentir su energía. Pero desconozco como perdió la vida. Lo único seguro es que nosotros no tuvimos nada que ver.
    —¿No pueden rastrear a los renegados por medio de sentir esa energía? —volvió a preguntar Kurt.
    —No se trata de energía rastreable, mi querido monje —dijo Margaery— el gran señor de las tinieblas nos confirma cada vez que un renegado es recibido en el inframundo y de momento nos está notificando que Franz Hoffman ha muerto. Podemos sentirlo porque tenemos impregnada una muestra de la energía vital de cada renegado y desde hace unos días la energía de Hoffman ha desaparecido. Cuando seas un elegido lo entenderás.
    —¿Y tú hermana, Margaery? —preguntó el alcalde—. Pude sentirla usando una cantidad descomunal de energía el mismo día que Franz fue visto por última vez. ¿No has logrado adivinar por fin en que parte de Burudan se está escondiendo.
    Ella se puso nerviosa, su rostro la delató por unos segundos antes de volver a tomar el control de sus emociones.
    —Sigo sin encontrarla, pero está viviendo en Burudan, si tenemos suerte Kurt podrá matarla antes que acabe el año —aseguró la elegida a la par que lo miraba y le guiñaba un ojo—. Cuento contigo, cazador.
    Kurt sintió un nudo en la garganta con su mirada. ¿Sería él capaz de vencer a una renegada que para colmo era necromante? ¿O la renegada sería quien acabaría con él? Tarde o temprano acabaría descubriéndolo.
    —Hablando de otros temas Fallahan está en guerra contra el imperio y el general Tyson ha caído cercado con treintamil hombres en los pantanos de Nueva esperanza —dijo Fadot—. Está rodeado por dos ejércitos y no tiene suministros desde hace un mes. El emperador ha mandado al cuarto ejército en su rescate con tres convoyes cargando la logística necesaria. Además de eso hay ocho legiones de infantes de marina cruzando la frontera de Fallahan y se estima que llegarán a Nueva esperanza a fines de este mes. Las cosas no pintan buenas y todo parece indicar que esta no va a ser una rebelión común, la guerra va a seguir en grandes proporciones por allá y hasta donde tengo entendido el líder supremo de los renegados ha caído en desgracia ante los grandes círculos de poder de Fardan, o eso es lo que se dice.
    Todos quedaron interesados en ese tema. Por el rumbo que tomaban los asuntos el mundo estaba a punto de virarse al revés.
    —Los impuestos van a subir muy pronto —agregó el alcalde—. Ya los rumores de la guerra se han dispersado por todos lados. Sólo es cuestión de tiempo y Oakwood va a quitarnos hasta los calzoncillos para enviarlos al frente. Van a ser malos tiempos para los negocios y no dudo que muchas haciendas agrícolas y ganaderas sean intervenidas por el gobierno para asegurar las necesidades del ejército. Los barcos en el muelle se van a llenar de nuestras papas y nuestros jamones para mandarlos a Fardan. Las cosas se pondrán tensas en este país.
    —Algo me dice que tendremos el caldo de cultivo perfecto para una guerra civil, si usamos bien la cabeza tal vez podremos usar eso a nuestro favor —reflexionó Margaery.
    El alcalde enlazó sus manos sobre el abdomen y se reclinó en su silla ya con su plato vacío.
    —Yo aspiro seriamente a que eso no ocurra, querida, las guerras civiles son condenadamente impredecibles y al menos a mí me gusta la tranquilidad que Oakwood ha mantenido en Burudan —dijo Herman en respuesta a sus palabras.
    Ya para entonces la comida había terminado y tras el postre los cinco abandonaron la mesa. Los elegidos se fueron a hablar juntos y Collins y él quedaron solos en el comedor. La verdad que no se tenían confianza para nada, pero como tan solo se tenían uno al otro eran aliados naturales en aquel lugar.
    Karl se le acercó con una copa de vino y él aceptó por cortesía. Tan solo con la copa que había bebido en la comida tenía las mejillas coloradas pero se había propuesto mejorar se tolerancia con el alcohol así que brindó con su compañero por haber escapado con vida de Burudan.
    —¿Samara y Lohan habrán sobrevivido? —se preguntó Karl ya terminando su vino—. Si estuvieran aquí serían de ayuda.
    —Supongo que no hay modo de saberlo —dijo él con seriedad—. Ese día escapamos de milagro. Francamente dudo que sigan vivos.
    Karl lo miraba con desconfianza. Tal vez se debiera a que le tenía miedo en el fondo tras haber visto de lo que era capaz usando sus sombras. Él mismo también se tenía miedo, no podía culparlo por dedicarle aquellas miradas llenas de recelo.
    —No tengo ni idea de cómo van a seguir las cosas, Collins —dijo él—. Los elegidos sólo dicen verdades a medias y se pasan la vida armando intrigas.
    —Pero dejemos de pensar en eso por hoy, Kurt —le rogó su compañero—. Ya estoy que dudo seriamente de que mi vida vaya a durar más allá de unos meses. ¿No te parecen lindas esas muchachas que limpian la biblioteca al final del pasillo? ¿Por qué no vamos y las conocemos?
    Una se llamaba Mia y era pecosa y de pelo lacio color miel, la otra se llamaba Claudia y era de piel bronceada y pelo negro y rizo, con labios gruesos y caderas pronunciadas, a él le pereció muy bonita aunque exótica. Ambas los trataron con mucha simpatía y bromearon con ellos de manera encantadora.
    Kurt quedó deslumbrado con Claudia, nunca había visto una mujer de aquel tono canela tostado de la piel. Incluso le preguntó si era de las islas arenosas allende los mares del sur. Ella le sonrió mostrando unos bonitos dientes nacarados mientras negaba con la cabeza.
    —Mi padre era marinero y mi madre sí era de las islas arenosas, pero yo nací en Gremen y acabé en Nalten hace ya varios años —le explicó ella.
    —Mucho gusto, señorita Claudia, es usted encantadora —le dijo Kurt antes de que ambas se fueran a continuar su labor en la cocina.
    —¿Verdad que son chicas maravillosas? —dijo Karl—. Deberías conocerlas con más calma, amigo mío, tal vez tengas un romance en Nalten para recordar.
    Ese comentario lo hizo ruborizarse.
    —No creo que suceda, pero sería algo agradable —dijo él tras meditarlo unos segundos.

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  30. Palabras: 3270.
    Cuenta global: 88 666 palabras.
    Faltan: reto cumplido.
    Capitulo 24.
    Estaba amarrada a un poste desde hacía varias horas con la misma cuerda de cáñamo quemándole las muñecas. Estaba metida en un sótano o algo similar de la fortaleza de Oakwood pero no en los calabozos negros, al menos allí podía sentir el acceso a su magia como algo latente y profundo. Frente a ella estaba Gretchen Rivani, más perfumada que una rosa y con un vestido que costaría una fortuna. La renegada estaba sentada en una banqueta haciendo tirabuzones con su pelo usando dos dedos mientras la contemplaba con deleite.
    —¿Estás incómoda, Samara? Porque yo no lo estoy —se mofaba así la otra de ella.
    Su capacidad para la magia había sido bloqueada, unos flujos ajenos le ataban su acceso a la energía vital, flujos que sólo podían ser de Gretchen. Podía sentir su poder, pero no tocarlo, al menos no sin permiso.
    —¿Qué quieres de mi? ¿Por qué no me matas de una vez y acabamos con esta payasada?
    Pero Gretchen no le respondió sino que se puso de pie y la tocó en la frente. Apenas lo hizo a Samara la estremeció un escalofrío que luego se convirtió en un dolor terrible por todo su cuerpo. Sus músculos dolían como si la hubieran golpeado miles de veces con palos y con piedras, su cabeza le latía como si fuera a explotar y respirar le causaba una molestia horrible en las costillas.
    —Para, para por favor, te lo suplico —dijo ella sin éxito mientras la otra solo aumentaba la intensidad.
    Gretchen se mordía los labios y arrugaba la frente mientras usaba el poder y ella no paraba de retorcerse del dolor. Los ojos se le llenaron de lágrimas, aquello era insoportable.
    —Mátame, acaba conmigo de una vez, para este sadismo y mátame pero ten piedad —logró balbucear ella entre los espasmos del dolor.
    Pero Gretchen continuó minuto tras minuto hasta que ella estuvo al borde del desmayo. Solo entonces la renegada se detuvo para dejarla somnolienta y tumefacta, no podía ni sostener sus rodillas que al instante cedieron y cayó inclinada hacia adelante únicamente fijada al poste por sus muñecas atadas.
    —Mátame, ten piedad y mátame —rogaba Samara en aquella posición realmente incómoda en la que estaba.
    —Me temo que no puedo matarte, querida, te necesito —le dijo Gretchen con una voz suave y maternal tocándola en la cabeza—. Esto solo es una preparación que le doy a tu cuerpo para algo necesario. Todo acabará muy pronto. Tendré cuidado en no dejarle secuelas a tu cuerpo, soy una sanadora experta, esto que hago solo es usar la magia de sanación en sentido contrario pero no es muy diferente. Así que solo aguanta un poco más y vas a ver como todo va a mejorar.
    Entonces el dolor volvió mil veces más fuerte y la estremeció completa, tanto que no pudo aguantar más y hasta se orinó encima. Sus gritos se oían muy alto, jadeaba porque el aire no le alcanzaba y no se sentía las muñecas por lo apretada que estaba la soga. De alguna manera no se desmayaba porque Gretchen no la estaba dejando pero lo que más ansiaba en la vida era no sentir más aquel dolor.
    —Déjate ir, niña, cierra los ojos y déjate ir —era la voz de la renegada pero la escuchaba como a cientos de metros.
    Pudo ver cuando Gretchen invocó a varias sombras que danzaron a su alrededor. Las sombras también la tocaban a ella, se enroscaban en sus tobillos y en su cuello para luego volar rumbo al techo. De todas esas sombras la renegada separó una en específico y se la acercó. La sombra entró por su nariz y su boca, y antes de que Samara se hubiera dado cuenta ya el ser había desaparecido en su interior.
    Una sensación nauseabunda la estremeció, mientras perdía el control de su propio cuerpo y poco a poco perdió la noción de sí.

    Gretchen se aseguró de tener mucho cuidado a la hora de plantar la sombra, sabía como se hacía pero lo había practicado pocas veces. Un error podía costarle matar a la bruja y de paso perder para siempre a una de las mejores piezas de su jauría. La pelirroja se desmayó y quedó tirada en una posición extraña. Nada parecía indicar que fuera a morir, respiraba pausadamente en el fondo de su inconciencia y tenía un buen tono en la piel, la última vez que había hecho aquello el sujeto que usó para probar la técnica se puso azul y le explotaron las venas del cuello, en fin, la técnica nunca garantizaba efectividad aún realizandola con exactitud.
    Debía esperar que despertara por si misma, no podía violentar nada pero la espera se hizo desesperante, tanto que comenzó a preocuparse. Pasó un largo rato hasta que la pelirroja comenzó a mover los hombros y a respirar ruidosamente. Cuando levantó la cabeza con el pelo regado frente a la cara no le dio la impresión de haber cambiado mucho y eso la hizo dudar respecto a si la técnica había resultado.
    —Dime quien eres —le preguntó Gretchen a la pelirroja que la miraba con ojos perdidos.
    —Sabes quien soy de sobra Gretchen Rivani así que hazme el favor y desátame—fue la respuesta pero la voz era la misma de antes, casi con el mismo tono, eso le causó dudas.
    —Dime tu maldito nombre o te lo voy a arrancar a patadas —amenazó ella—. Responde, ahora.
    Tras decirlo tejió unos flujos de energía muy sutiles y se los puso en la frente a su prisionera para volverla a hacer rabiar de dolor.
    —Está bien, como quieras pero deja de torturarme —le rogó la pelirroja.
    —Quién eres, dilo alto y claro.
    —Soy Sofía Lenoa, ¿ya te olvidaste de mi, loca desgraciada? —preguntó la prisionera—. ¿Me olvidaste, prima?
    Ella no pudo evitar sonreír, la técnica le había salido bastante bien.
    —Te mataron hace muchísimos años, querida, te tenía en mi jauría pero en realidad te he usado poco —le explicó ella— ya no recordaba bien ni tu forma de hablar. ¿Te gusta el cuerpo que te busqué?
    —Es bonito, pero yo me caracterizaba por ser de las brujas más bonitas de Burudan, tenía el pelo rubio bien largo y unos bellos ojos verdes. Tenía tantos pretendientes entonces, ah, que cruel es la vida —dijo con nostalgia la prisionera—. Me ejecutaron con solo veinticinco años, en una edad perfecta para lograr las grandes metas. Pero eso fue culpa de tu señor esposo, al final tú no tuviste mucho que ver.
    —Tu cabeza fue la más bella que cortó el verdugo ese día, prima querida —dijo ella en tono de burla—. Pero yo no te mandé en meterte en aquel complot para asesinar a Taborn, cuando te agarraron junto a los otros hice lo que pude para interceder por ti, pero recordarás que el mago supremo era estricto con las reglas.
    Eso le arrancó una sonrisa a la pelirroja.
    —El verdugo erró el golpe como tres veces, era un novato —rememoró su prima — ni te imaginas el suplicio por el que pasé en medio de la plaza pública rodeada de la multitud que me abucheaba y me tiraba tomates podridos. Te recuerdo parada junto a Taborn a un costado junto a todos los imbéciles del gobierno hasta que me cabeza rodó por el entablado. Tengo una sola palabra para describirlo: horrible. Como igual de horrible ha sido estar en tu jauría durante tantos siglos. Has roto las reglas conmigo, yo recuperé la cordura hace mucho, los necromantes están obligados a liberar a todas aquellas almas que no den muestras de inestabilidad. Puede costarte caro esto que has hecho conmigo. Vas a rendir cuantas ante el creador.
    Gretchen soltó una carcajada de oir eso.
    —Eso me da lo mismo querida —dijo ella divertida— soy una renegada desde hace siglos, ya de por sí el gran señor de las tinieblas me persigue para matarme y tengo asegurado un gran tormento para cuando baje al inframundo. ¿Qué más da que haga lo que me de la gana con mis sombras? Aún lo eres, no te creas que ya eres libre, simplemente te estoy dando la oportunidad de serme útil. Aunque no lo creas te convendrá.
    —Fuera del hecho de darme de nuevo piernas para caminar no veo por qué esto me va a beneficiar mucho. Tengo que convivir con la dueña de este cuerpo que para colmo está un poco atormentada, estoy amarrada a un poste y me duele todo ¿se supone que tenga que sentirme bien?
    Gretchen asintió y se le acercó con un cuchillo, acto seguido cortó la cuerda que aprisionaba las muñecas de la pelirroja. La pobre entonces cayó directo al suelo y se quedó allí un rato buscando fuerzas para moverse.
    —Samara va a ser tan solo un murmullo tenue al fondo de tu mente —le explicó — puedes hablar con ella si te place pero la puedes bloquear con facilidad para no saber nada de ella también. Esta pelirroja tiene el talento para usar el fuego, justo como tú hace quinientos años, también es una bruja fuerte en el poder, te podrás servir bien de este cuerpo que te doy. Ahora bien, estás atada a mi, siempre voy a saber donde estás y si me esfuerzo podré saber hasta tus pensamientos, si te revelas contra mi, puedo sacarte de ese cuerpo y devolverte a mi jauría, de paso te haré auyar del dolor si me traicionas, me parece que con eso las cosas quedan claras.
    Sofía se puso de pie con dificultad.
    —¿Para qué me has traído al mundo otra vez? —le preguntó su prima—. Es obvio que me quieres para algo.
    —Eres perspicaz, querida —dijo ella sonriendo—. Volviste al mundo con una tarea, Taborn ha reencarnado en esta generación dentro de un mago jóven e inexperto que entrena mi hermana. Tu labor será sencilla, la pelirroja dueña de tu cuerpo era aliada de este mago novato. Te voy a liberar para que finjas ser ella, lo encuentres y lo mates.

    Elijah recibió los documentos oficiales de manos de un emisario del servicio de inteligencia imperial. El hombre tenía el aire misterioso de todos los que pertenecían a la policía secreta, con su mirada insolente y su rostro de que todo le importaba una mierda. Fue directo en sus palabras: Burudan no puede desestabilizarse, lord canciller.
    Los papeles estaban firmados por el emperador, el emisario le advirtió que debía destruirlos luego de leerlos. Eran temas delicados.
    —El consejo de elegidos y el emperador han tenido sus diferencias últimamente, Oakwood. Trate por todas las vías de evitar compromisos con los elegidos, la advertencia para usted es que obre con cautela —dijo el sujeto—. En un mes debe entregar la suma acordada para el presupuesto de guerra y designar una división de hombres que ha de marchar en refuerzo de las tropas que ya se encuentran en Fallahan.
    Ochenta mil coronas de oro, eso era lo que le pedían los peces gordos en Fardan al menos de momento. Dinero que debía salir de los impuestos por obvias razones, el descontento no se iba a hacer esperar. Si sumado a eso comenzaban a quitarle hombres del ejército fardano apostado en Burudan no tardarían en aparecer las revueltas. El caldo de cultivo para una guerra civil estaba listo desde hacía muchos años, tan solo se necesitaba una chispa para desatar la tragedia.
    Tras analizar todos los papeles mandó a buscar a Friedrich Ferguson, su jefe del ejército. Compartió con él sobre la órden de traslado de una división hacia la campaña de Fallahan y se permitió darle su opinión personal pues Ferguson gozaba de su total confianza desde los tiempos de la conquista de Burudan.
    —El emperador se niega a perder Fallahan y es muy lógico que piense así, pero todo esto comienza a oler a podrido, Fallahan está lejos de volver a caer en nuestras manos. El imperio se va a tambalear cuando ese país se independice y no va a tardar mucho antes de que tengamos algo parecido en Burudan —le dijo Elijah a su viejo compañero de armas.
    Ferguson asintió mordiéndose el labio inferior mientras tamborileaba sus dedos sobre el escritorio con desgano. Lo miró como si sus palabras le hubieran dado igual. Usaba un uniforme de gala esa mañana con todas sus insignias de general del ejército fardano pero se notaba que no estaba con su tranquilidad habitual. Frederich era un militar de mucha experiencia, leal al imperio por encima de todo lo demás pero no estaba ciego ante el rumbo que tomaban las cosas.
    —Las noticias son inquietantes, lord canciller —dijo Ferguson—. Tyson quedó atrapado en Nueva esperanza con la mayor dotación de hombres sobre las armas que quedaban en Fallahan, lo empujaron hacia los pantanos con tres ejércitos rebeldes, lo atacaron incluso con brujas. Los muertos fardanos en Fallahan se cuentan por montones. Además de eso está el comienzo de la estación lluviosa. Los caminos son barrizales y las caravanas de suministros se atascan o van tan lento que son presa fácil de las escaramuzas nocturnas de los grupos de asalto enemigos. La rebelión está muy desarrollada, el gobernador fardano de Fallahan se pasó al enemigo junto a gran número de militares desertores, la burguesía local ha ocupado todas las propiedades importantes y la chusma se ha ensañado con todos nuestros compatriotas asesinando a hombres, mujeres y niños por igual solo por ser fardanos. El emperador ha mandado tropas frescas a recuperar el país, Greenfall mandó dos divisiones, Marfox otras dos y ahora nosotros debemos entregar una más. Dicen que Jack Beck va a dirigir las tropas de refuerzo junto a un coronel de la infantería de marina. En mi opinión Elijah, esos van directo a la carnicería y dudo mucho que logren virar la torta. El emperador anda negociando con el líder supremo del consejo de elegidos para que intervengan en la contienda pero los muy desgraciados se niegan. Las cosas andan tensas en Fardan, hermano. Si Fallahan cae Burudan va a convertirse en el nuevo foco de subversión. Es el comienzo del fin. El consejo de elegidos no es la gran cosa, al parecer hay magos más malos que ellos esperando que den la cara para matarlos y no nos pueden ayudar o eso es lo que se rumora.
    —Jack Beck es bueno, lástima que sea un borracho —dijo Elijah—. Tyson debe estar cagándose en la madre del emperador por mandarle a ese héroe a su rescate.
    —Tyson ya debe saber perfectamente a estas alturas que va a morirse en los pantanos de Nueva esperanza —le dijo Ferguson—. En el caso de Beck, sólo a un loco como a él le habrían encargado esa tarea. Beck es un suicida, no dudo que se haya propuesto como voluntario para vivir una aventura de la que probablemente no regrese como tampoco van a regresar los hombres que yo mande con él. La victoria en Fallahan no va a depender ni de Tyson ni tampoco de Beck, sino de que los elegidos metan sus manos.
    Además de las palabras intercambiaron unos tragos de una botella del buen ron de las islas arenosas. Tras cuatro tragos él se sintió algo mareado y con ganas de parar. Ferguson por su parte seguía mirándolo como si nada.
    —Tienes el hígado de un estibador del puerto, amigo mío, el alcohol no te hace nada —dijo él en broma.
    —Beber alcohol es cuestión de entrenar, Elijah, y yo entreno seguido. ¿Me obsequias la botella? El ron no es fácil de encontrar en Burudan y me agrada.
    Él le regaló la botella a su amigo de muy buena gana y lo despidió con un apretón de manos.
    Acto seguido quemó los documentos que recién había recibido con las nuevas instrucciones sobre una bandeja de plata que alguien de la servidumbre había dejado.
    —Quemar los papeles es en vano, lord canciller, porque ya sé lo que dicen —dijo una voz desconocida detrás de él.
    Elijah se incorporó de un salto para descubrir a un elegante caballero de bigote y pelo perfectamente acomodado hacia atrás que le sonreía.
    —¿Quién diablos es usted? —preguntó él alterado.
    —Yo soy Nathaniel —respondió él sujeto—. Soy un elegido, vine porque usted y yo tenemos asuntos que tratar. Asuntos sobre un suceso muy grave. Sobre la muerte de Franz Hoffman. Sé que usted lo mató.
    Elijah palideció de repente y se creyó al borde del desmayo. ¿Le habría llegado ya la hora de morir?
    —Eso es mentira —se apuró él a decir—. No sé de lo que me habla.
    El hombre entonces se acercó a él y se puso a una distancia incomodamente cercana.
    —Basta de jueguitos, Oakwood, tú y Gretchen están juntos en sus intrigas y ya no tengo nada que descubrir, fuiste tú, agarraste a Franz Hoffman por la espalda y le cortaste el cuello delante de tus soldados al otro día de los sucesos del sector sur. El truco barato de tu necromante para evitar que alguien recordara el suceso no fue difícil de romper una vez pensé en que ella de seguro haría algo así. ¿Por qué lo hiciste Oakwood? Ya solo me resta saber el motivo. Se franco conmigo y tal vez yo pueda ser benévolo. Hoffman era un desgraciado, tal vez se buscó la muerte que tuvo ¿no te parece? Dame una explicación.
    —Basta de tonterías, Nathaniel —oyó él decir a Gretchen que había aparecido de repente—. Si ya lo sabes todo ¿qué vas a hacer?
    Elijah se apartó hacia la pared para quitarse de en medio de ambos elegidos.
    —¿Qué vas a hacer tú, querida? —preguntó el otro cuando ya Gretchen estaba rodeada por una niebla negra que se arremolinaba a sus pies.
    —Has descubierto la basura que estaba escondiendo bajo el tapete así que supongo que tendré que batirme en un duelo de poder contigo —fue la respuesta de Gretchen—. Hoffman era un imbécil, acabó con esta ciudad y para colmo quería destituir a Elijah para hacer y deshacer en Burudan, disculpa si sueno a traidora, pero hemos peleado mucho por consolidar un imperio como para que el zoquete que simplemente es el cuñado del líder supremo juegue a ser el rey loco de Burudan. Elijah tuvo que matarlo y yo me encargué del cuerpo, ya estoy harta de ti y del consejo de elegidos. Si tengo que salir del consejo por las malas tanto me da irme por la muerte de Hoffman como por la tuya. Tú me dices lo que vamos a hacer.
    Nathaniel cerró los ojos y soltó una maldición.
    —Eres una zorra traicionera, Gretchen —dijo el elegido—. Pero supongo que tanto tú como Elijah son útiles para dirigir las cosas en Burudan y no puedo darme el lujo de desecharlos. El líder supremo me ha enviado a aquí a asegurar las cosas en este sitio. Las relaciones andan tensas entre el emperador y el consejo de elegidos como seguro ustedes ya saben. El asunto en Fallahan solo se controlaría con un ataque más que generoso con la magia que no podemos darnos el lujo de llevar a cabo. Fallahan va a caer en manos rebeldes y el emperador aún no lo admite. Así que lo más sensato es asegurar Burudan. Supongo que para eso yo estoy aquí y para lograrlo los necesito a ustedes. Si me sirven bien todos podremos olvidamos del asunto de Hoffman. Pero si me causan problemas solo tengo que hacer llegar esta información a los oídos adecuados y ambos van a ser fugitivos hasta el resto de sus días, eso sí no los matan.

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    1. Me gusta, genial esa posesión del cuerpo de Samara por parte de un espíritu, la historia muy buena, lo he comentado antes, se lee de un tirón y la cosa se tensa.

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  31. Palabras: 3059.
    Cuenta global: 91 725 palabras.
    Faltan: reto cumplido.
    Capitulo 25.
    Hellen y él estaban aún en la cama cuando vino el mensajero con la noticia al apartamento en el distrito industrial. Era urgente, el señor Mills había tenido un derrame cerebral y estaba en muy mal estado en su casa. A Hellen le desconcertó la noticia, lo único que logró en ese momento fue tirarse a llorar. Peter sí se mantuvo ecuánime por lo que de inmediato alquiló un coche y llevó a su novia con él rumbo a la casa de su suegro. En realidad aún no se habían presentado pero ya era su suegro, él no tenía dudas.
    La mansión Mills ocupaba toda una cuadra de la segunda avenida, lucía imponente. El portero los dejó pasar apenas llegaron y le dijo a Hellen que su padre estaba con el médico en su habitación. Ambos atravesaron la sala principal y subieron las escaleras a la carrera. La habitación quedaba al fondo del pasillo, a la derecha. Abrieron la puerta y encontraron a Cornelius, el médico personal de Oakwood al pie de la cama, Hellen vio a su padre en ese momento con la boca torcida y los ojos rotados fijamente hacia la derecha. Los brazos de Mills estaban extendidos con los puños apretados y temblaban en un movimiento extraño que oscilaba hacia los lados. Sus piernas también estaban rígidas y bien estiradas.
    Ella se lanzó a la cama llorando para abrazarlo, pero los ojos del hombre no la veían.
    —¿Qué le pasa doctor? ¿Por qué está así? –preguntaba Hellen entre sollozos.
    —Ya es tarde niña, está falleciendo —le dijo Cornelius con la voz pesada.
    —Pero mueve los brazos, mire, agita las manos. ¿Cómo que se está muriendo?
    —Le está sangrando el cerebro, niña, la hemorragia debe haber acabado con todo. Tu padre ya se fue, esos movimientos que ves son de la rigidez de la descerebración. Es lo último que vemos al final de un derrame cerebral. Lo siento.
    Hellen lloró más todavía mientras seguía abrazando al cuerpo hasta que finalmente se quedó quieto. Peter trató de que no se torturara a sí misma contemplando al difunto de esa forma pero ella hizo caso omiso y se pasó casi una hora tirada de rodillas junto a la cama abrazando la cabeza de su padre con los ojos llenos de lágrimas.
    —La muerte de Heather acabó con él y siempre trabajaba demasiado —decía ella entre sollozos—. Él aún era muy fuerte.
    La escena hacía que a Peter se le escogiera el pecho de recordar la muerte de su propio padre años atrás. Cornelius por su parte tenía un rostro sereno y los miraba a ambos con respeto.
    —Ya he mandado aviso a la mayoría de sus socios y familiares —les dijo el médico—. El lord canciller ha ofrecido organizar un funeral de estado para él, a fin de cuentas Mills fue ministro de economía de Burudan por seis años.
    —No —dijo ella—. A mi padre lo vamos a velar en su casa, no lo quiero ver como un trofeo para que todos los hipócritas del gobierno y los buitres de sus socios se regodeen con su muerte mientras fingen respetos. Quiero un funeral privado, solo vendrán los familiares más ayegados y sus amigos.
    —Será como usted diga, señorita Hellen —contestó Cornelius—. A fin de cuentas usted es la única heredera de su padre. Es bueno que se acostumbre a decidir como se harán las cosas.
    —Ahora no quiero pensar en eso, doctor, ahora solo quiero llorar a mi padre —dijo ella.
    Peter se aseguró de que ella sólo tuviera que llorar a su pérdida. Mandó a buscar a varios miembros de la servidumbre y organizó todo. Mandó a traer a un notario para registrar la muerte de su suegro y comenzar a tramitar la gerencia de Hellen, fue a comprar personalmente el ataúd indicado para la ocasión y trajo uno digno de un rey pero sin excesos de adornos. Organizó la logística para recibir a varios invitados en la mansión colaborando con el personal de la casa, hizo traer varias coronas de flores y recibió en persona a todos los familiares que fueron llegando. Eran sobre todo primas del difunto, una tía, una hermana y dos sobrinos adolescentes. A todos los acomodó en el salón principal y se aseguró de que recibieran atenciones.
    Ya con todo eso asegurado volvió al cuarto donde Hellen estaba sentada bebiendo agua mientras se secaba las lágrimas con un pañuelo. El muerto seguía en la cama con aquella mueca de espanto petrificada en la cara, daba mala impresión mirarlo. Cornelius seguía allí quieto en un rincón.
    —¿Nos podrías dejar solos? —le pidió ella al médico que salió al instante.
    Solo entonces ella se sintió en confianza y se relajó un poco, aún así seguía tensa.
    —Peter esto es una tragedia —le dijo aún con la voz quebrada—. Él era el que se encargaba de todo y sus responsabilidades eran muchas. Ahora todo eso va a recaer en mi y no me siento preparada. La industria del acero es enorme y esa es solo una de las propiedades de mi padre. Él siempre supervisaba todo en persona porque los inversores y los administradores siempre son unos buitres al igual que los socios comerciales. No confío en nadie para darle la herencia de mi familia. Esos desgraciados solo van a pelearse como perros a ver quien me roba más. ¿Tú me quieres, Peter? —le preguntó ella—. Sé distinguir cuando me mienten y no quiero formalidades. ¿Estás dispuesto a quedarte conmigo?
    Él no se lo pensó dos veces, la decisión era obvia, estaba loco por ella pero además, de la noche a la mañana se había convertido en la heredera de la fortuna más grande de Burudan. Sería un necio si no aceptaba lo que ella le estaba ofreciendo.
    —Yo te amo con mi vida, prometo defenderte tanto a ti como a tus intereses al precio que sea, quiero que seas la madre de mis hijos quiero levantar una familia contigo y que el legado de tu padre se multiplique para varias generaciones de nuestros descendientes. Yo voy a ser el puntal en el que vas a poder apoyarte, lo prometo.
    Ella no pudo evitar sonreír.
    —Ya estás hablando ceremonioso como todos los burudanos —le dijo en tono de burla—. Pero sé que lo que dices es verdad, Collins, eres un hombre pragmático, haces lo que tienes que hacer, pero no eres ruin ni mezquino. Sé que vas a ser un administrador estupendo y que vas a velar por mi dinero mejor que yo. A partir de mañana vas a ser mi administrador general. Vas a disponer de todo, prepárate porque vas a tener que ponerte a prueba en serio. Los negocios de mi padre son el triple de grandes que los tuyos.
    —Estaré a la altura, amor mío, vas a ver muy pronto lo que es un hombre de negocios en acción.
    Ella se puso de pie y contempló a su padre una vez más. Se abrazó de Peter y le dio un beso en los labios.
    —Este es Peter Collins, papá —dijo Hellen— no tuve chance de presentártelo, es un buen hombre papá. Él no va a dejar que todo tu trabajo se pierda, lo prometo.
    Tras una última despedida mandaron a traer el ataúd. Entre ambos vistieron al difunto con sus mejores ropas y luego mandaron a que lo pusieran en la caja. Minutos más tarde el féretro quedó expuesto en medio del salón principal a ojos de la servidumbre y los familiares.
    Luego irían viniendo socios de negocios y amistades del señor Mills que también fueron recibidos. Unas horas más tarde se apareció el mismísimo Elijah Oakwood por allí con una representación de su gabinete de gobierno y una numerosa escolta. Le brindaron sus respetos a Hellen y trajeron sus propias coronas de flores. Vinieron parlamentarios y militares de alto rango, clérigos de iglesia y prestigiosos académicos, vino mucha gente importante ese día.
    El entierro fue a las cuatro de la tarde en el cementerio principal, en las parcelas de la familia Mills, la procesión fue muy larga hasta allí y el ataúd fue llevado hasta la fosa por Oakwood, Cornelius el médico, un sobrino adolescente del difunto y por Peter.
    Un archimaestre de la órden de los seguidores silenciosos del vigía dijo las palabras finales resumiendo lo bondadoso que había sido Paulus Mills toda su vida y la gran obra que dejaba detrás.
    —Nunca hubo amigo más grande de los pobres, ni corazón más noble que el que estamos enterrando hoy —comenzó a decir él clérigo ante la multitud silenciosa—. Lo devolvemos a los dioses, para que su alma nutra la tierra de la cual un día salió y su luz nos guíe a nosotros, los que quedamos en esta estancia infeliz de la existencia a mantener nuestro camino con firmeza hasta que los dioses nos llamen. Que su muerte sea motivo de unión para la familia que ha dejado y a la vez fuente de recuerdos. De esa manera su memoria perdurará por siempre. Descansa en paz, buen hombre, los dioses sean contigo.
    El clérigo le preguntó a Hellen si quería decir algo pero ella solo era capaz de llorar, entonces procedieron a cubrir la fosa y a colocar una lápida donde se podía leer el nombre del difunto.
    Luego vino el retorno a casa para ellos. Peter y Hellen regresaron al apartamento donde estaban viviendo desde hacía ya algún tiempo. Ella estaba desconsolada, se dio un baño, se cambió las ropas y fue a dormir. Peter hizo lo mismo rato después. Había sido un día agotador.
    Al amanecer les llegó la notificación por parte de un mensajero de la imperial compañía de correos. Debían presentarse ante el notario esa mañana para que Hellen comenzara a firmar todos los papeles que la acreditaban como la heredera de Mills. Ella estaba aún muy afectada pero no quería ningún tipo de problemas con su herencia así que ambos fueron ante el notario donde se leyó el testamento que Mills había dejado especificando que todas sus propiedades eran de Hellen luego que él muriera. Tras eso vinieron las firmas y los trámites para los nuevos certificados de propiedad de casas y fábricas.
    Esa misma mañana también se redactó por solicitud de ella un documento muy especial, un poder que convertía a Peter Collins en el administrador de la fortuna. Ese poder Hellen podía revocarlo cuando quisiera pero le otorgaba a él capacidades plenas para disponer de los negocios de Mills. Sin haberlo pensado nunca, Peter era desde esa mañana el hombre más poderoso de Burudan.

    La posadera le había dicho que hablara con Frank Hunter en la alcaldía. Hunter era el tesorero del gobierno y el hombre que podía resolverle un contrato. Hasta allá fue Lohan para conocer a un tipo bajo y gordo que usaba espejuelos para pedir su puesto como médico de Nalten. El sujeto lo recibió de muy buena gana, le preguntó su nombre y le pidió sus diplomas.
    —Soy el doctor Lohan Virchow y me temo que no los tengo en mi poder, era cirujano militar pero me licenciaron por problemas familiares, mi madre enfermó de algo mortal, y mis diplomas se quedaron en el ministerio de la guerra. Aún así soy médico cirujano y me interesa quedarme aquí una temporada, me dijeron que pagan tres monedas de oro al mes y que pueden ayudarme con la comida —explicó él.
    Hunter quedó pensativo con sus palabras.
    —Bueno, supongo que si usted es un farsante ya la gente comenzará a quejarse y podremos botarlo del pueblo —dijo tras un rato de meditación el sujeto—. Ahora le elaboro el contrato y buscaré las llaves de su casa.
    —¿Casa? —preguntó Lohan con asombro.
    —Sí, el puesto de médico viene con un consultorio en la calle principal de Nalten y una vivienda pequeña donde podrá quedarse. La alcaldía paga su alojamiento y su salario, deberá trabajar de lunes a viernes y los sábados y domingos son suyos, ahora bien, de lunes a viernes a la hora que lo llamen usted es el médico en funciones. Si está de acuerdo ponga su firma abajo de este papel y todo arreglado.
    Lohan firmó y acabó así caminando con Hunter por el centro de Nalten. El consultorio estaba cerca y era de madera con techo de tejas. Estaba bonito y tenía camillas, instrumental quirúrgico y una pequeña farmacia disponible con infinidad de hierbas y sustancias, al fondo estaba la casa con un cuarto, una cocina, un baño y una pequeña sala de estar al lado de una chimenea.
    —Puede instalarse hoy mismo si lo desea —le dijo Hunter—. La gente de aquí es sencilla y no acostumbra a enfermar, va a vivir tranquilo doctor. A lo sumo trabajará en serio cuando los bandidos ataquen a algún parroquiano para robarle. Galloway el cojo mata y roba a diario por estos lares. Tal vez tenga que operar algunas puñaladas, doctor, pero no creo que sean frecuentes.
    Dicho esto el tesorero de la alcaldía se fue y Lohan se quedó con la llave de su consulta. Buscó a Emily en la taberna y la trajo a su nuevo hogar.
    Ella quedó encantada con el lugar, sonrió al ver una cama decente en la que dormir y cortinas bonitas en las ventanas.
    —Es un buen lugar para volver a comenzar una vida, querido —dijo ella con esperanzas por primera vez en mucho tiempo—. Tal vez la suerte nos vaya a sonreír después de todo.
    La dueña de la taberna vino por la tarde a traerles alimentos para que cocinaran y ellos los aceptaron con gusto. Su primera noche allí fue estupenda, ambos fueron a dormir temprano y descansaron muy bien. Al día siguiente cuando abrieron la consulta la jornada transcurrió tranquila. Mientras Lohan atendía a un par de viejos con artritis a los que recomendó fomentos tibios y cortezas de sauce, Emily hervía el instrumental para que estuviera estéril por si debían usarlo. Los pacientes fueron pocos y además de un absceso en una muela en un campesino al cual debieron drenar las consultas fueron bastante sencillas y él las pudo asumir sin problemas. Las personas estaban contentas con su atención y Lohan comenzó a valorar la posibilidad de echar raíces en Nalten. ¿Por qué no olvidarse de la magia, de Burudan y de las injusticias de la vida y centrarse en una vida tranquila como médico rural cuidando de su esposa?
    Emily era una estupenda enfermera y juntos podían realizar toda clase de procedimientos, eso le facilitaba mucho el trabajo. Además, a ella le gustaba ayudarlo y no le temía a la sangre, estar allí iba a permitirles dejar atrás la tragedia de la que habían salido.
    A las cuatro de la tarde cerraron la consulta y pusieron un cartel en la puerta indicando que solo los llamaran en caso de emergencias. Entonces se dedicaron a preparar la comida de la tarde y a descansar cuando escucharon el sonido de múltiples caballos acercándose al pueblo. Cuando se asomaron a la calle principal vieron dos decenas de hombres con las caras tapadas con pañoletas que se acercaban a la entrada de Nalten con espadas en las manos.
    —Bandidos —le aseguró Lohan a su novia—. Hay que esconderse.
    Trancaron las puertas por dentro y se escondieron debajo de la cama. Durante casi una hora se escucharon gritos y espadas chocando entre sí. Al rato volvió a reinar la calma y ellos abrieron la puerta para encontrar la calle llena de muertos. Los bandidos habían atacado la taberna y el banco de Nalten, se habían llevado mucho dinero y habían matado a todo el que había tratado de impedirles realizar sus fechorías.
    Pronto comenzaron a traerles los heridos. Él ya había vivido aquello en sus días del ejército, debía actuar rápido. Entre Emily y él fueron por los pacientes más graves y trataron de estavilizarlos, si estaban sangrando le aplicaban torniquetes y si rabiaban del dolor les daban una dosis de raíz amarga para calmarlos en lo que lograban un poco más de tiempo para verlos más tarde. Algunos no pudieron ser atendidos pues ya estaban agonizando y otros tenían más posibilidades.
    Atendieron a casi veinte heridos y Lohan tuvo que hacer de todo, desde ligar arterias sangrantes, abrir abdomenes y coser intestinos hasta arreglar hombros dislocados y estabilizar fracturas. Por suerte tenía todo lo que necesitaba en el consultorio, hacía mucho que no trabajaba con tantas condiciones. Los vecinos trajeron catres y camillas para acostar a los pacientes y el trabajo se prolongó durante la noche a la luz de los faroles.
    Todos los heridos graves quedaron en el consultorio y sólo los más leves pudieron volver a sus casas. Uno de los más complicados murió en la madrugada, al parecer había tenido una hemorragia interna a la que Lohan no pudo controlar. Aún así la mayoría llegó con vida al siguiente amanecer.
    Ni Emiliy ni él durmieron nada esa noche, tenían demasiados heridos a su cargo. Por suerte en la mañana algunas de las mujeres del pueblo vinieron a cuidar enfermos y ellos pudieron ir a la cama a dormir por turnos.
    La gente de Nalten estaba muy complacida por el trabajo de ellos dos y muchos se los decían bien alto frente a todos, que eran muy buenos en lo que hacían. Los familiares de los heridos trajeron mucha comida para ambos y la dueña de la posada les regaló cuatro botellas de su mejor vino.
    El trabajo había sido muy duro en tan solo el primer día pero no se podía decir que no les habrían brindado atenciones.
    La primera parte de la mañana se les fue en cuidar heridos hasta que les dijeron que el alcalde de Nalten iba a venir en persona a felicitarlos a ambos.
    Un tal Herman Cooper vestido bien elegante fue a verlos cuando ya el sol estaba alto en el cielo. Era el alcalde al parecer, el sujeto pidió hablar con ambos en privado y los felicitó por su buena labor por allí.
    —Pero hay algo más que deben saber—dijo Herman Cooper— creo que ustedes tienen algunas deudas pendientes con personas que los están buscando.
    —Me temo que no se de que me habla —afirmó Lohan cuando Margaery se apareció frente a él de un pestañazo al siguiente.
    —Usted desertó del gremio de magos, Lohan Linchstein —sentenció la elegida.

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  32. Palabras: 2342.
    Cuenta global: 94 067 palabras.
    Faltan: reto cumplido.
    Capitulo 26.
    Al atardecer Gretchen mandó a buscarla, la sacaron del sótano repugnante donde la mantenían recluida entre dos soldados y la llevaron a las habitaciones de la elegida.
    Sofía ya se sentía un poco más repuesta, los músculos le dolían menos y no le habían quedado ni las marcas en las muñecas de la cuerda con la que estuvo atada al poste. Gretchen la recibió de muy buena gana y le pidió que se sentara frente a ella. Sofía obedeció y ambas se miraron tranquilamente por unos segundos como estudiandose una a la otra.
    —Ese vestido que traes te hace más fea que una campesina acabando de ordeñar las vacas, tengo que arreglar eso —le dijo la elegida riendo.
    —Si me das dinero puedo buscar cosas más adecuadas —le respindió devolviendole la sonrisa.
    Un hombre alto, en sus cuarenta, de pelo negro, estaba en la esquina de la habitación mirando por la ventana. Luego se volteó y la miró como detenimiento, como si fuera un bicho raro. Él se acercó y se puso junto a Gretchen, que elegantes lucían esos dos juntos, la hacían sentirse como una cucaracha.
    —¿Entonces esta no es Samara Von Rutherford? ¿Me lo juras? —le preguntó él a la elegida con interés.
    —Esta es otra bruja diferente, igual de peligrosa pero está bajo nuestro control, se llama Sofía. El brujo misterioso huyó a los pueblos de las cercanías, esa desdichada de Margaery lo acompaña, pero Sofía los encontrará y matará al necromante novato, solo espera y lo verás.
    El hombre asintió pero sin cara de estar convencido del todo. Igual no se opuso a Gretchen.
    —¿El plan es que yo lo encuentre y lo mate? —preguntó ella queriendo poner las cosas claras—. Pero ese hombre debe tener guardias y aliados que lo protejan, una vez yo lo mate es muy posible de que me maten a mi también. ¿No hay una forma de no mandarme a una misión suicida?
    Gretchen volvió a sonreír.
    —Eres una sombra ocupando un cuerpo prestado ¿qué te importa que te maten de nuevo? —dijo la elegida casi divertida—. La que se va a morir es la dueña de este cuerpo que tienes, para ti nada va a cambiar, solo vas a regresar a mi jauría, nada más.
    —Pero no quiero regresar a tu jauría —dijo ella—. Puedo serte muy útil, deberías dejarme este cuerpo y mantenerme a tu servicio. Si me permites volver viva de la misión de matar al mago tal vez tengas otras tareas para mí.
    Gretchen la miraba con atención y contenía la risa como si la estuviera encantando con su propuesta. Aquella desgraciada sostenía la correa en su cuello y eso no tenía como obviarlo.
    —Pensé que dirías eso —dijo la elegida entrecerrando los ojos y sonriendo mostrando sus dientes perfectos —.Tienes libertad de tramar un atentado contra el monje, eso es lo mejor que te puedo ofrecer para que descubras como salir viva de ahí, pero una vez me notifiques que lo encontraste solo dispondrás de tres días para hacer lo que se te ocurra, cumplido ese plazo deberás lanzarte contra él y matarlo apenas lo veas sin importar si tramaste un plan o no. He tejido un pequeño hechizo en ti, por cada hora que te pases de los tres días vas a comenzar a sentir dolor y ese dolor va a ir en aumento hasta volverse insoportable, llegará a ser tan fuerte que en lo único que vas a pensar será en matar al mago misterioso porque esa será la única manera de liberarte.
    —Está bien, Gretchen, tú haz conmigo lo que te de la gana pero necesito más de tres días, es muy poco —dijo ella.
    La elegida se le acercó más y la agarró por la barbilla para darle unas sacudidas.
    —Tres días, ni más ni menos —repitió la otra—. Ni te creas que vas engañarme para ganar tiempo y vas a evitar notificarme de que encontraste el mago, prima, dentro del hechizo que te puse te impregné la esencia de la magia del necromante ese. La conseguí de cuando el muy tonto usó más magia de la cuenta. Apenas te encuentres a unos pocos cientos de metros de él la notificación será automática sin importar donde te metas.
    —Verdad que siempre piensas en todo, con razón Taborn te hizo su emperatriz una temporada, lástima que fueras tan puta —se atrevió a decirle a la elegida para obtener una bofetada.
    La cara le ardía pero no se atrevió a devolver el golpe, Gretchen podía ser temperamental cuando se enfadaba y era mejor no provocarla de más.
    —¿Vas a decirme ahora que plantaste otro hechizo en mi cabeza y que vas a estar viendo hasta mis pensamientos cuando me vaya a orinar a los arbustos? ¿También hiciste eso verdad? —se atrevió a decirle—. ¿Me vigilas las ideas prima querida?
    Gretchen no pudo evitar soltar una carcajada.
    —No, pero casi —le explicó con emoción—. Si te envuelvo con mi jauría puedo adivinar lo que piensas y puedo enviar a la jauría a tu ubicación muy fácil puesto que me perteneces, pero de momento no me parece que quiera estar en tu cabeza a todas horas. Vete tranquila, de cuando en cuando mandaré sombras a vigilarte pero podrás orinar en los arbustos en paz. Dicho esto, ya va siendo hora de que te vayas.
    Nada de aquello le quedaba claro, toda aquella información la aturdía.
    —¿Y se supone de que voy a encontrar a un mago al que en la vida he visto? ¿De que manera? —se atrevió a preguntar.
    —Tienes que usar a Samara, usa su mente y sus recuerdos —le explicó su prima—. Solo así verás el rostro del mago. Luego te irás por la calzada a Gremen e investigarás por los pueblitos de por allí, lo último que se supo fue que Margaery se lo llevó con esa dirección. Pero tranquila, llevarás un guardaespaldas, no se supone que te cuelguen porque te confundan con Samara Von Rutherford, pero aún así debes ser discreta en tu tarea.
    —¿Me voy a enfrentar a tu hermana? ¿En serio? —volvió a preguntar.
    —No si no eres estúpida, pero eso no puedo asegurarlo. Trata de que ella no te descubra o si lo hace, trata de que se crea que eres Samara Rutherford, ahora recibirás un dinero y todo lo necesario. Partirás hoy mismo.

    La plaza del Jerarca estaba en silencio al amanecer. Los árboles estaban quietos, los bancos vacíos y las calles circundantes ocupadas por un hormiguero de gente que se dirigía a sus trabajos. Hans Grahan se rascó la cabeza mientras se ajustaba los lentes y avanzaba a la sombra de un árbol de aquellos. Burudan despertaba en una jornada cualquiera, en otra secuencia de horas que perpetuaba la misma rutina que ya parecía ser inalterable.
    Hans miró con dolor el cadalso a una esquina de la plaza, allí habían ahorcado a decenas de libertarios. Cuántos muertos, cuánto dolor multiplicado, cuantas familias rotas. Aquel golpe junto a las deportaciones en el sector sur de días atrás redondeaba la marca de la tragedia. La tragedia se había enseñoreado en su país.
    Hans se sentó en el banco bajo el árbol, se apoyó en su bastón y puso su maleta a un lado. Ya estaba demasiado viejo para toda aquella mierda. Con cincuentaicinco años en las costillas ansiaba tener una casa y una pensión de jubilado con la que malvivir sus últimos años. Pudo haberla tenido, pero convertido en un prófugo de la ley había borrado de un plumazo su trayectoria de tantos años en el parlamento.
    La lucha estaba acabada. Oakwood había ganado, no había razones de peso que lo dejaran seguir soñando con el despertar de la causa nacionalista. Las cosas estaban peor que nunca pero el pueblo no tenía líderes y una revolución sin líderes no pasa de una revuelta pueril.
    Esperó más de media hora hasta que apareció el muchacho. Lucas Galloway era hijo bastardo de un capitán fardano, en secreto había sido un libertario devoto pero ya acabado todo el asunto estaba tan jodido como él. Pero por suerte el chico no había sido descubierto durante las redadas. Gracias a él y a su madre Hans había escapado a la soga del verdugo.
    El muchacho llegó poco después, vestido de manera sencilla, traía los papeles doblados en su derecha y una manzana en su izquierda que ya había mordido un par de veces. Ambos se saludaron con familiaridad y acto seguido Lucas se sentó a su lado.
    —Maestro, tengo todo lo necesario —dijo el chico—. Tengo los documentos nuevos para usted y el pasaje en la diligencia de las tres. Partirá para Gremen hoy mismo. Siento que se tenga que ir de esta manera pero la policía va a continuar con las redadas.
    —Lo sé, niño, lo sé. Sólo te voy a pedir que cuides de tu madre y que te olvides de la causa de la libertad hasta que las cosas cambien, aléjate de la tragedia. Los libertarios ya somos causa perdida.
    Lucas asintió al oír sus palabras y puso un rostro apesadumbrado.
    —Mi padre va a ser enviado a Fallahan, Maestro, hay guerra allá, los rumores dicen que todos los que parten a reforzar al general Tyson van hacia la muerte, cuando él muera ni mi madre ni yo obtendremos nada. Soy un bastardo, una vez huérfano me las veré mucho peor. Mi padre es un buen hombre y nos ayuda, pero su familia oficial no nos dejará nada cuando él muera. Ya de por sí tengo dos empleos pero no hay manera de que me consigan una plaza en una fábrica. En mi vecindario todos somos pobres, los barrios obreros del este van a convertirse en el nuevo sector sur. Estoy harto de vivir así en este país, de que a los más sacrificados nunca nos toque nada. Quiero que me llame cuando la lucha vuelva a empezar, Maestro. Prométame que me va a llamar a su lado, seré su hombre más fiel.
    Hans soltó un suspiro, la juventud y sus ímpetus. Siempre era igual.
    —Aléjate de los problemas y evita chocar con la policía, muchacho, cuida a tu madre. Se avecinan tiempos duros y nada garantiza que te espere la gloria al final de la lucha. Voy a Gremen a organizar un nuevo movimiento pero no hay garantías de que vaya a lograrlo. Hay descontento en la gente, pero eso no significa nada a menos que haya una alternativa real para la realidad actual. Tal vez solo me identifiquen y me maten.
    —Cuídese Maestro, la lucha lo necesita vivo, Fokker y Collins están muertos pero su mente es capaz de guiarnos igual de bien. Espero que volvamos a encontrarnos algún día.
    Hans asintió mientras se ponía de pie y le estrechaba la mano al chico.
    —Si logro lo que me propongo y la suerte es propicia oirás de mi, muchacho, lo prometo —afirmó.
    Hans dejó al chico y caminó hacia el final de la avenida del puerto donde estaba la estación de diligencias. Al llegar un par de soldados le pidieron sus documentos. Él entregó los que Lucas recién le había facilitado. Ambos guardias se quedaron mirando un rato las características del documento, por suerte era una falsificación de la más alta calidad. Lo dejaron pasar y fue a la sala de espera donde aguardaban los otros viajeros que iban rumbo a Gremen, en diligencia serían unos cuatro días de viaje alojándose en hoteles de paso.
    Pasaron horas hasta que anunciaron el número de su boleto, era el cuarentaitres y debía abordar la diligencia número doce. Al rato ya estaba camino a Gremen junto a otras seis personas, el coche se sacudía con los baches del camino pero avanzaba veloz. Miró por la ventana como la ciudad iba quedando atrás y sintió nostalgia, pero debía partir, ya no le quedaba nada en Burudan.

    A media tarde ya estaba lista para partir, le habían dado una bolsa con cien coronas de oro, Gretchen le había dicho que eran suficientes para sobrevivir una temporada larga. Por el mediodía desandó las tiendas del sector industrial buscando lo que necesitaba. Algunos la miraban extraño, ¿reconocerían acaso a la dueña de su cuerpo? Daba igual, todas las compras las hizo junto a una escolta de soldados, así que no hubo problemas.
    El caso era que iba a cabalgar y necesitaba algo adecuado para eso. Los vestidos estaban descartados. Un pantalón ajustado, una chaqueta de cuero y una sencilla blusa junto a un par de alforjas de viaje y una capa para el frío, eso era el atuendo principal, si compró otras cosas fue para irse cambiando según la ocasión. Al pasar frente a una cuchillería no pudo evitar comprar un buen cuchillo de caza con mango de hueso y funda de cuero blando, sería una buena herramienta tanto para cortar frutas como para defenderse.
    En las cuadras de Oakwood le dieron un caballo negro que era una belleza y unos mapas de le región, y acto seguido los soldados la llevaron hasta el puente de piedra sobre el río Erye donde la esperaba un sujeto con cara de granuja montado en otro caballo igual al suyo. El hombre tenía una cicatriz en la frente y usaba barba y bigotes. De algún lado le parecía familiar pero no alcanzaba a adivinar de dónde.
    Un teniente le explicó que debía marcharse de Burudan en compañía de aquel tipejo. A ella no le hizo gracia pero si el tipo era tan bueno con la espalda como era de feo sería un guardaespaldas más que efectivo.
    En cosa de nada quedaron solos cuando los guardias se fueron.
    —¿Es verdad que eres otra bruja metida en el cuerpo de Samara? —preguntó él con curiosidad.
    —Me puedes llamar Sofía, es mi verdadero nombre —le aclaró ella—. ¿Y tú como te llamas? —se atrevió a decirle.
    —Yo soy Mortimer Corrigan, señorita Sofía, y sólo soy un vulgar mercenario que se va a asegurar de que usted vuelva viva de este trabajo —le contestó él.

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  33. Palabras: 2956.
    Cuenta global: 97 023 palabras.
    Pendientes: reto cumplido.
    Capitulo 27.
    Al amanecer Claudia vino a limpiar su cuarto, cambió las sábanas y las toallas y le dedicó una sonrisa alegre que para él fue como un soplo de aire fresco. Kurt leía El imperio, de Lucas Gral, y ella bromeó diciendo que se iba a volver loco leyendo libros así.
    —Nadie entiende a Gral, señor Von Castle, se lo dice una exnovicia de la órden de las hermanas piadosas, si busca entretenerse con eso le va a dar dolor de cabeza.
    Él no pudo evitar reír de muy buena gana y dedicarle una de esas miradas tímidas que en su tiempo le había dedicado a Samara las primeras veces que la conoció.
    —Yo me entiendo con él.
    —Lo admiro, señor Kurt, los libros de filosofía son para gente con paciencia —agregó ella—. Igual yo abandoné el convento a los dos años de llegar, no soy el mejor ejemplo de una estudiante aplicada, pero supongo que usted llegó más lejos.
    ¿Por qué ella confesaba aquello? Las novicias y los monjes fugitivos eran perseguidos por los soldados de la fé, brazo armado de la iglesia del vigía, confesar haber escapado de un convento podía suponerle un problema grande si la oían los oídos equivocados.
    —Voy a hacer como que no escuché eso Claudia, escapar de un convento es un crimen a ojos de algunos.
    Pero ella no parecía estarse escondiendo y lo miraba de una forma pícara mientras se enroscaba un rizo de su pelo con un dedo y se mecía de un lado a otro como una niña alegre.
    —El señor Herman me dijo que tú también habías huido de un monasterio, supongo que entre fugitivos podemos obviar las formalidades. Olvídate de crímenes, los soldados de la fé hace años que son un grupo en decadencia llena de incompetentes y de borrachos.
    —¿Son cercanos? ¿El alcalde y tú?
    —Soy su asistente personal, me ocupo de los documentos en su oficina todas las tardes, sobre todo porque sé leer. El resto de las chicas no saben.
    Tras recoger las sábanas Claudia caminó a la puerta.
    —¿Tienes que irte? ¿No puedes hacerme compañía un rato más?
    —Tal vez nos veamos más tarde, señor Kurt pero ahora tengo mucho trabajo, el alcalde es un gran hombre pero no perdona que sus empleados anden por ahí distraídos.
    Entonces ella se fue y él soltó el libro para alistarse. Margaery quería que la acompañara al pueblo y no podía negarse.
    Cuando bajó se cruzó con Karl que miraba distraído como las empleadas limpiaban el piso del comedor y desempolvaban los estantes. La verdad que Collins se sentía fuera de lugar allí, ni era mago ni los magos hablaban mucho con él, lo guardaban para el caso de que pudiera ser de utilidad para algún plan pero los planes no aparecían por ningún lado.
    Margaery apareció y le puso cara de molestia apenas lo vio aparecer por las escaleras.
    —Debemos hacer algunas cosas en Nalten esta mañana, cazador y como siempre te demoras mucho en despertar, ya el sol está alto en el cielo. El alcalde quiere que lo acompañemos a visitar el pueblo, hubo un ataque de bandidos.
    Cuando se fueron en el carruaje y se enfilaron por la avenida principal vieron las huellas del saqueo en el pueblo, vidrieras rotas, charcos de sangre aquí y allá pero por sobre todas las cosas predominaba el aire de terror en todos los rostros. La banda de Halloway había entrado a Nalten y había acabado con todo lo que tenía delante, comenzando por la tranquilidad. Aquello hacía mucho que no pasaba, según repetía la gente.
    El alcalde los invitó a ir a conocer al nuevo médico de Nalten y Margaery compartió una mirada cómplice con él, eso hizo sentir a Kurt que había algo que ellos le estaban ocultando.
    Tardaron un poco en encontrar el sitio de la consulta del médico pero cuando llegaron y el alcalde localizó al doctor resultó ser nada más y nada menos que Lohan Linchstein.
    Margaery abordó a Lohan por sorpresa, se le apareció de la nada para acusarlo de desertor. Cuando Kurt entró a la consulta tras ella encontró una situación bien tensa, el rostro de Lohan estaba pálido, su frente sudada y sus labios apretados casi como si se los fuera a morder en un gesto de terror o de rabia reprimida.
    —Nos abandonaste a nuestra suerte, Lohan, contábamos con tu manto de energía para hacernos invisibles y nos dejaste a la vista de miles de soldados. Samara, tu superior en el gremio de magos debe estar muerta, el resto de nosotros pasamos peligros sin nombre para salir de ese maldito sector sur mientras nos perseguían para matarnos. Yo misma pude haber muerto. ¿Por qué lo hiciste, Lohan, anda y dime? ¿Porqué abandonaste tu puesto y a tus compañeros?
    Una chica salió de otra habitación y le plantó cara a Margaery. Era bonita y muy jóven, tenía el pelo castaño y la nariz pequeña, delgada, de facciones agradables, apenas unos pocos años saliendo de la adolescencia.
    —Lohan fue a salvarme, por eso los abandonó a ustedes mi señora, le ruego que no lo mate. Él es un mago útil a su causa y un médico muy capaz. Tenga piedad, yo misma haré lo que sea por usted si le da otra oportunidad, no haga nada muy drástico con él.
    Margaery se mordió los labios reprimiendo una sonrisa a la par que apretaba con los dedos el borde de la mesa contra la que estaba recostada. Estaba tensa, con la espalda recta y sus sombras se arremolinaban a su alrededor, aunque eso era apenas perceptible. Kurt ya no era tan novato, la elegida estaba lista para canalizar su poder y hacer algo contra Lohan y conociendo a Margaery iba a matarlo, ella no se andaba con jueguitos.
    —Abandonaste tu puesto por una chica, ¿tengo que conmoverme con la belleza de su amor? Estamos en guerra con Fardan y con los renegados, estábamos huyendo y la posibilidad de morir estaba presente en cada momento. Samara está muerta, Lohan Linchstein, tu superior perdió la vida por tu negligencia así que ten la decencia de no lloriquear ni suplicar por lo que sabes que es lo justo. Has traicionado a tus compañeros y poco me importa si sabes curar las heridas de flechas, yo tengo magia de curación que es mucho mejor. ¿Qué tienes para decirme?
    —Qué me mate, mi señora —dijo él—. Pero perdone a Emily y si es posible la ayude a encaminarse en la vida. Su madre murió en el sector sur y yo soy el único que se encarga de ella, si yo muero quisiera que alguno de ustedes se encargara de ella.
    El alcalde se acercó a Lohan y lo tocó en el hombro. Lo miró con condescendencia mientras tomaba aire para hablar y entonces le dijo que él se iba a encargar personalmente de que Emily no quedara desamparada.
    —Pues bien, queda zanjado el asunto —dijo Margaery—. Eres un traidor, Lohan Linchstein y no quiero traidores bajo mi cargo.
    La novia de Lohan se tiró a los pies de Margaery llorando.
    —No lo haga, señora, tenga piedad, no lo haga —gemía al borde de la locura mientras Lohan seguía derecho, mirando a la elegida con serenidad como si llevara tiempo aceptando su destino.
    —Acabemos con esto rápido —dijo Margaery cuando ya sus sombras constituían un denso humo negro a sus pies.
    Kurt tenía una contradicción en la cabeza, por un lado debía obedecer a la elegida pero por otro no quería que Lohan muriera, su negligencia se había pagado muy cara pero era un hombre confiable, un aliado que siempre le había inspirado confianza y además seguridad. No podía dejar que lo mataran.
    —En este caso discrepo de su criterio, señora elegida —dijo Kurt—. Mantener la disciplina en un grupo castigando a los traidores es vital para mantener el orden en una guerra pero Lohan era demasiado cercano a Samara como para haberle causado la muerte a propósito. Todos fuimos cobardes ese día, todos tuvimos miedo, él fue débil y su error se pagó con la sangre de Samara pero estoy seguro de que él se lo recrimina mucho más que nosotros. Necesitamos un mago como él para trabajos muy puntuales, su destreza para ser invisible lo convierte en un asesino formidable en casos que así lo ameriten o en un espía igual de efectivo. No lo mate, mi señora.
    Margaery puso una cara contrariada.
    —¿Hasta que punto te niegas a esta orden, Kurt? Habla claro, si lo mato ¿qué vas a hacer? ¿Tú también vas a negar mi autoridad?
    Era una pregunta difícil pero él de por sí tenía una carta a su favor.
    —¿Me vas a matar a mi también si me niego a que lo mates? ¿Nos vamos a matar unos a otros por cuestiones de orgullo? Matar a Lohan es demencial y si lo haces no voy a confiar en ti. Si eres capaz de matar a un hombre por un mero capricho no eres la más adecuada para dirigir este grupo.
    La mirada que le dedicó Margaery hubiera podido sacarle chispas a las piedras. Pero la elegida se refrenó bastante bien.
    —Algún día entenderás que en la guerra no valen los sentimentalismos, cazador. Si vives lo suficiente aprenderás a golpes que las lealtades no se mendigan, que las responsabilidades son sagradas y que la negligencia que cuesta la vida de otro compañero se paga con la muerte. Puede que los golpes sean tan amargos que acaben contigo, así que toma nota. No lo mato por sadismo sino porque es lo que debe hacerse. Pero si eso te crea un berrinche porque vas a ver morir a alguien a quien le tienes estima tal vez eres tú el que ve las cosas con inmadurez. Yo también conozco quien es Lohan y me conmueve un poco acabar con su amorío con esta muchacha pero estamos en guerra y si algún otro colaborador mío me hubiera fallado de esta manera yo le habría matado. No puedo hacer una excepción con Lohan porque tiene una novia que va a quedar desamparada. Ser un líder involucra ser magnánimo, si perdonas la vida de unos y no la de otros por las mismas razones nadie creerá en ti y te verán como un farsante.
    —Pero es que no hay un cuerpo que me diga que Samara está muerta —respondió Kurt—. Lo asumimos porque no la hemos visto más, porque se supone que si cayó prisionera ya fue asesinada, pero como mismo Lohan apareció cuando lo dábamos por muerto ¿por qué no puede Samara aparecer mañana por aquí buscandonos? ¿Y si aparece? ¿Y si llega mañana y matamos a Lohan por su supuesta muerte? ¿No sería acaso un error muy caro y además injusto y cruel? Lohan merece una oportunidad, te lo ruego Margaery. Espera algo de tiempo, el gremio de magos somos nosotros, no tienes cientos de hombres bajo tu cargo que se van a desmoralizar si perdonas a un cobarde, tus hombres somos nosotros y si lo matas te vas a quedar con uno menos. Yo estoy de acuerdo en perdonarlo, ¿que opina el alcalde? ¿Qué me dice, señor Chester? Usted fue un general de larga trayectoria y de seguro estuvo en esta interrogante antes.
    El alcalde arrugó el entrecejo y suspiró.
    —Supongo que el amigo Von Castle tiene razón. Este asunto nos atañe a nosotros los magos que hay aquí y dentro de este circulo cerrado no estamos presionados por el que dirán. La decisión de perdonar al cobarde es suya, querida Margaery Rivani. Pero sus razones para matarlo, amiga mía, son igual de válidas que las de Kurt para no hacerlo. A fin de cuentas abandonó a sus compañeros y eso es algo muy grave que no debería quedar impune.
    Margaery soltó sus sombras y suspiró con cara de cansancio.
    —Supongo que si lo mato estaré llevando a cabo una decisión muy polémica que ustedes pueden malinterpretar. Así que solo por esta vez dejaré a Lohan Linchstein volver a incorporarse al gremio de magos. Pero ya se me ocurrirá algo para que pague sus faltas. De momento que siga trabajando en este cuchitril de mala muerte hasta que tenga tareas para él. ¿Está dispuesto a obedecerme, Lohan?
    A Lohan casi se le salieron las lagrimas cuando la escuchó decir eso. El pobre también se puso a los pies de Margaery para agradecerle.
    —Juro que la obedeceré, mi señora. No se va a arrepentir de darme otra oportunidad.
    Kurt se sintió aliviado al ver que no había ocurrido lo peor pero no tanto como Lohan que parecía haber nacido de nuevo. Pero luego el alcalde le pidió al médico que le mostrara los heridos del ataque y debieron pasar a otros asuntos como si la dramática escena de minutos atrás no hubiese sido más que una discusión del mercado sobre si comprar zanahorias o patatas.
    Los heridos resultaron ser muchos, los bandoleros habían entrado en tropel a Nalten y su crueldad fue tremenda. Lohan les dijo que minutos antes había perdido a su segundo paciente de un sangrado. Estaban acomodados en camillas, muchos se quejaban y otros dormían pero obviamente el médico tenía trabajo de sobra.
    Kurt reparó en la novia de Lohan, usaba un delantal manchado de sangre y cargaba con un bolso del hombro lleno se hierbas, al parecer compartía la vocación de su novio por la medicina y hacía de ayudante.
    Mientras Emily cambiaba algunos vendajes y curaba un par de heridas Lohan los puso al corriente de la situación de sus pacientes.
    —Muchos puede que no pasen de esta noche pues están comenzando a desarrollar infección, creo que las hierbas que tengo no me alcanzarán para todos ni van a ser tan efectivas. Tal vez si nuestra señora hiciera algo por ellos, al menos algo no tan evidente pero que los sacara del peligro tendrían mayor posibilidad —dijo el médico.
    Margaery asintió y fue cama por cama hablando un poco con los heridos y tocándolos cerca de sus heridas. Cuando se iba la inflamación era mucho menor y el pus acumulado se reabsorbía. Kurt aprovechó para acercarse a ella junto a la cama de un hombre que llacía inconciente con un vendaje ensangrentado en la cabeza.
    —¿Cómo lo haces? ¿Como recompones la carne magullada? —preguntó él con curiosidad.
    La pregunta complació a la elegida.
    —Pensé que nunca me lo preguntarías, cazador. Lleva mucha paciencia aprender y se usan cantidades ínfimas de energía, aprender a sanar una pierna lleva meses de práctica.
    —¿Cuándo aprendiste? ¿Me puedes enseñar? —preguntó él con avidez.
    —Si te interesa puedes aprender de mi —contestó ella mientras se concentraba en la muy fea herida que el hombre tenía en el cráneo—. Pero no es fácil. En la época del imperio era obligatorio que los necromantes estudiaran sanación, y no todos llegaban a ser buenos.
    —Pensé que los necromantes simplemente eran los magos de guerra de Taborn, desconocía ese dato.
    Ella sonrió al escucharlo y su mirada se perdió un instante en el pasado por lo distraída que lució por unos breves segundos antes de contestarle.
    —El imperio se expandió gracias a nosotros, los necromantes eran los magos de batalla por excelencia, el ejército del imperio burudano contaba con un necromante en cada compañía y eran realmente mortíferos en el campo de batalla pero a la vez tenían la responsabilidad de encargarse de los heridos graves. Gretchen, mi hermana era una de las mejores sanadoras del imperio, yo no era mala pero admito que ella era mejor.
    Tras un rato de uso de la energía la herida en el cráneo del moribundo se fue cerrando, la inflamación bajó muchísimo y la piel que antes era oscura y con restos de pus ahora era rosada y sin huellas de infección.
    —La cuestión es, Kurt —continuó ella diciendo— que la sanación es la otra cara de la moneda de nuestro poder. Con la jauría de sombras un necromante es un arma, usa cantidades monumentales de poder y arraza todo a su paso, pero la sanación lleva práctica y mucho tacto pues si yo me equivocara en lo que hago o usara más energía de la necesaria las piernas de estas personas quedarían más tiesas que un tronco o sus venas explotarían.
    —¿Crees que hoy yo podría probar sanar la pierna de alguno de estos heridos? Al menos un simple rasguño, algo debo poder hacer.
    Ella fue directa, él tenia un talento natural pero sus habilidades estaban lejos de la perfección.
    —Aún tienes mucho descontrol en tu poder como para dejarte con la pierna de ninguno de estos heridos pero puedes mirarme y aprender un poco de como lo hago.
    Para él fue una jornada muy provechosa, pronto captó la variedad e intensidad de los flujos de energía que Margaery creaba y tuvo que admitir que no eran sencillos. Sobre todo porque sé creaban con una potencia ínfima del poder y al mero intento por complejizar más la técnica lo obligaba a subir la intensidad convirtiendo el delicado tejido de curación en una braza de fuego. Apenas comenzó a intentarlo tuvo que admitir que no estaba en condiciones de curar a ningún herido.
    A la par de eso el alcalde recorrió las calles de Nalten junto a su escolta. Al parecer se estaba congraciando con su pueblo luego de la tragedia. Decía que iba a fortalecer la milicia y que acabaría con los bandoleros. Kurt dudaba seriamente que eso fuera a pasar, pero los políticos tienen que decir esas cosas. Él en cambio decidió quedarse con Margaery con los heridos hasta que a media tarde el alcalde volvió por ellos y regresaron a la mansión dejando en el consultorio a Lohan y a su novia.

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    1. Me gusta. Esa discusión sobre el destino de Lohan, soberbio, el análisis es requisito y Kurt demostró sus puntos con valor. La historia esta muy bien y eso que es un borrador, sigala hermano, va a ser tremenda obra.

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      1. Siempre te agradezco los elogios y de nuevo te digo gracias, aspiro a que sea leible XD, pero que te guste me reconforta. Igual es solo un primer borrador, cuando lo termine voy a tener que pulirlo bastante pues va a ser una novela inmensa de grande.

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  34. Palabras: 2875 palabras.
    Cuenta global: 99 898 palabras.
    Pendientes: reto cumplido.
    Capitulo 28.
    —Siempre me pregunto a quién se le ocurrió esa estupidez de hacer un toque de queda a las siete de la noche ¿A nadie le ha parecido incómodo en todos estos años? La verdad que me asombra que no hayan existido más revueltas antes, porque con una ley absurda como esa ya yo me hubiera lanzado a la calle a protestar si fuera parte del vulgo —dijo Nathaniel.
    Elijah miró con pereza por la ventana, ya estaban llegando al auditorio los muy desgraciados miembros de la sacrosanta junta económica gubernamental. Sus caras iban a estar muy largas cuando les dijera lo que les tenía que decir pero las verdades hay que decirlas de una sola vez y con crudeza, para que luego no se vuelvan incómodas de más.
    —El toque de queda es a las siete existe en todas las colonias fardanas del emperador, nunca se me autorizó a quitarlo en Burudan y no creas que no lo intenté —le dijo al elegido con pereza.
    —Pues deberíamos quitarlo. Luego te explico como —le contestó el otro.
    Nathaniel y él llevaban rato en la oficina puntualizando las cosas que sin duda serían delicadas. Siendo exactos estaban hablando desde el amanecer y ya él tenía un poco de hambre por lo que devoró un trozo de pan con una rodaja de chorizo de la bandeja que los empleados habían dejado junto a una jarra de cerveza de Gremen. La combinación en su paladar fue relajante. Nathaniel en cambio apenas si había comido algo, se la pasaba revisando papeles, lo cual él agradeció, el chorizo estaba estupendo y la cerveza igual.
    —Necesitamos unas cuantas leyes populistas, Elijah, pero ya se nos ocurrirá algo. Primero que nada debemos enfrentarnos a las fieras, y hay que hacerlo con dulzura pero mostrando el hacha en la mano. Siempre hay que recordarles a los avaros ricachones que quien controla al ejército que protege a sus gordas barrigas es quien manda.
    Minutos más tarde ya estaban en el auditorio. Nathaniel se sentó a su lado, él lo presentó como un asesor imperial que participaría como observador. Estaban todos los hombres importantes en aquella sala, los que amasaban las fortunas más respetables del país.
    —Caballeros el imperio está en guerra, Burudan es una de sus colonias más ricas y se necesita dinero. Dicho esto decreto el estado de excepción y les comunico que todos los aquí presentes y todos los propietarios de negocios registrados en el buró imperial de contribuyentes han de pagar el treinta por ciento de sus ingresos personales además de los impuestos regulares para sufragar los gastos de la guerra. En dependencia del éxito o fracaso de la camapaña en Fallahan esta contribución puede subir hasta el cincuenta por ciento de sus ganancias personales o bajar hasta un diez o un cinco. Quienes traten de falsear sus ingresos personales y sean descubiertos perderán todos sus bienes y serán deportados a Taquiristán.
    Los murmullos no se hicieron esperar, todos se quedaron impresionados y comenzaron uno a uno a gritar que aquello era una locura o que el gobierno era un ladrón. Elijah soltó un suspiro de aburrimiento mientras se apoyaba en el buró con el puño contra la cara.
    Cuando los ánimos estuvieron lo suficientemente caldeados se dispuso a intervenir. Tenía que jugar la carta de la fuerza y esa era una que odiaba usar pero las circunstancias lo obligaban.
    —Silencio —pidió muy amablemente y todos se quedaron mudos, bueno saber que aún le tenían respeto por allí—. Esto no es un debate ni un proyecto de ley, esto no es una pugna por ver quien dice el argumento más inteligente. El imperio está en guerra y he declarado el estado de excepción. A los efectos es como si Burudan estuviera en guerra. Esto quiere decir que Frederich Ferguson y quien les habla dirigen el poder militar. En tiempo de guerra nada está por encima del poder militar. Les comunico lo que va a pasar con sus ingresos personales. Tranquilos que van a seguir teniendo dinero para mantener sus negocios y para comer a diario, pero tal vez ya no puedan irse de vacaciones a sus villas privadas en el interior del país. Quien quiera puede no darme ni una corona de oro, pero luego yo le voy a quitar todo lo que tenga y luego lo voy a ahorcar por traidor. Eso es lo que deben saber, se levanta la sesión.
    Los vio a todos salir del local, Collins fue uno de los últimos, ahora ese presumido iba a ser el administrador del difunto Mills y por ende el hombre más rico de Burudan. Que cara tan ácida puso el pobre al saber de las nuevas medidas tributarias, igual a la de todos pero bastante evidente. Vaya estreno estaba teniendo como hombre poderoso, sus impuestos a pagar serían los mayores del país. Pero aunque era arrogante Collins era muy taimado y calculador, no supondría un peligro hasta tanto el gobierno fardano continuara sólido en el poder. ¿Pero realmente seguirían los fardanos en el poder? ¿No podían todos aquellos aristócratas pudientes organizar un golpe contra su gobierno? Las cosas podían tornarse feas si la guerra arrastraba a Burudan a una crisis económica severa y luego a una crisis política. ¿Las cosas podrían llegar a ese punto de no retorno en el que la élite burudana que había crecido a la sombra de Fardan tras la conquista se lanzara de pies y manos al nacionalismo y a la insurrección armada por tal de quitarse a los fardanos de encima? Eso era más que posible, sobre todo si el imperio comenzaba a dar muestras de fragilidad. La independencia de Fallahan podría ser el catalizador para otras guerras de independencia. Había que manejar las cosas con tacto allí en Burudan.
    Acabada la reunión Nathaniel le pidió que volvieran a la oficina, aun tenían muchas cosas más por debatir. Ya las tropas que irian de refuerzo a Fallahan habían sido seleccionadas, parte de los fondos del presupuesto de guerra había comenzado a formarse y la militarización de las calles de Burudan era casi total. Pero algo faltaba, estaban dando la apariencia de un gobierno acorralado que enfrenta un pésimo momento.
    —Hay que quitar el toque de queda, Oakwood. Necesitamos el agrado del vulgo y ya hemos puesto a los poderosos de malas pulgas. No podemos el lujo de jugar con todo el mundo en contra —le propuso el elegido.
    Él también apoyaba eso de eliminar el toque de queda, era algo ridículo sacado de una absurda ley que tenía más de cien años donde en todas las colonias ocupadas por la fuerza debían implementarlo. Pero era un mal momento para quitar ese impopular pero efectivo mecanismo de control de la población.
    —Los nobles burudanos no tienen apoyo popular —replicó Elijah—, no tenemos que competir con ellos por el apoyo del populacho porque en eso estamos al mismo nivel, la gente no cree en tipos como Collins, saben que solo trabajan en favor de sus propios intereses, es más, los tienen como nuestros más leales aliados, la gente creía en tipos como los libertarios pero esos ya están arruinados para siempre luego del escarmiento que dimos. Ahora, en el momento en el que tenemos que controlar a Burudan con un puño de hierro no podemos perder el toque de queda. Quitarlo de por sí es buscarnos un problema pues estaríamos incumpliendo la una ley fardana, no lo creo sensato.
    Tras sus palabras Nathaniel asintió mordiéndose los labios. Ya tenía en la mano un trago de ron de las islas arenosas del cual se dio un sorbo antes de seguir hablando.
    —Pero si quitas el toque de queda e impulsas dos o tres medidas sociales la gente te verá con más agrado, recuerda que las personas aceptan lo que conocen y a ti te conocen de hace rato. Hay que hacer que la gente dude sobre a quien apoyar y que de paso nos apoye, en el fondo de esa manera nos aseguramos de que los ricachones burudanos no se aprovechen para hacerse los buenos criticando las muchas leyes impopulares que vamos a tener que implantar en el futuro cuando la guerra empeore. Hay que darles un poco de felicidad a esos desdichados para mantenerlos bajo control.
    Tanto un punto como el otro tenían cosas negativas, de no quitar el toque de queda mantendría a la ciudad bien vigilada pero continuaría siendo un gobernador impopular, si quitaba el toque de queda tal vez mejoraría su popularidad pero en cambio perdería el férreo control policial que desde mucho era una ventaja para controlar a los lugareños.
    —No creo que debamos hacerlo —volvió a recalcar él.
    —Pero yo sí lo creo —comentó Gretchen que se apareció por allí, esa manera suya de aparecer de la nada lo ponía nervioso—. No seas bruto, Elijah, quita el toque de queda, deja la presión policial en las calles, pon aún más patrullas de soldados para mantener el orden pero deja a la gente desandar las calles a las dos de la madrugada. Han pasado diez años de ocupación y la gente sigue hablando del fin del toque de queda. ¿Por qué no salimos con una buena noticia en lugar de más desgracias? Porque las desgracias van a seguir llegando y vamos a tener que andar con mucho tacto. Las personas lo piensan bien antes de rebelarse, nadie quiere quedar en el bando perdedor porque saben que las rebeliones se sofocan con crueldad. Así que no veo una rebelión en Burudan por lo pronto. Como sea que lo miremos aunque no estamos contra la pared es bueno quitar el toque de queda para dar la imagen de que estamos relajados y que incluso en un momento de tensión nos podemos dar el lujo de darle libertades a la ciudadanía. Ya si el enemigo toca a nuestras puertas y debemos prepararnos para luchar la ciudad deberá ser regulada de otra manera. Pero Fallahan está muy lejos de aquí como para que el miedo nos trague. Este país lo perdemos únicamente si nos tiembla la mano con los poderosos, esos son los que pueden forjar lealtades dentro del ejército y prometer hasta lo que no tienen por dar un golpe en un momento de gran crisis. Por eso a la par de flexibilizar las cosas con el populacho hay que volcarnos a una depuración dentro del ejército, es ahí donde no puede haber traidores.
    Ante lo que Gretchen decía él iba asintiendo, tenía un buen punto, pero también sin querer habían coincidido en un segundo aspecto, la depuración del ejército.
    —Amor mío —dijo Elijah a ella—. Ya Nathaniel y yo hemos trabajado en ello. La mayoría de los jefes militares de dudosa lealtad van a ser enviados a la campaña de Fallahan, o sea, a la muerte. Los generales más cercanos a Ferguson son de nuestra total confianza, por suerte en Burudan la casta militar no está tan mezclada con la población general. No es costumbre que nuestros hombres fardanos se casen mucho con las mujeres locales, aquí el fardano es mirado con recelo aún a diez años de la conquista y por tanto nuestro ejército mantiene la unidad. Las colonias fardanas dentro de la ciudad también son una muestra de la identidad del imperio, pocos burudanos viven en ellas. No creo que por un soborno muchos de los nuestros cambien de bando, los burudanos nos aceptan pero nos desprecian, ha sido así siempre. Por suerte nuestros militares reciben sus privilegios de nosotros, y se puede decir que los tratamos muy bien, aquí cada oficial recibe una vivienda, un sueldo decoroso y la protección total de su familia, el ejército ha mantenido la unidad y la disciplina y sabes que eso es lo primero que debe tener una fuerza armada.
    Gretchen se sentó cansada en una banqueta alta de la oficina y se recogió la falda del vestido para hacerlo. Luego los miró a los dos mientras deslizaba la lengua por sus labios, dejaba caer los hombros y soltaba un suspiro.
    —Miren, todo eso de la lealtad está muy bien, pero las cosas solo tienen que ponerse realmente feas y vamos a ver quienes son las ratas de verdad que abandonan el barco y ese es un escenario que no se puede obviar —dijo ella—. Yo creo que nuestro ejército debe ser depurado mejor, y por ejemplo tengo entendido que en la guardia de la noche hay capitanes famosos por sus abusos y atropellos contra la población civil, por hacer rondas totalmente ebrios y vociferando en los barrios obreros y en el ya extinto sector sur. ¿Creen que eso no está en los archivos de inteligencia? ¿Ustedes no lo sabían? Pues bien, esa clase de comportamientos mandan a la mierda el orden y la disciplina que tanto les gusta. Yo a esos los hago ahorcar mañana mismo y doy un mensaje a todos mis hombres de que no toleraremos comportamientos de esa índole. De paso nos anotamos otro punto con la población local y damos aspecto de gobierno fuerte. Luego quisiera tocar lo relacionado con la comida de las personas. La noticia de una guerra lleva a la gente al acaparamiento de cosas de valor como los granos y los cereales, eso vamos a tener que racionarlo porque la demanda va a crecer. La guerra anda lejos pero los chismes no y una crisis de desabastecimiento nos puede sacudir los cimientos del orden y ser incluso el detonante de una huelga. Eso es otra cosa que habrá que llevar a punta de lápiz, como andan las reservas de alimentos en todas sus variantes, como anda el comercio de artesanías, de servicios y a eso se le suma el aumento del bandidismo. Galloway el cojo está acabando en los pueblos de la calzada a Gremen y ¿qué hemos hecho? Pero hay más bandas de bandoleros y también tenemos muchos rateros de poca monta robando y extorcionando en los barrios de la periferia ¿que esperamos para acabar con esas cosas ya? Si la gente ve que el ejército fardano cuida a sus familias y a sus propiedades va a mirarnos como una garantía, si limpiamos los bosques de la calzada a Gremen de la banda de Galloway los mayores productores de tabaco, maíz y carne de cerdo de Burudan estarán viéndonos como aliados. Si damos orden a este país y mantenemos las cosas a cierto nivel de normalidad no tiene por qué haber inestabilidad y hacía ahí es donde quiero que vayan nuestras medidas encaminadas. A que la gente nos vea como un mal necesario y que desconfíe de cualquier revoltoso que mañana llame a la insurrección nacional, queremos que esos revoltosos sean mirados con desconfianza pues la gente podría temer quedar más mal parada en un gobierno revolucionario. Son cosas sutiles, pero si movemos bien las fichas son fáciles de solucionar.
    Elijah se sentía un tanto temeroso por aplicar todas aquellas ideas de los elegidos. A fin de cuentas si levantaba el toque de queda y al emperador eso no le gustaba quien perdería el cargo sería él. Aunque de igual manera algo debía hacerse y el emperador no iba a mandarle de Fardan las soluciones a todos los problemas que podían desestabilizar Burudan. En ocasiones difíciles un líder debe tener cierta autonomía sin perder el respeto por los superiores, a fin de cuentas era él quien conocía bien el lugar y las características de la población y si no tomaba medidas a tiempo para atajar el peligro no solo perdería el cargo sino también la vida.
    —La cuestión es si debemos esforzarnos tanto en complacer al populacho, con menos hombres gracias a los que parten hacia Fallahan no puedo solo asignar a un grupo enorme solo para cazar bandidos. Ahí si que voy a tener un problema de seguridad.
    Nathaniel se acercó a él y le puso la mano en el hombro.
    —Hombres nunca nos van a sobrar, Oakwood —comenzó a decirle— pero matar a esos bandidos va a ser una inversión a futuro. Recuerda que el pueblo es la masa que no sabe lo que quiere, hoy te aplauden a ti y mañana aplauden al que aparezca porque al pueblo no le interesa el poder, de hecho no tiene mucho peso en las decisiones importantes, pero en momentos de crisis en los que un gobierno puede perder el control hay que tener al pueblo en el bolsillo. Los políticos pueden traicionar a todo el mundo y vender al país que si lo hacen con diplomacia todos los entienden, porque la política es el arte de saber mentir para sacar ventaja. El caso es que necesitamos ganarnos al populacho porque es como un toro pastando en un campo cercado, de lejos solo está ahí, pastando hierba pero si te confías y dejas caer la cerca el toro te puede aplastar. Eso es lo que pasa en Burudan, es una población fragmentada pero nos la tenemos que ganar, porque solo así andaremos a un paso por delante de los enemigos. Y lo de romper una ley estúpida del emperador no interesa, que yo sepa él está muy pero que muy lejos de aquí como para enterarse e incluso si se entera lo que le interesa ahora mismo es que Burudan siga estable.

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    1. Bueno camarada hoy me pude sentar a leer tranquilo y pude ponerme al día con la obra. Todo genial, me gustan mucho cómo evoluciona el borrador, la historia. Pero bueno tengo unos señalamientos como lector.

      Los niveles de poder y el sistema de magia argumentalmente me están poniendo dudas. Los nigromantes son demasiados poderosos, tienen múltiples opciones y formas de aplicar la magia, pero todos los demás magos como por ejemplo Samara se limitan a lanzar bolas de fuego. No pudieran sacarle más provecho a su habilidad o hacer siquiera el esfuerzo (manipular fuego existente, inmunidad a él, dividir sus propiedades y generar solo su temperatura o su luminosidad, son otras formas que creo que un mago de fuego pudiera intentar lograr), entonces entra el otro lado de la cuestión: ¿Samara es una maga de fuego que teme que la quemen en la hoguera? Suena ilógico o no. Hay más puntos en cuanto la magia, pero bueno voy a esperar a ver si se explican más adelante.

      Por otro lado, Kurt su evolución me parece extraña, desde la quema del distrito se está comportando y expresando raro. Creo que una persona con tantos instintos suicidas como lo fue él, necesita una parte (que fue hace unos capítulos) en la que piense suicidarse o lo intenta, pero no puede, se arrepiente debido a sus objetivos y condiciones actuales. La forma fría en la que ve su situación se me hace extraña dado lo mostrado.

      Bueno creo que de momento es suficiente. Ánimo con la escritura camarada, que la obra se está acercando a un pedazo que me parece muy interesante y quiero leer, a ver que pasa.

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      1. Gracias por leer y ponerte al día. Y gracias por las sugerencias, en efecto tengo lagunas respecto al sistema de magia y las opciones de los magos me tienen barajando posibilidades. Kurt debe evolucionar, de momento es fuerte pero muy inmaduro y de mente un tanto frágil. Estoy en la búsqueda de un orden lógico para hacerlo madurar. En el capítulo 30 estoy planeando ahondar un poco en su psicología. Sobre los poderes de Samara pues tengo una deuda, siempre he querido hacerla algo más poderosa. De manera general la trama es en lo que más he trabajado pero el worldbuilding me va a llevar tiempo. Perdona la respuesta tardía camarada, he estado algo ocupado con el papeleo del trabajo. Un saludo para ti y nos leemos.

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  35. Palabras: 2484 palabras.
    Cuenta global: 102 382 palabras.
    Faltan: Reto cumplido.
    Capitulo 29.
    Iban por la calzada a Gremen, a Sofía le molestaba el sol, el caballo iba a un trote constante y ella se bamboleaba al ritmo de la bestia, hacía mucho que no montaba a caballo, de hecho hacía siglos. Mortimer iba despreocupado más atrás, silbaba una melodía mientras mordisqueba una manzana.
    —¿Tienes idea de adonde rayos tenemos que ir, Sofía? —le decía el mercenario que iba un poco más atrás que ella.
    —No tengo ni la más mínima idea, querido, se supone que tenemos que registrar todos los pueblitos que pasan junto a la calzada por los caminos del bosque. En algún punto sentiré al necromante y sabré que que estoy en el lugar correcto, pero hasta que eso pase vamos a tener que desandar estos caminos infestados de bandoleros hasta que la energía que Gretchen me dio para identificar a ese mago infeliz nos diga algo. Así que bien puede pasar que vayamos a Gremen y retornemos un par de veces.
    Mortimer lanzó la manzana que había mordido sin haberla acabado aún y tosió como si se le hubiera aflojado algo en el pecho, luego escupió un gargajo y suspiró con alivio. Al ver eso ella puso cara de desagrado pero solo por pocos segundos.
    —Esta maldita gripe va a acabar conmigo —dijo mirándola a ella—. ¿Te dio asco verme escupir, Sofía?
    Ella esbozó una sonrisa y se acomodó mejor en la silla, su espalda estaba acabada con tanta cabalgata y le ardían las posaderas pero así tenían que ser las cosas.
    —A mi no me da asco nada, querido, pero deja de hablar de tu gripe y de tus escupidas porque no es un tema muy profundo, me gusta ejercitar la mente. Conversemos ¿Eras entonces un matón famoso en Burudan, no es así? —le preguntó.
    Él apuró el paso y puso su caballo junto al de ella.
    —Los tiempos no son propicios para el éxito, Sofía, mi banda cayó en desgracia luego del fin del distrito sur, operabamos allí. La cosa en los barrios obreros del este no cuajó, la policía ya tiene la extorsión y el latrocinio mejor montados, o sea que nos tocó replegarnos. Me quedé sin negocio, pero por suerte el lord canciller me tiene aprecio, soy un tipo de lo más útil y por cuidarte las espaldas me dieron una paga aceptable.
    Aquel caballo ya le resultaba insoportable pero el camino no se iba a terminar así que trató de no pensar en su piel castigada. Conque viajaba con todo un jefe de matones, bueno, ya había cabalgando en peor compañía antes.
    —¿Eres un espadachín aceptable o simplemente eras muy malo y tenias muchos secuaces? —continuó interrogando.
    Él sonrió con su pregunta y arrugó todo el entrecejo en una mueca grotesca.
    —No quieras verme con una espada, mi estimada brujita, te asustarías. Ahora si me disculpas debo ver lo que hay más adelante.
    Entonces él apuró el paso para explorar, se alejó bastante mientras hizo galopar su caballo más de lo recomendable. Era un presumido, como todos los hombres en presencia de una mujer, pero a ella no le gustaba tanta fanfarronería ni se sentía como una damisela en apuros. Con la fuente de poder que tenía la bruja pelirroja no iba a tener ningún problema para defenderse.
    Mortimer se había alejado demasiado por lo que quiso jugar un poco a correr en el caballo. Espoleó su montura y se inclinó en la silla bajando la cabeza mientras su caballo comenzaba a galopar igual de rápido que el de Mortimer. Tras la curva la bestia del mercenario se vio a lo lejos a muy buena velocidad y eso fue un estímulo para su caballo que se esmeró en serio en alcanzarlo. Todo era dejado atrás a un ritmo vertiginoso, la tierra se deslizaba bajo los cascos del animal y a su lado los árboles pasaban sin que fuera capaz de advertirlo. Tenía una sonrisa demente en el rostro mientras seguía acercándose más y más a la montura del mercenario. Ya estando ambos lado a lado Mortimer aminoró la marcha y ella hizo lo propio aún riendo como una niña pequeña que cabalgaba por primera vez.
    —El objetivo era que te quedaras atrás para que yo explorara, querida, pero si ya estás aquí no hay problema, este tramo es particularmente famoso por la cantidad de asaltos que ocurren y por suerte ya lo estamos cruzando.
    —Tampoco es para tanto, Mortimer, si aparece un bandolero lo voy a dejar tieso con una bola de fuego, déjate de tantas precauciones.
    —Vamos a ver si de verdad te sale la sangre fría esa que dices tener cuando te apunten con una ballesta, a ver si tengo que salvarte el cuello.
    Siguieron un rato más sin cruzarse con nadie, ni con una carreta, se estaban aproximando a Callorheen, el primer poblado luego de la ciudad y uno esperaría ver gente en los caminos cercanos a un pueblo, pero ese día aquello estaba bien quieto.
    Entraron por el camino a Callorheen para dar una vuelta por los alrededores, pasaron junto a un par de granjas y vieron un incendio que se extendía de la casa del granjero hasta los capos que la rodeaban. Junto a la casa había un ahorcado colgando de un roble, tal vez se tratara del dueño de la propiedad.
    —Bandoleros, Sofía, aquí hay que andar con tacto, aquí tienen extorcionado a todo el mundo, tal vez ese pobre tipo no tuvo como pagarle a la banda de Galloway y acabaron con él.
    Ella puso cara de disgusto mientras siguieron avanzando hasta el pueblito. Fue entonces cuando se propuso intentar un contacto con Samara. La sentía en un rincón de su mente como una bolita encapsulada, podía recluirla a voluntad pero nunca la había liberado apenas un poco para hablarle.
    El mercenario iba delante y ella entrecerró sus ojos buscando hacer contacto con la pelirroja, pudo sentir cuando la cápsula que la aislaba de ella cedió y una segunda voz apareció dentro de su mente. Ella seguía teniendo el control del cuerpo pero ahora Samara también podía ver a través de sus ojos e interactuar con ella.
    —Devuélveme mi cuerpo, hazlo ahora infeliz —dijo la pelirroja con una voz que era toda una furia.
    Ella no pudo evitar sonreír.
    —Sí, sí, claro, dame un rato y te lo devuelvo, pero antes hazme un favor, necesito que me des el recuerdo del rostro del necromante misterioso de Margaery Rivani —dijo para dentro de su cabeza.
    Pero Samara no andaba muy cooperativa.
    —Vete a la mierda, no te voy a dar nada si vas a hacer una villanía usando mi cuerpo. Si vas a identificar al mago lo vas a hacer tú solita.
    Ya sabía ella que esa pelirroja no iba a cooperar así por así.
    —¡Amargada!, está bien, no lo vas a hacer por las buenas, entonces voy a tener que meterme dentro de ti, eso va a ser más incómodo.
    Cuando se metió dentro de la mente de Samara la bombardearon miles de imágenes y recuerdos, días enteros, meses, años, no sabía ni por dónde empezar y para colmo no tenía ni referencias para entender los rostros y los lugares que le aparecían ante los ojos. Tuvo que salir al cabo de unos breves instantes porque el caballo seguía su marcha y ella iba a caerse si no le prestaba atención al camino, además, ya Mortimer andaba más lejos.
    La voz de Samara rió de manera demencial en el fondo de su cabeza.
    —No cuentas conmigo, tonta, buena suerte usando mi cuerpo —le decía la pelirroja.
    —Bueno, entonces disfruta ver un buen rato como no tienes control de ti, ojalá no sufras mucho —le dijo ella—. Ya me obedecéras, Samara, solo estoy empezando contigo.
    Pero Samara comenzó a gritar, gritaba más y más alto al punto de querer romperle los tímpanos. Era insoportable, iba a tener que encapsularla cuando de repente vio tras la curva una piedra en medio del camino con dos sujetos de dudosa moral sentados en ella, vestían harapos, a uno le faltaban como cuatro dientes, era flaco y peludo y portaba un hacha enorme de mango corto en una mano y un cuchillo en la otra, al otro le sobraban libras de peso, era un gordo enorme con el cráneo rapado, ese portaba un espadón casi de su tamaño. Los sujetos les dieron el alto con mucha amabilidad.
    —Sean ustedes bienvenidos a Callorheen, amigos míos —dijo él flaco desdientado— veo a una hermosa dama con su guardia y me arrodillo a prestar respeto pero como van a entrar en terreno dominado por nuestro señor Galloway el cojo exigimos como humilde impuesto todo el dinero que tengan en los bolsillos, sus caballos, la espada del buen señor y ¿por qué no? la honra de la dama, seguro ella hace mucho que no ve hombres tan apuestos como nosotros.
    Mortimer desenvainó su espada y se preparó para cargar mientras ella entró en contacto con el poder, Samara se había quedado muda de repente en el fondo de su cabeza.
    Sofía estaba segura de que los iba a achicharrar con un solo golpe a los dos pero la primera bola de fuego le salió débil y dirigida a las copas de los árboles cuando en realidad les estaba apuntando a los dos malhechores.
    Aún así el fuego fue un golpe psicológico pues los tipos se pusieron un poco tensos.
    —Ayuda muchachos, que es una bruja.
    El caballo de Mortimer cayó herido por tres flechas y su jinete debió abandonarlo. De los costados del camino aparecieron ocho bandoleros con ballestas, ella comenzó a tirar bolas de fuego para todos lados y los espantó un instante pero sin darle a ninguno, de hecho comenzaron pronto a acomodarse para disparar. A la par Mortimer ya estaba enrolado en un duelo con los dos que le habían dado el alto. El mercenario era un muy buen espadachín, de un solo golpe cercenó el brazo derecho del flaco del hacha y con un segundo golpe le abrió la garganta de un tajo. El problema fue el gigante del espadón que comenzó a dar tajos a derecha e izquierda y al cual casi no se le podía acercar.
    —Sofía comienza a matar bandoleros o no vamos a salir de aquí —le gritaba Mortimer.
    Pero ella no lograba consolidar sus bolas de fuego y la puntería le salía terrible. Los ballesteros dispararon y una flecha le pasó rasando por el hombro desgarrandole la chaqueta y lacerando su piel. Iban a morir, de eso no le quedaban dudas.
    El mercenario en cambio hizo una finta y el gordo del espadón se quedó atrás por lo que le pudo encajar dos cuartas de acero en el tórax. El gordo soltó sangre por la boca y se desplomó tosiendo y botando espumarajos rosados. Pero la espada de Mortimer quedó atascada entre las costillas del gigante y debió abandonarla.
    Mortimer agarró el espadón del difunto y cargó sobre un ballestero que se escondía cerca de la orilla del camino, fue tan duro el tajo que le soltó al bandolero que su cabeza voló por los aires. Un par de flechas pasaron cerca de él así como otras flechas la asediaron a ella pero al instante saltaron otros tres espadachines a hacerle frente al mercenario.
    —¡Sofía! —gritaba Mortimer.
    Él hizo un uso magistral del espadón manteniendo a raya a sus tres oponentes.
    —Déjame asumir el control o nos van a matar a las dos —le dijo Samara—. Tienes el verdadero control de mi cuerpo, me puedes recluir cuando quieras así que deja el miedo y dame mi cuerpo para ocuparme de este problema.
    —No, no y no, pelirroja, hace mucho que no hago bolas de fuego, solo tengo que volver a encontrarle la técnica.
    Pero entonces un tipo con una espada se acercó a ella gritándole que bajara de la montura y no pudo ni asustarlo con una llamarada. Iban a matarlos si no comenzaba a usar la magia en serio por lo que tuvo que ceder.
    —Está bien, Samara, pero te voy a quitar tu cuerpo apenas acabes con ellos, no te encariñes —le dijo a la pelirroja.
    Cuando Samara volvió a sentir que sus manos eran de nuevo sus manos la alegría le duró segundos pues el tipo de la espada ya había agarrado una de las riendas de su caballo, la bola de fuego que le dedicó fue tan potente que lo partió al medio, sus tripas fueron a dar a un lado del camino y el agujero que le quedó a su cadáver era enorme. El combate se paralizó unos segundo cuando ocurrió esa muerte. Tres ballesteros que estaban a su derecha perdieron brazos y piernas con sus ataques, uno de los hombres que atacaba a Mortimer perdió la cabeza cuando una potente braza de fuego se la carbonizó, los otros dos salieron huyendo igual que el resto de los ballesteros y de buenas a primeras en aquel rincón del camino no había más nadie salvo ellos, los muertos y un algunos heridos que agonizaban en los arbustos.
    Mortimer la miró maravillado.
    —Pensé que se te había olvidado la magia, Sofía, gracias, en serio, gracias, me has salvado el pellejo —dijo el mercenario con auténtica alegría.
    Ella también sonrió.
    —Sofía no, soy Samara Von Rutherford —cuando el mercenario escuchó el nombre se le borró la sonrisa.
    —Pensé que Sofía te mantenía silenciada dentro de tu cabeza —dijo él.
    Pero entonces sintió una profunda sacudida y de buenas a primeras ya había perdido de nuevo el control de su cuerpo y se había convertido otra vez en la voz que nadie podía escuchar.
    Sofía se sujetó las rodillas para no caer y comenzó a jadear para alcanzar más aire. Solo al rato alzó la cabeza y vio al mercenario.
    —Está hija de perra es bastante difícil de controlar —dijo para sí misma.
    Entonces vio a Mortimer que la miraba como con desconfianza.
    —Tranquilo tonto, ahora sí soy yo, Sofía —le dijo entre risas—. Nos guste o no Samara domina mejor su cuerpo que yo, tuve que liberarla un instante, era eso o morir.
    —Lo que digas, pero trata de que la otra no ande saliendo mucho de tu cabeza, le tengo miedo a esa bruja —dijo el mercenario limpiándose el sudor de la frente con el dorso de la mano.
    Sofía examinó los cadáveres en busca de dinero, a un par de ellos les encontró algunas monedas de oro pero los demás estaban limpios. Mortimer liberó su espada de las costillas del gordo del espadón y limpió la hoja con la camisa del difunto, luego la envainó.
    —Ahora solo tenemos un solo caballo, nos va a tocar compartir montura pues solo el tuyo sobrevivió a las flechas —dijo él.
    Ella sintió y le ofreció al mercenario las riendas.
    —Tú sube que yo voy detrás —dijo ella—. Pero en Callorheen vamos a comprar un caballo.

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    1. Muy buen relato, como otros previos se acaba y no te das cuenta, bien narrado, felicidades una vez más por lograr pasar de los 100 mil palabras, siga su novela inconclusa camarada, tanto esfuerzo no debe quedarse a medias

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      1. Mil gracias por estar al tanto de cada capítulo, el 30 ya está iniciado, vamos a ver si lo acabo antes del viernes y lo pongo, va a ser un capitulo largo sobre Kurt y debo ocuparme de un par de cosillas mientras lo escribo. Estoy haciendo malabares con el trabajo que me trae bastante castigado pero voy a seguir en la pelea. Voy a acabar la novela camarada, cuente con eso.

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  36. Palabras: 4682.
    Cuenta global: 107 064 palabras.
    Faltan: reto cumplido.
    Capitulo 30.
    Claudia le sonreía de lejos cuando lo miraba, tenía una mirada tan dulce, aunque no se podía decir que fuera algo específico hacia él, Claudia era dulce con todo el mundo. Trabajaba duro junto al personal del servicio, a la par llevaba los documentos y la correspondencia del alcalde y aún así él podía verla ya avanzada la noche limpiando la cocina junto a las otras chicas. Algo en ella se le antojaba sincero, admirable. Claudia era una muchacha trabajadora e independiente y sin dudas que vivía con sencillez y sin ambiciones, conciliada con la idea de tener todas las horas ocupadas y pocas cosas que rompieran la rutina de sus días.
    Kurt la esperó por la tarde, en la biblioteca, a la hora en la que siempre ella iba a dejar los libros que había usado el alcalde el día anterior, fue directo hacia ella y la agarró por una muñeca, ella se alarmó pero simplemente le sostuvo la mirada con firmeza, como diciéndole que no fuera atrevido y la soltara, pero él no la soltó sino que se le acercó un poco más.
    —Señorita Claudia, tenía que decirle que es usted muy bonita, y que pienso en usted a todas horas y aunque sé que no tenemos mucho que ver y que venemos de pasados distintos yo quiero que usted sea mi novia —le soltó esa parrafada de cosas que había repetido en su mente una docena de veces.
    Ella sonrió con cortesía mientras entrecerraba los ojos.
    —Disculpa Kurt, pero si era especialmente amable contigo era porque me caes bien, pero no te estaba coqueteando, no me malinterpretes pero no eres del tipo de hombre que ando buscando y si dos personas no son compatibles no hay mucho de que hablar, podemos llegar a ser estupendos amigos, pero no puedo ser tu novia, Kurt, estoy seguro de que muchas chicas querrían serlo, eres apuesto e inteligente, una combinación muy buena —dijo con una sonrisa que buscaba congraciarse con él pero que no lo lograba.
    Él quedó petrificado, sintió vergüenza de estar allí parado frente a ella, se sintió patético.
    —Disculpa por importunarte —le dijo mientras se iba directo a su habitación sin querer mirar a nadie, pasó como un rayo junto a Karl y tropezó un par de veces con los escalones de las escaleras.
    Entró al cuarto y se tiró en la cama a mirar fijamente al techo. Claudia lo veía como a un tipo tranquilo y aburrido, como a un erudito alejado de los asuntos mundanos, como a alguien interesante de conocer pero no de besar. No era un hombre que creara en las mujeres el deseo de besarlo. Se miró en el espejo con cara de asustado.
    —Supongo que hay poco sitio para mi en este mundo, parece que soy una terrible compañía y que mi presencia es como un mal augurio —dijo en voz baja mirando se propio reflejo —. Estoy harto de ser así. ¿Por qué no puedo ser un hombre capaz de hacer que Claudia o Samara se interesen en mi? En cambio me ven como a un niño grande, como a un inadaptado y eso me causa una terrible tristeza.
    Para entonces las lágrimas rodaban por su rostro que estaba tan tenso como el de una máscara de tragedia.
    —Claudia me desperecia—dijo entre sollozos—. No soy un hombre de verdad.
    Pero como siempre sus momentos de intimidad nunca duraban mucho tuvo que sufrir además la visita de Fadot. El elegido lo miró como si fuera a partirse de en dos de la risa por como aguantaba las carcajadas.
    —Tu intento de seducir a Claudia me ha divertido como no eres capaz de imaginarte, pupilo, pero debo decirte que en materia de cortejar a las damas eres un completo desastre, si yo fuera tú me iría a practicar en un prostíbulo como hablarle sin pena a una chica hermosa pues ya sabemos que la voz te tiembla demasiado y que suenas tan solemne como un clérigo dando un sermón. Así que te pido que te emborraches y vayas a hablar con la primera que te cruces en la calle a ver si mejoras, pues así tal vez encuentres a alguna que le guste oír de todo lo que tienes para decir.
    —Cálla, calla que no quiero oírte. Déjame solo, Fadot, es lo único que pido.
    No soportaba ver la cara del demonio mirándolo como si de un niño tonto se tratara. Con mucho gusto le hubiera dado un puñetazo para hacerle saltar todos los dientes.
    —Pero si pareces un oso con dolor de muelas, Kurt, es obvio que no estás bien, tonto, déjame ayudarte —le decía el elegido aún riendo.
    Él no lo pensó dos veces y le estampó un puñetazo en plena nariz que dejó al demonio con un hilo de sangre que le bajó hasta el labio, cuando Fadot se tocó la sangre con el dedo y la vio con sus ojos se volvió una fiera.
    —Monje estúpido hijo de puta, tú lo has querido —le dijo antes de lanzarse sobre él.
    Fadot le dio puñetazos por toda la cara y él nunca supo como esquivarlo, lo lanzó al suelo de una patada y una vez allí lo pateó una y otra vez en el abdomen y en las costillas. Mientras aquel montón de golpes literalmente molía sus huesos Kurt solo podía auyar del dolor y jadear cuando las patadas en las costillas lo dejaron sin aire.
    —Para, para animal que me vas a matar —le suplicó al elegido que de repente comenzó a reír a carcajadas.
    —¿Ya no eres tan temperamental no? ¿Ves como en la vida no puedes andar retando a los más fuertes sin que te rompan los huesos, mocoso?
    Todo el cuerpo le dolía terriblemente, un ojo se le estaba inflamando y no podía ni ponerse de pie, entonces Kurt comenzó a llorar allí en el suelo luego que la sangre caliente se le había ido.
    —No sirvo para nada, Fadot, soy tremendamente infeliz en esta vida y no puedo lograr ni que una mujer me acepte y lo entiendo, soy un fracasado. Ya no me importa Heather ni nada más y estoy harto de culparme de su muerte. Quiero bajar al inframundo, donde las almas ya no recuerdan ni piensan en nada y solo se atormentan con el vacío eterno, sueño con eso Fadot, en serio.
    Pero el elegido solo seguía riéndose de él.
    —Como te gusta la tragedia, muchacho, ¿todo eso porque la sirvienta te dijo que no? Eres patético, tienes un poder para la magia enorme, puedes ser un necromante decente, te cuidan las espaldas varios elegidos, estas alojado en la casa del alcalde de Nalten, vives con lujos y comiendo lo que desees ¿y eres infeliz? Hay gente muriendo de hambre en este país, hay gente que lo ha perdido todo en un ataque de bandoleros, hay gente tuerta, coja y manca y tú que eres un hombre hecho y derecho lloriqueas porque te sientes triste y porque no entiendes el origen del mundo y el sentido del tiempo y todas esas sandeces. Ve a la taberna del pueblo con Collins, toma diez coronas de oro y vas a conocer a todas las mujeres que te de la gana. De paso te emborrachas y cantas canciones de borrachos y vuelves por la noche a dormir. ¿Eso es difícil?
    Kurt dejó de llorar y se sintió aún más patético, de pronto Fadot le parecía un hombre de mundo, con experiencia y camino recorrido. Quería ser como el elegido y no un mozalbete mimado como era, pero al mismo tiempo odiaba a Fadot por hacerlo sentir inferior.
    —Vete a la mierda, Fadot —dijo con dificultad ya con un labio medio hinchado.
    —Vete a la mierda también, monje deprimido —le dijo el otro con una sonrisa radiante—. Me duele verte así, pero ya estoy harto de tratar de que levantes el ánimo.
    En eso llegó Margaery que abrió la puerta y se recostó al marco para cruzarse de brazos y contemplarlo en el suelo. Kurt la vio y se sintió aún más avergonzado si acaso era eso posible.
    —Fadot me molió a golpes, no me mires a mi —dijo él levantando los hombros.
    —El monje me rompió la nariz —contestó el otro—. Él se lo buscó sólito.
    —Fadot se burló de mi y se apareció en un momento privado —se excusó Kurt.
    —¿Te pilló haciéndote una paja? —preguntó Margaery reprimiendo una sonrisa.
    —¿Qué? —cuestionó Kurt azorado por la pregunta— ¡No! como crees. Estaba lamentándome en voz alta y se apareció sin importarle mi privacidad y se burló de mi.
    Fadot comenzó a reír a carcajadas.
    —Estaba lloriqueando porque se le declaró a la sirvienta y ella dijo que no. Yo no lo dudo, con lo filosófico y pedante que es no hay chica que lo aguante.
    —¡Vete a la mierda, Fadot! Ya estoy harto de estar aquí con ustedes para que me vean como a un tonto inútil —gritó antes de volver a llorar.
    —El pobre tiene un colapso ¿tenías que ser tan directo con él, Fadot? —le requirió la rubia al elegido—. Kurt tiene aspiraciones en la vida y sufrió una decepción amorosa. Hay que ser más tolerante.
    A Fadot eso no le hizo mucha gracia y la miró mientras se mordía los labios y soltaba un suspiro.
    —Lo mimas demasiado, este no es Taborn, es Kurt Von Castle el monje que vivió treinta años leyendo libros y que sabe de todo menos de la vida, si quieres sacar a un tipo duro de este fracasado comienza a tratarlo como a un adulto. Si no soporta ni que se burlen de él ¿como quieres que mañana mate a Gretchen Rivani? —le dijo Fadot antes de desaparecer.
    Que manía la de los elegidos de esfumarse como si fueran fantasmas, por un segundo quiso poder hacer lo que hacían ellos. Margaery seguía allí, recostada a la puerta mirándolo con sus ojos de gata y ataviada con un vestido bellísimo que debía de costar mucho oro.
    —Ahora te curo todos esos moretones, cazador, no eres bueno con los puños definitivamente —le dijo ella mientras se agachaba a su lado y le rodaba los dedos por las mejillas.
    Él se sintió seguro de tener a Margaery al lado. Su sola presencia se le antojaba casi maternal.
    —Quiero a alguien que me quiera Margaery, pero soy patético. Ustedes me cuidan pero no me siento entre verdaderos amigos, mi vida no tiene planes sino que lucho por los planes de ustedes y me siento muy solo. Claudia en cambio parecía una persona especial y me gustaba, pero soy muy aburrido y yo no le gusto.
    —Tú no te gustas, Kurt, comienza por ahí —le dijo la elegida—. Pero tu problema es que piensas mucho, no pienses tanto, ve con Collins a la taberna del pueblo, que los acompañe un guardia y ve a divertirte. Mira el ambiente, conversa con los campesinos y conoce a las muchachas que trabajan ahí. Si lo que tienes es lujuria ve al burdel y si lo que buscas es conversación inteligente ve a las tertulias literarias de la señora Dulafoy, nadie las soporta pero van chicas.
    El esbozó una sonrisa triste.
    —¿Hay chicas? —le preguntó ya riendo—. Supongo que las espantaré con mi pedantería.
    Margaery canalizó su energía y usó tejidos de curación en él. Kurt sintió un escalofrío mientras la energía recorría todo su cuerpo. Poco a poco los músculos y los huesos dejaron de dolerle, pero le quedó una sensación de cansancio muy agradable.
    —Vas a salir al pueblo hoy por la tarde con Collins, ve y despeja tu mente, trata de no usar la energía, no sabemos quienes podrían estarnos siguiendo. ¿Te parece bien? Irán con un guardia y les daré unas cuantas coronas de oro.
    A él le pareció buena idea, tal vez debía intentar conocer al mundo de a poco y solo de esa manera iba a lograrlo.
    —Está bien, dile a Collins que me acompañe, quisiera ver como es este lugar.
    Ella lo miró con cariño y sonrió. Como le gustaba que Margaery lo mirara así, lo hacía sentirse aceptado, le encantaba.
    —En Nalten no hay toque de queda por orden del alcalde. Disfruta y ven tarde, pero trata de que no te asalten los bandidos, no te metas en lugares peligrosos.

    Karl estaba acabando una partida de cartas con los muchachos de las cuadras cuando Fadot vino a buscarlo, eso le dio mala espina, a él nunca lo buscaban para nada, ni sabía bien por qué lo mantenían viviendo en la mansión del alcalde.
    —Necesito que lleves a Kurt a dar una vuelta por el pueblo —le dijo el elegido— conversa con él, beban unos tragos y si puedes conseguir que una chica le sonría me harás un gran favor, llévate doce coronas de oro, con eso puedes pagarle tragos a medio Nalten. Un guardia de Herman irá contigo, pero traten de no meterse en problemas.
    Así acabaron en coche rumbo al centro de Nalten, Kurt miraba con emoción el paisaje mientras él andaba más serio de lo habitual, que lo pusieran de niñera del necromante no le hacía mucha gracia. El guardia se llamaba Harry, solo había que mirarlo y sabías que te rompería el cuello sin compasión si tenía que hacerlo, Harry no hablaba mucho, estaba muy tranquilo, con sus guantes negros y su daga afilada al cinto.
    El coche los dejó frente a la taberna cuando ya pasaban las cuatro de la tarde. Habían personas que caminaban tranquilas por el medio de la plaza, había un ahorcado en la tarima central junto a la fuente, al parecer un bandolero de la tropa de Galloway el cojo. Las personas conversaban en los bancos junto a la fuente, algunos chiquillos correteaban de aquí para allá y la taberna estaba quieta con pocos parroquianos.
    Entraron y algunos jugaban a los dados, el tabernero era un flaco con una verruga en la nariz y una barba puntiaguda. Los tres se sentaron en la barra y pidieron unas cervezas. Justo al lado habían varias mesas donde otras personas charlaban, bebían y comían, la mesa con los dados estaba al fondo pero a Karl no le gustaban los dados.
    —Aquí no hay chicas, Collins, Fadot dijo que teníamos que llevar al muchacho a divertirse, aquí solo se va a marear con cerveza y más tarde va a andar vomitando —dijo Harry.
    —¿Podemos jugar a los dados? —preguntó Kurt con emoción—. Margaery me llevó varias veces a jugar en tabernas y siempre nos íbamos con dinero.
    Eso hizo reír a Collins, como si él fuera a creer que Kurt tuviera talento para el juego.
    —Obviamente Margaery hacía trampas, monje, no te hagas ilusiones —le dijo para mofarse de su inocencia.
    —¿Pero que tenemos que perder? ¿Por qué no vamos? —decía Kurt entusiasmado.
    Al final se acercaron a la mesa y acabaron en cola para hacer unas tiradas, apostaron unos cuantos cobres y probaron suerte. Karl perdió su dinero contra un campesino al que le faltaban cinco dientes y entonces fue turno de Kurt. Harry y él se cruzaron de brazos para ver como aquel tonto iba a perder su dinero. El que apostaba contra Kurt hizo una tirada realmente buena, para ganar su compañero iba a tener que lograr no menos de tres dados con la cara del seis.
    El pobre tomaba el cubilete con una solemnidad que tal parecía que estaba haciendo cálculos en su mente. Luego cerró los ojos y lanzó sus dados. Logró cuatro dados con el seis y ganó la tirada, Kurt había ganado sesenta cobres y el campesino pidió revancha. En la segunda tirada Kurt volvió a ganar, así como en la tercera. Al final el monje había logrado una moneda de plata, nada mal. Su contrincante decidió retirarse diciendo que no era su día.
    Entonces otro hombre retó a Kurt, era fornido y con unos tatuajes en forma de serpientes negras en sus antebrazos. Ese no lucía como campesino sino como un forastero peligroso, Harry lo miró de arriba a abajo como con mala espina.
    —Kurt ya es tarde, debemos irnos —le dijo él al monje pero este estaba envalentonado.
    —Un momento, Karl, el amigo quiere apostar. ¿Cuánto va a ser? —preguntó el necromante.
    El forastero sacó su bolsa y puso una corona de oro sobre la mesa. Kurt asintió y dobló la apuesta. El otro le dijo que tirara de primero y por eso el monje agarró el cubilete con apuro. De cualquier manera su tirada fue alta con varias combinaciones de cincos y seis. El forastero no tuvo suerte y Kurt se llevó sus monedas con una sonrisa.
    El forastero se puso molesto, se le notaba, no obstante pidió otra tirada donde apostaron cinco coronas de oro y volvió a perder. Al final de cuatro partidas Kurt ya había reunido veinte coronas de su contrincante, fue en ese momento cuando las cosas se pusieron feas.
    El forastero agarró a Kurt por el cuello de la camisa y lo zarandeó un par de veces diciéndole que los dados estaban trucados. Harry intervino y sacó su daga para amenazar al sujeto pero ya para entonces el tipo había desenvainado una espada corta y dio un tajo contra Kurt que si no se aparta hubiera perdido un brazo. Harry pateó al tipo en una de sus rodillas y lo hizo perder el equilibrio, ya en el suelo le aplastó la mano que agarraba la espada con el tacón de su bota para desarmarlo.
    —Usted perdió limpiamente y ha cometido un atentado en este local desenvainando su espada así que lo voy a entregar a la milicia —dijo Harry poniéndole el cuchillo al forastero en la garganta.
    En eso llegó la milicia, se trataba de un capitán y tres hombres que apenas escucharon lo que Harry les dijo cargaron con el sujeto.
    —Por poco me ensartan con una espada —dijo Kurt con alivio—. Pero ha sido emocionante.
    Karl lo miró y arrugó el entrecejo.
    —Vámonos de aquí, Kurt, y alégrate que no acabaste con una cuarta de acero en las tripas —le dijo él— parece que eres un suertudo con los dados pero te voy a pedir que no vuelvas a jugar hoy pues a la gente no le gusta perder su dinero.
    Así acabaron caminando por el parque donde compraron empanadas en un puesto callejero. Harry miró a Kurt y le preguntó si quería ir a un burdel a conocer a alguna chica bonita. El monje puso cara de espanto.
    —No estoy tan desesperado —fue su respuesta—. Quiero que una mujer se sienta atraída por mi, no pagar porque alguna abra las piernas sin más interés que mis monedas.
    El guardia asintió, tocó a Kurt en el hombro y lo miró de una forma casi paternal.
    —Te entiendo, pero mucho me temo que los tipos poco agraciados como nosotros no tenemos más alternativa que pagar —dijo el guardia.
    Igual Kurt no quiso y en lugar de eso trató de conversar con las jóvenes hijas de algún campesino que esperaban a su padre sentadas en un banco del parque bajo un árbol.
    Karl no quiso mirarlo pues le causaba risa. Aún así pudo ver como el monje trataba de hacer confianza con las muchachas y ellas casi ni le respondían. Al cabo de un rato llegó el campesino y le puso mala cara a Kurt, por suerte el asunto no llegó a mayores y el hombre se fue con sus hijas dejándolos a todos atrás. El pobre Kurt volvió algo deprimido.
    Entonces Harry los invitó a su casa, al parecer era por allí, entraron a la sala y el anfitrión les ofreció vino, hablaron sobre la vida en Nalten y sobre otras tonterías. Al cabo de un rato ya todos estaban mareados. Harry dijo que iba a dar una vuelta y que volvía pronto, para ese entonces ya Kurt tenía las mejillas coloradas. Él estaba un poco mejor, era bueno con la bebida.
    El monje en cambio sonreía como sumido en un éxtasis profundo y no paraba de llenarse copa tras copa. Al rato llegó Harry con tres chicas jóvenes, usaban vestidos sencillos con los hombros expuestos, el labial que usaban era de un rojo encendido y olían a un perfume barato. Eran prostitutas, de eso no habían dudas. Ellas se incorporaron a la reunión y a Karl no le gustó nada. Odiaba aquel ambiente marginal, su idea de pasar el rato nunca involucraba emborracharse y buscar a una meretriz.
    —Mira Collins, ella es Marta y esta es Molly y aquella es Stacy, son muy buenas muchachas, nos van a acompañar esta tarde —dijo Harry.
    Molly se acercó a Kurt y le dijo que tenía lindos ojos, el monje se lo tomó como un cumplido, «Kurt, tonto, eso le dice a todos sus clientes,» pensó él, pero no lo iba a sacar de su ilusión. La que se llamaba Stacy se sentó junto a él.
    —¿A qué te dedicas, guapo? —le dijo la muchacha.
    Aquella situación lo deprimía, que bajo había caído Karl Collins, ya solo servía para emborracharse y hablar con prostitutas.
    —Ahora no me dedico a nada, querida. ¿Van a quedarse mucho rato con nosotros? Si se puede saber, claro está —dijo sin ánimos mientras se servía más vino.
    —Me dijo Harry que ustedes nos van a necesitar toda la tarde —le respondió ella.
    Marta estaba sentada en las piernas del guardia y le susurraba cosas al oído, el guardia reía a carcajadas mientras bebía vino como bestia. Kurt en cambio le decía a Molly que sus ojos eran muy bonitos y que Magnus Lorsten, el poeta guerrero que había caído batallando en Gremen contra las hordas de Logan el Jerarca hacía cinco siglos le había escrito un poema a su amada justo antes de la batalla donde perdería la vida en la que alababa la pureza de sus ojos.
    «Nada en esa chica es puro, Kurt, gastas saliva en vano, esa criatura sólo busca que acabes de usarla para cobrar su dinero e irse,» pensó Karl de nuevo, pero ¿tenía derecho a quitarle al monje la ilusión de estar conquistando a una mujer? Mejor que disfrutara lo que pudiera, tal vez el pobre muriera cualquier día de aquellos. Él le tenía lástima al monje, tarde o temprano los elegidos lo desecharían, ser el juguete de los poderosos solo te garantiza una fortuna efímera, solo vives el tiempo que les eres útil.
    Molly le dijo a Kurt que fueran a un lugar más íntimo y se lo llevó a uno de los cuartos de la casa. Molly sabía dónde estaban las habitaciones, obviamente Harry era cliente habitual. Stacy lo miraba con aburrimiento.
    —¿Qué quieres hacer conmigo, guapo? —le preguntó ella con esa voz fingida que buscaba sonar sensual y profunda pero que a él se le antojaba patética.
    Karl metió la mano en su bolsa y sacó dos monedas de plata. Eso era más de lo que costaba la tarde pero quería ser generoso.
    —Ten guapa, no tienes que acostarte conmigo, yo estoy cansado, estos dos amigos míos son los más necesitados, si quieres podemos conversar un rato o si gustas te puedes marchar, a mi me da lo mismo —le dijo a Stacy.
    Harry se llevó a Marta a otra habitación y él se quedó allí volviendo a servirse un poco de vino.
    —Me quedaré a esperar a mis compañeras, señor —dijo la muchacha—. Podemos conversar un rato si gusta aunque no tengo ni idea de que podremos decirnos.
    Stacy era una muchacha joven y bonita, esbelta, de pelo rubio rizado, pero su mirada era algo vieja, tal vez no llegara a los veinte años y ya la vida le había dado muchos golpes.
    —¿Por qué haces esto? —se atrevió a preguntar él.
    —Porque es fácil —respondió ella con naturalidad—, no tengo que servir mesas en una taberna de mala muerte por unos cobres de propina, no me mato trabajando en el campo para que el sol me llene de arrugas y un marido me de golpes y me llene de hijos, trabajo acostada ¿se puede pedir más?
    Cuando ella acabó de hablar incluso esbozó una sonrisa, lo que decía era cierto, era una puta franca, no negaba sus razones, pero ese orgullo por su oficio funcionaba como una coraza, obviamente la vida la había llevado a aquello y ella se había dejado envolver y tal vez ya no tenía como salir y por eso lo asumía resignada a que no tendría nada más.
    —Eres honesta, Stacy, eso me gusta ¿Quieres vino? —dijo él ofreciéndole una copa.
    Ella aceptó y se puso a beber en silencio, mirando a la pared. Ya se escuchaban los sonidos de las camas chirriando y chocando contra la pared, sus camaradas estaban sumergidos en la lujuria, eso era innegable. Del cuarto donde había entrado Kurt emergía gemidos bien altos, esa muchacha delgada estaba poniendo al monje a ver las estrellas.
    Todo duró poco más de media hora hasta que la casa quedó en silencio. Para entonces ya Stacy y él habían acabado la botella y habían abierto otra.
    Marta salió casi semidesnuda con Harry abrazado de ella. El guardia se apuró a servirse más vino y la muchacha se terminó de vestir con una seriedad y un cansancio propio de quien ha hecho lo mismo miles de veces. Kurt salió después, que cara de tonto que tenía, miraba a Molly como si fuera una princesa y ella también le sonreía. Increíblemente el monje había logrado que a la prostituta se le ablandara el corazón con él, seguro la había tratado bien y eso era algo a lo que la chica no estaba acostumbrada.
    Entonces estando las tres juntas Stacy dijo que ya se tenían que ir y se retiraron, Kurt le preguntó a Molly donde vivía y ella no le quiso contestar.
    —Cuídate, Kurt, espero verte alguna otra vez —dijo la muchacha mientras se arreglaba el vestido, era una frase auténtica, menuda suerte que tenía el dichoso necromante.
    Cuando se fueron Kurt se tiró en el sofá soltando un suspiro.
    —Ha sido la mejor tarde que he tenido en mucho tiempo, gracias camaradas —dijo el monje entusiasmado, luego miró directamente a Harry—. ¿Dónde vive la señorita Molly, amigo Harry?
    El guardia soltó una carcajada.
    —Molly vive en el burdel de la esquina tonto ¿no te pasó por la cabeza? —le respondió el guardia.
    El monje puso cara de espanto.
    —¿La señorita Molly es una prostituta? —preguntó él anonadado—. ¿Estuvo conmigo porque ustedes le pagaron? ¿Escuchó todo lo que le dije porque ustedes le iban a dar unas monedas?
    El guardia seguía riéndose y eso a Karl no le gustó para nada.
    —No te sientas mal, Kurt, la chica se despidió de ti con franqueza, te puedo asegurar que le caíste bien —dijo él con tono conciliador.
    Pero ya todo era en vano, el monje había tirado su copa contra la pared y rompió a llorar con el rostro congestionado.
    —Tengo que pagar para que alguien me escuche, soy patético, soy patético, soy patético…—repetía eso último una y otra vez como un loco golpeándose el pecho con el puño cerrado y con la cara convertida en una mueca de dolor—. Sáquenme de aquí, solo quiero tirarme a dormir, ojalá no despertara más.
    Karl soltó un suspiro hondo, odiaba cuando las personas a su alrededor tenían un ataque de nervios, lo obligaban a ser condescendiente.
    —Nos vamos de regreso, Kurt —le aseguró—. Pronto vas a estar en casa del alcalde. No te juzgues tan mal, ningún hombre es irresistible con las mujeres, la mayoría aprendemos a hablarles a ellas luego de pasar muchas vergüenzas, aprenderás como todo el mundo, un poco más tarde que los demás, pero estoy seguro de que lo harás bien.
    —Tú solo llévame con Margaery, Karl, ella sabrá que hacer —le dijo el pobre como si hablara de su madre.
    Pobre ingenuo que confiaba en Margaery, el pobre no era más que una bola de estambre rodando entre las garras de un gato.

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  37. Palabras: 2494.
    Cuenta global: 109 558 palabras.
    Faltan: reto cumplido.
    Capitulo 31.
    Cuando Peter llegó a la casa le dolía la cabeza, los nuevos impuestos eran un robo a su patrimonio. ¿Qué le importaba a él la estúpida guerra del emperador en Fallahan? Pero tenía que importarle, porque de un plumazo Oakwood tenía el control de todo.
    Hellen no se puso más contenta de oír la noticia, ¿y si Oakwood iba más allá y comenzaba a incautar propiedades y cuentas de banco amparado en el estado de excepción que había decretado?
    —No queda más que aceptarlo e irnos preparando, Peter, habrá que ser cuidadoso y crear una doble contabilidad para hacer un fondo de emergencia. Yo creo que podría encargarme pero tú me tienes que ayudar.
    Eso a él no le gustó nada.
    —Oakwood es perfectamente capaz de ejecutar por traición a quien desvíe fondos, es la guerra, Hellen, los presupuestos de guerra salen de donde sea y él va a sacarnos hasta el último centavo. Cuando no recaude lo suficiente y vea que nos seguimos dando lujos va a buscar a fondo. Si nos descubre va a dar un escarmiento con nosotros. Oakwood es fardano, me desprecia, no le va a temblar la mano para hacerme matar.
    Ella soltó un suspiro y cerró con llave las puertas de la oficina tras cerciorarse de que no había criados por el pasillo. Luego se sirvió una copa de vino y se sentó en un sofá junto a él.
    —Te estás volviendo loco, amor mío, no vamos a desviar fondos para darnos la gran vida sino para tener algo a lo que aferrarnos si este lugar se vuelve demasiado peligroso. El imperio está dando muy malas señales, se está tambaleando y todo el mundo sabe que Fallahan se va a independizar. Burudan puede ser la siguiente colonia en empezar la guerra civil y la chusma odia a los ricos. Si las cosas se ponen calientes en Burudan nos iremos a Greenfall o a las islas arenosas o al fin del mundo pero con oro en los bolsillos. Eso no lo vamos a lograr dándole a Oakwood todo el dinero que pide.
    Él tenía una opresión terrible en el pecho y una sensación de sofoco muy desagradable.
    —El dinero se mete en el banco con su debida justificación y habrá que ser muy cuidadoso con las facturas para disfrazar esas ganancias ocultas—dijo él con poco entusiasmo—. A la menor chapucería acabaremos presos o muertos.
    Ella acabó la copa de vino bien rápido y lo miró casi con rabia.
    —Peter no seas tan bruto, con algunos contactos en Greenfall crearemos algunas empresas falsas con credenciales oficiales ante la cámara de comercio para operar en Burudan, concertamos contratos con esas empresas falsas para hacerlas pasar por acreedores de nuestras industrias y luego de eso les pagamos facturas por servicios que nunca van a existir. De esa manera el dinero va a salir justificado como pago de acreedores y terminará bien seguro en un banco de Greenfall hasta que lleguemos a allá y lo podamos sacar por medio de algunos testaferros. Conozco a gente bien dispuesta a hacer eso, mi padre amañaba sus reportes de ingresos todo el rato para pagar menos al fisco. No será difícil hacer lo mismo para crear el fondo de emergencia.
    —Pero Greenfall es también colonia fardana, si huimos acusados de traidores no sacaremos ni una corona de oro de esas cuentas de emergencia, además que tendremos que sobornar y reclutar a mucha gente para que nos sirvan de testaferros. Eso que dices es muy elaborado y por lo tanto peligroso.
    Hellen no pudo menos que reír al escucharlo.
    —Por los dioses Peter Collins, la corrupción es la cosa más común en Burudan, aquí todo y todos tienen un precio. Dinero es lo que nos sobra, solo tenemos que hacer bien los papeles y pagar bien a los que nos ayuden y en un mes tendremos mil coronas de oro en Greenfall y le pagamos a Oakwood una buena suma para que esté tranquilo. Si le damos buen dinero a Oakwood cada mes y mantenemos un perfil bajo llegará el momento en que nadie meterá sus narices en nuestras finanzas. Ténlo por seguro. ¿Dudas de eso?
    Él se serenó mientras se sirvió una copa de vino. Luego se tiró al sillón que estaba frente a ella mientras se aflojaba el pañuelo del cuello.
    —Supongo que nuestra única esperanza es hacer lo que dices, amor mío —confesó—. Tenemos una fortuna inmensa entre manos pero si se desata una guerra civil perderemos todo y si le damos a Oakwood todo lo que pide perderemos casi todo a la corta o a la larga. Supongo que estamos obligados a esconder nuestro dinero, se acercan tiempos difíciles.
    —Sí —afirmó ella pensativa mientras agitaba la copa de vino y la acercaba a su nariz para olfatear el bouquet—. La guerra se huele en el aire.
    Entonces se acercó a él y se le sentó en las piernas. Lo acechó con sus ojos vivaces y le sonrió con el pelo revuelto sobre la cara.
    —Estás tenso Peter, deja de pensar en tonterías y relájate que por mucho que nos quiten los impuestos de Oakwood vamos a tener dinero para vivir como nos de la gana.
    Hellen lo besó despacio y luego bebió otro poco de vino. Que feliz se sentía él con aquella mujer encima.
    —Te quiero loca —le dijo él mientras la abrazaba por la cintura.
    —Y yo a ti burudano pedante —le dijo ella para luego besarlo de nuevo—. Todo nos va a salir bien, deja de pensar en acusaciones de traición y en la cárcel, somos ricos, los ricos en todos lados hacen lo que quieren.
    —Tú haces lo que quieres conmigo —le dijo él mientras le quitaba su copa y le robaba un sorbo de su vino.
    Ella soltó una carcajada y le revolvió a él el pelo con los dedos para despeinarlo.
    —Yo siempre obtengo lo que quiero, Peter, deberías saberlo ya a estas alturas.

    —No te metas en la policía —le había dicho su madre, pero Lucas había aceptado el trabajo y ya llevaba unos cuantos días.
    —Es sencillo —le había dicho el cabo Dientetieso —tú solo vigila a la chusma y no te metas en donde no te llaman, con eso vas a cobrar cada fin de mes.
    Cuando caminó por su calle con el uniforme negro por primera vez los conocidos lo miraron con desconcierto, luego con espanto y al final con no poco asco. Era una mierda ser policía en el moridero que eran aquellos barrios obreros. La pobreza y el sacrificio eran la norma alli y entonces los policías venían siendo como la clase social de los abusadores, los que tomaban cosas de los establecimientos sin pagar y los que podían meter a cualquiera en un apuro si no les daban lo que querían.
    Lucas descubrió que en la policía fardana que patrullaba aquellos lares habían más criminales que en las calles que debían proteger. En eso se le iban los días, en vigilar que no hubiera desorden en una plaza de mercado, solo tenía que pararse allí y mirar y sin hacer nada los vendedores se le acercaban para ofrecerle buenos trozos de carne, vegetales frescos, vino de Greenfall, garbanzos de las llanuras de Callorheen, maíz, leche, en fin, todo lo que podía necesitar en casa.
    El cabo Dientetieso era el que se encargaba de aquella sección del distrito y le había dicho desde el primer día que los regalos nunca se desprecian y que por tanto los que más regalos dieran serían tratados mejor. La policía se encargaba de vigilar que los precios de los alimentos fueran los oficiales dictados por la junta gubernamental de precios, pero los vendedores siempre vendían más caro, los policías se hacían los de la vista gorda, los vendedores ganaban más y todos salían contentos. En cambio los vendedores poco dados a los sobornos podían acabar con todos sus productos incautados sin importar que vendieran en el precio oficial.
    —Lo bueno de esto, muchacho, es lo malo que está —le decía mucho el cabo refiriéndose a la situación de Burudan.
    El bandidismo en los campos estaba causando que las caravanas de suministros que entraban a la ciudad fueran escasas, el precio de la leche y de los huevos crecía por día, las personas veían como su dinero apenas si alcanzaba para unas pocas cosas y mientras los vendedores cobraban más caro y los policías se beneficiaban muchas personas no tenían nada que comer.
    A Lucas le dio vergüenza la primera vez que caminó por su calle con un saco lleno de hortalizas, granos, embutidos y carnes, muchos lo miraron como a un gusano asqueroso. Vecinos que lo saludaban hasta hacía pocas semanas ahora lo miraban con desprecio.
    Quiso regalar algunos alimentos a los más pobres del barrio y nadie le quiso aceptar nada, en cambio se ganó varios insultos. Su propia madre le recriminó su decisión.
    —Lucas, cualquier día de estos le prenden fuego a la casa con nosotros dentro. La gente odia a los guardias y ese trabajo solo te va a llevar a la desgracia. Maldita la hora que ese amigo de tu padre te consiguió esa plaza. Prefiero verte de estibador del puerto doblando el lomo doce horas diarias por un puñado de cobres que vestido de negro y con una porra al cinto.
    Hasta su madre lo miraba mal aún cuando en la casa no faltaba la comida ni el dinero. Eso hacía sentir un poco miserable a Lucas, pero sabía que había hecho lo correcto. Él había sido un libertario, había sido el asistente de Hans Grahan, de hecho lo había ayudado a escapar de Burudan, él había ajusticiado esbirros de la policía como miembro de los comandos rojos que desataron el terror entre la oficialidad fardana, y se había metido a policía, parecía un chiste. ¿Pero la revolución libertaria que le había dejado? No le había dejado nada. Aquel país no iba a mejorar, los libertarios habían acabado asesinados y como siempre los fuertes aplastaron a los débiles.
    Era cierto, se había convertido en aquello a lo que había prometido luchar. Pero aún así estaba dispuesto a vivir con eso. Su padre había sido enviado a Fallahan, seguramente no volvería de la guerra. Su padre era un oficial fardano y él era un bastardo, ya no contaba más con el dinero de su padre, entonces le tocaba a él ser el hombre de la casa. Su madre no podía padecer de hambre y necesidades, no si él tenía dos brazos para trabajar, pero no era de estibador del puerto con lo que iba a lograr prosperar. A veces un hombre tiene que hacer lo que un hombre tiene que hacer, aunque lo deteste.
    A fin de cuentas él solo vigilaba una plaza del mercado, nada más, él solo aceptaba sobornos, como todos los demás policías, solo se hacía el de la vista gorda para que otros ganaran más dinero, ¿alguien moría a causa de eso? Cierto que no. ¿Los pobres tenían que pagar más por un tomate por culpa suya? En las grandes crisis a ningún pobre le alcanza el dinero porque los precios suben, eso es una constante desde que el mundo es mundo. Si él no aceptaba los sobornos otro los aceptaría por él, si él se rebelaba contra sus superiores y los llamaba ladrones y corruptos solo acabaría muerto y tirado en una zanja. Sí, es fácil predicar la moral con la barriga llena, pero el pobre no tiene derecho a tener una moral muy grande y Lucas era muy pobre.
    Era día de feria cuando se enteró de que iban a derogar el toque de queda de las siete de la noche y de que iban a hacer una purga dentro de la policía. Lucas no entendía de qué venía aquello. Luego fue oficial, hubo proclamas y se autorizó a los burudanos salir a la calle luego del atardecer. Las noches se volvieron una fiesta, las tabernas cerraban de madrugada o no cerraban abarrotadas de personas, las calles se llenaban de gente joven y alegre y durante varios días consecutivos en las calles no se hablaba de nada más. Era la fiebre nocturna en Burudan. Los comercios hacían ofertas de descuento para la noche y la madrugada, las tabernas hacían celebraciones con ofertas especiales a precios desorbitados pero pese a las penurias y la escasez la gente salía a gastar sus monedas y los establecimientos siempre estaban llenos.
    A la policía solo le correspondía una sola cosa, vigilar el orden, que no hubiera escándalo público ni peleas. Eso también se volvió un potencial negocio, pues la extorsión era hacia los dueños de las tabernas. El cabo Dientetieso lo llevó una tarde a una taberna donde les pagaron cuarenta coronas de oro por simplemente no intervenir si había alguna alteración del orden público en la noche.
    —Siempre hay dinero para el que sabe usar su autoridad, mocoso —le dijo el cabo sonriéndo—. Más vale que aprendas, niño, la próxima vez serás tú quien venga a cobrarle al tabernero, no dejes que regatee sin importar las historias que haga. Todos esos taberneros descarados se están haciendo ricos, ¿por qué no les quitamos unas migajas?
    Luego esa semana ocurrieron cosas más complejas, un par de respetados capitanes de la ya extinta guardia nocturna fueron apresados y llevados a juicio por traición al imperio y abuso de autoridad. En una cosa impensable meses atrás hubo un juicio público donde se demostraron toda clase de robos y abusos cometidos por los acusados en cuestión, violaciones, asesinatos, extorsiones, desapariciones de prisioneros. Los cargos eran graves pero siendo justos medio cuerpo de policía podía ser acusado de lo mismo. Lucas estuvo en la plaza cuando Oakwood dio un discurso enternecedor pidiendo a la ciudadanía disculpas por el pésimo actuar de aquellos hombres que se habían valido del uniforme de la policía imperial para cometer crímenes en su beneficio. Al final de todo los culpables fueron colgados en la plaza del Jerarca con carteles donde se podía leer la palabra: traidor.
    La gente estaba encantada de saber que los policías abusivos podían ser ahorcados. Eso a Lucas no le gustaba para nada. ¿Oakwood iba a perseguir a los propios policías que le cuidaban la estabilidad de la ciudad para convencer a la chusma?
    —Todo esto es un embuste —le repetía el cabo Dientetieso—. La corrupción está demasiado arraigada y la miseria está tan extendida que no se van a borrar de un plumazo. Oakwood solo busca ganarse a la gente y ponerle un freno a los guardias con más mala fama. No me parece que se vayan a meter con nosotros los que sencillamente pedimos algún que otro inocente favor ¿verdad que no, muchacho?
    Él asentía en gesto de afirmación, lo que decía el cabo era verdad. Sencillamente Oakwood se quería ganar a la chusma y estaba cambiando algunas cosas para que al final todo siguiera igual.

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    1. Muy bien hermano, se ve que pensaste muy bien todo, no soy un buen crítico pero es que lo que leo me entretiene, y se nota que has estudiado y reflexionado lo que escribes, admiración, tal vez no tengas estudios literarios pero tienes el don, ojalá y un día podamos ver algo tuyo publicado, te lo mereces.

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      1. Jajaja otra vez gracias Sauron, ando corto de tiempo últimamente y no pude sacar el capítulo largo que andaba buscando pero la cosa es que no me detengo pues en serio que quiero acabar el borrador. Saber que lo lees me reconforta muchísimo y trataré de estar a la altura para seguir la trama. No me desvelo por publicar, si pasa bien pero si no, al menos me alegro de haber escrito todo lo que tenía en la cabeza. Un saludo como siempre y nos leemos.

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  38. Palabras: 4242.
    Cuenta global: 113 800 palabras.
    Faltan: reto cumplido.
    Capitulo 32.
    La mañana era fría y el emperador estaba sentado en el balcón de su habitación mirando como los barrenderos limpiaban la plaza de armas y alimentaban a las palomas. Recién había amanecido, Fardan estaba en calma, no se oía ni un murmullo, ni siquiera en el palacio.
    Con una manta sobre las rodillas y jugando con su barba ya más canosa que veinte años atrás el emperador se dio un sorbo de té y acarició la cabeza de su perro que llacía casi rendido a su lado.
    —Incluso tú ya tienes menos energías que antes, viejo amigo —le dijo al perro que le lamió los dedos con cariño.
    El emperador se levantó sintiendo dolor en sus rodillas y soltó una maldición. Todo el cuerpo le dolía cuando era así de temprano, solo mejoraba con el paso de las horas, estaba viejo, tal vez demasiado.
    Entró en la habitación y ya todo estaba listo, los ayudantes lo asistieron para que se pusiera el traje de gala con la casaca negra con bordados de oro y la capa roja. Al ponerse el cinturón se acomodó la espada ceremonial llena de joyas engastadas en la empuñadura y en la guarda. Se miró en el espejo, lucía impecable, el pelo le caía hacia la derecha y la barba entrecana le daba el aire de sabio cansado que necesitaba. Era hora.
    El salón principal de palacio ya estaba lleno a esas horas cuando el mayordomo lo anunció.
    —Entrará en la estancia Julius de Sokak, primero de su nombre, emperador de Fardan, Burudan, Malfox, Greenfall y Fallahan, protector general del imperio, primer hombre del parlamento, Comandante supremo de las fuerzas armadas del mar y de la tierra, gran señor de Fiare y cabeza principal de la familia Sokak, hijo ilustre de Fardan y dictador supremo vitalicio por la gracia del divino consejo de los nueve. Todos hagan silencio por favor.
    La estancia quedó en calma absoluta, ante él estaba reunido en pleno el parlamento imperial, tantos hipócritas viejos y aspirantes a serlo. El orden del día estaba claro, la campaña de Fallahan atravesaba por un pésimo momento.
    El emperador ocupó su sitio en el centro de la estancia rodeado de su gabinete de gobierno. Pronto comenzaron las intervenciones de los parlamentarios. Cada quien rendía cuenta de lo suyo y por tanto aquellas reuniones podían extenderse todo el día.
    Primero el ministro de agricultura dio un parte pomposo donde decía que la comida sobraba, sin importar que estuvieran pasando por la peor sequía en cinco años y una guerra creciendo. Luego se levantó el de hacienda y anunció a bombo y platilllo la terminación de cien viviendas para oficiales, no era ni la milésima parte de las viviendas que se necesitaban pero ¿algo es algo no? luego el de economía habló de las miles de dificultades que estaban teniendo y de como aún así los indicadores eran bastante positivos. Pamplinas y más pamplinas, por suerte él nunca se las creía, siendo honestos nadie allí se las creía pero los observadores que redactaban las noticias que se divulgaban a la chusma estaban allí y hay que decir palabras bonitas para el populacho. Tras un rato largo hablaron casi todos y luego los observadores salieron para dar paso a la auténtica reunión, la reunión donde salía a discusión toda la mierda acumulada de los dias precedentes.
    —Señores Tyson ha muerto en Nueva Esperanza —les comunicó él a todos con voz cansada— ayer llegó un emisario de Beck para avisar que el general sucumbió bajo el ataque de infinidad de enemigos en lo profundo de los pantanos. Fallahan está fuera de control y Beck está a muy poco de batirse en retirada hacia Burudan ante el acoso que le han montado. Son momentos sombríos para el imperio.
    La noticia causó revuelo, la muerte de Tyson hacía oficial lo que todos sospechaban, la colonia estaba perdida.
    —Pido orden en la estancia —dijo él alzando la voz—. Tyson no tuvo suerte pero no vamos a regalar un territorio tan importante como Fallahan. Daré orden de ascender a Mariscal a Jack Beck, que se le envíen ocho divisiones de hombres y los pertrechos necesarios, vamos a tomar Fallahan cueste lo que cueste, a sangre y fuego, no dejaremos piedra sobre piedra, y cuando tomemos la capital otra vez daremos un escarmiento como no se ha dado nunca en esos lares, vamos a ejecutar por traición a todos los nobles y a los jefes militares, vamos a acabar con todo aquel que conspiró contra el imperio y vamos a ocupar al país igual que hizo Oakwood en Burudan. Pido permiso al parlamento para ampliar el presupuesto de guerra y acabar con los traidores.
    Tras sus palabras hubo un silencio grande antes que un hombre pidiera hablar. Era un parlamentario de los llanos del este, un bravucón rencoroso por los altos impuestos en el este pero eso no iba a cambiar, se paró frente a ellos mientras se abotonaba la camisa y lo encaró con su arrogancia característica.
    —¿Y de donde sacaremos dinero para soportar una campaña así de grande en Fallahan? —dijo en voz bien alta, para que todos dentro del salón lo escucharan.
    —El dinero lo sacaremos de impuestos que ustedes van a pagar al tesoro imperial, ya eso se ha estado haciendo en Burudan y ha dado algunos frutos.
    Entonces sí que se armó un gran desorden en la reunión cuando se supo que todos los presentes debían entregar el treinta porciento de sus ingresos personales.
    Muchos dijeron que aquello era absurdo, otros que el treinta porciento era muy alto, otros que Fallahan ya estaba perdida para el imperio pero al final se callaron, porque sus órdenes eran inapelables, y por mucho que les doliera todos y cada uno de ellos le debían a él toda su fortuna y tenían mucho que perder.
    —¿Cuándo se comenzarán a recaudar esos impuestos? —quiso saber algo entre la multitud.
    —Mañana mismo —les aclaró él a todos—. Ya mañana los recaudadores de impuestos saben lo que debe cobrarles a cada uno, ahora si me disculpan se levanta la sesión.
    Al salir lo abrumó un profuno dolor de cabeza, era intenso, le ocupaba solo la mitad del cráneo pero el contacto con la luz la empeoraba, incluso le comenzaron a lagrimear los ojos. Que intenso que era el dolor.
    El emperador fue a sus aposentos y cerró las cortinas, pidió no ser molestado y se acostó en la cama para tratar de pasar la crisis. No llamó a su médico personal, ya aquellos dolores era cosas comunes. Poco a poco logró conciliar el sueño y al despertar ya la cabeza le dolía mucho menos y todo había sido sustituido por una pesantez unida a una sensación de embotamiento de su mente. Julius volvió a salir al balcón a sentir la brisa en su rostro. Su imperio se tambaleaba, su ejército había sido derrotado en los pantanos de Fallahan, el largo linaje de victorias que se remontaban a cinco siglos atrás cuando el primero de sus ancestros levantó su espada para hacer de la pequeña e insignificante Fardan el centro del mundo conocido se había manchado.
    —¿Mi señor tiene tiempo para mi? —dijo la vocesita dulce de Greta—. Me dijeron que te dolía la cabeza y pensé que tenías un mal día.
    Su nieta era su adoración, desde que un accidente terrible lo había dejado privado de sus dos hijos Greta y su hermano eran los que le quedaban. A su hermano lo había enviado a entrenarse en el ejército, ya con dieciocho años era un teniente decente al que se le podían confiar algunas tareas, tal vez diera para un buen gobernador, o tal vez muriera asesinado, pero tenía que endurecerlo si lo quería de heredero. Greta en cambio era la niña de sus ojos, a la que había mimado desde que nació y a la que cuidaba con el celo de un perro guardián. Julius sabía que sus últimos años ya se acercaban y que la chica sería su ayuda si la necesitaba. Era bonita, muy inteligente y con la mente bien puesta, con diecisiete años podía decirse que era su auténtica mano derecha.
    —¿Qué tienes para mí? —le dijo el emperador sonriendo.
    —Bueno, mi querido viejo verde, hay mucha basura bajo el tapete —le dijo ella ya en confianza sentándose junto a la mesa del balcón— tu ministro de economía tiene unas partidas de gastos muy sospechosas y le compró a su madre una casa enorme en una zona exclusiva, el de la industria es un arrogante de los malos, lo respetan, pero todo el mundo tiene una pésima opinión de él, ten en cuenta que nos da mala imagen. Por último tu ministro de agricultura no tiene ni idea de su trabajo, es amable y atento, pero se cree todas las mentiras que le ponen en los informes, sus subordinados roban a dos manos y él ni se entera, es un buen tipo pero es mal dirigente. Tu contabilidad no tiene pérdidas garrafales y los suministros de la ciudad han estado asegurados, hay comida en los mercados y la delincuencia está bajo control, ayer se ahorcaron a tres bandoleros y cuatro ladrones acabaron en prisión. Hay un par de alcantarillas rotas en los suburbios y no las han ido a arreglar en quince días, la gente se queja de que hay escacés de verduras y de granos pero en general la ciudad está estable. ¿Estás contento?
    Él sonrió, le había dado a la tarea de supervisar el estado de los informes del gobierno durante una semana y había captado las cosas importantes.
    —Sé de la corrupción de mis ministros pero me hago de la vista gorda, Greta —le confesó sonriendo— si te fijaste bien, la contabilidad no tiene pérdidas garrafales y que un ministro le compre una casa a su madre tampoco es un pecado tan alto cuando es un hombre que en lo demás administra más que bien los recursos, el de la industria ya vendrá a rendir cuentas conmigo, era militar y no se acostumbra a que con los civiles no se puede dar órdenes con malas pulgas como si estuviera en un campamento. En el caso de la agricultura el hombre es un inepto con las cuentas pero hace discursos bonitos y el vulgo se los cree. Los que están por abajo de él son unos rufianes, pero gracias a ellos las caravanas de suministros llenos de carne, cerveza y vegetales no paran de llegar a Fardan. Hay facturas que se cobran a sobreprecio dejando algo de dinero para ellos, hay negocios de sus familiares que se benefician con mercancía gratis o de contrabando pero tampoco es para tanto. Nos guste o no la corrupción existe, y si te empeñas en borrarla del mapa solo se muda más profundo y se hace más difícil de ver. Mientras no se salga de control ni sea algo que socabe tu reputación como gobernador lo mejor que puedes hacer es tolerarla, a fin de cuentas, la corrupción es el aceite que mantiene engrasada la maquinaria del gobierno. Acuérdate de eso, mocosa.
    Greta sonrió mientras le daba un pellizco en un cachete.
    —Eres un viejo zorro, Julius, tienes a todo el mundo agarrado por donde les duele. Pero dime de la guerra ¿por qué no te olvidas de Fallahan de una vez? ¿No me dijiste que no se sabe aún de alguna guerra que se haya ganado a base de la obstinación y el orgullo de su líder? ¿No estás pecando de orgulloso al pensar que vas a tomar Fallahan de nuevo? ¿Cuánto te va a costar esa derrota políticamente hablando? ¿Por qué no cortar por lo sano ahora?
    Esas mismas interrogantes él se las hacía cada mañana y no siempre tenía la respuesta a mano pero a ella sí que le tenía que responder.
    —Porque el consejo de elegidos aún no se ha pronunciado.
    El monte Denai se alzaba al este de Fardan, había niebla en su cima, para subirlo, un estrecho sendero cada vez más deteriorado llevaba tortuosamente hasta lo más alto, donde en su tiempo se había erigido un templo al creador ya derruido por la brisa y la desidia del tiempo. El templo hacía siglos que no atraía a peregrinos pues los fardanos desde hacía mucho ya eran ateos por naturaleza, las religiones eran toleradas pero no contaban con muchos fieles, otro logro de la modernidad.
    El gobierno prohibía la subida al monte, se decía que las rocas que rodeaban al templo se desprendían con facilidad y que había peligro de accidentes. Algunos guardias siempre custodiaban la ladera de la montaña pero la verdad que ya casi nadie se acercaba por allí ni por curiosidad. El monte Denai estaba lejos de todo y las tierras que lo rodeaban eran usadas por unidades del ejército así que si algo se podía respirar en aquel sitio era la soledad.
    Esa tarde Tomas tenía un mensaje para el líder supremo, los guardias de la posta lo dejaron pasar y comenzó el largo ascenso hasta la cima, iba temblando, lo que tenía para decir tal vez causaría el mal genio del gran líder pero era subir o perder la cabeza por órden del emperador. Llegó a la cima con las rodillas temblando y casi sin aliento, estaba muy viejo para aquella escalada. El templo abandonado estaba donde mismo, con algunas paredes derribadas y el techo hundido, él siguió un rato más hasta que llegó a la explanada. Tuvo que detenerse, aquella parte estaba tan perfectamente plana que era como si hubieran cortado la punta de la montaña con una espada gigante. El hogar del consejo estaba allí pero para entrar necesitaba permiso. Alzó la mano y tocó una pared invisible, hacía mucho que no subía ¿Dónde estaría la puerta?
    Por suerte no tuvo que esperar, súbitamente todo se puso negro ante sus ojos y se desmayó. Cuando Tomas alzó la cabeza estaba en una agradable estancia, ante él estaba el líder supremo, usaba una larga túnica púrpura y unas cómodas sandalias mientras leía un libro distraído como si él fuera un adorno más. Tan pronto Tomas subió la cabeza el gran líder reparó en él.
    —¿Qué hace el portavoz de Sokak tocando la puerta de mi casa sin avisar? —dijo el gran líder esbozando una sonrisa mientras se quitaba de frente del rostro algunos rizos de su rubio cabello.
    Tomas tenía vergüenza de estar allí, lo que más odiaba en la vida era hablar con los poderosos, uno nunca sabe que tan mal parado puede acabar.
    —Mil perdones, divino señor, vine por un asunto urgente, no tome a mal mi visita pues vengo de parte del emperador, su aliado y más fiel seguidor Julius de Sokak. La situación es terrible, mi señor, los rebeldes mataron al Tyson en los pantanos de Nueva Esperanza, la guerra y la inestabilidad se han adueñado de Fallahan y otras colonias podrían seguir su ejemplo, el imperio se tambalea y nos arriesgamos a que se desintegre en una sangrienta guerra civil. Necesitamos con urgencia que los elegidos intervengan, Fallahan debe ser reconquistada, los países vecinos también pueden ver esto como una señal de debilidad y usurpar viejos territorios en disputa, el emperador me envía a decirle que si el imperio cae los elegidos caerán junto a nosotros —esa última parte Tomas la dijo casi temblando—. Sólo transmito el mensaje, señor, no lo tome por una insolencia pero el emperador dice que ustedes se han olvidado del imperio y que hacen mal porque dependen mucho de nosotros para conservar el anonimato que disfrutan ahora, dice el emperador que si los elegidos quieren seguir disfrutando de la protección del imperio deben intervenir en la guerra en Fallahan.
    El gran líder tiró el libro que hasta hacía muy poco leía sobre el buró y le dedicó una mirada similar a la que dedica un gato a una rata.
    —Dile a tu emperador que no voy a mover ni un dedo para intervenir en esa guerra y que él no me pone condiciones, dile que todo lo que tiene nos lo debe a nosotros y que si me colma la paciencia tal vez él no deba ser más el emperador ¿crees que puedas decirle eso?
    Entonces Tomas volvió a perder la conciencia.

    Una larga fila de carretas avanzaba por los malos caminos. La mayoría traqueteaba a paso lento como si estuvieran a punto de descomponerse, algunas lo hacían. A mitad de la caravana había un atasco horrible por culpa de una carreta a la que se le había partido el eje trasero. Se había atorado además en un lodazal y los cacharros y pertrechos de guerra que cargaba se habían tenido que sacar lentamente para distribuirlos por las otras carretas. Un par de mecánicos trataban de poner otro eje en la carreta pero eso iba a demorar unas horas. No había paso a ambos lados del camino, conclusión, la cadena de suministros estaba paralizada.
    Jack Beck miró cansinamente a través se su catalejo el atasco y escupió al suelo mientras soltaba una maldición. Huir con veinte hombres es fácil, pero con veinte mil la historia es otra. Junto a las carretas marchaban las orgullosas tropas de su majestad imperial, no podían estar más sucios, cansados y hambrientos, con los uniformes rotos o llenos de agujeros, con las botas remendadas y el miedo metido en los huesos. Hacía tres días que los estaban acosando mientras se batían en retirada, Beck podía ver desde allí los cascos y las lanzas de las legiones fallahanas del otro lado de la pequeña colina tras la fila de carretas. No los atacaban, no frontalmente, pero los escoltaban fuera del país. Cada noche realizaban escaramuzas, habían muertos y se realizaban sabotajes, pero no se lanzaban contra ellos porque sabían que estaban desmoralizados. La derrota en Nueva Esperanza había sido aplastante, de los hombres de Tyson ya no quedaba nada, apenas unos pelotones. Tratando de rescatar al general atrapado en los pantanos Beck había perdido a la mitad de sus hombres y el mejor acuerdo al que había llegado con las fuerzas rebeldes era una retirada ordenada para evitar mayores baños de sangre. Fallahan estaba perdida, y el que no lo supiera ya se enteraría, el emperador seguro aún no se había enterado, el mensajero que había enviado aún debía andar lejos de la capital del imperio.
    Beck guardó el catalejo y se sentó junto al fuego, ya estaba atardeciendo y había dado orden de que las carretas avanzaran solo unas leguas más y que pararan, ya era hora de levantar el campamento. A su lado Victor asaba una liebre que había cazado, esa iba a ser la cena de los oficiales del estado mayor, nada de tiendas ni camas cómodas para nadie, allí todos dormían al raso y comían con suerte unas gachas de avena y alguna fruta. Todos estaban cansados, la campaña estaba al acabarse y lo que más deseaban era llegar a Burudan para que Elijah Oakwood los agazajara con su hospitalidad.
    —¿Cuándo vas a bajar esa carne del fuego, Víctor? Me muero de hambre —había dicho él.
    —Cuando esté, no antes, no después —dijo su segundo al mando sin ánimos, casi arrastrando las palabras mientras miraba al fuego con los párpados entornados.
    —¿No pudiste cazar dos liebres, viejo tramposo? —dijo Katrina mientras se quitaba la espada del cinto y se sentaba en la tierra junto al fuego para poner el arma sobre su regazo—. Con esa miga de carne nos vamos a quedar con las ganas.
    Su hija tan insolente como siempre pero él era igual. No se lo podía reprochar.
    Katrina desenvainó su hoja y se puso a darle filo con una pequeña piedra de esmeril que extrajo de una bolsita. Tenía ya veintisiete años y no tenía marido, tal vez nunca lo tuviera, su pelo era corto, lo usaba por los hombros cuando no se lo recogía en una pequeña coleta a su espalda y usaba ese día la misma capa negra con capucha que él le había regalado hacía un año. Katrina Beck, su orgullo, única mujer que ostentaba la dirección de una compañía de infantes de marina y que era más dura que él. Pero siempre sería su mocosa, de eso no tenía dudas.
    —Pudiste haber ido a cazar tu misma, ¿o es que por ser la hija del jefe debemos buscarte la comida? —dijo Víctor antes de reír a carcajadas.
    —Por eso no tienes esposa, por grosero —le dijo ella a su segundo al mando—. Soy la única mujer en este estado mayor ¿dónde está la caballerosidad de los hombres del emperador? Vas a morir solo Víctor, si no compartes ni una sucia liebre no habrá quien te quiera. Yo al menos ni te miro.
    Víctor siguió riendo.
    —Que el creador me libre de tener a Jack Beck de suegro, no está mal de la cabeza, además eres muy flaca, detesto a las mujeres flacas, nuestros hijos saldrían enclenques y habladores como tú —contestó el otro sosteniendo su liebre sobre el fuego.
    —¡Ya basta! —gritó Beck irritado—. Déjen de buscarse la lengua los dos que bien que los conozco y sé como se ponen. No quiero peleas por tonterías.
    Tanto su hija como Victor lo miraron con extrañeza, como diciendo a este qué bicho le picó.
    —Está tenso, jefe, necesita buscarse a una amante —dijo Víctor.
    —Sí, desde que mi madre lo dejó conmigo para irse con aquel director de teatro ambulante el pobre vive amargado. Quiero que se case pero no hay mujer que lo soporte —dijo Katrina risueña.
    —Dije que ya basta y no me busquen la lengua a mi. Hablemos de cosas serias. Hoy de tarde llegó el refuerzo de Burudan, ¿qué se sabe de ellos?
    Katrina comenzó a pasar la piedra de afilar por la hoja de la espada mientras examinaba con calma que partes del filo necesitaban más atención.
    —Los hombres de Burudan llegaron a media tarde, traen buenos pertrechos, tienen comida y buenas armas, traen cantidad de flechas y un convoy de mantas, botas y cacharros, son cinco mil hombres con los uniformes limpios y las botas relucientes. Si hubieran visto la cara de los oficiales cuando les dije que íbamos de regreso a Burudan, disimularon pero por poco ríen a carcajadas de la felicidad, esa gente está muy verde para la batalla, más de la mitad no han visto la guerra en su vida.
    Beck se mordió los labios y contempló el fuego dubitativo. Una tropa de refuerzo que no serviría para nada, una colonia momentáneamente perdida para el imperio, una estela de muerte y destrucción quedaba detrás de los pasos de su ejército. ¿En serio se iban a quedar en Burudan mucho tiempo? No, eso era razonamiento de imbéciles, Julius de Sokak no iba a soltar a Fallahan sin un último asalto demente, pronto le iban a ordenar que volviera al ataque, que hiciera lo imposible por reconquistar la colonia y bañarse de gloria, pero la lógica le decía que solo volvería a Fardan, si lograba volver vivo, con muy pocos supervivientes y una montaña de cadáveres en el recuerdo.
    —¿Sáben por qué acepté venir a esta guerra? —les dijo a Víctor y a su hija.
    —¿Porque no sabes vivir si no es guerreando contra alguien? —dijo Katrina buscando darle donde le dolía.
    —No —respondió de inmediato—. Acepté porque Tyson era mi amigo personal y para mi salvar su vida era mi prioridad, pero ahora que está muerto me doy cuenta de que me dejé llevar por las emociones. Esta guerra va a ser mi condena. Pronto volveremos a cruzar la frontera de este país, puedo olerlo, va a ser muy pronto, nos darán algunos pertrechos más pero al final será lo mismo, va a ocurrir una batalla sangrienta y puede que no volvamos a casa nunca más.
    Víctor quitó la liebre del fuego y la examinó considerando que ya estaba lista. La puso sobre una tabla para que se refrescara y extrajo su puñal para trinchar la carne.
    —Odio cuando te pones emocional, Beck, si vas a ponerte lánguido compra un libro de poesía y emborráchate en un río mientras meditas si te vas a ahorcar o no —dijo Víctor muy poco serio—. Amas la guerra y no sabes hacer otra cosa. Las excusas bonitas que te armes en tu mente no son mi problema pero en realidad son pamplinas. Nuestro negocio es la guerra y se nos da bien, he peleado contigo en más guerras de las que puedo recordar, eres el general más viejo que tiene el ejército y el que más batallas ha vivido, tu hija nació en un campamento Beck, hemos pasado cosas peores. Si nos mandan de regreso y nos matan pues nos tocaba y si no, pues el emperador nos va a bañar en oro. ¿Tienes un problema con que te bañen en oro? Porque yo no.
    Eso lo hizo reír.
    —Supongo que tienes razón, soy un bastardo con demasiada sangre en las manos. Todos lo somos, si volvemos y nos matan encontraremos nuestro destino. Solo lo lamentaría por mi bella hija, la pobre va a morir sin el placer de tener marido.
    Katrina tuvo que reír con eso.
    —No ha nacido el estúpido hombre que me gobierne, viejo chocho —dijo ella alzando la espada y todos rieron.
    —Por eso te vas a quedar sola, por grosera —dijo Víctor—. Pero tienes suerte de que yo comparta mi liebre contigo.

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    1. Como siempre muy buen relato. Algunos detalles ortográficos, excelente razonamiento de los personajes, diálogos excelentes, historia laaarga, pasajes inspirados en Los Héroes diría, se nota la influencia de Abercrombie. En general buenos resultados

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      1. No te voy a negar que me he visto influido por el estilo de Lord Grimdark. Con este capítulo abro un nuevo arco en la trama. Por primera vez salgo de Burudan y toco el imperio y los países vecinos. Sí, debo revisar mejor la ortografía y bueno, me salió de 4K y algo de palabras, es un capítulo largo pero de aquí van a salir varios conflictos así que quise hacerlo largo. Gracias por la lectura y los elogios (los elogios nunca vienen mal XD) pero debo seguir puliendo esto camarada, vamos a ver como saco una novela más o menos decente de aquí.

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  39. Palabras: 4943.
    Cuenta global: 118 743 palabras.
    Faltan: reto cumplido.
    Capítulo 33.
    —Me estoy orinando, ve hacia esos arbustos y haz algo o la vejiga nos va a reventar —decía la voz de Samara para molestarla de nuevo—. Esto es insoportable, no sé cómo lo aguantas.
    —¡Ya cállate! —dijo Sofía en voz alta y Mortimer la miró.
    —¿Qué diablos te pasa, bruja? —le preguntó el mercenario.
    —Déjame orinar, no soporto aguantar más ¿por qué lo haces? Y también bebes muy poca agua, luego nos van a doler los riñones, vas a ver —volvía a decir Samara.
    Sofía soltó un suspiro y bajó la cabeza, habían unos arbustos más adelante y detuvo el caballo junto a ellos. Se bajó y se internó en la maleza antes de soltarse el cinto y acuclillarse.
    —¿Siempre eres así de intensa? —dijo en su mente para que la pelirroja la escuchara—. Si no fuera porque compartimos cuello te estrangulara. Toleras muy poco los dolores de tu cuerpo, tu concentración es pésima y te quejas por todo. ¿Lo haces a propósito?
    Samara se tardó en responder pero podía sentir su mal humor.
    —Sí vamos a compartir cuerpo debemos mantener unas reglas de convivencia básicas ¿no te parece? —dijo la muy víbora—. Si me molesta tener la vejiga llena y tienes control de nuestro cuerpo lo menos que puedes hacer es ayudarme para que te moleste menos. ¿Por qué no me silencias como hacías al principio? Para mí fuera más cómodo ni enterarme de lo que haces.
    No había cosa que quisiera hacer más, pero desde que le había permitido tomar control de su cuerpo cuando el ataque de bandidos Samara era una compañera de viaje constante en su cabeza.
    —No logro aislarte de nuevo, así que acostúmbrate a vivir conmigo —le contestó mientras se levantaba y volvía a poner sus pantalones de viaje en su lugar.
    Salió de los arbustos y allí estaba Mortimer sobre su caballo bebiendo agua de un pellejo, el caballo que recién habían comprado para ella estaba junto a él. No era un animal muy brioso, no como el que habían perdido en el asalto, pero tenía que servir.
    —¿Te quedan de esas manzanas que compramos en Callorheen? Tengo hambre —le dijo Sofía al mercenario que extrajo una de un morral que traía atado a la silla y se la ofreció.
    —Pide dos, tengo hambre —dijo Samara.
    —Está bien, pelirroja, serán dos —dijo para el interior de su cabeza.
    —En Callorheen no había ni rastro del mago, tendremos que seguir hasta Urk y luego hasta Nalten si no hay suerte, supongo que nos saldrán ampollas en el trasero de tanto cabalgar —se lamentó Mortimer mientras guardaba el pellejo con agua.
    —Hablando no vas a encontrar a nadie, querido, mejor nos ponemos en marcha — dijo ella volviendo a subir a su montura.
    Volvieron a andar por el camino a un trote constante, Urk estaba aún a más de veinte leguas de distancia sin ningún otro asentamiento de por medio, ya era más de mediodía y difícilmente avanzarían tanto, aquella noche iban a dormir al raso y eso no era agradable.
    —¿Vas a matar al mago, desgraciada? —le preguntaba Samara a cada rato—. ¿Vas a usar mi cara para pillarlo con la guardia baja, no es así? Pues vas a fallar, no sabes ni usar mi magia de fuego, te van a matar antes que le quemes un pelo. Son necromantes estúpida, no tienes oportunidad —esa última parte lo decía con roña.
    —Sí yo muero tú también mueres pelirroja, estamos en esto juntas hasta el final —le contestaba risueña para que se molestara más—. No tienes ni idea de lo que sé hacer.
    Y en serio que no tenía ni idea. Esa noche, tras una larga travesía y dos cruces de río plantaron campamento bajo un árbol frondoso. Mortimer hizo fuego y preparó un poco de carne salada con pan duro, esa fue la cena, luego él se recostó al tronco del árbol y se puso a dormitar con los dedos entrelazados sobre la barriga.
    —Tú haces la primera guardia, bruja. Me despiertas cuando te empieces a quedar dormida para relevarte —le decía ya con los ojos cerrados.
    Los caballos estaban atados a unos palos del monte junto a las alforjas de viaje con todas sus pertenencias, no podían dejar las cosas desprotegidas. Sofía montó la ballesta del mercenario con mucha dificultad y acomodó una flecha para ensartar al que se acercara, aunque en resumidas cuentas en aquel hueco del monte nadie los vería a menos que fuera de casualidad. Se sentó en una roca y apoyó el arma a su lado con la punta de la flecha apuntando al cielo.
    Estaba aburrida así que quiso practicar. En su época había sido sacerdotisa de la orden roja del Burudan, podía hacer tantas cosas con el fuego que había llegado a ser respetada por todos los confines del imperio burudano, solo tenía que recordar las viejas técnicas y todo volvería a ser como antes.
    Torpemente Sofía formó una pequeña llama en la punta de su índice, Samara sonrió desde el fondo de su mente.
    —Eres patética, con eso no vas a matar a nadie —se mofaba la pelirroja.
    Ella tuvo que sonreír, la magia de fuego se había perdido en algún momento luego de la caída del imperio a manos de los clanes libres, el propio Taborn había declarado ilegal la magia de fuego luego del fallido atentado de la orden roja en su contra y por lo tanto los magos de fuego desde entonces eran meros empíricos como Samara.
    —Tú eres una improvisada, Samara, usas solo la fuerza e ignoras más de la mitad del arte del fuego, en realidad la mayoría de las técnicas más mortíferas con nuestra magia requerían muy poco poder —le explicó Sofía—. En cambio había que ser muy hábil para lograrlas. Esta noche me propongo practicar y darte una demostración de lo bruta que eres como bruja. Comparada conmigo, eres una salvaje.
    La pelirroja quedó en silencio como a la espera de lo que ella iba a hacer. A veces podía sentir las emociones de su compañera de cuerpo y en ese instante estaba curiosa. No podía quedar mal de nuevo ante ella.
    Sofía usó solo una pequeña cantidad de energía y formó una bola de fuego diminuta, luego se concentró en un tronco seco que había a más de veinte pasos y el tronco se incendió por sí mismo hasta formar una antorcha impresionante. Eso captó la atención de Samara.
    —¿Cómo haces para que algo se incendie por sí solo? ¿Eso se puede? Tienes que enseñarme —decía la pelirroja y ella tenía que sonreír.
    —Espera, que no termino.
    Mientras la llama del tronco seco seguía prendida Sofía alzó las manos y el fuego se hizo aún más intenso y cuando fue tan grande que hubo peligro de que otros árboles se incendiaran bajó las manos y las llamas se extinguieron por su voluntad.
    Luego tomó una piedra pequeña y la sostuvo en la palma de su mano. Miró hacia el fino tronco de un árbol que estaba detrás de la fogata que recién había creado y lanzó la roca que prendió en llamas estando en el aire para alcanzar una velocidad de espanto, cuando la piedra impactó en el tronco lo partió en dos haciendo caer al árbol. Vale aclarar que el tronco era bastante delgado, pero no por eso era menos impresionante.
    Sofía soltó de alegría al ver que lo había logrado y Samara quedó muda.
    —Sé pueden hacer miles de cosas con el fuego, pelirroja —dijo ella con orgullo—. Cuando la órden roja existía los magos de fuego eran los más temidos porque eran muy mortíferos. Antes del imperio éramos los amos de todos los gremios de magos, los necromantes eran meros brujos atrasados. Sin embargo caímos en desgracia cuando un gran mago rojo gobernó Burudan por cincuenta años formando una dictadura sangrienta apoyada por la orden roja. Fue Gregor Taborn quien acabó con ese gobierno y quien además formó el imperio burudano que se extendería por casi todo el mundo conocido, Fardan fue una provincia del imperio aunque no lo quieran recordar. Pero los necromantes nos temían y nos segregaron en la sociedad, nos redujeron a nuestros templos y nos prohibieron usar magia en público. Ellos eran los magos del ejército, los que inventaban los grandes prodigios que hacían avanzar a la sociedad, los que tenían el poder. Nosotros éramos los traidores peligrosos que habían ocupado al país apoyando a un tirano, el odio nunca se fue. Por culpa del odio los magos rojos siempre se iban de Burudan, se iban a los campos lejanos, a casi cualquier lado. Solo una pequeña representación de magos rojos se quedaron en la capital pues habian jurado lealtad al mago supremo, entre ellos mis padres. Yo conocí a Taborn y él me estimaba como una de las mejores brujas de fuego de mi época. Sin embargo a Taborn se le ocurrió aglutinar a todos los magos de todos los tipos bajo el gobierno de los necromantes y sus necromantes hicieron atrocidades contra nuestra gente, querían borrarnos del mapa porque éramos los únicos capaces de desafiar su autoridad. A muchos familiares míos los mataron bajo el pretexto de que se negaban a unirse al nuevo gremio de magos de Taborn y yo me uní a un grupo de conspiradores para matar al mago supremo. Al final lo único que obtuve fue que me cortaran la cabeza en la plaza pública mientras me tiraban tomates. Pero no me arrepiento, hice lo que tenía que hacer y me duele ver que los descendientes de nosotros los magos rojos no saben ni la mitad de lo que nosotros dominábamos en nuestro día. No sé qué tiempo yo pueda estar en tu cuerpo, Samara, pero quiero que vivas para que transmitas los saberes de tus antepasados. Eres de las últimas brujas rojas de este tiempo, tu misión debe ser buscar a los que queden y fundar una nueva orden. Yo se lo debo a mis antepasados y tú a los tuyos. Si estás dispuesta a aprender yo seré tu maestra.
    Samara se tardó un tiempo en responder porque obviamente tenía desconfianza. Cuando habló reflejó eso mismo, que desconfiaba.
    —Sirvo al gran señor de la oscuridad y a los elegidos, mi deber es proteger al necromante de Margaery Rivani, si colaboro contigo seré una traidora y me matarán. Aunque me muero por aprender todas las técnicas que tengas mi deber está por delante y tú y yo estamos en bandos opuestos Sofía, somos enemigas naturales —fue la respuesta de la pelirroja.
    ¿Qué tenía ella para rebatir esa respuesta? Era la verdad, estaban en bandos opuestos, servían a poderes antagónicos pero a la par ambas eran brujas rojas de una hermandad ya casi muerta que había perdido la mayoría de sus conocimientos.
    —Llegada la hora puede que tenga que matar al necromate de Margaery Rivani —dijo Sofía—. Tal vez me odies por eso pero es mi trabajo y si no lo cumplo me van a pasar cosas muy feas. Tú trabajo era defender al necromante pero caíste prisionera y ahora mismo ni control de tu propio cuerpo tienes, aun cuando yo te deje tomar el control de tus manos de nuevo te lo puedo quitar cuando me plazca. ¿Qué más da que colabores conmigo si es para recibir los conocimientos de tus antepasados? Somos brujas rojas y eso está por encima de nuestras respectivas lealtades a gente poderosa que se odia entre sí. Yo ya morí hace siglos, este tiempo que paso en tu cuerpo es transitorio y puede que Gretchen me reclame para su jauría de sombras y entonces no serviré para nada. Es mi deber enseñarte lo que tienes que saber para ser una bruja roja completa, no voy a hacerte una sacerdotisa roja porque eso llevaba años pero sí puedo enseñarte muchas cosas que ignoras que te harán más mortífera que el necromante de Margaery Rivani. Lo haré porque quiero que tú te encargues de recuperar a la orden roja, de buscar aprendices y de transmitir esto que tengo para darte.
    La respuesta de Samara se demoró porque obviamente se lo estaba pensando pero al final habló con una voz segura y firme.
    —Será un honor aprender los conocimientos perdidos de nuestra orden, hermana —le dijo la pelirroja.

    En la primera plana del Heraldo de Burudan se leía con grandes letras la noticia sobre la revuelta acaecida en Gremen cuatro días antes. Un grupo de rebeldes con el apoyo de las bandas de forajidos que habitualmente operaban en la zona trataron de tomar la ciudad. El gobernador local había sufrido bajas pues la sorpresa jugó a favor de los alzados, aún así el gobierno movilizó a la fuerza militar de la que disponían y los insurrectos habían sido aplastados, se reportaban cientos de prisioneros los cuales ya estaban siendo justamente enjuiciados por cargos de traición al imperio.
    Peter hizo una mueca al terminar de leer, Hellen estaba tirada en el sofá revisando hojas de gastos e informes de presupuesto ensimismada por el tedio de llevar horas haciendo lo mismo.
    —Después de todo no nos ha ido tan mal —dijo él mientras hacía una pausa y se reclinaba en su silla tras el buró—. Las inversiones van mejor que nunca y estamos haciendo dinero a montones, lástima por los impuestos, si no fuera por eso ya me hubiera comprado una flota de barcos.
    Ella soltó los papeles y también se puso cómoda mientras lo miraba, era increíble como aquel sistema infernal de papeles los esclavisaba por días enteros.
    —¿Verdad que ser rico es una mierda? —dijo Hellen mientras se ponía de pie y se acercaba a él—. ¿No tienes ganas de mo hacer nada, de tirarte a dormir y no despertar hasta después del mediodía? Yo sí.
    Él sonrió mientras la dejaba acercarse y la sentó en sus piernas. Le quitó el pelo que le caía sobre el rostro y rodó su pulgar por el borde de sus labios hasta detenerse en la comisura y acercar su rostro para besarla.
    —Sí no fuera porque somos ricos nuestra vida sería una mierda —le respondió él— somos poderosos, querida, y hasta cierto punto somos felices. Lo de dormir es secundario, cuando te pases tres días sin hacer nada vas a querer volver a trabajar.
    Ella alzó una ceja como si hubiera dicho un disparate y luego le sonrió de una manera radiante.
    —Eres un tonto, Peter Collins —le dijo ella pegándose bien a él y acercando su boca a la suya—. Cuando uno es rico y tiene miles y miles de coronas de oro ya nada material te ilusiona, tengo una casa enorme, tengo criados, tengo joyas, tengo lo que me de la gana tener pero si mañana me gano mil coronas más ya eso ni me inmuta. En cambio debo tener el control de negocios enormes, leer papeles que no paran de llegar, entrevistarme con socios importantes, ir a reuniones, inspeccionar mis fábricas, levantarme temprano e irme a dormir tarde, mi padre lo decía, tener empresas tan complicadas es solo un dolor de cabeza para toda la vida, estoy harta de esto, en serio que quiero disfrutar mi dinero, irme de viaje, comer lo que me plazca y fumar raíz amarga, tener sexo, en fin, lo que sea. Una campesina en el más pequeño de los pueblos rurales es más feliz que yo, prácticamente no tengo tiempo ni de salir con mi marido, ni con mis amistades porque ahora soy una persona importante y ocupada, ni vivir en mi apartamento del distrito comercial, yo era feliz ahí sin preocupaciones.
    Todo aquello que decía lo hacía reír.
    —Una campesina en los pueblos rurales se casa a los quince años, se levanta antes de que amanezca, trabaja duro en el campo, tiene cinco hijos antes de llegar a los veinte años de edad y no tiene tiempo de pensar en sí la señorita dueña de miles de industrias se siente aburrida porque sus tardes son cocinando para el marido y los hijos, lavando ropa o fregando cazuelas. Eso en el mejor de los casos porque ha habido jóvenes campesinas asesinadas por sus maridos, vendidas a los burdeles por deudas de sus padres o casadas a la fuerza con viejos verdes por matrimonios arreglados. Hay una vida muy dura ahí afuera, Hellen. Quién no tiene familia que lo ampare ni dinero del que disponer se muere de hambre porque nadie ayuda a nadie. A tu edad las chicas campesinas están destruidas y avejentadas.
    Hellen asintió y se quedó pensativa antes de responderle.
    —Pero eso no quita que yo trabajo como una burra igual que la campesina aunque me vista con seda y no tenga hijos. Tenemos mucha carga de papeles, llevar uno mismo un negocio tan grande es una desgracia. Deberían existir administradores generales de grandes empresas a los que uno pudiera contratar para que lleve los negocios. Así yo solo debo velar por el trabajo de una sola persona y concentrarme en ver como los miles de coronas de oro llegan a mis cuentas. Así solo deberíamos disfrutar de lo ricos que somos. ¿Dónde podemos conseguir a alguien así que sea confiable? Eso tiene que crearse.
    —Tal vez en el futuro —respondió él— pero mucho me temo que ahora mismo los únicos que tenemos experiencia administrando las empresas más grandes de Burudan somos tú y yo.
    Hellen se sentó a horcajadas encima de él y le abrió la camisa mientras le desabrochaba los pantalones.
    —En ese caso esta administradora necesita olvidarse un rato de los papeles —dijo mientras metía la mano bajo sus pantalones y sacaba algo que ya había respondido a sus estímulos—. Ya he hecho suficiente creando el sistema para nuestras cuentas de emergencia en bancos del extranjero. Ahora que todo está resuelto quiero ser la yo de antes, la que solo vivía para divertirse.
    Peter le rodó las mangas de sus vestido y tiró la tela hacia abajo para descubrir sus pechos y hundir la cara entre ellos.
    —A mi me encanta que tú solo vivas para divertirte —dijo él volviéndola a besar y ambos sonrieron.

    El día de la fundación del imperio se conmemoraba aquella jornada, hacía cinco siglos de la caída del imperio burudano y de la independencia de Fardan, una pequeña provincia de aquel todo más grande que había absorbido a los antiguos territorios y a muchos otros más. Por órden del Lord Canciller las calles de Burudan se llenaron de puestos de comidas callejeras, de venta de cerveza y de toda clase de atracciones, en cada esquina habían artistas callejeros, y en la plaza del Jerarca tocaba una orquesta de Flok, la música alegre y movidiza que bailaba el vulgo, era una jornada de fiestas populares.
    Como era tradición Oakwood debía dar su discurso anual al pueblo, el que celebraba las conquistas y el desarrollo que Fardan había logrado para sus imperio. Cada año decía más o menos lo mismo pero en aquella ocasión hablaría con más fervor porque el germen del nacionalismo estaba creciendo y ya su ponzoña se hacía sentir.
    Una multitud muy grande esperaba el discurso del lord Canciller, más que nada porque era obligatorio asistir y la policía podía poner multas a los que se negaran.
    Elijah quería hacer todo aquello rápido, odiaba ser el centro de atención de miles de personas. Gretchen lo acompañaba, estaba hermosa con su vestido rojo con bordados de oro y el pelo trenzado con cintas rojas. La necromante inspiraba hermosura aquella mañana y su sonrisa dedicada a él le daba un coraje y un respaldo que ningún ejército le había brindado jamás. Nathaniel también estaba allí pero más al fondo, de incógnito, pero eso era normal en él.
    Un cordón policial muy denso protegía los alrededores al igual que otros guardias cuidaban las azoteas de los edificios cercanos, un grupo de infantes de marina con sus ballestas listas hacía una hilera frente a la tarima del lord Canciller y tras él dos de sus mejores guardaespaldas estaban listos para dar sus vidas si era necesario. Aún así solo saber que Gretchen estaba tras él era su mayor protección. Tal vez muchos no lo sintieran pero estaba usando magia y su jauría de almas atormentadas vagaba por la plaza aguardando la aparición de enemigos.
    El lord Canciller se paró en el estrado donde estaba incrustado el escudo de Fardan, tres lanzas unidas por una serpiente negra sobre fondo dorado. Miró a los miles de ojos que tenía delante y pronunció su discurso.
    —Pueblo de Burudan —dijo el lord Canciller con voz firme y pausada—. Hace pocos días una rebelión ocurrió en Gremen, la ciudad ardió en fuego, se destrozaron negocios y se hicieron barricadas en las calles porque un grupo de revoltosos unidos a los forajidos que hace años asolan las montañas de esa región trataron de tomar control de la ciudad y sus estructuras de gobierno. Murió mucha gente y ahora otros tantos esperan un juicio por traición y tal vez una severa condena. Pueblo de Burudan, no sean engañados por los que les venden la idea de la libertad, los que les venden la idea de separar a Burudan de Fardan, a los que les piden que den sus vidas por un ideal que ni ellos mismos entienden. El imperio no es malo, y quien lo niegue que desmienta los logros que ha reunido el imperio en este país. Hace diez años este país era agrícola y atrasado gobernado por nobles engreídos que sólo se vanagloriaban de tener una biblioteca con muchos libros y una religión fuerte que controlaba a todo el mundo. No se podía hacer un negocio sin pedirle permiso al duque local, o al marqués, y si se autorizaban los negocios sus impuestos eran como para que nadie prosperara, no se podía acumular riqueza si no se era noble, la República burudana era un fraude porque era una República de los marqueses, los condes y los barones con su presidente el divino señor bendecido por los dioses naturales, ni platos de estaño había en este sitio para que los trabajadores pudieran comer. La violencia era cosa de todos los días, habían dos religiones enfrentadas, la del creador y el señor de las tinieblas y la de los dioses naturales y murió mucha gente a manos de magos o a manos de los que cazaban brujas, muchas veces injustamente. Los restos del ejército republicano de Burudan se dedicaron y se dedican al bandidismo, la herencia de la República burudana no le dice nada al ciudadano común. Comparen su vida hoy con la que hubieran tenido hace diez años y digan ¿es realmente el imperio algo malo? Hoy este país conoce la industria, el acero, las construcciones modernas que soportan cuatro pisos y más sin caerse, hay alcantarillas en esta ciudad, hay suministro estable de comida y variada y a buen precio. Hasta quitamos el toque de queda que era un viejo reclamo de los burudanos, yo hice que ahorcaran a los militares fardanos que cometieron abusos en la guardia nocturna y he gobernado desde hace diez años para fardanos y para burudanos. Bajo la sombrilla del imperio hay sombra para todos, no somos dos bandos sino uno solo, el imperio es fuente de seguridad política y de paz, tal vez sea una paz asegurada con sangre pero el costo de la paz no se cuenta, solo se paga al precio que sea. Piénsenlo cuando crean que los que causaron revueltas en Gremen quieren el bien para ustedes, que los difuntos libertarios iban a resolverles problemas, sin el imperio Burudan se sumirá en el caos, los que simpatizaron con el imperio se matarán con los que se opusieron a él, los magos crecerán en fuerza y les quitarán cosas a ustedes, los religiosos de los dioses naturales reclamarán ser la fé nacional y la muerte y la destrucción hundirá a Burudan a una crisis de la que difícilmente podrá salir. Una guerra civil señoras y señores va a dejar ingobernable este país. Nadie garantiza que el gobierno que nos piense sustituir a nosotros respete la propiedad privada de los ciudadanos. Porque lo que hizo grande a Fardan fue el respeto a la propiedad privada, lo que hizo que un país pequeño como Fardan conquistara a tantos otros países fue su sociedad superior, sus tradiciones superiores, su desarrollo en todas las esferas de la ciencia. Un campesino en Fardan puede comprar un terreno y sembrar, puede criar cerdos y contratar trabajadores y siempre que pague a sus trabajadores y a su gobierno podrá crecer y convertirse en el mayor productor de carne y viandas de Fardan sin que importe si es noble o no porque se respeta su mérito y sus derechos sobre su propiedad y sus ganancias. En el imperio tiene más quien trabaja más y quien invierte su dinero y crece. En el imperio si usted presta dinero y no le pagan el gobierno intercede por usted y embarga los bienes del deudor porque respeta sus derechos sobre su dinero, pero en la República burudana no pasaba eso y ustedes lo saben. En la República muchos de ustedes eran vasallos de algún gran señor y por mucho que se partieran el lomo tenían que ser miserables toda la vida porque los nobles gobernaban por decreto divino y nadie podía protestar. ¿Es ese engendro de sociedad donde los ricos eran los verdaderos ciudadanos de la República y todos los pobres estaban condenados a ser pobres toda la vida lo que los rebeldes quieren restaurar en este país? Pues yo digo que si eso es el futuro yo no lo quiero ver, prefiero que me maten antes de volver a un sistema así. Ahora hay guerra en Fallahan, ahora el imperio lucha contra rebeldes también allá y les digo que Fallahan será un buen ejemplo para nosotros de lo que es un país en caos, pronto veremos refugiados fallahanos pidiendo asilo en Burudan y huyendo con más nada que lo que pueden cargar en las manos. Las guerras solo dejan desolación, las guerras solo benefician a los poderosos. Si les piden que peleen una guerra para los rebeldes piénsenlo dos veces y miren lo que hoy tienen, miren la estabilidad de la que disfrutan, las condiciones que tienen hoy sus casas y la comida que llega a diario a su mesa, tal vez es más cara un día y más barata al otro pero la comida no para de llegar, las fábricas no paran de producir y los obreros siguen cobrando su dinero para gastarlo en lo que les plazca. Piénsen eso antes de lanzarse a la lucha, no sea que lleven al poder a un nuevo grupo de aprovechados que los van a dejar viviendo peor de lo que hoy están. Ustedes no necesitan un Burudan independiente con un gobierno burudano porque eso no necesariamente va a ser bueno para ustedes. Para los románticos nostálgicos de la República Logan el Jerarca no era burudano sino Friso, vino con los clanes libres de otro país e invadió al imperio decadente de los magos. Si nos vamos más atrás Gregor Taborn era de sangre Fallahana pues su madre nació allá y su padre incluso era un embajador de Malfox. Pero hoy todos lo recuerdan burudano porque llevó a este país a la gloria y gobernó sobre muchas naciones en una locura de conquista que lo llevó a la muerte. Burudan, Fardan, Malfox, Greenfall, Fallahan, todos somos hermanos, todos desembocamos de los lafrisos, del primer imperio que gobernó este continente, simplemente la caída del imperio y la desaparición de Lafrisia como un solo país dejó a varios territorios separados por ríos, montañas y valles, pero somos de la misma familia. Tenemos idiomas distintos pero de raíces comunes, un burudano entiende muy fácil muchas palabras fardanas y viceversa, los Fallahanos hablan casi el mismo fardano pero con otro acento. ¿Por qué tenemos que estar separados? ¿Por qué el imperio es malo? Si todos somos hijos de los Lafrisios y nuestros tatarabuelos pelearon juntos contra los mismos enemigos ¿por qué tenemos que matarnos? ¿Por qué yo, un fardano, no puedo ser su gobernador si todos tenemos raíces comunes? Recuerden eso, no se dejen engañar porque sepan que yo amo la paz y defiendo el orden dentro de las fronteras del imperio. Para mantener la paz hace falta dejar claras algunas cosas que son sagradas e inviolables y la primera de ellas es la hegemonía de Fardan en estas tierras, quien se oponga a ello solo le esperará la muerte.
    La multitud había seguido en vilo sus palabras, en serio que había conectado con ellos, al terminar quedó el silencio y algunos dieron aplausos pero su trabajo había sido hecho, los había dejado pensando y eso era lo más importante. Gretchen sonrió al verlo bajar por las escaleras de la tarima, de hecho lo acompañó y lo tomó del brazo.
    —Tu mano está temblorosa, amor mío —dijo ella y él no supo más que asentir.
    —No hay día que me pare delante de tanta gente que no tenga miedo —dijo él mientras saludaba despreocupadamente a la multitud.
    —Para tener miedo hablaste bastante bien —le aseguró ella susurrándole al oído.
    —Cuando hablas sabiendo que te estás jugando la vida si no transmites tu mensaje correctamente lo haces mejor —dijo él—. Pero saber que estabas conmigo fue lo que me dio el valor necesario.
    Ella sonrió y a Elijah le pareció que era perfecta, para él era increíble el grado en el que deseaba a aquella mujer.
    —Gracias, amor mío —dijo Gretchen—. Para mi es un placer servir al lord canciller de Burudan.

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  40. Palabras: 3401.
    Cuenta global: 122 144 palabras.
    Faltan: reto cumplido.
    Capitulo 34
    Cuando llegó a la casa dejó a Collins atrás y fue directo a su habitación. Margaery estaba en una esquina pero ni reparó en ella, entró y cerró la puerta, se sentó en la cama y miró a través de la ventana hacia los campos de tabaco. De pronto le dio por preguntarse si su madre estaba viva, no tenía como saberlo. Se llenó de poder, reunió a su jauría a su alrededor y se sintió poderoso como nunca antes. No necesitaba ser un gran espadachín, tampoco necesitaba ser el más forzudo, era un necromante, uno tremendamente bueno, un necromante tan fuerte como no se había visto en siglos y nada podía pararlo, ni los renegados ni Margaery, ni nadie en el mundo. Él era el favorito del gran señor de la oscuridad, el que había sido creado para romper el mundo conocido. No tenía que sentirse mal por nada, ni por las mentiras de Margaery ni por el rechazo de Claudia. Su vida eran las sombras y a eso iba a dedicarse.
    Lleno de poder Kurt saltó por la ventana seguro de que nada iba a pasarle, el humo negro de su jauría lo envolvió a su paso. Cuando cayó varios metros abajo junto a la mansión fue como haberse tirado de la cama salvo por el frío cortante de estar saltando al vacío, pero incluso eso fue divertido. Se puso a reír como un demente mientras disfrutaba todo el poder del que disponía.
    Iba a regresar al pueblo, sí, claro que lo iba a hacer. Kurt recordaba como Margaery abría el sendero negro, era de una forma muy sutil pero como sus tipos de magia eran iguales y la había visto haciéndolo miles de veces le fue fácil replicarlo. Pensó en la plaza central de Nalten, tejió la energía al instante y se apareció en medio de ese lugar. Ya era tarde, casi de noche, pero el punto era que se había transportado de un punto a otro usando el mismo método que los elegidos, Kurt seguía riéndo como si estuviera drogado con raíz amarga. El poder es una droga y él lo tenía claro.
    Fue calle abajo recreando la ruta que había seguido con Harry y con Collins, buscando la casa del guardia encontró el burdel y justo allí entró a buscar a Molly. Entró y no la vio, preguntó por ella y muchos no sabían de quién estaba hablando hasta que una de las chicas que había estado con ellos, Stacy, lo vio y le dijo que Molly estaba con un cliente.
    —Si quieres repetir con ella vas a tener que esperar un rato, guapo, ella es muy solicitada aquí —le decía la prostituta—. Pero si tu ardor es grande yo puedo asumir el trabajo, eres un chico bien parecido.
    Él la miró con rabia, casi como un loco.
    —Quiero a Molly, a ella y a nadie más —le contestó con desprecio.
    La prostituta no supo como reaccionar a sus palabras.
    —Está bien guapo, no te pongas molesto. Yo te la voy a llamar apenas aparezca fuera del cuarto.
    Kurt se sentó y esperó, esperó un tiempo que le pareció eterno pero que tal vez no pasó de algunos instantes, era tanta su desesperación por ver a la muchacha que tenía el corazón latiendole en su garganta y un sudor frío en las manos, su sudor era frío en todos lados, y era pegajoso, era el sudor de la ansiedad.
    Entonces salió Molly de una de las habitaciones seguida de un viejo asqueroso que podía ser su abuelo. Kurt fue directo hacia ella y la miró directo a los ojos mientras la sujetaba de los brazos.
    —¿Te acuerdas de mi? — le dijo con una voz pausada y firme propia de un hombre que él nunca había sido.
    La muchacha asintió y le preguntó si quería volver a contratarla.
    —¿No quieres abandonar este negocio y vivir conmigo? Te daré lo que me pidas, únicamente debes seguirme a donde vaya y yo cuidaré de ti. Me importa una mierda lo que piense la gente, nadie te hará daño jamás y tendrás una vida buena. ¿Qué dices?
    Fue mucho para asimilar, la dejó perpleja analizando lo que le había dicho. Seguro ella lo estaba tomando como un borracho o un loco.
    —Disculpa pero debo ir a descansar, no me siento bien, hoy he estado muy ocupada —dijo ella mientras se quitaba las manos de él que le apretaban los brazos.
    —Molly espera que es en serio, quiero sacarte de aquí, me importa muy poco quien seas, solo quiero cuidar de alguien, tener a alguien que dependa de mi. Haré lo que sea, lo juro.
    —Cuídate a ti mismo —dijo ella esquivandolo.
    Entonces Kurt no aguantó y la tomó por el pelo con una mano mientras la agarraba con la otra de la cintura y caminaba hacia la salida.
    —Disculpa, Molly pero tú no sabes lo que quieres y yo en cambio sí lo sé. Vas a venir conmigo aunque no lo entiendas, va a ser lo mejor para ti.
    Un par de hombres fornidos con pinta de matones salieron a su encuentro al ver que arrastraba a una chica fuera del local.
    —Suéltala, borracho, si no lo haces vamos a tener que darte una tunda.
    Él reía como loco mientras continuaba arrastrando a Molly por la cintura, levantó su mano derecha hacia ellos y de un solo toque con sus sombras los puso a volar y los tiró tres metros adelante, no murieron pero se iban a quedar tirados un rato.
    Cuando aquel par de gigantes cayeron despatarrados sin haberlo siquiera tocado el resto de los presentes se alejó de él. Kurt llegó a la puerta sin resistencia e incluso Molly forcejeó mucho menos, en cambio empezó a llorar.
    —No me mates, no me mates te lo ruego, voy a hacer todo lo que digas pero no me mates —decía la muchacha aterrorizada.
    —No llores Molly, no llores por favor que no soy un monstruo —le decía tratando de calmarla pero era en vano.
    Salió a la calle frente al burdel y muchos curiosos lo miraban fijo mientras murmuraban cosas entre ellos. En eso una pareja de la milicia se acercó por una esquina de la calle y alguien gritó bien alto desde algún lado que él era un loco que estaba secuestrando a una prostituta.
    Los milicianos se acercaron con sus porras en las manos y Kurt debió usar las sombras de nuevo para dejarlos en el piso. Aquella noche no había matado a nadie, al caso habia aturdido a cuatro personas, eso nada más.
    Con los milicianos caídos en medio de la calle la gente de todos lados lo miraba con desconcierto.
    —Qué nadie se le acerque que es un brujo —gritó alguien a lo lejos.
    Cerca de allí había una carreta con su caballo aparejado, el animal estaba fijado por las riendas a un poste y él las desató, no sabía montar a caballo pero sí conducir una carreta. Montó a Molly en el asiento y luego él se puso a su lado.
    —¿Qué quieres de mi? —dijo la muchacha mientras él ponía la carreta en movimiento.
    —Quiero darte un nuevo comienzo, quiero que dejes esa vida ruin del prostíbulo, quiero que seas mi novia ¿tan difícil es eso? ¿En serio quieres pasar tu vida acostándote con viejos hasta que te maten? Dime que prefieres esa miseria y te mataré yo mismo. No voy a dejarte sufrir más.
    —¿Pero por qué yo? Solo nos hemos visto una sola vez. ¿Por qué me quieres a mí? —decía ella a la par que se agarraba de la carreta para no caerse mientras avanzaban por el camino dando brincos por los baches.
    —Eso no importa. Yo soy Kurt, Kurt Von Castle. ¿Molly es tu verdadero nombre? —le preguntó curioso con una sonrisa calmada en el rostro como si fueran viejos amigos y él no la estuviera secuestrando.
    —Sí, Molly es mi nombre. No tengo apellidos porque nunca conocí a mis padres, llevo toda la vida metida en un burdel. Dicen que mi madre también era puta. ¿Aún así me quieres llevar? Nadie te va a tomar en serio si me llevas contigo, soy una prostituta. No soy la indicada para que pienses en hacerme tu novia o tu mujer o lo que quieras. No te conozco, no sé qué quieres conmigo, esto no va a funcionar Kurt. Déjame bajarme y nos olvidaremos de esto. Tú no estás bien de tu cabeza, necesitas un descanso. Esto que haces es algo muy apresurado.
    —Tú confía en mi, no me afecta en nada que seas quien seas. Yo solo quiero que estés conmigo. No será muy difícil —dijo él mientras la carreta salía por completo del pueblo y ponía rumbo a la mansión del alcalde.
    Llegaron rato después y ella no intentó escapar. Kurt se bajó con ella de la carreta y fue hasta la entrada de la casa, le dijo al guardia que la chica era su invitada y que por tanto tenía que dejarla pasar. No hubo problema con eso.
    Cuando entró en la sala Margaery lo vio y fue hacia él vuelto una fiera.
    —¿Donde rayos te has metido? Te hemos buscado por todos lados Kurt y no te encontramos. Primera y última vez que te vas sin avisar —le gritaba Margaery para luego reparar en la chica—. ¿Y esta quien es?
    —Es Molly, una amiga, se va a quedar conmigo —dijo con naturalidad para ganarse otra mirada acusadora de Margaery.
    —No quiero personas extrañas en el equipo, Kurt. ¿Qué tanto sabe ella de ti? —preguntó la elegida.
    —Solo me ha visto usar las sombras y sabe mi nombre pero planeo que sepa más cosas —contestó él.
    La rubia se puso molesta, la cara se le enrojeció de la rabia. Sin aviso la elegida se aproximó a él y quedó pegada a su rostro.
    —¿La matas tú o la mato yo? Porque no te voy a dar más alternativas, esto no es un juego. ¿De donde rayos la sacaste? —le decía Margaery.
    —De un burdel, del mismo sitio de donde la sacó el guardia que mandaste con Collins y conmigo para engañarme y hacerme pensar que una mujer se puede interesar en mi. Pues bien, si no es posible que una mujer me quiera tal vez deba contratar a esta chica a tiempo completo para creerme mi propia mentira. Quiero que la chica se quede y punto. Ya llegué en esto demasiado lejos, me importa una mierda el dinero, la gloria, el poder o cualquiera de ustedes, o la chica se queda o voy a empezar a usar las sombras contra todo el mundo hasta que tengan que matarme. No les voy a dar otra alternativa.
    Margaery estaba realmente molesta, la verdad que la estaba teniendo difícil para no lanzarse encima de él.
    —¿De verdad eres tan inmaduro? ¿No entiendes que no puedes hacer que una mujer te quiera por la fuerza? ¿Vas a violarla, Kurt? ¿Qué se supone que quieres hacer con ella? —esas palabras de la elegida lo ponían realmente molesto.
    —Quiero que me haga compañía, es todo, no me interesa acostarme con ella, la quiero y punto. ¿Qué vas a hacer al respecto? —eso último lo dijo desafiante, nunca se había atrevido a provocar tanto a Margaery.
    Ella asintió mientras tomaba aire, era increíble lo roja que estaba su cara. La elegida se acomodó el pelo rubio que se le había puesto frente a los ojos y fue entonces hacia la chica. La miró detalladamente y la agarró por la barbilla.
    —¿Cómo te llamas? —preguntó la elegida.
    —Molly —contestó la muchacha con el miedo metido en el cuerpo.
    Margaery se mordió los labios y puso su rostro bien cerca del de la chica.
    —Yo no quise esto, Molly, pero por desgracia vas a tener que acompañar a Kurt. La buena noticia es que aquí vas a vivir bien, pero la mala es que si tratas de escapar de aquí o si él se aburre de ti yo personalmente te voy a matar.
    Luego la elegida volvió a acercarse a Kurt.
    —¿Usaste las sombras frente a otras personas cuando la trajiste hasta aquí? —quiso saber ella.
    —Sí —contestó él para ponerla más molesta todavía.
    —Por usar el poder para sus propios fines los renegados hoy por hoy son perseguidos a muerte —gritó ella—. Por usar las sombras para su beneficio yo estoy cazando a mi propia hermana y cuando la agarre la voy a eliminar. Nunca más uses las sombras por un capricho, soy tu superior. No usarás las sombras sin que yo lo sepa. Lo que nos separa a nosotros de los renegados es que respetamos el orden. Si no eres capaz de hacer eso vamos a matarte, Kurt. Por muy talentoso que seas si te vuelves un problema vas a morir y quiero que eso te quede claro.
    Él no quería poner más leña en el fuego, las cosas estaban tensas y al menos había logrado su objetivo original: quedarse con la chica. Era hora de bajar la guardia.
    —Eso me queda claro —afirmó él bien serio—. No tendrás queja de mi. Ahora si me disculpas debo cambiarme de ropa.
    Salió caminando con paso firme y la frente alta y todos se le quedaron mirando. Molly lo siguió mostrándose nerviosa, solo miraba al piso. Así subieron las escaleras, uno detrás del otro hasta que Kurt llegó a su cuarto y abrió la puerta.
    —Pasa —le dijo a la chica que lo obedeció.
    Ya solos en la habitación ella se quedó quieta en medio de la estancia sin saber que hacer. Kurt la dejó allí como si fuera un adorno y abrió la puerta de su armario para tomar varias colchas y tenderlas en el suelo.
    —Puedes quedarte la cama, yo dormiré en el suelo —le dijo a Molly que lo miraba como a un bicho raro—. Eres mi invitada aquí, ya te buscaré ropa a tu gusto, la comida será dentro de un rato, siempre avisan. Solo debes bajar al comedor. Si quieres no me hables, no es obligado ni nada. Puedes salir y charlar con quien quieras pero no puedes fugarte de aquí. En ese caso ya oíste a Margaery, te matará.
    Molly asintió y se sentó en la cama.
    —¿Eres algún tipo de mago? —preguntó con timidez.
    —Soy un necromante, juego con almas de difuntos. Nada muy complicado —le dijo mientras abría la puerta y llamaba al mayordomo.
    Kurt pidió jabón, toallas, tijeras y una navaja de afeitar. Cuando le trajeron todo se puso ante el espejo de la pared con la palangana de lavarse la cara llena de agua. Con la tijera se picó todos los mechones de su pelo hasta que no le quedó nada de cabello. El piso se llenó de su pelo y acto seguido se llenó la cabeza de espuma de jabón para pasarse la navaja por el cuero cabelludo. Algunas partes le eran difíciles porque no alcanzaba a ver que tal le iba quedando por lo que le pidió ayuda a ella.
    —¿Te importaría ayudarme a ser calvo?
    A Molly no le hizo mucha gracia pero lo ayudó a terminar, al cabo de un rato todo estuvo hecho. Su cráneo estaba rapado y su rostro le parecía totalmente diferente. Nunca había tenido la gran barba pero se rasuró también el rostro y así fue como quedó con su aspecto transformado.
    Luego Kurt fue al baño y se metió en la tina para abrir el grifo y quitarse la suciedad. Ya sin restos de pelos se vistió con una camisa ancha y un pantalón marrón y se sintió listo para enfrentar al mundo.
    De regreso al cuarto Molly seguía allí.
    —¿Qué vas a hacer conmigo, Kurt? Por favor dime eso —le rogó ella.
    —No voy a hacer nada —le dijo antes de tirarse en un sillón y ponerse a leer como si la muchacha no existiera allí.
    —¿No te da curiosidad saber nada sobre mi? —volvió a preguntar Molly.
    —Tú vida era una mierda, estuviste con un montón de hombres por dinero, fue muy triste todo, en fin ¿a quien le importa? Tu vida empieza hoy. Eres Molly Von Castle, mi señora esposa y si a algún Von Castle le ofende que su apellido lo use una prostituta que venga y me lo diga. Vas a tener vestidos por montón, vas a comer lo que te de la gana y te vas a hospedar en la mansión del tipo más importante de Nalten. ¿Tienes alguna pregunta sobre tu nueva vida?
    Ella lo miró con frustración, como si no supiera ni que decirle.
    —Odiaré vivir una vida en la que tú y esa rubia tenebrosa controlen cada cosa que haga. Soy un ser humano, Kurt, no soy tu juguete.
    El asintió mientras cerraba el libro y la miraba fijo.
    —No eres mi juguete, vas a tener tu espacio y tus decisiones pero aún no llegamos a allá. Que te quede claro que no soy un tirano. Me preocupo por tus emociones Molly. ¿Lo dudas?
    Ella se quedó en silencio sentada en la cama mirando por la ventana. Él tiró el libro un rato después y salió del cuarto para bajar en busca de Margaery, la encontró en el comedor aun con muy mala cara y se le plantó delante.
    —Quiero que me disculpes por hacer toda esta locura, sé lo mucho que te arriesgas conmigo y no te voy a traicionar. Pero estoy harto de ser un fracasado, quiero dejar mi vida atrás, quiero matar al monje y volverme otro hombre, así que lo único que te pido es que me ayudes a volverme independiente.
    Ella soltó una carcajada cuando lo vio con la cabeza rapada y aquellos pantalones que le quedaban algo ajustados.
    —¿Pero qué diablos hiciste, loco? —dijo ella poniéndose de pie y examinándolo con detalle—. Tu calva es blanca a más no poder, aunque ahora pareces un matón. Solo te hace falta la barba y eres el mellizo de Karl Collins.
    —Quiero cambiar un poco la imagen y también quiero aprender a usar la espada. ¿El alcalde me puede enseñar?
    Margaery se mordió los labios y se le acercó para acariciarle la calva.
    —Me siento como la madre de un jovencito inmaduro estando contigo —dijo ella—. Primero me traes a una fulana, usas las sombras a lo loco, me desafías en público y ahora quieres aprender a usar la espada. Está bien, Kurt, aunque tu espada son tus sombras no siempre vas a poderlas usar. Herman no te podrá atender como quisieras pero seguro que alguno de sus hombres estará más que feliz de molerte los huesos a golpes para que aprendas lo básico.
    A él eso le pareció bien.
    —Quiero una espada, y también algo de dinero, necesito comprar vestidos para Molly.
    Ella asintió y volvió a sentarse en la mesa a revisar unos papeles. Lo de comprarle vestidos a Molly obviamente le irritaba.
    —Tal vez mañana te de algo, Kurt. Pero mi consejo para ti es que no malgastes tu oro en complacer los caprichos de esa prostituta. No la conviertas en una engreída. Dudo mucho que dures mucho con ella. No tiene nada que ver contigo, muy pronto me vas a estar pidiendo que te la quite de encima.
    Él se preguntó si eso que ella planteaba sería posible, tal vez lo fuera, pero no quería pensar mucho en eso.
    —Como tú digas —dijo él mientras se volteaba para dejarla pero ella le pidió que esperara un instante.
    —¿Cómo fuiste capaz de ir y regresar de Nalten tan rápido? ¿Usaste el sendero negro? Aunque puedes usarlo no eres un elegido, Kurt, el sendero negro puede ser muy peligroso si se usa por novatos, hay energía muy retorcida flotando por ahí, el gran señor lo mantiene funcionando con las almas más atormentadas, nunca vayas solo. Te lo digo por tu propio bien.
    Él arrugó el entrecejo y se mordió los labios solo un instante, luego le sostuvo la mirada a la elegida.
    —Yo aun soy muy novato, Margaery ¿como un tonto como yo iba a poder usar el sendero negro? Tuve suerte de ir y retornar rápido, nada más.
    Ella entrecerró los ojos mientras esbozaba una sonrisa.
    —Voy a hacer como que te creo Kurt. Solo te voy a pedir que no te metas en problemas.
    —Cuenta con eso —dijo antes de volver a ir a las escaleras.

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